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Escuela de las Américas
Peligro latente
“Infinitas también las capacidades de la institución democrática para mantener en nosotros la ilusión de que parapetos inoxidables nos protegen ahora de los grandes cataclismos políticos”.
(Brossat, Alain. “La democracia inmunitaria”. Santiago de Chile, 2008, Palinodia).
Una imagen como la del ex ministro José Tohá estrangulado en un clóset de la habitación 303 del antiguo Hospital Militar de Santiago, con la piel quemada por cigarrillos, atado el cuello con un cinturón con hebilla sujeto a una débil cañería y las largas piernas “recogidas y apoyadas en el suelo”, según relata 36 años después a El Mercurio el médico Alfonso Chelén, ex perito de criminalística quien, el 15 de marzo de 1974, vio el cuerpo, es un acontecimiento que no volvería a repetirse en Chile (y se supone que en ningún otro país de los hoy llamados “democráticos”). Bueno, tampoco se repetirán -creemos y sos-tenemos con ingenua seguridad-, aquellas situaciones de prisión, tortura, ejecución y desaparición forzada de las que ya nadie duda. Ni siquiera aquellos inocentes civiles que dicen no se dieron cuenta de las atrocidades que bajo sus narices se estaban perpetrando.
Pero, ¡ojo! No olvidemos que son varios los autores (comenzando por el citado Brossat; por Hardt y Negri, los autores de Imperio; por Judith Butler y sus Marcos de guerra, etc.) que nos advierten, como la citada Butler, sobre fotografías periodísticas (no aquellas que se han filtrado, tomadas por los propios torturadores como recuerdos y trofeos de caza) sacadas por reporteros “incorporados” (que es lo mismo que decir uniformados) a prisioneros arrodi-llados y vendados en Abu Ghraib (Irak) o en Guantánamo (Cuba), que se consideran publi-cables y hasta propagandísticas y han mode-lado la percepción pública sobre la vida de las personas o sobre qué personas y sus vidas son valiosas y cuáles no, y lo mismo sobre la democracia. Porque mientras dichas fotografías de prisioneros arrodillados y vendados (¿Cómo cuántos en el Chile de la dictadura?) recorrían las portadas del mundo, EE.UU. continuaba afirmando que con ello se estaba restableciendo la democracia en Irak.
Qué duda cabe sobre esta generalizada excepcionalidad cuando de “terrorismo” se trata si el propio George W. Bush, en su autobiografía, defiende su decisión de autorizar, en sus palabras, el waterboarding (submarino, en español, que consiste en colgar desnudo al prisionero y sumergir su cabeza en un tanque con agua, orines y excrementos, si es húmedo, o asfixiarlo con una bolsa de plástico, si es seco) y otras técnicas de tortura. Según el ex presidente de EE.UU. esas torturas “sirvieron para destapar el plan de atacar los edificios diplomáticos de Estados Unidos en el extranjero, el aeropuerto de Heathrow y Canary Wharf, en Londres, y muchos otros objetivos en Estados Unidos”.
“La función de la excepción es aquí muy importante”, dicen Michael Hardt y Antonio Negri, en Imperio: “Aquí, en consecuencia, ha nacido, en nombre de la excepcionalidad de la intervención, una forma de derecho que es, realmente, un derecho de la policía…”.
En síntesis, en nuestro mundo global se ha gestado y aplicado -en Irak y Afganistán- un derecho supranacional en que la excepción a la democracia y supuestas libertades y derechos humanos se ha convertido en norma universal. Y en América Latina, ello se ha verificado en Honduras (2009), con el derrocamiento de Zelaya; Venezuela (2002), en el golpe contra Chávez; Bolivia (frecuentes intentos de socavar la estabilidad de Evo Morales), Ecuador (2010), asonada golpista contra Correa. A ello hay que sumar la creciente presencia militar norteamericana en Colombia y los apoyos a operaciones como el bombardeo al campamento de las FARC en el lado ecuatoriano de la frontera con Colombia, donde murió Raúl Reyes, segundo comandante de las FARC, y fue capturado su ya mítico computador.
Escuela para la
guerra sucia
No sorprende por ello que Estados Unidos mantenga en Fort Benning, en Columbo, Georgia, un llamado Instituto de Seguridad Hemisférica (WHINSEC, por su sigla en inglés) que corresponde a la ex Escuela de las Américas (en inglés SOA, por The School of Americas), hasta 1984 situada en Panamá. En esta SOA/WHINSEC, entre 1945 y 2004 se formaron 60.761 alumnos militares de América Latina y 351 de Estados Unidos. Muchos de estos últimos eran descendientes de hispanos y con cursos de instructor, tal vez para capacitar a su vez a los venidos de países latinos. Entre 2004 y el presente, varios miles de clases y oficiales latinoamericanos se han graduado en dicha escuela, predominando una cantidad notoriamente numerosa de colombianos. Del total de 60.761 graduados, 3.812, es decir, el 6,3 por ciento, son chilenos que estudiaron entre 1961 y 2004, de los cuales setenta y siete estudiaron especialidades vinculadas con inteligencia, contrainsurgencia y operaciones sicológicas.
Entre los 77 chilenos graduados en contrainsurgencia figura el entonces (1974) teniente Miguel Krassnoff Martchenko, quien se especializó en operaciones de contrainteligencia urbana y fue parte del estado mayor de la Dina, y una larga lista de ex oficiales de aquel organismo de la dictadura, responsables de gran parte de las violaciones a los derechos humanos cometidas en ese periodo. No todos los ex Dina, sin embargo, hicieron cursos relacionados con contrainsurgencia, aunque operaron en esa área: en 1965, el teniente primero Eduar-do Iturriaga Neumann, durante la dictadura miem-bro del estado mayor de la Dina, hizo un curso de Basic Airborne Course (Curso Básico de Aviación); en 1970, el subteniente Armando Fernández Larios, hizo el curso de Combat Arms Orientation 0-37, aparentemente ajeno a las técnicas que le tocó aplicar para integrar el comando que asesinó al ex canciller Orlando Letelier, cuando ya era capitán y miembro del estado mayor de la Dina.
El movimiento SOA Watch (Observatorio de la Escuela de las Américas), cuyo objetivo es lograr su cierre, mantiene en su página web una base de datos con los nombres de esos 60.761 alumnos, así como las especialidades estudiadas, la que los interesados pueden consultar o también descargar, en formato Excel, desde el sitio http://soaw.org/soaw/media/soawgrads.xls.zip.
En el sitio http://www.soawlatina.org/listado2010.pdf hay un informe entregado a SOA Watch por el ejército estadounidense en mayo del año 2010, en virtud del equivalente estadounidense de la ley chilena de transparencia y acceso a la información. Supuestamente actualizado hasta el año 2006, los nombres de los alumnos están borrados y la mayoría de las fechas eliminadas, argumentado razones de privacidad de los involucrados. En este último informe aparecen 91 alumnos chilenos anónimos. En los 43 años transcurridos entre 1961 y 2004, el promedio anual de estudiantes chilenos es de 89.
Según datos del Observatorio de la Escuela de las Américas (SOA Watch) recopilados en 2008, ese año Colombia envió 323 alumnos; Chile: 195, Perú: 134, Nicaragua: 78, República Dominicana: 65, Ecuador: 62, Panamá: 50, Honduras: 44, El Salvador: 37, Guatemala: 35, Costa Rica: 22, Paraguay: 15, México: 13, Jamaica: 10, Belice: 4, Brasil: 4, Canadá: 2, Barbados: 1 y Grenada: 1. Suspendieron el envío de militares a la SOA/WHINSEC Argentina, Bolivia, Uruguay y Venezuela.
El sacerdote católico Roy Bourgeois, fundador de SOA Watch, ha manifestado: “Es nuestro deber visibilizar el entrenamiento que reciben los violadores de derechos humanos, presionar por el cierre de la Escuela de las Américas y cambiar la política extranjera norteamericana… muchos han muerto y otros miles continúan sufriendo en las manos de los estudiantes de esta nefasta institución”. Según sus publicaciones, el Observatorio de la Escuela de las Américas (SOA Watch) “nació en 1990 después de los acontecimientos del 16 de noviembre de 1989, en que seis sacerdotes jesuitas, una empleada y su hija adolescente fueron asesinados por el batallón Atlacatl, en El Salvador. De acuerdo a una investigación de una comisión especial del Senado de Estados Unidos, se comprobó que los militares responsables de estos asesinatos fueron entrenados en la Escuela de las Américas. A partir de este hecho, un pequeño grupo de ciudadanos estadounidenses, encabezados por el sacerdote Bourgeois, comenzaron a trabajar por la paz y por los derechos humanos de los pueblos latinoamericanos, demandando el cierre definitivo de la Escuela de las Américas”.
Los días 19 y 20 de noviembre, movimientos sociales, defensores de los derechos humanos, víctimas de la tortura, organizaciones de familiares de detenidos desaparecidos y ejecutados políticos protagonizaron manifestaciones en Estados Unidos, Centro y Sudamérica. Una actividad en Chile fue entregar una carta en La Moneda exigiendo el cese de envío de oficiales chilenos, petición desoída por los gobiernos de la Concertación y ahora rechazada por el ministro de Defensa, Jaime Ravinet.
JUAN JORGE FAUNDES
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 723, 26 de noviembre 2010)
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