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Patriotas... ¡marrr...!
(O la patria como fetiche)
Cuando Bolivia no se llamaba Bolivia y era -como Chile- una provincia
más del Virreinato del Perú (la provincia aymara de Charcas),
todos éramos peruanos y todos teníamos mar. Zanjado así,
históricamente, el asunto que tanto ha dado que hablar, ocupémonos
ahora del mar de fondo, que no es precisamente una playa al norte de Arica.
¿Cuál es, entonces? Es otro mar simbolizado por nombres
como Evo Morales y Hugo Chávez, tal vez Kirchner, que representan
la aparición en América Latina de aguas sociales que se
agitan y alborotan desde el indigenismo, el campesinado, los marginales
y capas medias bajas de las ciudades, marejadas que han demostrado ser
capaces de derribar gobiernos (Ecuador, Argentina, Bolivia), soportar
asonadas golpistas (Venezuela), consolidar y desarrollar una poderosa
insurgencia (Colombia) y amenazar con un tsunami que está siendo
percibido como amenaza por los plutócratas del globo (las burguesías
nacionales y la burguesía mundial).
Las cúpulas decadentes y degradadas (como es tradición histórica)
se arrogan el carácter de fuerzas del Bien, y a las movilizaciones
sociales que se les oponen las motejan de fuerzas del Mal. Hoy el fantasma
que recorre el mundo es el terrorismo, fetiche diabólico
en el que se personifica todo aquello que no sea propio o coadyuvante
del Imperio.
LA PATRIA COMO FETICHE
Desde la Conquista, la Colonia y la Independencia, nuestros países
son resultado de las divisiones político-económicas que
la sucesión de clases dominantes fue haciendo de los territorios
descubiertos, conquistados, colonizados e independizados, al compás
de estrategias competitivas de carácter comercial-político-bélico,
destinadas a maximizar sus ganancias como valor en juego predominante.
Para contribuir a ese fin comercial-político-bélico, disfrazado
ideológicamente de civilizador, fue siendo arrasada
la barbarie de los pueblos originarios y sus culturas, y re-delimitados
y re-bautizados sus países, hasta culminar en el mapa actual.
En este contexto, la aspiración boliviana de recuperar el mar y
el correspondiente fervor patriótico chileno que lo niega -porque
fue legítimamente ganado en una guerra (la paradójica guerra
del Pacífico) y jurídicamente consagrado en el correspondiente
tratado (que es la forma civilizadamente correcta de adquirir territorios)-;
las leyendas xenofóbicas contra los inmigrantes peruanos estampadas
en billetes y muros por patriotas chilenos que se sienten amenazados por
pieles, pómulos y colores diferentes; las discriminaciones varias
ejecutadas de hecho (lo que quiere decir no de derecho) por patriotas
chilenos contra el amigo cuando es forastero de Corea, Perú, Ecuador
o Bolivia, e inclusive cuando es forastero interno del país mapuche,
nos llevan a pensar en el sentido real del concepto patria.
Por la Patria (por sus respectivas patrias) bolivianos, chilenos y peruanos
de las capas medias y bajas (en su mayoría obreros, campesinos
e indigentes) se enfrentaron a muerte en el último tercio del siglo
XIX. En su mente, en su fuero interno, en su convicción íntima,
estos soldados y muchos de sus oficiales fueron realmente patriotas, es
decir, creían luchar en defensa del territorio que los engendró
(el territorio pater) y el territorio que los crió (el territorio
mater) y por su cultura (aquel conjunto de valores, creencias, saberes,
normas, actitudes, instituciones, etc.) que los aglutina en una identidad
(el ser una nación). Sin embargo, tal creencia virtualmente religiosa
en la Patria, tenía un propósito real menos patriótico:
el de movilizarlos con alma, corazón y vida (como dice el valsesito)
por el negocio de las clases altas, sus patrones y dirigentes nacionales,
y de sus socios europeos: el negocio del salitre, caliche sangriento,
que era el verdadero valor en juego de esa guerra. Se trataba de una Patria
Fetiche. Terminado el negocio del salitre, dichos territorios por los
que se derramó tanta sangre a cañonazos y tajos de corvo
y bayoneta, quedaron convertidos en el desértico cementerio de
pueblos fantasmas que hoy se diluyen entre los salares abandonados.
Pero no todo fue en vano, queridos héroes, vuestra muerte sigue
rindiendo frutos y jugosas ganancias. Todavía quedan el cobre,
el oro, la energía geotérmica y el inmenso mar, travestidos
de patria. Y los pueblos fantasmas fueron usados como eficaces campos
de concentración por los patriotas (valientes soldados, que de
Chile habéis sido el sostén), que en 1973 encerraron, torturaron
y asesinaron al enemigo interno que amenazaba los negocios de los empresarios
chilenos y de las transnacionales estadounidenses.
La Patria siempre ha sido una creencia (como otras menos sangrientas,
por ejemplo la moda), que las clases altas, adineradas y dueñas
del poder (los plutócratas) han usado como pretexto para movilizar
a las clases medias y bajas en favor de sus intereses. ¿Cómo
obtener un suficiente contingente de carne de cañón que
acepte dar la vida con entusiasmo en una guerra? ¿Los convocará
el plutócrata a dar la vida para ganar una buena oportunidad de
nuevos negocios, para defender sus industrias, bancos, inversiones y latifundios,
o disfrazará aquello de una dulce patria revestida de bandera,
himnos, trompetas y estandartes?
Pero además, como en el caso presente, se trata de usar el fetiche
patriotero chileno y boliviano para desviar la atención del mar
de fondo, para introducir cuñas en la marejada popular latinoamerica
que amenaza a los poderes locales y transnacionales, para intentar frenar
el tsunami.
EL PATRIOTISMO
LATINOAMERICANO
Por su origen en la Revolución Francesa (siglo XVIII) patriotas
son los ciudadanos de la República: el conjunto o grupo (fraternidad)
de aquellos que son soberanos (libres e iguales) en un espacio conformando
una identidad político-territorial, la patria. Teóricamente,
en esta identidad caben diversidad de etnias, culturas, pueblos o naciones.
Latinoamérica puede ser concebida como una Patria Grande en la
que cabemos hispanohablantes como argentinos, bolivianos, colombianos,
cubanos, chilenos, ecuatorianos, centroamericanos, mexicanos, uruguayos,
venezolanos, etc., brasileños (que hablan portugués), muchos
caribeños (que hablan inglés o francés) y pueblos
originarios (que hablan sus respectivas lenguas). Hacemos parte de una
identidad o patria latinoamericana que nos une y entrelaza, a pesar de
las diferencias, por cierto reales (de idiomas, etnias, culturas, etc.)
que las plutocracias nacionales en favor de sus negocios pretenden exacerbar.
El pueblo latinoamericano, el de la Patria Grande de Martí y Ernesto
Guevara, de Simón Bolívar y Andrés Bello, de Cortázar,
García Márquez y Neruda, entre otros muchos, comparte valores,
creencias, saberes, normas, actitudes, instituciones, que nos hacen reconocernos
en cualquier punto de la Tierra donde nos encontremos como parte también
de una gran cultura.
Si se trata entonces de ser patriotas, seámoslo. Pero a la manera
de Miranda, Bolívar, San Martín, OHiggins, Martí,
con una perspectiva territorial y cultural que supera las estrechas fronteras
impuestas por las burguesías nacionales y sus Estados-naciones.
La experiencia del exilio y de la diáspora que aún permanece
diseminada por el planeta, mostró a los isleños del Cono
Sur la estrechez del concepto burgués de patria y la amplitud internacionalista
del ser reconocido como individuo de la especie humana.
Patria, lo que es patria, cada vez más nuestra única gran
patria es el Planeta Tierra. Somos patriotas y ciudadanos de la Tierra.
(Y una vez que tengamos oportunidad de conocer a los demás habitantes
de la galaxia, tal vez digamos, mi patria es la Vía Láctea,
y así hasta reconocernos como patriotas del Cosmos, junto con toda
la diversidad de ET que pueblan las estrellas).
Y es en esta perspectiva que hay que analizar el tema del mar para Bolivia
y de los inmigrantes coreanos, peruanos y de todas las nacionalidades.
La patria estrecha es de las burguesías nacionales; el Imperio
global, de la burguesía planetaria; la Patria Cósmica, del
pueblo. Y no podemos caer en la trampa que permite ocultar y aplacar con
divisiones artificiales el mar de fondo
JUAN JORGE FAUNDES
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