Edición 576 - Desde el 16 al 30 de Septiembre de 2004
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Revista quincenal de asuntos políticos, informativos y culturales que publica la Sociedad Editora, Impresora y Distribuidora de Publicaciones y
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La derecha y los fondos de Pinochet
TRAICIONES FAMILIARES


La historia relata que Augusto Pinochet -junto con el almirante Merino- fue el miembro de la junta militar más cautivado, a comienzos de los setenta, por el nuevo modelo económico presentado por los Chicago boys. Lo impulsó a partir de entonces contra viento y marea -tal vez seducido por las bases anti socializantes y por extensión anticomunistas del modelo-. Un modelo económico y de sociedad basado en el individualismo, la iniciativa privada, el emprendimiento personal y otras sutilezas derivadas del capitalismo más clásico, entonces reinventado.
Todo aquello más o menos lo sabíamos desde hace tiempo. Lo nuevo es que Pinochet fue, también, si no un gran discípulo de Milton Friedman y Arnold Harberger, un empeñoso alumno que realizaba sus tareas y experimentaba por cuenta propia. Pinochet, hoy lo confirmamos, se tomó al pie de la letra aquello del emprendimiento personal, el individualismo más puro y la iniciativa privada. Tanto, que pudo convertir, en un ejercicio de alquimia financiera a través de mano invisible, sus esforzadas cotizaciones previsionales en una nada despreciable fortuna personal. Pinochet absorbió de forma magistral los nuevos valores que el capitalismo a ultranza impregnó en la sociedad chilena. El sano egoísmo, que es el motor de emprendimiento privado, le ha calzado a la perfección.
La doctrina neoliberal, que se impone en los setenta bajo la égida militar y se expande en los ochenta con el mismo ímpetu y tutelaje, ha tenido en sus promotores, más que en sus seguidores, curiosas contradicciones. Cuando las fuerzas armadas traspasaron las áreas públicas de la economía hacia manos privadas, no lo hicieron con su particular sistema previsional, acto que aun cuando pudo tener argumentos técnicos poco atractivos para los nuevos administradores de la seguridad social, tuvo también criterios amparados en algo así como el sentido común de una especie que cuida sus reservas de cara al futuro. Podían colocar -por decreto- los fondos de los trabajadores en el nuevo experimento financiero, mientras mantenían los propios bajo buen recaudo. Los años les dieron la razón.

EL FESTIN DE EYZAGUIRRE

Los fondos de Pinochet, sin embargo, es evidente que corren por otro sendero. No son previsionales, qué duda cabe, sino que -y en eso estamos de acuerdo- proceden de otras y oscuras fuentes. Tan oscuras que ni su defensa ni su familia las han podido aclarar. Son tan enrevesadas, que ni las explicaciones sibilinas de su contador, el “cerebro financiero” Oscar Aitken, destapado a modo de gran transparencia por El Mercurio, han logrado ordenar una contabilidad deforme. Los argumentos de Aitken, sus contables explicaciones para lavar lo indeleble, fueron, pese al apoyo del mencionado matutino, un nuevo argumento para sus querellantes y detractores. Tan precaria fue la argumentación del “cerebro financiero”, que llevó a Nicolás Eyzaguirre a darse un festín retórico cuando dijo que “si hay algún asesor previsional que a usted le dice que le deje manejar sus fondos previsionales porque le va a dar una rentabilidad del 30 por ciento anual durante los siguientes años, denúncielo a la justicia, porque lo está tratando de estafar. Y si un funcionario público de alta responsabilidad y de dedicación exclusiva señala que va a acumular diez ó quince millones de dólares y por eso está muy tranquilo para cuando cumpla 65 años, también hay que denunciarlo a la justicia porque lo más probable es que esté robando”.
Pinochet, que fue, para sus sectarios, el héroe épico que anticipó el fin de la guerra fría, ha caído en desgracia por un asunto menor de impuestos, lo que nos recuerda a un menos épico pero también furibundo y violento personaje del antiguo Chicago. Y ha sido atrapado por el mismo andamiaje que construyó. Su refundación del país, los nuevos valores sociales basados en el mercado y el individualismo, le han pasado la cuenta. En el Chile actual -parafraseando a Moulian- es más grave estafar que asesinar. Sus acólitos, aquellos que le han defendido en todos los crímenes, le han dado la espalda en un asunto de dinero. Se trata de un asunto de privados, de iniciativa privada. Así lo han expresado figuras de la UDI y así leímos en La Segunda, vespertino afín en su esencia e historia a la dictadura. “Aunque la apreciación de su legado histórico, con sus luces y sus sombras, y de su indudable influencia en la transformación del país no resultara modificada por este episodio, sería absurdo que hasta su albacea se esmerara en hacernos compartir como adecuada una versión de lo ocurrido absolutamente inaceptable y repudiable”.
No vamos a salir nosotros ahora en defensa de Pinochet. Pero sí podemos observar el comportamiento de sus otrora adalides. Aquellos que se enriquecieron con las privatizaciones, aquellos a quienes apuntaló tras la crisis de los ochenta: aquellos mismos (que no son sus donantes) son hoy sus detractores. En asuntos de dinero y de ganancias, las lecciones de Friedman son la ley: todos somos individuos aislados empujados a sus propias libertades y destinos. La ley de la selva, practicada en detenciones y violaciones a los derechos de humanos, sólo existe para la derecha en asuntos de dinero. La ley, es más, sólo está allí para cuestiones pecuniarias, para cautelar los intercambios mercantiles.

OCULTANDO LAS PRIVATIZACIONES

La derecha ha cerrado filas en ya varias ocasiones para evitar una investigación sobre las privatizaciones. Si así ha sido, es fácil presumir que hay algo que se intenta ocultar. Cuando hace un mes el Congreso discutió la idea de investigar las cuentas secretas de Pinochet, lo que salió de aquella sesión fue una nueva investigación de las privatizaciones, las que no tendrían, es necesario aclararlo, un destino práctico sino testimonial. Un giro que ha sido natural, que ha relacionado de manera directa los oscuros fondos de Pinochet con las privatizaciones. Ambas operaciones, ha dicho la Cámara, han estado inspiradas por el mismo fin, que es, inferimos, el enriquecimiento ilícito.
Los argumentos de Aitken han buscado enlazar los millonarios fondos de Pinochet con todas estas extrañas -por usar un suave apelativo- operaciones financieras amparadas y estimuladas por la dictadura. Pero por cada una de ellas, la respuesta ha sido negativa. No sólo están las palabras de Eyzaguirre, sino las que ha levantado la misma derecha. La Segunda editorializaba que los “argumentos que se invocan para explicar eventualmente el crecimiento del capital que se habría acumulado, como un trato excepcional por parte del banco con utilidades excepcionales repetidas año tras año, el uso al límite de las oportunidades del capitalismo popular, donaciones cuantiosas y secretas de particulares y, para qué decir, un aprovechamiento de fondos estatales reservados en beneficio personal, constituyen en tal sentido la peor de las excusas…”
¿Por qué motivos La Segunda intenta borrar estas argumentaciones? Obviamente, porque mezclar el capitalismo popular o las privatizaciones con los fondos de Pinochet podría abrir una línea de investigación que llevaría a decenas de asesores del ex dictador a rendir cuentas ante los investigadores. El enriquecimiento de los ministros y otros altos funcionarios de Pinochet se ha realizado bajo la misma oscura inspiración, que es la iniciativa privada llevada al paroxismo de los egoísmos. Por tanto, más vale echar tierra y silenciar el ruido. “Se trata de un asunto de privados y no vale la defensa corporativa” hemos oído en estos días.
Hemos dicho que no vamos a defender a Pinochet en su actual soledad. Pero tampoco vamos a defender a quienes hoy, ante el complicado trance de su mentor, se alejan y refugian en sus abultadas empresas. Los fondos de Pinochet, su tenebroso y sucio origen, y crecimiento, responden a la misma inspiración, criterios y procedimientos de los hoy magnates protegidos por su antiguo benefactor. La derecha, podemos decir, no es sólo egoísta y cínica: es traidora hasta con sus padres
PAUL WALDER

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