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Juan Radrigán
“Carta abierta”
a los chilenos
CESAR
Mamani y Luisa Santisteban
con Juan Radrigán, autor de “Carta Abierta”
Para el dramaturgo Juan Radrigán esta experiencia
escénica “es un acto solidario, un acto bello”. Y no
siente desánimo ni amargura, pese a que escribir Carta abierta
ha sido muy duro, ya que habla de cómo sobreviven en Chile los
refugiados políticos peruanos. “Me alegra, porque hacerlo
era un deber que alguien debía asumir”.
En este montaje, que protagonizan los peruanos César Mamani y Luisa
Santisteban, se funden y confunden las historias personales de los actores
y de los personajes que encarnan.
Para Radrigán esta vez el teatro pasa a segundo plano. Lo prioritario
es contarle a los chilenos cómo tratamos a los hombres y mujeres
que conocieron las cárceles durante la dictadura de Fujimori y
que siguieron sufriendo la persecución en el gobierno de Toledo.
Quiere mostrar la obra en las salas que consiga y en la calle. Si logra
el permiso, estrenará en la Plaza de Armas. Cuenta Radrigán:
“Carta abierta es el testimonio de dos peruanos en Chile. Están
en la calle, cantan y bailan para recoger algunas monedas. Pero nadie
les da plata. Hace frío. No les va bien. Ella graba un caset para
tranquilizar a su familia y les cuenta que está bien. Son mentiras:
hacen trabajos de esclavos, le están limpiando la mierda a los
chilenos... Y los chilenos los tratan como las tristes”.
¿Cómo se mantienen para vivir?
“Sobreviven milagrosamente. La mayoría de los días
no comen. César tiene esposa y dos hijos. Luisa está sola.
Estudió lógica y matemáticas en la Universidad de
San Marcos y sus estudios no le han servido para nada en Chile. Viven
hacinados en casas insalubres que les arriendan unos desgraciados a 60
mil pesos una pieza. Se juntan en la Plaza de Armas a pasar el tiempo,
a conseguir trabajo”.
¿Son marginados entre los marginados?
“Sí, despreciados. Todo lo que se menciona en la obra ellos
lo han vivido. Los chilenos conocen muy bien el exilio, por eso es raro
que no haya solidaridad con los exiliados peruanos”.
¿Llegaron con mucha ilusión?
“Un poco engañados por la propaganda de los jaguares de América
Latina. Creían que en Chile había trabajo abundante y mejor
pagado que en Perú. A ellos se les junta la cesantía y la
persecución. En Perú los seguían molestando después
de quedar libres”.
¿Cuál es el objetivo de “Carta abierta”?
“Que llegue a los exiliados que viven en Chile y humanizar, aunque
sea un poco, a la gente de este país. Y que los actores tengan
algún beneficio económico al exhibir la obra. El país
está deshumanizado. Y lo que más sorprende es que eso se
da en los hogares pobres. De repente nos damos cuenta de que vivimos en
un país bastante fascista y racista. También hay algo de
patrioterismo ignorante”.
¿Ellos se han deshumanizado con la vida que llevan aquí?
“No. Y por lo que cuentan, no tienen demasiada rabia ni animadversión
contra los chilenos”.
¿Cómo se explica esa situación?
“Creo que todo eso se debe al abuso de poder. Es mentira que los
chilenos somos solidarios y es un sarcasmo eso de ‘verás
como quieren en Chile al amigo cuando es forastero’”.
¿Sigue siendo un “optimista trágico”?
“Sí. No hay de qué estar muy alegre”
LEOPOLDO PULGAR IBARRA
César Mamani
¿Vino a Chile buscando qué?
“Llegué en agosto del 2001. No era ni del MRTA ni de Sendero
Luminoso. Me agarró la tropa en una redada y cuando me di cuenta
estaba en un penal. Después, hubo una matanza en la prisión
de Cantorales. El Estado peruano me hizo esto”. (Levanta el parche
del ojo derecho y exhibe brevemente la cuenca vacía; después
se toca el oído derecho, con audífono. Fue herido por una
explosión cuando los milicos de Fujimori asaltaron el penal).
¿Lo detuvieron sin ser político?
“Sí, pero en la cárcel supe que en un torrente de
problemas hay dos orillas: izquierda y derecha. Escuché a mucha
gente. Actualmente hay unos tres mil y tantos presos políticos
en Perú. Entré al penal a los 23 años. Me absolvieron
en 1995, después de cuatro años. Ya tengo 35. Tuve que salir
de Perú porque me perseguían: soy sobreviviente de una matanza
que la prensa define como motín”.
¿Cómo sobrevive ahora?
“Trabajo en limpieza, gasfitería, electricidad, lo que se
presente. Mi esposa es profesora, yo estudiaba ingeniería mecánica”.
¿Por qué Chile?
“Era el país más próximo. Mi única expectativa
era salvar la vida. La dictadura de Fujimori montó un estado policiaco
y Toledo continúa la política represiva”.
Es optimista, pese a todo...
“Es lo único que me queda. Lo que más deseo es que
mis hijos no hereden la condición de refugiados. Estoy resistiendo.
A veces me voy al parque, grito fuerte y lloro”.
¿El teatro llega por casualidad?
“Nunca había hecho teatro. Me gustó porque se tocaba
la problemática de los refugiados y de los inmigrantes. El Estado
chileno no tiene programas sociales para los refugiados. Somos alrededor
de 500. Quiero que se sepa cómo viven en Chile. En estos tres años
han primado los momentos malos. El teatro es como una terapia. Actúo
de manera natural porque vivimos lo que se dice en la obra”
Luisa Santisteban
Hizo teatro en Perú y trabajó en centros
culturales. Hasta el 2002. También fue detenida en una redada callejera.
Interrogatorios, torturas, incomunicación en celdas sin colchón
ni nada. Dos años en el penal de mujeres de Chorrillos. Salió
libre, pero después la volvieron a encarcelar por otro año
más. Ya estaba Fujimori y no pudo seguir estudiando. Tiene 36 años.
“No se puede vivir tranquila en un país donde es un estigma
haber sido acusada por pensar distinto. Vine a Chile para darme la oportunidad
de tener una vida. Aquí puedo caminar tranquila”.
Es profesora…
“Sí, pero no he podido conseguir trabajo. Saqué del
currículo mis estudios superiores... y nada”.
¿Cómo ha sido el trato?
“Hay gente que trata muy bien a los peruanos. Pero eso no niega
que en Chile hay discriminación. En general, en Chile no se respeta
a las personas que son diferentes”.
¿Por qué eligió Chile?
“Me interesaba el teatro y el desarrollo personal. Es más
barato venir aquí. No te imaginas lo que son las continuas detenciones
en Perú. La vida se acaba. Al salir de la cárcel no hay
trabajo ni historia ni nada”.
¿A qué le ayuda el teatro?
“A reflexionar sobre la realidad. En Perú hice teatro campesino,
para niños. Pero en una dictadura no se le puede hacer ver la realidad
a nadie. Y es peligroso ser artista”.
¿Balance de dos años?
“Tengo que agradecer mis propios esfuerzos. No le debo nada a ninguna
institución. Para Acnur somos una molestia. Sólo agradezco
la solidaridad de los amigos. No tengo nada en contra de los chilenos.
Sí estoy en contra de la injusticia, de la discriminación.
Extraño la afectividad de los peruanos. Esta es una sociedad consumista,
siempre tratando de demostrar al otro que se es mejor. Quiero terminar
de estudiar pedagogía teatral en la Universidad La República
y volver a mi país a compartir mis conocimientos”
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