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Sangrienta represalia de
la CNI contra el MIR
La “Noche de los
CUCHILLOS LARGOS”
ALEJANDRO
Salgado Troquián, asesinado en Janequeo 5707. En la foto, con su
compañera Digna Césped y los hijos de ella, Alejandro Bustos
(de pie), y Luis y Sandra Martínez.
Hace 21 años, la noche del 7 de septiembre de 1983, un grupo operativo
de la CNI propinó un demoledor golpe al Movimiento de Izquierda
Revolucionaria (MIR). En pocas horas -en dos lugares de Santiago- fueron
asesinados cinco miristas, entre ellos Arturo Villabela Araujo, miembro
de la comisión política y encargado militar de ese partido,
y Hugo Ratier Noguera, miembro del comité central y jefe de la
estructura armada del MIR en la capital. Fue una operación de represalia
que la dictadura ordenó ejecutar por la muerte del intendente de
Santiago mayor general (r) Carol Urzúa Ibáñez, que
junto con su escolta cayó en una emboscada montada por un comando
del MIR el 30 de agosto en la comuna de Las Condes. La sangrienta respuesta
de la CNI cobró cinco vidas en una noche. Esa brutal represalia
dejó en evidencia que la CNI conocía los domicilios de dirigentes
del MIR que vivían en la clandestinidad, y que eran vigilados cotidianamente
por los servicios de seguridad.
ARTURO Villabela Araujo, asesinado junto a Lucía Vergara y
Sergio Peña en Fuenteovejuna 1330, Las Condes.
El primer golpe se descargó en la calle Fuenteovejuna
1330, de Las Condes, donde fueron abatidos Arturo Villabela Araujo y los
militantes Lucía Vergara Valenzuela y Sergio Peña Díaz.
Los tres habían regresado clandestinos al país. Horas después,
el mismo contingente dio muerte en la calle Janequeo 5707, de Quinta Normal,
a Hugo Ratier Noguera y a Alejandro Salgado Troquián.
Aquella noche, Miguel Alejandro Bustos Césped, hijo adoptivo de
Alejandro Salgado, de 16 años, se encontraba estudiando mientras
escuchaba música en la casa de calle Janequeo. De pronto, una ráfaga
de ametralladora se escuchó a unos cien metros de la vivienda.
El joven sobreviviente entregó su testimonio, que es la base de
una denuncia que debe investigar la ministra de la Corte de Apelaciones
de Santiago, Gloria Ana Chevesich. La ráfaga “se escuchó
bastante cerca -declaró Miguel Bustos- pero no le di mayor importancia,
porque era normal escuchar disparos en Santiago en aquel tiempo de protestas.
Traté de concentrarme nuevamente, cuando escuché gritos
en la calle. Fue todo muy rápido, entre la primera ráfaga
a distancia y el ataque a la casa”.
Su relato acompaña la acción judicial interpuesta por abogados
del Codepu contra el general (r) Augusto Pinochet, los ex ministros Sergio
Onofre Jarpa y Sergio Fernández, el ex auditor del ejército
Fernando Torres Silva y el ex agente César Luis Palma Ramírez
(alias “Fifo”), por la muerte de los cinco militantes del
MIR. A la denuncia se anexará una querella que interpondrán
familiares de Hugo Ratier, argentino, quien tenía 39 años
cuando fue asesinado.
HUGO
Ratier Noguera: entregó su vida por la libertad de Chile.
En estas dos operaciones de aniquilamiento participó
el entonces miembro del Servicio de Inteligencia de la Fuerza Aérea
(Sifa) e integrante del Comando Conjunto, Andrés Valenzuela Morales
(alias “El Papudo”). En declaración ante la Vicaría
de la Solidaridad el 28 de agosto de 1984, a la cual tuvo acceso Punto
Final, Valenzuela precisa que en estos asesinatos se actuó con
deliberada violencia y ensañamiento. “Recibimos orden de
dirigirnos hacia el sector poniente de la ciudad, a calle Janequeo 5707,
por los alrededores de la Plaza Garín. Cuando estuvimos cerca del
objetivo, nos dijeron que nos agacháramos pues venía corriendo
una de las personas que debía ser eliminada. Pasó por el
costado de nuestra camioneta. Cuando llegó a un sector donde hay
una pared, fue rafagueado e inmediatamente la base de fuego, que también
estaba en ese lugar, empezó a disparar sobre una casa”. Este
primer blanco en la calle fue Alejandro Salgado Troquián. Según
Valenzuela Morales “apenas cayó asesinado, un agente colocó
en su mano un arma simulando que la llevaba al momento de ser eliminado”.
En el interior de la casa de calle Janequeo fue acribillado Hugo Ratier.
El ex suboficial de la Fach también describe en su testimonio lo
ocurrido en calle Fuenteovejuna 1330, que antecede a los asesinatos en
calle Janequeo: “Se nos ordenó ir hacia Avenida Colón,
donde hay un supermercado que está en la esquina suroriente, cercano
a una rotonda donde también desemboca la calle Tomás Moro.
Allí estuvimos un rato, mientras se daban instrucciones para actuar
en una casa de calle Fuenteovejuna, donde se había detectado que
había tres personas. Llegó un jeep de la CNI con el techo
corredizo y en el cual se instala una ametralladora punto 50 sobre un
sistema hidráulico que permite subirla sobre el nivel del techo
y operarla por dos hombres, uno que dispara y otro que va pasando la cinta
de municiones. Nos dirigimos frente a la casa de Fuenteovejuna 1330, donde
se instaló el jeep y se dio orden de actuar”. Esa orden significó
la muerte de Arturo Villabela, Lucía Vergara y Sergio Peña
y el incendio de la vivienda. Cumplida la misión, tomaron rumbo
hacia Quinta Normal, a Janequeo 5707.
Miguel Alejandro Bustos Césped, quien logró escapar al cerco
en calle Janequeo, entrega en su testimonio una serie de antecedentes
que retratan a Hugo Ratier y Alejandro Salgado y la vida en la clandestinidad
que compartían en familia. La madre de Miguel Bustos, Digna Césped,
era tesorera de una junta de vecinos de La Florida y apoyaba la organización
social incipiente contra la dictadura. Así conoció al que
sería su compañero, Alejandro Salgado Troquián. Miguel
Bustos señala: “El era uno de los que acostumbraban llegar
a nuestra casa: gente de iglesia, políticos, jóvenes y trabajadores.
Por las acciones realizadas por mi madre en los comedores populares, nuestra
casa comenzó a ser vigilada. Ella fue perseguida en varias ocasiones”.
Por seguridad de su familia, Digna Césped decidió abandonar
el barrio en 1979. Con sus cuatro hijos, formó una familia con
Salgado. En su testimonio, Miguel señala que a Alejandro Salgado
“lo conocimos como ‘Raúl’ (su nombre político)
y después de un tiempo conocimos a ‘José’, Hugo
Norberto Ratier”. En 1980 se trasladaron a la comuna de San Miguel,
viviendo en distintas casas, lo que llevó a Miguel y sus hermanos
a deambular por diversos colegios. “Los cambios de escuela nos obligaban
a elaborar leyendas para sortear las preguntas de los nuevos compañeros
de clase. Pero ya estábamos acostumbrados”. La presencia
de Hugo Ratier ya era constante en la casa y Miguel recuerda que, en 1982,
“tuvimos que acoger a dos compañeros heridos” que fueron
atendidos por una doctora que más tarde fue detenida y torturada.
La clandestinidad obligó a Miguel Bustos Césped a interrumpir
su vida escolar. A los 13 años comenzó a trabajar como comerciante
ambulante en Patronato, y su hermano Carlos como cuidador de autos en
el Estadio Nacional. Luego fueron vendedores en ferias libres. En una
oportunidad, viviendo en La Cisterna, la familia decidió dispersarse
como medida de seguridad, luego de la visita de dos funcionarios de Investigaciones
-así se identificaron-. Se decidió que los adultos abandonarían
la casa y los menores serían distribuidos en distintos lugares.
Así, Miguel Alejandro llegó a una parroquia en El Salto,
donde fue acogido por el sacerdote español Jesús Rodríguez.
Tiempo después, su madre Digna lo buscó. El reencuentro
esta vez fue en Conchalí. La familia siguió siempre en la
permanente sombra de la clandestinidad.
Miguel señala que llegaron a la casa de Janequeo 5707 a principios
de enero de 1983. Ubicada frente a un policlínico, la vivienda
contaba con dos patios donde crecían árboles frutales. Una
vez instalados, Miguel y su hermano Luis Enrique retomaron clases en un
colegio cercano, mientras su hermana Sandra Virginia se quedaba en casa.
La menor nació con labio leporino y no podía asistir a colegios
ni hospitales porque la CNI podía seguir esa pista. En febrero
de 1983 llegaron a vivir a Janequeo Hugo Ratier y su familia: su compañera,
Ruth Carvajal Peña, y los hijos de ambos, Marcelo, Ursula y Dagoberto.
Miguel sólo alcanzó a compartir con ellos un tiempo breve.
Antes de finalizar el mes, Ruth y los tres hijos de Ratier abandonaron
el país rumbo a Cuba. Era época de protestas y caceroleos.
La casa comenzó a ser vigilada. “Un taxi se paraba en la
esquina y en una ocasión vimos que el auto no tenía patente.
Sospechamos que era un control sobre nosotros, aunque luego se fueron”.
En mayo se decidió que la madre de Miguel viajara fuera del país.
Quedaron en la casa de Janequeo Alejandro Salgado, Hugo Ratier y tres
de los hijos de Digna, aunque la idea era que también salieran
del país.
La rutina diaria comenzaba temprano. Miguel hacía las compras,
mientras que Hugo Ratier se encargaba de preparar la comida. Miguel recuerda
que “comíamos juntos y por las tardes conversábamos
y veíamos fútbol por televisión”.
A fines de agosto de 1983 los hermanos de Miguel, Sandra Virginia y Luis
Enrique, abandonaron la casa para reencontrarse con su madre en el exterior.
Miguel recuerda: “El ambiente se hizo más triste para mí”.
LA HUIDA
En la mañana del 7 de septiembre de 1983 el joven
Miguel Bustos se levantó para ir al colegio. “Regresé
cerca de las 14 horas. Almorcé junto a mi tío Hugo y Alejandro,
escuchando las noticias de la radio. Después quedamos conversando
un rato. Me preguntaron cómo me iba en el colegio, a lo que contesté
que más o menos. El tío Hugo comenzó a recordar su
época de estudiante en su ciudad natal, en Argentina. Luego lavó
la loza y mi papá salió como a las 16.30 horas, quedándonos
solos con el tío Hugo. Conversamos en el living y después
me fui a mi pieza a estudiar. Sin embargo, Alejandro tardaba en volver
y nuestra preocupación se expresaba con el silencio que reinaba
en la casa”.
Se hizo de noche, entonces, de repente, comenzó la balacera. “La
casa se estremecía con los impactos y comenzó a llenarse
de humo. Yo traté de ubicar al tío Hugo, lo llamé
y no escuché respuesta”. La intensidad de los balazos aumentaba
y los agentes de la CNI destruyeron todo al ingresar a la vivienda. “Disparaban
para asegurarse que no había nadie vivo”. El muchacho consiguió
escapar saltando a una casa vecina, donde se ocultó gracias al
solidario gesto del dueño. Un flash noticioso informó esa
noche sobre el violento “enfrentamiento”. “Se mostraron
imágenes de nuestra casa. Se veían carabineros y agentes
armados. La casa la mostraban por dentro y se podían apreciar armas,
que yo nunca había visto antes. La noticia fue que habían
matado a dos ‘terroristas’ en un enfrentamiento”.
Con la ayuda de abogados de la Vicaría de la Solidaridad, el joven
Miguel Bustos Césped acudió posteriormente a declarar en
la Segunda Fiscalía Militar de Santiago. La entrevista comenzó
con preguntas de rutina, mientras los datos eran registrados por el actuario.
Junto a éste se encontraba de pie “un hombre alto, algo gordo,
que me preguntaba varias veces las mismas cosas. Se iba poniendo agresivo.
Me decía que tenía que admitir diferentes cosas y mostraba
fotos de mi familia. Sacó una pistola, comenzó a jugar con
ella y a apuntarme”.
El joven sobreviviente de la tragedia en calle Janequeo permaneció
más de un año en Chile viviendo en precarias condiciones,
hasta que pudo viajar a Suecia donde hoy vive con su madre, Digna Césped.
Pero las secuelas del horror que vivió en Chile lo persiguen hasta
hoy
ALEJANDRA CORDOVA ROJAS
UN ARGENTINO QUE LUCHÓ POR CHILE
Hugo Norberto Ratier Noguera llegó a Chile en 1970. Hijo de una
familia peronista de Misiones, Argentina, y sobrino del contralmirante
Enrique Noguera Isler, edecán del ex presidente Juan Domingo Perón,
Ratier era un hombre de Izquierda y en nuestro país se unió
al MIR. Fue un destacado dirigente de su comité central y luchó
por la libertad de Chile.
La historia reconstruida por el Informe Rettig (1990) señala que
una patrulla de la CNI dio muerte a Alejandro Salgado cuando caminaba
hacia la casa de calle Janequeo, donde lo esperaban Ratier y su hijo adoptivo,
Miguel Bustos Césped, de 16 años. Con una ametralladora
pesada, montada en un jeep, dispararon contra la casa. En la secuencia
de hechos narrados por el único sobreviviente, se consigna que
la vivienda fue quemada, con el objetivo de no dejar huellas del falso
enfrentamiento.
A 21 años de estos hechos, quien fuera la pareja de Hugo Norberto
Ratier, Ruth Carvajal Peña, reflexiona sobre su compañero
y la posibilidad que hubiese abandonado el país con ella. “Creo
que él nunca lo pensó. Me dijo: tú te vas a Cuba
y en unos meses más yo me voy. Pero ambos sabíamos que eso
no iba a ocurrir. El se quedaba aquí hasta las últimas consecuencias”,
dijo Ruth a Punto Final.
LOS SECRETOS DEL CORONEL BUSTOS
En noviembre de 2003 causó revuelo una información
en el diario electrónico El Mostrador respecto al agregado militar
de Chile en la ONU, coronel Pedro Pablo Bustos Valderrama. No sólo
había sido agente de la CNI, sino también habría
tenido activa participación en los asesinatos de 1983 en calles
Fuenteovejuna y Janequeo. De acuerdo con esos antecedentes, el coronel
Bustos integró la Brigada Azul de la CNI que combatía al
MIR, cuyo jefe era el comandante Aquiles González (“El Caracha”).
El segundo era el mayor Alvaro Corbalán Castilla, procesado por
el ministro Alejandro Solís como autor del homicidio de Lisandro
Salvador Sandoval Torres, cometido el 17 de agosto de 1981 y condenado
por el asesinato de Tucapel Jiménez.
Pedro Pablo Bustos operaba en la CNI bajo el nombre de Alejandro Benz
y -como consigna El Mostrador- participó en el operativo de calle
Janequeo según testimonio de cinco ex agentes que intervinieron
en el hecho. Sin embargo, hasta ahora su participación no ha sido
acreditada ante la justicia. En 1986, Bustos Valderrama era jefe de seguridad
personal de Augusto Pinochet al momento del atentado del Frente Patriótico
Manuel Rodríguez, el 7 de septiembre de ese año. Cuando
Pinochet regresó a Chile tras su detención en Londres, en
marzo de 2000, el coronel Pedro Pablo Bustos le rindió homenaje
como vocero del ejército. A este perfil se suma su vinculación
con la financiera ilegal La Cutufa, que operaba al interior del ejército
desde 1984. En esa investigación se determinó que unas 350
personas tuvieron directa relación con las operaciones de la financiera,
que prestaba dinero de manera fraudulenta a militares y sus familias
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