Edición 580 - Desde el 12 al 25 de Noviembre de 2004
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EL VOTO ECONOMICO

Los resultados de las recientes elecciones municipales, que han sido objeto de todo tipo de interpretaciones, son consecuencia de numerosas causas y variables, entre las que es necesario considerar las económicas. Las elecciones, celebradas en medio de una atmósfera de euforia por las estadísticas macroeconómicas y sus proyecciones, no reflejaron este clima en cuanto a apoyo a los partidos de la Concertación. Muy por el contrario. Los partidos de gobierno registraron una merma en sus electores, pese a haber conseguido -así es nuestra democracia- una mayor cantidad de alcaldías. La Concertación, que en las municipales de 1996 consiguió el 56 por ciento de la votación, bajó a un 47,9 por ciento el 31 de octubre pasado, tras haber registrado un 52,1 por ciento el 2000. Se trata de una constante pérdida de apoyo. En ocho años, equivale aproximadamente a un ocho por ciento o unos 600 mil votos, los que no ha capitalizado la derecha: la Alianza por Chile, que en las municipales del 2000 había logrado el 41 por ciento, también bajó en octubre pasado, al registrar el 37,6 por ciento de la votación.
Lo que ha habido es un deslizamiento hacia la Izquierda, o hacia aquellos sectores que se han identificado como críticos al modelo económico. Por lo mismo, la pérdida de votos en la derecha y en la Concertación es también una señal de rechazo, de castigo a aquellos partidos identificados con el modelo económico neoliberal. El Partido Comunista y los humanistas, que separados el 2000 lograron un cinco por ciento de la votación, pasaron, esta vez juntos, a un 9,1 por ciento. Se trata de un alza de relevancia -prácticamente se dobla la votación-, que ha de relacionarse con numerosos sondeos de opinión, los cuales tienen como vínculo si bien no un rechazo, una clara sospecha por parte de la población hacia el modelo económico.
El aumento de la votación de los sectores críticos no es un asunto de ciertas circunscripciones o regiones, sino una percepción nacional expresada desde muy dispares regiones.
Los resultados electorales debieran, entre las numerosas e interesadas interpretaciones partidarias, incorporar esta variable, que en otras latitudes de América Latina ha derivado o en importantes movilizaciones ciudadanas que impugnan el modelo económico o en el triunfo de coaliciones de Izquierda aisladas o descolgadas de la ortodoxia neoliberal.
Lo que tenemos en Chile es un incipiente rechazo a estas políticas que, hoy operadas por la Concertación, serían amplificadas por la derecha en un eventual gobierno de Joaquín Lavín. Tal vez la importancia de esta filtración de votos desde la dualidad Alianza-Concertación hacia sectores extraparlamentarios, es que sucede sin grandes capacidades publicitarias o mediáticas. Sucede pese a una prensa que hace de oficiante incondicional de las políticas económicas, la que no ha hecho este año otra cosa que elogiar las estadísticas macroeconómicas y los convenios de libre comercio establecidos por el gobierno, todas políticas, cabe recordar, que han favorecido a la gran empresa en desmedro tanto de los pequeños empresarios como de los trabajadores y consumidores.

LA BANDERA
DEL DESEMPLEO

Ha habido un solo fenómeno económico criticado por la derecha, el que ha sido utilizado cual bandera electoral. Junto a la seguridad ciudadana, el desempleo fue uno de los argumentos de los partidos de la Alianza para restarle votos a la Concertación. La persistente campaña, sin embargo, no les redituó apoyo electoral. La reducción de la alta tasa de desempleo, según ha percibido una parte del electorado, no forma parte del ideario neoliberal compartido tanto por los partidos de gobierno como por la oposición de derecha, la que, junto con censurar el desempleo, ha abogado este año por una flexibilidad laboral. ¿A qué se refiere Lavín cuando dice que hay que escuchar a la gente?
Las críticas que hizo el gobierno desde La Moneda a los operadores de la planta de saneamiento de aguas La Farfana coincidieron, de forma casi milagrosa, con las elecciones municipales. Milagro o coincidencia, lo que hubo en aquella reacción fue una clara pero aislada interpretación por parte del gobierno del sentir ciudadano, una percepción generada por el esfuerzo y la exigencia ante el pago de los servicios básicos hoy privatizados. Un mínimo gesto que, fuera del efecto electoral, no hace gran mella al alza de tarifas, cobros indebidos, políticas de cártel, prácticas monopólicas y publicidad engañosa.
Castigo a la Concertación y también a la derecha. ¿Habrá tenido el elector en consideración el debate del royalty minero? Recordemos que en junio pasado la oposición rechazó, sin dar la cara pero de forma masiva, este proyecto, que, según las encuestas de opinión, era ampliamente respaldado por la ciudadanía.
Royalty u otros proyectos mediante, lo concreto es que la derecha -pese a su insistente campaña a favor de la creación de empleo, cuya fórmula, sabemos, es la flexibilidad- ha sido el sector más malogrado con esta elección. Aun cuando su merma en votos ha sido en términos absolutos y relativos menor que la pérdida de la Concertación, la Alianza por Chile perdió 62 alcaldías, principalmente a manos de la Concertación, lo que podríamos interpretar como un voto de castigo comunal. De cierta manera, los electores le pasaron la cuenta a los alcaldes en funciones no sólo por sus administraciones, sino por la debilitada situación económica.
Lo que hemos observado en estas elecciones es la expresión -todavía incipiente- de la creciente brecha entre la economía operada por la gran empresa (estimulada por el gobierno y amparada por la derecha) y la que han de vivir las pymes, trabajadores y consumidores. La pérdida de votos de la Alianza y la Concertación es efecto del deterioro de los empleos, de la desigualdad en los ingresos y en la distribución de la riqueza, de la falta de participación ciudadana en las decisiones económicas, de la concentración de mercados y otros fenómenos económicos poco favorables para las personas.

UN VIEJO MALESTAR

El PNUD ha sido, junto a otros estudios de opinión como Mori y Cerc, el organismo que ha logrado evaluar el malestar que provoca esta brecha económica. Aun cuando las autoridades y las cúpulas de los partidos destacan los equilibrios macroeconómicos como un bien en sí mismo, el PNUD ha venido señalando desde mediados de la década pasada que existen, junto a las diversas modernizaciones “grados más o menos significativos de desconfianza tanto en las relaciones interpersonales como en las relaciones de las personas con los sistemas de salud, previsión, educación y trabajo. El malestar existente hace pensar que los mecanismos de seguridad que ofrece el actual ‘modelo de modernización’ resultan insuficientes”.
Es así como en el informe de desarrollo humano de este año sus analistas quedan sorprendidos con la percepción que tiene la mayoría de los chilenos de la economía. “¿Cómo se explica, entonces, que a pesar de lo que indican las cifras (macroeconómicas), el 52% de los chilenos se siente perdedor y el 74% tiene sentimientos negativos respecto al sistema económico del país (inseguridad, enojo y pérdida)?”.
Otro aspecto que contribuye al resquemor hacia la economía está relacionado con lo que el PNUD llama la privatización de la vida comunitaria, o la capacidad del modelo para transformar problemas transversales y colectivos en malestares individuales y privados. Esta situación, mencionada este año y que había aparecido en los informes anteriores, es uno de los complejos fenómenos sociales en alza, que golpea la subjetividad de las personas y sólo escasos y poco atendidos sondeos de opinión son capaces de revelar.
Podemos señalar que este fenómeno, presente en nuestra sociedad por lo menos desde las modernizaciones de la década pasada, toma en estos momentos un camino diferente. La personificación de los problemas sociales, como si éstos fueran un asunto individual, comienza a tener una interpretación política. El voto a la Izquierda, cuyo discurso claramente apunta en esta dirección, es señal de una incipiente capacidad de reflexión política de los problemas sociales y económicos

PAUL WALDER

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