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Revista quincenal de asuntos políticos,
informativos y culturales que publica la Sociedad Editora, Impresora
y Distribuidora de Publicaciones y
Videos Punto Final S.A., San Diego 31, oficina 606, Fono-Fax: 6970615,
Casilla 13.954, Santiago 21, Santiago-Chile. |
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Asesinato de un niño
Rodrigo Anfruns,
víctima de la CNI
“Fue
una pesadilla que nos azotó durante once días y llegó
a alcanzar a todos los chilenos. Mi nieto, Rodrigo Anfruns, de seis años,
desapareció desde mi casa la tarde del domingo 3 de junio de 1979,
luego de salir a jugar con otros niños. Aún tengo grabada
en mi memoria su carita hermosa y sonriente, diciéndome que estaba
deliciosa la comida que le preparé ese último día
que pude estar junto a él”. Este es uno de los recuerdos
que dejó Guillermina Stange Wistuba, la abuela paterna del niño,
ya fallecida, en el libro de la periodista Soledad Pino Una verdad pendiente,
la desaparición de Rodrigo Anfruns Papi (Random House-Mondadori),
publicado en octubre del año pasado.
Tres días después del secuestro de Rodrigo, un policía
de civil le preguntó a Guillermina qué había almorzado
el niño ese domingo. Respondió: “Carne y papas”.
Cuando apareció el cadáver de su nieto, once días
después, la autopsia reveló que en su estómago había
“carne y papas a medio digerir”. Ese dato, que mucho tiene
de macabro como tantos otros aspectos de este crimen, fue valorado como
“clave” en el proceso sustanciado por Ricardo Gálvez
Blanco, actual ministro de la Corte Suprema. Supuestamente, demostraba
que el niño había sido asesinado el mismo día de
su desaparición, y en el mismo lugar en que fue hallado -un sitio
eriazo inmediato a la casa de la abuela del pequeño-, lo cual simplificaba
las cosas. Bastaba con presentar un solo homicida: el adolescente de 16
años Patricio Pincheira Villanueva (PPV) quien, en un acto de locura
momentánea, lo habría asfixiado aplastando la cara de Rodrigo
en la tierra, luego de haber intentado abusar de él. Así,
el crimen pasaba a ser un hecho policial más, ejecutado por un
adolescente desequilibrado.
Pocos creyeron la versión oficial. Había demasiadas contradicciones.
Una primera autopsia -desestimada en el proceso- señalaba que,
por el estado del cuerpo, el niño no llevaba más de dos
o tres días sin vida, que su estómago tenía evidencias
de haber pasado por un largo período de inanición antes
de volver a recibir como alimento la carne y las papas que no alcanzó
a digerir... y que había sido torturado. Tenía marcas de
ataduras en las piernas, evidencias de haber recibido golpes y quemaduras
-probablemente producidas por cigarrillos- en diversas partes de su cuerpo,
incluido el rostro. El informe legista indica que la causa de muerte fue
asfixia por sofocación.
En todo esto se percibía la mano represiva de la dictadura militar,
que desangraba a Chile con extrema crueldad.
Otros indicios también restaban credibilidad al proceso, que se
cerró tras declarar sin discernimiento a Patricio Pincheira. El
más contundente lo aportaron los carabineros que habían
iniciado las pesquisas el 3 de junio. Insistían en la minuciosidad
con que innumerables veces habían revisado, con y sin el apoyo
de perros entrenados, el terreno baldío donde el 14 de junio se
descubrió el cadáver apenas cubierto por una delgada capa
de tierra. Aseguraban que el cuerpo no había estado siempre en
ese lugar, como pretendía la versión de Investigaciones.
Las justificaciones para rebatir estos argumentos eran absurdas.
Tuvieron que pasar 25 años para que el entonces teniente de Carabineros
Jorge Rodríguez Márquez, de la 14ª Comisaría
-hoy retirado y convertido en empresario, en Punta Arenas-, se atreviera
a entregar su testimonio a la madre de Rodrigo, Paola Papi, desafiando
las amenazas que forzaron su silencio. En el programa Informe Especial,
transmitido por TVN el pasado 29 de julio, declaró: “Yo soy
testigo de que a él lo trajeron (...) nosotros vimos ingresar el
vehículo y vimos el cuerpo de Rodrigo en el portamaletas. Era un
vehículo típico de la gente de Investigaciones o de la CNI
de la época, no recuerdo la marca, pero tipo Opala, verde oscuro”.
El y otros dos oficiales, Arnoldo Inzunza y Eduardo Guerrero, no habían
acatado la repentina orden superior de retirar los puntos fijos que habían
mantenido en torno a la casa de los abuelos, desde que Rodrigo Anfruns
fue secuestrado, y abandonar la investigación. Así, entre
las 4 y las 5 de la madrugada del 14 de junio pudieron ver entrar al sitio
eriazo el vehículo que Rodríguez describe en su relato.
De éste bajaron dos hombres que abrieron el portamaletas. Los uniformados
se acercaron y vieron el cuerpo sin vida del niño. Los recién
llegados les dijeron que eran de Investigaciones y mostraron una identificación
que no se detuvieron a examinar. En el mismo auto se los llevaron hasta
la 14ª Comisaría de Carabineros. En el trayecto no vieron
otros vehículos, pero sí captaron comunicaciones de radio.
Cuando llegaron al cuartel, no alcanzaron a entrar, menos aún a
abrir la boca. Por orden del comisario “el procedimiento debía
quedar sin efecto”. Al otro día escucharon la noticia: habían
encontrado el cuerpo de Rodrigo en el sitio eriazo “y siempre había
estado ahí”. Ni a Rodríguez ni a los demás
uniformados que estaban investigando el caso los dejaron acercarse al
lugar. Este testimonio coincide con lo declarado al diario El Mercurio
(17/06/79) por Rosa Godoy, quien ocupaba con su marido la única
vivienda existente en el sitio baldío. Al preguntarle si habían
ido policías al lugar antes del día en que apareció
el cadáver, respondió con inocencia “estuvieron como
a las cuatro de la madrugada, pero no nos dijeron nada a nosotros. Llamaron
sólo al dueño del garaje y lo citaron al juzgado”.
Otros uniformados plantearon sus objeciones a través de los medios
de comunicación. Pero órdenes del director de Carabineros
y miembro de la junta militar de gobierno, César Mendoza, los hicieron
callar. Quien las transmitió fue el comisario de la unidad, mayor
Julio Mardones Ferrada, actual general en retiro.
NUEVA INVESTIGACION
La decisión de Rodríguez Márquez
de romper su silencio fue gatillada en gran medida por la publicación
de la periodista Soledad Pino. La prensa de derecha ha tratado de descalificarlo,
por haber participado en la salida del país del químico
de la Dina Eugenio Berríos, junto a su hermano Pablo Rodríguez
Márquez, oficial de ejército retirado y ex miembro de la
dirección de inteligencia de la institución. Jorge Rodríguez,
hasta su retiro, trabajó en unidades operativas y en el departamento
de comunicaciones de la policía uniformada. Sin embargo, a Paola
Papi no le hacen mella las descalificaciones. Confía plenamente
en él y le consta su sincera preocupación por la suerte
de su hijo desde que ocurrió el secuestro.
Con los nuevos antecedentes aportados por el oficial en retiro, la madre
de Rodrigo presentó, el 29 de julio, una querella criminal en el
17° Juzgado del Crimen de Santiago, a través del abogado de
derechos humanos Roberto Celedón. Está dirigida contra los
agentes del Estado que resulten responsables por el secuestro, torturas
y homicidio calificado de su hijo. Por tratarse de delitos de lesa humanidad,
según la legislación internacional sobre derechos humanos
suscrita por Chile, no prescriben ni pueden amnistiarse.
La querella menciona al ex ministro del Interior de la dictadura y hoy
senador UDI, Sergio Fernández. Y también a la ex ministra
de Justicia, Mónica Madariaga. Ambos avalaron la falsa versión
oficial entregada por el general Ernesto Baeza Michelsen, director general
de Investigaciones en esa época y vínculo de la institución
con la naciente CNI, creada en 1978. La querella también cuestiona
al actual ministro de la Corte Suprema, Ricardo Gálvez Blanco,
quien desestimó las declaraciones de Rodríguez Márquez
en el proceso. Tampoco tomó en cuenta la primera autopsia de Rodrigo,
efectuada en el Instituto Médico Legal.
La jueza titular del 17° Juzgado del Crimen, Patricia González,
acogió la querella y abrió un sumario ordenando varias diligencias,
entre ellas investigar la “sustracción o hurto” del
expediente desde el Sexto Juzgado del Crimen (Rol N° 53.407-6), misión
entregada al Departamento Quinto de Investigaciones. También desapareció
el archivo de antecedentes del caso desde la Brigada de Homicidios.
¿POR QUE RODRIGO?
A diferencia de otras víctimas de los aparatos
represivos de la dictadura militar, la familia Anfruns Papi vivía
alejada de la política. A lo más, el padre de Rodrigo, Jaime
Patricio Anfruns Stange -fallecido en 2001 a causa de un cáncer-
sentía cierta simpatía por la DC. La madre, Paola Papi,
es hermana del abogado Mario Papi Beyer, ex senador del Partido Radical
Social Demócrata (PRSD). Y eso era todo.
Los vínculos más comprometedores tenían relación
con el mundo militar. La madre de Jaime Anfruns, Guillermina Stange, prima
lejana del general Rodolfo Stange, estaba casada en segundas nupcias con
el coronel de ejército Alberto Iraçabal Irigoen, quien ejercía
el cargo de subdirector de Correos de Chile. En esta empresa estaba actuando
la CNI, lo cual había provocado roces con el coronel Iraçabal,
que se oponía a la violación de la correspondencia. Como
el secuestro de Rodrigo ocurrió cuando el niño se encontraba
en su casa, una de las hipótesis que se barajaron es que podría
ser una forma de represalia por su comportamiento.
Sin embargo, hay otras motivaciones que podrían explicar el ensañamiento
que se descargó sobre el niño Anfruns. El hijo del coronel,
Luis Iraçabal Lobo, era capitán de ejército de la
rama de Ingenieros y pertenecía a la CNI, igual que su hermana
Cristina y su primera mujer, Maritza Aracena Robert. Su suegra era secretaria
del director de Investigaciones, Ernesto Baeza. Iraçabal había
estado en el Regimiento de Tejas Verdes, donde había estrechado
lazos con Manuel Contreras.
Las investigaciones periodísticas aportan importantes antecedentes
que ayudan a aclarar el cuadro en que se inserta el secuestro y homicidio
de Rodrigo Anfruns. En una entrevista efectuada por Silvia Peña,
publicada en la revista Caras en octubre del año pasado, la autora
del libro sobre el caso Anfruns señaló: “El rol de
este capitán estaba en las altas esferas de la CNI, encargadas
del financiamiento de este organismo. El general Pinochet trataba de recuperar
la economía, por lo que no se destinaba ni un peso para los entes
de seguridad. Debían autofinanciarse. Y la manera era a través
de Famae. Hay investigaciones del diario español Mundo, que establecen
que existían empresas de pantalla para vender armas. Iraçabal
Lobo estaba a cargo de este negocio. Parece ser que quiso pasarse de listo
-algunos dicen que coludido con Manuel Contreras- y hacer un negocio propio.
Esto despertó la ira de sus pares, quienes decidieron tomar a Rodrigo
Anfruns para intimidarlo” (24/10/03).
¿Por qué desquitarse con Rodrigo, si se pretendía
amedrentar o dañar a este hombre de la CNI? Según algunas
versiones, fue una forma de advertirle a Luis Iraçabal Lobo lo
que podría ocurrir a su propio hijo. Había cierta cercanía
entre Luis Iraçabal y Jaime Anfruns. Jaime había nacido
en Puerto Montt, pero vivió toda su infancia y primera juventud
en Osorno. De acuerdo con antecedentes recopilados por El Diario Austral
(31/07/04) de esa ciudad, a comienzos de los 70, cuando estudiaba ingeniería
en minas en la Universidad de Chile, conoció a Iraçabal,
quien se encontraba en el Regimiento Arauco. Luego, cuando falleció
el padre de Anfruns, la familia se trasladó a Santiago donde, posteriormente,
Guillermina Stange se casó con el padre de Luis Iraçabal,
lo que los emparentó.
Pero sus caminos no eran convergentes. Mientras Jaime Anfruns partió
por dos años a Londres con su esposa, para hacer un doctorado -allá
nació Rodrigo-, el militar Iraçabal Lobo mantenía
una estrecha relación con los aparatos de finanzas de la Dina y
la CNI. Pero la relación familiar los unía y en muchas ocasiones
compartieron con sus respectivos hijos. Cuando Rodrigo fue asesinado,
el capitán Luis Iraçabal Lobo prometió todo tipo
de ayuda. Pero a los pocos días, se fue con su familia a España
-incluida la suegra, que trabajaba con Baeza en Investigaciones-, donde
permaneció dos años. Y no hubo más contactos entre
ellos.
Sin duda, Iraçabal continuó en el negocio de las armas.
Pinochet lo ascendió a general de brigada. Entre 1990 y 1992 dirigió
la Academia Politécnica Militar y, posteriormente, fue director
de Famae. En esa calidad acompañó a Pinochet, en 1995, en
su viaje a Inglaterra y Malasia. También encabezó una delegación
militar que visitó al ex dictador en su millonaria prisión
de Virginia Waters, en 1999. En esa ocasión fue portador de la
condecoración 11 de Septiembre, que los ex uniformados otorgan
“a quienes se destacan por sus valores y principios”. El año
pasado, estuvo en la Comisión de Defensa de la Cámara de
Diputados, para insistir en la viabilidad del fracasado proyecto Rayo,
junto con un representante de la Royal Ordnance. Y sigue siendo un asiduo
visitante de sus amigos encarcelados, Manuel Contreras y Alvaro Corbalán.
Si la jueza titular del 17° Juzgado del Crimen, Patricia González,
quiere llegar realmente a la verdad en el crimen del niño Rodrigo
Anfruns, tendría que llamar a declarar a Iraçabal. Y es
probable que surja más de un nexo con los millones de dólares
que Pinochet ocultó en el Riggs Bank
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