Edición 723 desde 26 de noviembre al 9 de diciembre de 2010
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Benditos sean los sueños
del hombre

Autor: Germán Carrasco

El otro día estaba viendo un film breve, de Jem Cohen. Muestra niños durmiendo en un bus, en un pique largo hacia una ciudad desconocida de EE.UU., probablemente. Como otras cosas de Cohen, es una mezcla de ternura y paranoia. Inquieta ver a los niños y a la gente que duerme en el bus. La ventana -ese ecrán- tiene el vaho del calor humano que hay dentro del bus interrumpido por un espacio limpio, una pantallita que hizo alguien con la mano, como hacemos para mirar el paisaje. Muestra un recorrido agreste, interurbano, verde al principio, luego aterradoramente industrial. A esa ciudad va llegando el bus al amanecer, con todos dormidos.
La breve filmación se llama Benditos sean los sueños de los hombres, Daniel 11. 40. Pensé en mis viajes frecuentes a Buenos Aires. No en los que hago en avión sino en los que hago en bus, cuando no hay plata. He visto escenas similares, en ese estado alucinatorio en que uno queda luego de no dormir durante toda la noche. Y ver las industrias, imaginar a los obreros, ver las intimidantes plantas industriales tipo Ventanas y los habitáculos minúsculos de los obreros cerca de ellas. Pensé en un amigo que viajaba largos tramos en bus, de Santiago al norte de Brasil, para ver a su hijo. En la inmigración, en los que se cambian de país para buscar trabajo en cualquier cosa. No como el inmigrante coreano que representa Takeshi Kitano llegando a la promisoria Osaka con los ojos llenos de esperanza. No se sabe si van al matadero o si tienen esperanzas. Sueñan. Van a ver a alguien, a trabajar. No sabemos.
En el siguiente corto pensé en esa idea, que me circulaba -y le circuló a otros antes- de un Abraham que rechaza matar a su hijo y tiene que huir con él en buses, en lo que sea, por todo el mundo buscando los lugares que Dios no ve. Se desplazan como dos amantes que sienten que hasta las campanas de la iglesia los van a entregar a la policía. Fugitivos, amantes, perseguidos.
En uno de esos viajes, Abraham ve dormir a su hijo y a la demás gente en el bus. Yo anoté: “Sagrados sean los sueños del hombre/ en un viaje tan largo, y la pampa”. Viajes largos, no de road ni cosa similar: de pobre. Entre 14 a 70 horas en bus. En alguno de ellos, una niñita cantaba en el asiento trasero (por favor, se aburren, son niños). La mamá creía que molestaba y la hizo callar. Yo no sabía entonces cómo decirle a la señora que la voz de la niña era la música más dulce que había escuchado en mucho tiempo, que era imposible que alguien se molestara (aunque con cierta gente nunca se sabe. En algunos lugares, hasta las piedras son fascistas). Me acordé de eso hoy porque me cantaste imágenes con los ojos, me leíste algunas palabras. Aquí, van las imágenes:
http://vimeo.com/15095759

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 723, 26 de noviembre 2010)
punto@interaccess.cl
www.puntofinal.la
www.pf-memoriahistorica.org

 

Punto Final
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