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Héroes
Autor: Juan Jorge Faundes
“…y esos héroes que anónimos te pueblan, te prometen un futuro esplendor…”.
(Adaptación del Himno Nacional)
No necesitan uniformes extravagantes, ni poderes sobrenaturales. No vuelan como Superman ni corren en cámara lenta como el Hombre Nuclear, tampoco usan un batimóvil ni antenitas de tevinil. No protagonizan comics ni series de televisión. Simplemente son héroes. Protagonistas de la vida misma. Los vi en persona. Son hombres y mujeres. Inclusive niños. Muchos con el miedo vivo, pero cumpliendo con su deber hasta más allá del deber. Como ese bombero-niño que había cumplido con las tareas más duras sin derramar una lágrima, hasta que una tarde en el cuartel con sus compañeros le coreamos a voz en cuello el cumpleaños feliz.
O como la señora Fresia que está al pie de un camión militar supervisando la distribución de la ayuda a su campamento: “¡Una leche por familia!”, grita, “porque debe alcanzar para todos”. El criterio acordado entre los vecinos es que todos reciban lo que van entregando militares y civiles del camión, pero que lo lleven a la sede social, donde se acopia, para que se distribuya a cada familia según su necesidad.
Doña Fresia, secretaria de la Junta de Vecinos Loma Larga de Curanipe, es la líder del campamento Cerros Pelados, unas diez familias y más de cuarenta personas, que ha crecido en torno a su casa en lo alto del cerro. Hay algunas familias en el interior de la sede social, otras en la casa de doña Fresia y otras en carpas. De una pared cuelga una hoja de cuaderno con las tareas de la comunidad: olla común, aseo, etc. Lo que deben hacer las mujeres; lo que deben hacer los hombres. Así como doña Fresia, miles de mujeres anónimas han asumido el liderazgo de sus comunidades para enfrentar la tragedia. En poco más de media hora amasó y coció una tortilla al rescoldo que devoramos. “Hay que ser solidaria”, lo repite a cada rato. Ese es su lema.
Estuve algunos días como voluntario en Curanipe, caleta y balneario de la costa de la región del Maule arrasada por el tsunami que siguió al terremoto. Fuimos con algunos amigos siquiatras (Inge e Italo), sicólogos (Carlos y Leo), médico (Hernán) y socióloga (Andrea), para colaborar en tareas sicosociales: contención, terapias para los más críticos y recomposición del tejido social, de las organizaciones, donde radican las soluciones de fondo: la capacidad de autonomía.
Al llegar nos pusimos a disposición de la doctora Daniela Guede, encargada del Consultorio de Salud Municipal, que está operando de emergencia en instalaciones de la parroquia, porque el tsunami del 27 de febrero arrasó con todo: el local, las dos ambulancias, los muebles, los medicamentos, los registros. La doctora Guede, que egresó de la universidad en octubre de 2009 y fue destinada al consultorio de Curanipe en diciembre, por la fuerza de los hechos se hizo experta en medicina en situaciones de crisis: resolvió en minutos qué hacer con una treintena de voluntarios que un día sábado llegaron desde Santiago y Talca.
Organizó siete equipos multidisciplinarios, uno por cada campamento, con la misión de prestar atención médica y sicológica y hacer un catastro, que coordinó Andrea. Por la tarde, ya teníamos un panorama claro de los siete campamentos: 282 personas, muchos niños, varios adultos con enfermedades crónicas como diabetes e hipertensión, y muchos con síntomas de shock post traumático. Sobre todo angustia y miedo: a la oscuridad, al mar, a volver a la casa. Para algunos bastó una entrevista con alguno de los sicólogos. Para otros fue necesario un tratamiento administrado por los siquiatras.
Nosotros regresamos, pero la doctora y su personal siguen ahí; durmiendo sólo lo necesario, comiendo lo que se puede. Sus compañeros de curso, jóvenes médicos también, se han turnado para acompañarla viajando desde donde estén.
Durante los primeros cuatro días después del terremoto y tsunami, fueron bomberos y bomberas de Curanipe, la doctora, los paramédicos, así como los carabineros, quienes enfrentaron sin ayuda una situación que jamás habían vivido: buscar víctimas; acumular cadáveres en la iglesia, “ver tantos niños muertos”, porque la mayoría de las víctimas fueron turistas que acampaban en la playa. Son héroes.
La misma madrugada del terremoto y maremoto, tras dejar a sus familias seguras, bajaron a cumplir con su deber. Los héroes de la Primera Compañía que en sesiones de terapia grupal nos contaron sus vivencias se llaman Paola, Alejandra, Ruby, Manuel, Daniel, Marcelo, Gerardo, Rodrigo, Juan Pablo, Jaime, Andrés, Rubén, Miguel (hijo y padre) y Washington, director del Cuerpo y también director del Departamento de Salud del Municipio.
Nadie nos preguntó ni a nadie preguntamos el color político. Lo único que nos unió a todos fue la solidaridad. El dolor del otro. La necesidad del otro. Me acordé del Che. Creo que por ahí va la senda del hombre nuevo.
(Publicado en Punto Final, edición Nº 705, 19 de marzo, 2010)
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