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La lección de las huelgas en Francia
Autor: PACO PEÑA
En París
E n medio del desencanto y decepción han terminado las huelgas que durante un mes sacudieron a Francia. El enorme esfuerzo desplegado por los asalariados -que pierden sus sueldos por los días de huelga- remeció a la sociedad gala, poniendo a la defensiva al gobierno neoliberal de Nicolás Sarkozy. Este tan ansiado “despertar de los asalariados” gozó desde su inicio con la simpatía de aquellos que no pudiendo o no queriendo declararse en huelga, percibieron que el proyecto de reforma de la jubilación propugnado por el gobierno era injusto y perjudicaba a amplios sectores. El gobierno de Mitterrand, en 1981, había cumplido con el compromiso contraído durante su campaña y había fijado la edad de jubilar a los 60 años. El presidente Sarkozy ha impuesto una reforma que como candidato prometió no modificar.
En Francia, los trabajadores afiliados a sindicatos son el 8%, uno de los países europeos con más bajo porcentaje de sindicalización (Suecia, 75%; Noruega, 54%; Irlanda, 35%; Italia, 32%; Gran Bretaña, 25%; España, 18%). Y sin embargo, los trabajadores franceses fueron capaces -durante varias semanas- de poner en jaque al gobierno. Su ejemplo concitó vivo interés en los países vecinos. En Gran Bretaña los poderosos sindicatos han reaccionado con menos decisión al anuncio del primer ministro, David Cameron, de reducir cerca de 500.000 empleos del sector público en los próximos cuatro años. En Portugal, se ha decretado la congelación de salarios, la disminución del número de funcionarios públicos (10%) y privatizaciones parciales (ferrocarriles, gas, electricidad, telecomunicaciones, carreteras, aeropuertos). La CGTP ha anunciado una huelga general para el 24 de noviembre. En la Italia de Berlusconi, se ha aumentado la edad para acceder a la jubilación de 61 a 65 años para las mujeres, y pasará a 67 años en 2018, aparte de la congelación de pensiones de los funcionarios públicos. Se prevé la supresión de 400.000 puestos en el sector público y la congelación de salarios durante tres años. La CGIL ha organizado huelgas y manifestaciones donde los metalúrgicos y los estudiantes han jugado un papel protagónico.
En Holanda y Alemania los respectivos gobiernos han decretado la congelación de salarios, la reducción de subsidios por desempleo y en Alemania, la edad para acceder a jubilación es ahora de 67 años. En Grecia, el “enfermo de Europa”, donde las medidas han sido más severas, el Frente de Lucha por los Trabajadores ha realizado más de doce huelgas generales y prevé otras en el futuro. En España, a pesar de las drásticas medidas de austeridad (recortes de salarios, disminución de 5% del salario de los funcionarios públicos y del presupuesto destinado a educación y a obras públicas, despidos, prolongación de la edad para acceder a jubilación de 65 a 67 años, alza del IVA, etc.), los sindicatos UGT y CCOO han continuado las marchas de protesta, pero sin alcanzar la envergadura ni radicalización registrada en Francia.
La llamada “particularidad” francesa atrajo la atención de los sindicatos de otros países europeos, algunos de ellos, como la Confederación de Sindicatos Alemanes -DGB- expresaron públicamente: “Nuestros camaradas franceses están en huelga por todos nosotros”. Igual cosa los españoles, que no escatimaron elogios por la determinación de los asalariados galos.
Durante estas semanas los trabajadores franceses hicieron recordar lo que Federico Engels escribiera hace 125 años en el prefacio a la tercera edición alemana del 18 Brumario de Luis Bonaparte, de Carlos Marx: “Francia, el país donde la lucha de clases cada vez ha sido llevada, más que en ningún otro país, hasta la decisión completa”. Esta vez, la “decisión completa ” no fue alcanzada. Y no por falta de combatividad y determinación de los asalariados galos, quienes empujaban a su dirigencia a avanzar hacia la huelga general.
Pero los dirigentes representan un pesado lastre burocrático al abandonar toda voluntad de cuestionar el sistema para autoconvencerse que gracias a las manifestaciones callejeras, podrían negociar desde posiciones de fuerza. La unidad sindical necesaria para enfrentar la acción combinada de los empresarios, el gobierno y los medios de comunicación, escondía no sólo las diferencias tradicionales entre las centrales sindicales francesas (CGT, CFDT, FO, CFTC -central cristiana- y la CGC -ejecutivos y cuadros-); también al interior de ellas las divergencias tendían a salir a la luz pública.
Sarkozy contra las conquistas sociales
El gobierno de Sarkozy no esconde sus intenciones de eliminar las conquistas sociales contenidas en el programa del Consejo Nacional de la Resistencia (1943), presidido por el general Charles de Gaulle, obtenidas por sucesivos gobiernos después de 1945. Esta óptica es compartida por muchos personajes socialdemócratas y “socialistas”. Uno de ellos es Denis Kessler, ex maoísta y ex vicepresidente del MEDEF (Movimiento de Empresas de Francia, el sindicato empresarial francés). Kessler es amigo del “socialista” Strauss-Kahn, presidente del Fondo Monetario Internacional y precandidato presidencial -aún no declarado- del PS a la elección de 2012. Hace treinta años, Kessler y Strauss-Kahn realizaron para las grandes compañías de seguros un estudio sobre el sistema de jubilación, concluyendo en la necesidad de introducir…¡los fondos de pensiones!
El argumento de los partidarios de la reforma de la jubilación pone énfasis en que el sistema fue ideado en 1945 cuando “había cuatro trabajadores activos por jubilado y la esperanza de vida, una vez que se accedía a la jubilación, no sobrepasaba los dos años”. Hoy se arguye que hay sólo dos asalariados por jubilado y la esperanza de vida se ha prolongado. Se olvida que la esperanza de vida no es igual para obreros y otros sectores y que la esperanza de vida “con buena salud”, en algunos sectores no sobrepasa los 65 años. Se afirma que es una cuestión de orden demográfico y no ideológico. Sin embargo, las proposiciones para equilibrar el déficit demográfico y las cuentas de los asalariados activos recaen en el factor trabajo, y no se esboza siquiera de lejos la idea de que el capital podría contribuir de manera más importante a su solución. Poniendo de relieve un asunto de orden demográfico, el gobierno y el MEDEF despachan el problema principal: el desempleo masivo y el subempleo de alrededor de 4.000.000 de personas, si se consideran diversas categorías no contabilizadas oficialmente. Se trata de los que reciben subsidios RSA, los seniors de más de 55 años y los desocupados de los departamentos de Ultramar.
El gobierno de Sarkozy ha eliminado los obstáculos a las exigencias del capital financiero con una voluntad metódica e implacable. Uno de ellos era el sistema de jubilación. Se trata de una guerra entre el capitalismo financiero y el mundo del trabajo. Lo mismo en otros países, y ello en función de un proyecto político universal destinado a alinear y uniformar las condiciones sociales de cada país en pro de la llamada “ modernidad y exigencias del mercado internacional”. En otras palabras, allanar el camino al capitalismo financiero amparado por el cada vez más omnipresente Estado policial.
El gobierno y el MEDEF preparan el sepelio de la seguridad social en Francia. En primera línea están los amos de las compañías de seguros, amigos personales del presidente Sarkozy: Henri de Castries, presidente de AXA (3,6 mil millones de euros de utilidades en 2009); Guillermo Sarkozy (su hermano, de Mederic Previsión, 3,4 mil millones de euros de utilidades en 2009); Antoine Bernheim, banquero, presidente de Generali (704 millones de euros de utilidades en 2009). Estas compañías y otras, se preparan para repartirse el jugoso botín de las jubilaciones.
La reforma de la jubilación en Francia fue percibida como profundamente injusta a partir de las medidas que han favorecido, desde 2007, a los más pudientes.Una de ellas ha sido emblemática: el escudo fiscal, es decir, el límite fijado en 50% del impuesto a la renta sobre los ingresos para evitar la fuga de capitales, ha favorecido a los más ricos. El reembolso de ingentes cantidades de dinero a las personas que “han pagado demasiados impuestos”, produjo gran conmoción cuando la opinión pública se enteró que la dueña de la empresa de cosméticos L’Oreal -Liliane Bettencourt- recibiría 30.000 millones de euros a título de reembolso por el año pasado. Lo rocambolesco del caso, es que el ministro del Trabajo, Eric Woerth, quien a nombre del gobierno presentó y defendió la reforma de la jubilación, fue vinculado con la Bettencourt. Su mujer debió renunciar a una consultora financiera que aconsejaba a la dueña de L’Oreal y se sospecha que el ministro, quien antes fue ministro de Presupuesto, ha hecho la vista gorda sobre una evasión fiscal por parte de Bettencourt.
Indigencia política
de la Izquierda
La crisis que golpea a Europa ha obligado a los contribuyentes a concurrir al salvataje de las instituciones bancarias. En Francia, como en otros países, ha sido el Estado quien ha salvado el sistema bancario.
La huelga mostró, por otra parte, la indigencia programática, ética y política de la llamada Izquierda francesa. El PS, por boca de su máxima dirigente, Martine Aubry, expresó que en caso de obtener la victoria en 2012, anularía la reforma de Sarkozy. Pero luego retrocedió, cuando el movimiento se radicalizó y abarcó a nuevos sectores, como los estudiantes, aumentó el bloqueo en los depósitos de gasolina, refinerías, puertos y aeropuertos y los camioneros anunciaban su adhesión al movimiento. Eso llevó a pensar que se estaba en vías de la “decisión completa”. Pero ni en esas circunstancias, y pese a la presión de la base, ni los sindicatos ni la Izquierda -a excepción del NPA(1)- llamaron a la huelga general.
El factor policial entró en acción infiltrándose en las marchas estudiantiles y de asalariados, provocando desmanes y destrozos a la sagrada propiedad privada en algunas ciudades. Las centrales sindicales, junto al PS, retrocedieron, pero Bernard Thibault de la CGT acusó de provocación e infiltración a los agentes policiales. Lo mismo hizo el senador y líder del Partido de Izquierda, Jean Luc Melenchon, de relevante actuación pública en los últimos meses y al cual la policía amenazó con una querella.
Oportunamente el gobierno anunció que Al Kaeda y Bin Laden en persona amenazaban Francia, y se conoció el despliegue de tropas de elite en puntos estratégicos del país. Por su parte, la Secretaría General de Defensa y Seguridad Nacional (SGDSN) previó un despliegue rápido de 10.000 soldados en caso de “crisis del orden público”, es decir, si el movimiento huelguístico pasaba a mayores.
Desmantelando el
Estado de bienestar
Los principales dirigentes de las más grandes centrales francesas, la CGT, CFDT y FO, siempre han seguido una óptica economicista, reivindicativa y corporativa. Es el papel de los sindicatos en las llamadas democracias representativas. Su acción en principio no es “política”. Sin embargo, hay que constatar que la crisis, por un lado, la reforma propuesta por el gobierno, por otro, y las decisiones de ajustes, recortes y austeridad fiscal son decisiones eminentemente políticas. Se trata del desmantelamiento del Estado de bienestar forjado en Francia desde 1945. Los sectores dominantes estiman que la molicie vivida por la población francesa y europea está terminando y que una crisis permanente requerirá nuevos y severos ajustes. El próximo ataque es la seguridad social, cuyo “déficit insoportable no cesa de aumentar”, dicen sus críticos. A ninguno se le pasa por la mente la posibilidad de equilibrar las cuentas del sistema de jubilación o de la seguridad social imponiendo gravámenes al capital financiero y a las transacciones financieras. Las centrales sindicales tampoco incluyen esta medida entre las soluciones para el financiamiento del sistema de jubilación.
El enorme esfuerzo desplegado por los asalariados franceses no ha logrado detener la lógica neoliberal, que busca la mayor rentabilidad del capital en detrimento de los asalariados. Se ha perdido una batalla que había llenado de esperanza a muchos trabajadores más allá de las fronteras galas. Ello es el resultado de la conciliación y del reformismo inherentes a las cúpulas sindicales, a las centrales sindicales institucionalizadas, y a una Izquierda pusilánime. En un patético cara a cara en la TV entre los máximos dirigentes de la CGT (Bernard Thibault) y François Chereque (CFDT), frente al ministro de Industria, Christian Estrosi y Laurence Parisot, presidenta del sindicato patronal MEDEF, esta última, saboreando junto al ministro la derrota de los asalariados, confesó ser “el hada madrina de la reforma de la jubilación”. François Chereque, de la CFDT, replicó ante el atónito dirigente de la CGT, que había que “dar por terminado el episodio de la reforma del sistema de jubilación y pasar a otra cosa, por ejemplo, al empleo para los jóvenes y para los trabajadores de más de sesenta años”. Esta posición le ha valido a la CFDT las loas del primer ministro François Fillon y de la ministra de Economía, Christine Lagarde, que han elogiado “la madurez” de la CFDT.
En este contexto de crisis estructural del capitalismo las reflexiones de Carlos Marx recobran su vigor. Como él, somos muchos los que queremos creer que el fin de las huelgas y el retorno a la “normalidad” en Francia, sólo han postergado la “decisión completa”.
(1) Nuevo Partido Anticapitalista (ex Liga Comunista Revolucionaria), de origen trotskista.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 723, 26 de noviembre 2010)
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www.pf-memoriahistorica.org
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Punto Final
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