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Consumo no es desarrollo
Las
líneas ya están trazadas. Enero es un período de
fruición laboral, un espacio de tiempo necesario para esbozar,
antes del receso estival de febrero, el año. En economía,
en las finanzas y el comercio, estos trazos ya son bien visibles. En todas
las áreas observamos un reacomodo para enfrentar o utilizar la
anunciada reactivación. Un anuncio sin embargo confuso, tal vez
críptico y hasta contradictorio. Pero tan repetido y amplificado
que los diversos actores de la economía han optado por creerlo.
La economía chilena se reactivará este año, o al
menos creeremos en su reactivación. Los deseos también,
dicen, crean voluntades.
Las miradas están puestas en el consumo. Entramos en enero con
anuncios de fusiones y adquisiciones en el área de los supermercados,
rubro ligado directamente con nuestras necesidades más básicas.
Un intenso movimiento, con millonarios cambios en la propiedad, que señala
con bastante claridad hacia dónde van las cosas. Un año
de consumo interno, que tal vez sea también de producción,
aun cuando no necesariamente de mejores salarios o más empleos.
Sí, por descontado, de más créditos y más
endeudamiento.
D&S compró la filial chilena de la cadena francesa Carrefour,
transacción con la que obtiene, sumando todas sus marcas, el 33
por ciento del mercado. Un movimiento que tuvo su réplica inmediata
en su más cercano competidor, Cencosud, dueño de Jumbo,
Santa Isabel y los supermercados Tops. Con la compra de la cadena Las
Brisas y el supermercado Extra, este consorcio subió su participación
al 21,5 por ciento de las ventas del sector. Entre ambos consorcios, suman
el 55 por ciento.
El ojo de estos grandes y hambrientos inversionistas ha de tener su referente,
el que está en la evolución de las ventas durante los últimos
meses. Tras el largo período de estancamiento, a partir de agosto
del año pasado las ventas de los supermercados registran una evolución
suave, irregular, pero finalmente evolución. Aumento mínimo
que ha dado pie a la millonaria reestructuración del sector.
Si de optimismo hablamos, el mayor optimista es Vittorio Corbo, el presidente
del Banco Central. El 14 de enero, en el Informe de Política Monetaria
(IPOM), elevó la proyección de crecimiento del producto
para el 2004 desde un 4,5 a un 5,5 por ciento, y estimó la inflación
anual en dos por ciento.
El Banco Central, que es nuestra brújula económica, nos
ha insuflado esperanzas. Un crecimiento del 5,5 por ciento anual -el más
alto desde 1997- y una mínima inflación es poner nuevamente
en marcha el barco a una velocidad de crucero. La economía chilena
habría alcanzado otra vez sus mejores marcas históricas.
La vieja metáfora náutica no es un mero capricho de este
cronista. El barco avanza, sin embargo ¿cuál es su rumbo?
Corbo no está para responder este tipo de preguntas. Está
allí, en aquel cargo de siete millones mensuales, para cautelar
los equilibrios macroeconómicos y, acaso, para explicar procedimientos.
El crecimiento según Corbo está impulsado por la economía
internacional, desde Estados Unidos y los países asiáticos;
por una mejoría en los precios de los principales bienes de exportación;
por condiciones financieras internacionales más favorables y por
la recuperación de las economías de nuestra región.
Un conjunto de bondades canalizadas a través de las exportaciones
que se traducirían en la expansión del gasto interno (consumo)
y en el mayor crecimiento del PIB.
Tal como los operadores de supermercados, Corbo también confía
en los factores internos que impulsarán la economía, entre
los que ha nombrado las mejores perspectivas en el mercado laboral,
mejores perspectivas de los consumidores, una inflación baja con
amplias brechas de capacidad y empleo, lo que permite un Banco Central
muy activo y condiciones favorables para que se dé una recuperación
de la inversión.
La confianza del Banco Central en la economía es tal, que la primera
semana de enero redujo la ya baja tasa de interés desde un 2,25
por ciento a un 1,75 por ciento anual, decisión que refleja la
certeza de tener la inflación controlada. Corbo prevé inflaciones
negativas para los próximos meses, las que derivarían a
un fenómeno de menores costos, en el cual la caída del dólar
ha sido el elemento central. En ningún caso ha dicho que se trataría
de un problema de demanda. Para ello, apunta hacia la reactivación
en el consumo interno.
Así es. La trayectoria ascendente de la economía llevará,
según nuestras autoridades, a un verdadero salto en el consumo,
el que crecería este año unos dos puntos porcentuales
por sobre el crecimiento del PIB sin generar desequilibrios. Esto
expresa que el gasto aumentaría entre siete y ocho por ciento,
guarismo que tiene maravillado al comercio minorista, cuyas ventas nacionales
aumentaron un 4,5 por ciento en noviembre y espera superar el cinco por
ciento en las estadísticas de diciembre.
Quien sí está para responder por el timón del barco
es el gobierno. La respuesta, por cierto muy retórica, ya la hemos
oído. La meta es el desarrollo, el que, a la vista del devenir
económico y el reconocimiento de las autoridades ministeriales,
más parece una invitación e incitación al consumo.
El desarrollo, entendemos, sería el consumo. Así se elogia
el aumento de las ventas, y así también la expansión
de los créditos, los que están aventajados por los destinados
al consumo. A noviembre pasado los préstamos bancarios crecieron
un 3,4 por ciento respecto a noviembre del 2002, en tanto los de consumo
lo hicieron en un 16 por ciento. Así es como pudimos observar hacia
finales del 2003 un reacomodo en la banca de personas, con el ingreso
al mercado financiero formal de Almacenes París, con la compra
de Santiago Express, y con la adquisición por parte de BCI de la
financiera Conosur.
El sorpresivo cambio de discurso de Nicolás Eyzaguirre, titular
de Hacienda, respecto al royalty minero ha de inscribirse en este proceso.
Uno de los efectos más directos de los cambios en la escena económica
es el aumento en el precio del cobre -Corbo prevé un valor promedio
de un dólar para el año en curso- no sólo por los
mayores ingresos que proporciona al Fisco, sino también por los
ingresos que entrega a las multinacionales que explotan el recurso sin
pagar impuestos.
El cambio, sin embargo, responde también a la necesidad cierta
que tiene el gobierno de alterar su discurso económico de cara
al inicio de los procesos eleccionarios que culminarán con las
presidenciales. Que la reactivación no sea sólo un beneficio
para los grandes conglomerados.
Pero una frase no altera el discurso central, repetido desde el comienzo
de esta década. La estrategia política económica
basada en el libre mercado sólo entrega a las personas el beneficio
del consumo. Somos sujetos consumidores antes que cualquier otra entidad
o identidad. Una condición que no sólo la ejercitamos en
la multitienda o en el supermercado. Nuestra condición como consumidores,
entregada al chileno cual nueva vestidura de la modernidad neoliberal,
hemos de ejercitarla en todas nuestras actividades. Ahora somos consumidores
también de la educación, de la salud, de todos los servicios
antes proporcionados por el Estado. Somos consumidores hasta para nuestra
muerte. Nuestra nueva condición de consumidores es el alimento
de nuestros proveedores. De allí el énfasis gubernamental
y privado por levantar esta alicaída actividad económica
PAUL WALDER
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