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Enanos gigantes, nieve negra,
nueva derecha
Autor: RICARDO CANDIA
¿Sería posible concebir una nueva derecha, como lo propone el ministro Hinzpeter? La idea parece un nuevo intento para sacudirse de una imagen creada en laboriosos años de crímenes y abusos.
Pocas cosas aparecen tan extrañas e imposibles. Da la impresión que la inercia eufórica provocada por cumplir con el deber de rescatar a los mineros sepultados bajo un cerro, ha generado un entusiasmo delirante. Creer que la derecha quiera, o pueda, dejar de ser lo que ha sido desde que el mundo el mundo, resulta increíble.
Que de un momento a otro los responsables de los peores atropellos a los derechos humanos en la historia reciente, pasada y remota, se conviertan y pidan perdón por las múltiples de masacres impulsadas por ellos, es impensable. Y que los poderosos que han hecho sus fortunas sobre la base de la explotación de legiones, generación tras generación, de un momento a otro se humanicen y redistribuyan la riqueza por la vía de sueldos dignos, tratos decentes y condiciones humanas para los trabajadores, suena ridículo.
Que tras un romántico ataque de remodelación la derecha que por siglos ha sido la dueña de los poderes reales, esto es, de las fuerzas armadas, la Iglesia, el gran empresariado, los medios de comunicación, y casi todo lo demás, abandone esas vinculaciones y quiera democratizar de verdad el país, es decir, hacer que sus riquezas sean para el goce de todos, que en las elecciones de verdad se elija y que sea democrática también la salud, la escuela, la universidad, las calles, el fútbol y el cementerio, es una utopía propia de socialistas nostálgicos.
No se puede imaginar a la derecha aceptando el veredicto de lo que dicten la elecciones en esas raras circunstancias históricas en que los pobres han sacado más votos, y han tenido la patudez de proponer un proyecto de sociedad que considere justicia, libertad y fraternidad. Como aún recuerdan algunos, en esas excepcionales ocasiones, la derecha ha pateado el tablero y no ha trepidado en enviar a la Fuerza Aérea a bombardear La Moneda con el presidente de la República y sus colaboradores dentro.
¿Soñar con una nueva derecha implica creer que nunca más ordenarán disparar contra el populacho que protesta por sus derechos, como ha sucedido innumerables veces en la historia patria? ¿Y que jamás dispondrá de sus militantes para conformar grupos armados dispuestos para cazar comunistas, o lo que sea parecido a un rojo, matarlos y luego hacerlos desaparecer como sucedió hasta no hace mucho? ¿Una nueva derecha se supondría conformada por personas que se manifiestan dispuestas a redactar una nueva Constitución mediante una Asamblea Constituyente nacida de la voluntad popular, que considere la eliminación del sistema binominal, el fin de las trabas para que los dirigentes sociales puedan ser candidatos a cargos de representación popular, la propiedad estatal de los recursos naturales, entre otras transformaciones revolucionarias?
Lo más probable es que la derecha, la vieja derecha que no ha tenido mutaciones en cientos de años, jamás permitirá que aparezca algo tan exótico como lo que plantea el ministro Hinzpeter y algún otro soñador. La derecha será siempre el brazo político y militar de los poderosos que han despostado al país y sus alrededores, con el enfermizo propósito de acumular riquezas. La actual derecha seguirá siendo la descendiente de los que masacraron a los obreros, a los pobladores y a los mapuches. Y seguirá siendo la expresión política de los ricos que no trepidan en organizar golpes de Estado, matanzas vergonzosas y dictaduras atroces, como esas de las que hoy se intentan desmarcar.
La derecha tiene una historia de vergüenza y no se ven razones fundadas para que deban cambiar el discurso, si hasta ahora les ha dado resultados e impunidad.
Los fanáticos del fútbol que se vayan acostumbrado a ver a prohombres de la derecha como dueños de los clubes de sus amores. Incrédulos, los hinchas no se explican cómo puede pasar lo que pasa, sin entender que lo del fútbol no es ajeno a la salud, la educación, el mar, los lagos, la minería, las universidades, los sistemas previsionales, los medios de comunicación, las carreteras, las cárceles, las playas y todo cuanto puede generar ganancias desmesuradas. Nada nuevo bajo el sol. Soñar con una nueva derecha es como creer en enanos gigantes o en nieve negra. Quizás los ingenieros de estas novedades estén pensando en nuevos métodos de dominación que los pongan a salvo de su historia muy reciente, usando para el efecto las herramientas que pone a su disposición la tecnología contemporánea. En vez del Máuser, un Barret; en vez de un Hawker Hunter, un F- 16. Estos cambios no hacen de la derecha algo nuevo. Más eficiente y certera, sí. Sobre todo cuando colabora a la confusión la conducta de algunos ex izquierdistas afligidos por una nueva versión del síndrome de Estocolmo, que los tiene enamorados de aquellos a los que antes decían detestar.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 723, 26 de noviembre 2010)
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