Edición 572 - Desde el 23 de julio al 5 de agosto de 2004
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Corrupción al trasluz

La sentencia en
el Caso Coimas

Juez Carlos Aránguiz

Un año y ocho meses necesitó el ministro de la Corte de Apelaciones de Rancagua, Carlos Aránguiz, para investigar y dictar sentencia en el denominado Caso Coimas. Un fallo que estremeció al mundo político y condenó la práctica del soborno y la corrupción al interior de las instituciones del Estado. Un total de 35 procesos, allegados a una causa que comenzó a ser investigada a fines del año 2002, sirvieron para configurar los delitos de cohecho y soborno en un caso que estalló cuando un empresario, Carlos Filippi, denunció haber pagado 15 millones de pesos para que se autorizara a operar una planta de revisión técnica en Rancagua, dinero que habría sido solicitado por el entonces subsecretario de Transportes, Patricio Tombolini, gestionado por el diputado y ex ministro Víctor Manuel Rebolledo (PPD).
El fallo del juez Aránguiz es claro. En más de 200 páginas confirma los argumentos de su sentencia para condenar a los nueves procesados. Sin embargo, las críticas no se hicieron esperar y el magistrado ha debido enfrentar una ola de acusaciones. Las primeras fueron disparadas por el propio Tombolini, quien se apresuró a calificar al juez de “tipo abusador”, acusación que resulta paradójica al conocer el testimonio de Ximena Castillo Mullor, presidenta de la Asociación de Funcionarios del Ministerio de Transportes y Telecomunicaciones, declarante en el proceso. La dirigenta acusa a Tombolini de ejercer presiones para acallar denuncias relativas a las irregularidades cometidas en dicha Subsecretaría. “En dos oportunidades, la Asociación de Funcionarios se reunió con el subsecretario Tombolini para hacer presente situaciones irregulares que se presentaban, específicamente en lo que se refiere a contratos a honorarios de funcionarios que no concurrían a trabajar a dicha repartición, ante lo cual él les contestó que era al jefe de servicio a quien correspondía decidir. Ante esta gestión, se vieron obligados a seguir los conductos regulares superiores. Después de proporcionar una serie de documentación relativa a informes de Contraloría sobre distintas irregularidades, que aparecen avaladas por el mismo subsecretario, la declarante refiere que tiene la presunción que Tombolini intentó acallar sus denuncias enviándole a través de un tercero un convenio con la suma de 300 mil pesos, documento que ella decidió no firmar. No obstante, posteriormente se remite un anónimo por correo al secretario de la Asociación, señalando que la señora Ximena Castillo los está vendiendo y que la prueba es este contrato a honorarios”. Su declaración fue ratificada ante el juez Aránguiz por el dirigente de la Asociación de Funcionarios, Miguel Angel Cerda Shuster, quien confirma las anomalías al interior de esa repartición.
Otro antecedente relevante es la declaración del biministro de Transportes y Obras Públicas, Javier Etcheberry, quien manifiesta que “Tombolini no era sistemático en su trabajo y andaba siempre apagando incendios, resolviendo por sí muchas cosas y cediendo mucho a las presiones, lo que si bien le permitía desactivar conflictos, lo dejaba muy expuesto a los grupos de interés”. En esta misma línea el sucesor de Tombolini, Guillermo Díaz, señala en su declaración que al asumir su cargo “encontró una organización carente de institucionalidad y no existía una regularización de los conductos formales, lo que de algún modo, posibilitaba la ocurrencia de actos irregulares”. Agrega que “había carencia de opinión política del Estado respecto de una cantidad importante de temas como los portuarios, ferroviarios y marítimos, entre otros”. En lo político, la declaración del dirigente radical Claudio Antonio Sule es enfática. Señala que “Tombolini ha tenido un conjunto de actuaciones reñidas con el comportamiento ético exigido en el Partido Radical y ello, se ha expresado en instancias partidarias”.
En lo medular, el fallo del ministro Carlos Aránguiz cuestiona al ex subsecretario en términos de conducta y probidad al señalar que “el mal producido con las acciones ilícitas de Tombolini, ha devenido en una crisis de credibilidad respecto de la función pública a nivel nacional”, agrega además que “su conducta permitió o facilitó la extensión de la corrupción a otros altos funcionarios públicos que, de otra manera, no hubiesen tenido siquiera la ocasión de delinquir”.

PRESIONES DE REBOLLEDO

Desde 1993 Carlos Filippi Barra se desempeña como empresario de plantas de revisión técnica en la Sexta Región. Durante nueve años cumplió su trabajo “sin reproche alguno” de parte del Ministerio de Transportes. Sin embargo, al solicitar la ampliación a una tercera planta, el 26 de septiembre del año 2000, recibe una respuesta negativa de parte del jefe del Departamento de Coordinación Regional de ese Ministerio. Esta decisión provoca inquietud en el empresario rancagüino, quien a los dos días recibe una llamada de Gabriel Alamo, empresario del sector. Filippi recuerda que Alamo “presionó bastante a su secretaria para hablar con él”, ante lo cual terminó por acceder a una reunión efectuada en un restaurante de su propiedad, ubicado en la bomba Copec del kilómetro 86 de la ruta 5 Sur. En la oportunidad, Alamo le manifestó que conocía su caso y que tenía el “contacto preciso” para revertir esa situación. Es en ese instante que aparece la mención al diputado Víctor Manuel Rebolledo. “El (Alamo) insistió que a través de Rebolledo podría conseguirlo”, señala Filippi. Días después, es citado al mismo restaurante, donde se le confirma que el gestor de la solución sería Rebolledo, quien pedía dos millones de pesos mensuales desde que empezara a funcionar la planta de revisión técnica rechazada. Alamo entrega a Filippi además una carta dirigida al entonces Seremi de Transportes, Lincoln Pérez, en que solicitaba practicar revisiones en un lugar distinto al autorizado.
A fines de octubre, se concreta una nueva reunión, esta vez con la presencia de Rebolledo, quien asegura tener contactos con el subsecretario Tombolini, advirtiéndole además que “todo era casi un hecho”, pero que debía pagar treinta millones de pesos al subsecretario a cambio de la autorización. La suma espantó a Filippi, quien en un principio se negó, pero la advertencia de Alamo respecto de la fragilidad de su concesión de cinco años, lo obligó a aceptar el acuerdo con la salvedad de que si bien aceptaba la propuesta de Rebolledo, no estaba en condiciones de pagar los treinta millones de pesos. Transcurridos dos días, es llamado nuevamente a una reunión, donde se confirma que el monto sería sólo de quince millones de pesos, bajo la amenaza de que si no aceptaba podría tener problemas con su planta. La propuesta de Gabriel Alamo consistía en que se hicieran socios de hecho, aunque todo figuraría a su nombre y arrendarían las instalaciones de la ex planta de un fallecido empresario, de nombre Oscar Zepeda. El mecanismo para cancelar los quince millones solicitados por Tombolini sería a través de un vale vista a nombre propio, documento que se entregó sin endosar por omisión de Filippi, que después dio orden de pagarlo. Apenas fue cobrado, el Seremi Lincoln Pérez autorizó la ampliación de planta en los términos solicitados.
Cumplidos los acuerdos, el empresario comenzó a trabajar y a pagar los dos millones de pesos mensuales exigidos por Rebolledo, a contar de enero del 2001. Filippi declaró al juez que dichos pagos los fue haciendo en la medida de sus posibilidades. “A veces el total, otras en abonos, que depositaba en su cuenta corriente o enviaba mediante depósitos en la cuenta de Alamo, en los que incluía la parte de ganancia que a éste le correspondía”. El porcentaje de rechazo a los vehículos que pasaban por su planta de revisión técnica, que llegaba a un treinta por ciento, y el alto valor del arriendo dificultaban a Filippi cumplir con las exigencias de Rebolledo, quien lo presionaba en forma permanente. Por su parte, Gabriel Alamo al ver que las ganancias no eran las presupuestadas, le sugiere que dejen de pagar a Rebolledo, propuesta rechazada por Filippi ya que éste “lo llamaba insistentemente a su celular para exigir el pago y le decía que era amigo del subsecretario y que cuando quisiera caducaba el negocio”.

JIMENEZ Y PARETO: DE
ACUSADORES A ACUSADOS

Carlos Filippi continuó trabajando con Alamo hasta el 26 de abril del año 2002, en que le cerraron dos plantas por orden del nuevo Seremi de Transportes, Héctor Iribarren, a raíz de un reportaje de Canal 13 que dio lugar a un proceso en su contra. En su declaración, Filippi culpó al diputado Aníbal Pérez, quien lo acusó de ser traficante de drogas, lo que negó terminantemente. El proceso judicial en su contra culminó con su detención y mientras cumplía condena por la entrega de falsos certificados de revisión técnica, le fueron cerradas dos plantas al tiempo que el Seremi Iribarren presentó una querella en su contra y, el 30 de abril de 2002, revocó la autorización que había conseguido a través de Rebolledo y el subsecretario Patricio Tombolini. Una vez recuperada su libertad, tomó contacto con el diputado Felipe Letelier. Este le aconsejó viajar a Santiago, oportunidad en que se reúne con Tombolini, que acusa directamente a Aníbal Pérez del montaje en contra de Filippi. Nuevamente privado de libertad, el empresario rancagüino afirma haber recibido un sobre anónimo con documentos en donde se le señala la participación de Sergio Bitar, Víctor Manuel Rebolledo y Aníbal Pérez en su desbancamiento, para favorecer a otros concesionarios instalados en la región. Entre los documentos figura un certificado del proceso seguido contra un tercero (Oscar Armando Valenzuela), concesionario de una planta de revisión técnica de San Fernando, procesado por irregularidades pero que no fue sancionado hasta después de un año de las elecciones parlamentarias, ya que éste apoyaba la candidatura del socialista Juan Pablo Letelier.
En una nueva declaración ante el ministro Aránguiz, Carlos Filippi reconoce el vale vista emitido a Rebolledo por quince millones de pesos, el cual fue entregado sin su firma a Gabriel Alamo en su oficina de Santiago. En la misma oportunidad, afirma que Rebolledo lo mandó a llamar a una reunión donde se le pide que se retracte a cambio de revocar su auto de procesamiento. El misterioso pagaré habría sido cobrado por un ex funcionario del Sence y militante del PPD, según lo señalado por el diputado DC Jaime Jiménez, también procesado en esta causa. El hecho fue conocido por el diputado Felipe Letelier, quien -en su declaración ante el juez Aránguiz- afirma que Jiménez le informó de esta situación en un almuerzo que cada lunes sostenían parlamentarios de la Concertación con el ministro Javier Etcheberry.
Iván Sánchez Santibáñez asumió la defensa de su amigo Carlos Filippi, ante lo que consideró el cierre arbitrario de las plantas del empresario y recurre al diputado Cristián Pareto, quien junto a su colega Jaime Jiménez se comprometen a ayudarlo. Según lo declarado por Pareto en un encuentro entre Sánchez, Jiménez y Filippi, éste último “planteó ser víctima de una injusta persecución por funcionarios públicos locales y de nivel central, porque había dejado de entregar recursos a cambio de que funcionaran sus plantas”. Junto al diputado Jaime Jiménez deciden estudiar los antecedentes entregados por el empresario y denunciar públicamente el hecho en agosto de 2002. Previa a esta denuncia, ambos parlamentarios hicieron presente el hecho al recién asumido subsecretario Guillermo Díaz, aunque éste afirma que le resultó extraño que el diputado Jiménez no exhibiera fotocopia del vale vista, ni dejara en el Ministerio copia de los documentos, elemento ratificado por el ministro Javier Etcheberry, quien afirma que “el parlamentario siempre tuvo una actitud extraña con las pruebas que decía tener, se las mostraba de lejos, al igual que lo hizo con mucha otra gente, sin entregarlas a la justicia”.
Según consta en el proceso, los diputados Pareto y Jiménez filtraron los documentos que comprometieron a Víctor Manuel Rebolledo y Patricio Tombolini en el caso y también, exigieron drásticas sanciones contra estos dos involucrados. Pero rápidamente pasaron de acusadores a acusados. Según el relato de Iván Sánchez a Carlos Filippi, los legisladores “querían plata por ayudarlo. En un primer momento, le pidieron cincuenta millones de pesos, ofreciéndole lograr la reapertura de una de sus plantas de revisión en cualquier momento”. Filippi recuerda que se negó a cancelar ese dinero pero que Sánchez convenció a los parlamentarios de cerrar el trato en veinte millones de pesos. Estallado el caso, Jiménez y Pareto deciden devolver la mitad, advirtiendo a Sánchez que no dijera nada de lo ocurrido y que el resto del dinero sería entregado una semana después. La transacción, según lo establecido por el juez, tenía dos motivos: el primero era denunciar en su calidad de diputados las coimas cobradas por Rebolledo y Tombolini, quienes habrían roto su relación con Filippi, y el segundo, conseguir que los parlamentarios encontrasen una “fórmula irregular por la vía administrativa” para recuperar su planta.
El extraño comportamiento de Jaime Jiménez no pasó inadvertido al ministro de OO.PP. Javier Etcheberry, quien expresa, en otra declaración al juez Carlos Aránguiz, que el parlamentario demostró negligencia en su labor de presidente de la Comisión de Transportes y Obras Públicas. “Como presidente de esta instancia, tenía las atribuciones para poner ciertos proyectos en tabla y utilizaba esta facultad en forma poco colaboradora, puesto que los proyectos que le interesaban al Ejecutivo pasaban semanas sin que los pusiera en tabla, sin que existiera un real atochamiento en la agenda de esa Comisión”.
En su dictamen, el juez contó con una serie de pruebas para validar los testimonios de los declarantes. Entre ellos, destaca un informe pericial contable del Laboratorio de Criminalística de Investigaciones, respecto de las cuentas corrientes de los funcionarios públicos que participaron en los hechos investigados. En el caso del ex subsecretario Tombolini se establece que en su cuenta corriente “existían reiterados depósitos en efectivo efectuados en un mismo día, asimismo la existencia de una secuencia de depósitos que se repetían mensualmente y el pago anticipado de créditos por un valor de treinta millones de pesos”.

LAS CONDENAS

La investigación del ministro Carlos Aránguiz condenó a nueve procesados. La condena más dura fue para el ex subsecretario de Transportes y ex presidente del Partido Radical Socialdemócrata, Patricio Tombolini. Fue condenado como autor de delitos de cohecho a tres años y un día de prisión efectiva y al pago de una multa de 36 millones de pesos, además de inhabilidad perpetua para ejercer cargos públicos. Por el delito de cohecho fueron condenados los ex parlamentarios DC Cristián Pareto y Jaime Jiménez a una pena remitida de 540 días de cárcel, a una multa de veinte millones de pesos e inhabilidad perpetua para ejercer cargos públicos. El ex ministro y ex diputado PPD, Víctor Manuel Rebolledo, en tanto, fue condenado a 300 días de cárcel conmutables por un año de firma en el Patronato de Reos, además de una multa de treinta millones de pesos e inhabilidad perpetua para ejercer cargos públicos. Como coautor de soborno fue condenado el empresario Gabriel Alamo a 300 días de cárcel remitida y una multa de treinta millones de pesos. El empresario Carlos Filippi deberá cumplir reclusión nocturna por dos años, además de pagar una multa de 56 millones de pesos

ALEJANDRA CORDOVA ROJAS

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