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PUNTO
FINAL
Revista quincenal de asuntos políticos,
informativos y culturales que publica la Sociedad Editora, Impresora
y Distribuidora de Publicaciones y
Videos Punto Final S.A., San Diego 31, oficina 606, Fono-Fax: 6970615,
Casilla 13.954, Santiago 21, Santiago-Chile. |
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Quien calla, otorga
Pinochet muere
en la rueda
Por
instrucciones de su defensa, el ex dictador Augusto Pinochet guarda silencio.
También su familia. Las cuentas del Riggs Bank y los manejos en
paraísos fiscales son un tema tan peliagudo que no deben correr
riesgos. La defensa, que dirige el abogado Pablo Rodríguez, intenta
demostrar que el origen de los dineros de Pinochet se encuentra en donaciones
que le hicieron sus partidarios. Se habla de donaciones que le habrían
hecho a Pinochet empresarios y amigos desde fines de los 70 y, en especial,
para el plebiscito de 1980 que impuso la Constitución. No es fácil
hacer calzar dinero y fechas, por el problema de la documentación
de respaldo y, además, porque hay pocas personas dispuestas a asumir
la calidad de “donantes” del ex dictador. Preocupan a la defensa
las declaraciones que deberán prestar ante los tribunales los hijos
de Pinochet y su esposa, Lucía Hiriart, que manejaba también
las cuentas.
Mientras el ministro de fuero Sergio Muñoz comenzaba las investigaciones
en torno al origen y destino de los fondos depositados en el Riggs Bank,
aunque existen crecientes rumores de que algunos magistrados de la Corte
Suprema serían partidarios de apartarlo del caso, la Corte de Apelaciones
de Santiago resolvía que el ministro Juan Guzmán no podía
abocarse a la investigación del patrimonio de Pinochet sobre el
cual debería establecerse medidas precautorias que garanticen el
pago de indemnizaciones a las víctimas de secuestros y asesinatos
en que haya tenido participación. El Consejo de Defensa del Estado
analiza el lavado de dinero. El Servicio de Impuestos Internos investiga
delitos tributarios y la Superintendencia de Valores y Seguros ha requerido
información sobre operaciones bursátiles realizadas por
Pinochet y sus familiares.
Preocupantes para el ex comandante en jefe del ejército son también
las investigaciones que pueda realizar el gobierno de Estados Unidos.
Tras la pista de sobornos o dineros que pudieran relacionarse con el narcotráfico
o el terrorismo, Washington puede presionar a los “paraísos
fiscales” para que revelen sus secretos. La Audiencia Nacional de
España, a petición del abogado Joan Garcés, solicitará
al gobierno de Estados Unidos acciones penales contra los responsables
del Riggs Bank.
Aparte de los temas tributarios, se espera que la investigación
aborde especialmente el comercio de armas y el narcotráfico. Interesan
no sólo los ocho millones de dólares de las cuentas en el
Riggs Bank, sino también el “dinero grande”. Ese del
que da indicios la estimación patrimonial que hizo el Riggs de
Pinochet como cliente, que estableció su patrimonio entre los 50
y 100 millones de dólares. Y también que el banco haya considerado
-en el año 2000- que la “cuenta Pinochet” estaba entre
las cuatro más importantes para la institución. Podría
aparecer la verdad sobre la venta de armas a Croacia, las eventuales recompensas
del gobierno británico por el apoyo durante la guerra de Las Malvinas,
las relaciones con Edgardo Batich, el tráfico de armas y de drogas.
Y otros, como los que analizamos en esta crónica.
COMISIONES POR COMPRAS DE ARMAMENTO
Las sospechas se orientan hacia los grandes negocios.
Esos que dejan comisiones o sobornos de envergadura sin comprobantes ni
recibos. Los dineros se canalizan hacia paraísos fiscales en los
que es casi imposible descubrirlos. Ahí desaparecen. Hasta hoy,
la pista de los 15 millones de dólares que se pagaron en comisiones
por la venta a Chile de los Mirage modernizados por Sabca en Bélgica,
se pierde en una firma fantasma -Berthier International- domiciliada en
Islas Vírgenes.
Armas y drogas son -además de las grandes operaciones financieras-
fuentes de recursos para gobernantes y funcionarios corruptos. En el caso
de Pinochet hay antecedentes serios para sospechas y dudas. Durante la
dictadura abundaron los negocios oscuros. Y los relativos a adquisiciones
de armamentos estuvieron siempre sumidos en las tinieblas. Con todo, es
una verdad del mercado que cuando se compran armas se reciben comisiones.
En otras palabras, hay corrupción.
La dictadura hizo grandes compras de armamentos. Entre 1974 y 1990, sólo
por concepto de la Ley del Cobre dispuso de más de 4 mil millones
de dólares. En 1974 el gasto en dólares provenientes de
la Ley del Cobre saltó de 21,4 millones a 379,1 millones -aumentó
casi doce veces- y fue de 343,4 millones al año siguiente. Se mantuvo
en promedio por sobre 200 millones de dólares hasta los tres años
finales del régimen, cuando volvió a superar la cota de
los 300 millones de dólares anuales.
Pinochet puso los ojos en Sudáfrica, ferozmente anticomunista,
que mantenía también una dictadura de corte racista sobre
la mayoritaria población negra. El apartheid provocaba condena
internacional y embargo a los productos que entraban y salían a
Sudáfrica. Había, entonces, posibilidades de entendimientos
y negocios.
Sudáfrica fue destinación para agentes de la Dina y la CNI
que allí intercambiaban experiencias e informaciones. Pero sobre
todo, el régimen sudafricano, aparte de impulsar buenos negocios
en Chile como los de la minera AngloAmerican, se preocupó de proveer
de armas a Chile o utilizar a nuestro país como intermediario para
alcanzar otros mercados.
La llegada de armas de Sudáfrica a puertos chilenos era un secreto
a voces. Durante la crisis del Beagle, cañoneras argentinas interceptaron
un carguero griego a la entrada oriental del estrecho de Magallanes, sospechando
que traía armas sudafricanas embarcadas en el puerto de Durban.
Importante fue la constante presencia sudafricana en la Feria Internacional
del Aire (Fida, posteriormente Fidae) organizada por la Fach. Armscor
-consorcio de armamentos- tuvo la responsabilidad de abrir mercados representando
a una docena de firmas.
En 1988, dos barcos de guerra sudafricanos, el SAS Drakenberg y el SAS
Frans Erasmus, trajeron sistemas de armas para exhibir en la Fida. La
delegación estuvo presidida por R.F. “Pik” Botha, figura
política y emblemática por sus vínculos con los fundadores
del apartheid. El comité de Naciones Unidas preocupado del tema
sudafricano demandó -sin éxito- un boicot internacional
contra la Fida. Armscor produjo sensación con sofisticados productos
como un misil aire-aire y un sistema de reconocimiento de aviones por
control remoto, y principalmente con dos cañones de gran calibre,
el G-5 y el G-6, con alcance este último de 45 kilómetros.
El problema para los sudafricanos estaba en que no podían vender
directamente sus armas, debido al bloqueo. Un experto sudafricano ha señalado:
“Dada la severidad del embargo de armas, Armscor encontró
extremadamente conveniente la disposición de los militares chilenos
para transgredirlo”.
DINERO Y ASESINATOS
También encontraron aliados civiles. Carlos Cardoen
fue uno. Se dice que la relación con Armscor facilitó al
empresario chileno la producción de bombas de racimo y del helicóptero
exhibido en Fida. El consorcio sudafricano dio licencia a Cardoen para
la producción de los cañones G-5 y G-6. El mayor mercado
era entonces la guerra entre Irán e Iraq. Armscor utilizó
como intermediarios a los chilenos. Cardoen traspasó tecnología
a Saddam Hussein y éste obtuvo los cañones que quería.
A cambio, entregó petróleo para Sudáfrica.
Todo esto ocurría en las penumbras, en medio del misterio y hasta
del crimen. Un terreno propicio para sobornos, dádivas y recompensas.
Un periodista, eventualmente agente secreto británico, Jonathan
Moyle apareció muerto en el Hotel Carrera durante una Fida. El
experto George Bull, que trabajaba en el supercañón que
interesaba a los iraquíes, fue asesinado en 1990. También
André Cools, ex delegado del primer ministro de Bélgica,
que investigaba el suministro de los propelentes necesarios para los proyectiles
del supercañón.
El experto sudafricano en relaciones internacionales, David Fig, escribió:
“Si estas muertes están relacionadas entre sí o fueron
perpetradas por agentes israelíes, iraquíes o de otros países,
es un tema a discutir. Sin embargo, las muertes son clara indicación
de los enormes intereses envueltos en el comercio clandestino de armas
que conectó a Chile y Sudáfrica con Iraq”.
Con el gobierno de Margaret Thatcher en Gran Bretaña, y gracias
a la ayuda prestada por Pinochet a los ingleses durante la guerra de Las
Malvinas, hubo con los británicos relaciones comerciales en el
plano militar: Pinochet se jugó por el proyecto Rayo, de cohetería
de saturación. Tomó quince años de vínculos
entre Royal Ordnance y Famae, con un costo de cien millones de dólares.
El fracaso fue total. Ya sin Pinochet en la comandancia en jefe, el ejército
resolvió no comprar ese obsoleto sistema de armas que hasta ahora
no ha tenido un solo cliente. Gracias a Thatcher, Pinochet se convirtió
en una especie de intermediario -no desinteresado- para asuntos de armamentos.
Se dice, incluso, que tuvo participación en la adquisición
de la fábrica sueca de aviones Gripen por British Aeroespace, actual
controladora de Royal Ordnance. Los fabricantes británicos de armas
empezaron a considerar a Pinochet como un amigo confiable. Hasta ahora
no se sabe exactamente en qué negocios estaba Pinochet en Londres,
cuando fue detenido el 18 de octubre de 1998.
Información confiable (ver PF 572) sostiene que Pinochet viajó
a Londres a gestionar la compra de tres fragatas por alrededor de 440
millones de dólares. Hace poco se informó que la Armada
había recibido una oferta británica de venta de tres fragatas
a un precio inferior a 250 millones de dólares.
Si Pinochet no hubiera sido detenido, ¿se habría cerrado
por 440 millones de dólares una compra de naves usadas que cuestan
casi doscientos millones de dólares menos?
HUELLAS DE POLVO BLANCO
Desde hace años se habla del aporte del tráfico
de drogas a la dictadura. El dinero de la droga contribuyó al milagro
económico chileno, sostuvo -PF 572- Omar Cabezas, comandante sandinista.
Fue -dijo- una información que recibió en su momento “de
personas que deben estar informadas”, aludiendo, sin duda, a algún
servicio de inteligencia.
Fuentes variadas han sostenido algo parecido. En el libro Asesinato en
Washington, John Dinges y Saul Landau, que tuvieron acceso a información
del FBI, señalan: “Pinochet envió a la DEA de Estados
Unidos un avión cargado de narcotraficantes detenidos después
del golpe. Luego la mano derecha de Pinochet, Manuel Contreras, puso a
sus propios hombres, bajo protección de la Dina, en las plantas
de elaboración y puntos de embarque. Los cubanos anticastristas
llevaban una parte en la operación. Las enormes ganancias fueron
a suplementar el presupuesto clandestino de la Dina”.
El fusilamiento en Pisagua del abogado Julio Cabezas, procurador fiscal
del CDE que investigaba el tráfico de drogas, apunta a las vinculaciones
tempranas entre la represión y la droga. Cabezas habría
sido fusilado porque conocía bien la trama del narcotráfico
y la participación de algunos autores de la represión.
En 1999, el periodista británico Hugh O’Shaughnessy, que
trabajó como corresponsal en Chile y otros países de América
Latina, publicó el libro Pinochet: The Politics of Torture, en
que dedica amplio espacio a la droga (PF 461).
Se detiene en el tema de Chile Motores, propiedad de Edgardo Batich Villarroel,
vinculado con Marco Antonio Pinochet, empresa que más adelante
se convierte en Focus Chile Motores, con participación de un narcotraficante
colombiano, Jesús Ochoa Galvis. En ambas empresas aparece como
abogado Héctor Novoa Vásquez, hermano del actual presidente
de la UDI. Batich es conocido como narcotraficante y contrabandeaba cocaína
-según ha sido acusado- en motores diesel que importaba desde Brasil.
O’Shaughnessy relata el caso de Frankell Baramdyka, ex infante de
marina capturado en Chile por tráfico de drogas. Ligado a los pilotos
Gene Henthorn y William Horner Lawrence, acusados por su participación
en el transporte de toneladas de droga en aviones militares norteamericanos,
Baramdyka fue extraditado a Estados Unidos a petición de un tribunal
norteamericano a comienzos de 1993.
A partir de 1985, Baramdyka -con el alias de “Trinidad Moreno”-
había trabajado en Santiago como gerente general de la empresa
Redes del Pacífico. La cuenta bancaria de la compañía
mostró un giro anual equivalente a cuatro millones de dólares:
el 90% correspondía a depósitos en efectivo (lo que la hacía
especialmente sospechosa). Baramdyka contó que por intermedio de
su mujer -chilena- y sus contactos con el consulado general de Chile en
Estados Unidos, se dio cuenta de las oportunidades que ofrecía
el país para el narcotráfico. Dijo que sus contactos colombianos
habían sido abastecidos de precursores para la elaboración
de cocaína por el Complejo Químico Industrial de Talagante,
del ejército, y agregó que había entregado dos millones
de dólares a uno de los jefes del consulado de Chile en Los Angeles.
Después de establecerse en Santiago, en 1985, siguió buscando
nuevos derroteros. En octubre de ese año, según relató,
había sido contactado por un mayor y un capitán del ejército,
cuyos nombres entregó. Estos le dijieron que sabían exactamente
el tipo de negocios en que andaba y le pidieron que encontrara comprador
para 75 kilos de cocaína.
Lo hizo por intermedio de un cubano asociado a una compañía
de seguros en Miami. El precio fue de 3 millones 250 mil dólares.
En diciembre de 1985, Baramdyka se encontró con Batich, quien le
dijo que tenía muy buenos contactos en los servicios de inteligencia.
Le informó que internaban cocaína desde Brasil en motores
usados, y que cierta cantidad era reexportada a Estados Unidos con ayuda
de personal de una línea aérea.
Baramdyka también contó que fue llamado al cuartel general
de las fuerzas armadas, donde se entrevistó con el “coronel
Gutiérrez”, nombre que en la Dina/CNI correspondía
al encargado de operaciones exteriores, quien respondía directamente
ante general Humberto Gordon, jefe de la CNI. “Gutiérrez”
le dijo que las cosas se habían complicado en Suecia, con el asesinato
de Olof Palme, y que en Europa sería necesario reemplazar a Estocolmo
por Madrid, como principal base de operaciones.
De acuerdo a Baramdyka, en marzo, junio y octubre de 1986 y junio de 1987,
le correspondió organizar desde Chile embarques de cocaína
por un peso de doce toneladas disimuladas en envíos de bombas de
racimo para Irán e Iraq. Los despachos se hacían en la Fábrica
de Material de Guerra (Famae), en Santiago, y llevados al aeropuerto en
vehículos militares. La droga se destinaba a Europa y puntos intermedios,
a menudo al aeropuerto de Port au Prince, en Haití, o a Islas Canarias
FEDERICO LOPEZ
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