Edición 700 - Desde el 11 al 24 de diciembre de 2009
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Titeres, amor y fantasía en “El origen de las estaciones”.

Sólo tiene 24 años de edad y no le pesa definirse como dramaturga y directora. Con sencillez, pero con todas sus letras. Incluso se siente con fuerza para imponerse un nuevo desafío: ir al rescate de una expresión escénica que considera desvalorizada: los siempre expresivos títeres de guante, esos personajes que tanta gracia causan a los más chicos. Y como si fuera poco, agrega a la trayectoria que inicia el estreno de su primer montaje, El origen de las estaciones, un relato basado en el mito griego El rapto de Perséfone.
María Lorena Figueroa egresó en 2005 de la Escuela Teatro La Mancha, plantel en el que estudió para arrancar del “teatro realista” que tanto le aburre. A ella le atraen las obras de espacios múltiples y las máscaras con todos sus misterios, esta última una línea de enseñanza que ofrece el instituto en que se formó. Por eso le fue muy natural sumar a su bagaje el títere que se manipula desde las sombras.
¿Qué le atrae del títere?
“Es lúdico y mágico. También me interesó por su antigüedad. Considero que la imagen del títere está muy deteriorada porque se le da un mal uso. Me gusta también porque es una creación cuyo rescate es importante. Aproximarse a la cultura griega es volver a los orígenes. En nuestro teatrino disponemos de varias ventanas para el trabajo de los títeres, con diferentes escenografías: el Olimpo, la Tierra, el inframundo, etc. Cada ventana cambia según las estaciones”.

Frutos de la tierra

Una poderosa razón explica por qué María Lorena eligió para su debut El origen de las estaciones, es su gusto por la naturaleza y haber vivido en el campo junto a su familia, en la VIII Región, donde vuelve por lo menos una vez al mes. Allí se ha conectado desde siempre con las fiestas religiosas y populares, con payadores y cantoras, vertientes culturales que siguen oxigenando sus arterias artísticas.
La obra narra que Hades, el dios del inframundo, solicita a Zeus la mano de Perséfone, doncella de la primavera, quien abandona la casa de su madre. Pero la Tierra dará frutos sólo cuando ella regrese. Hades, antes de devolver a su esposa le da de comer seis granos de granada, en símbolo del matrimonio. Gracias a ese subterfugio la doncella de la primavera vuelve cada seis meses a trabajar la tierra con su madre y los otros seis los comparte con su amado Hades.
¿Influye su historia familiar?
“Creo que sí. Soy del campo y allá se celebra la fiesta de San Juan, la trilla, hay cantos con paya, guitarreo; me contaban cuentos, me ponían música y yo también contaba… Tengo eso de querer contar historias… Me crié con el payador Santos Rubio: él iba a esas fiestas campesinas y se quedaba una semana en la casa, en el fundo Las Nieves, en Yumbel. Todavía existen esas fiestas como expresiones de amor a la tierra”.
Y después a Santiago…
“Sí, a los nueve años de edad me vine a Santiago, pero nunca he perdido el contacto con mi familia. Vuelvo una vez al mes y a casi todas las fiestas”.

El amigo títere

¿Cómo y cuándo conoció el títere?
“Fue en Santiago. Una vez leí que Alejandro Jodorosvki lo usaba. Entonces, empecé a buscar material y a relacionarme con gente que lo cultivaba y que ha viajado a España y Brasil”.
¿La comunicación es más fácil?
“Sí, el cuerpo del títere habla por sí solo. No hace razonamientos, sólo ejecuta lo que siente, lo que vive en el momento”.
¿Pero hay algún factor emotivo?
“Sí, soy muy emocional y costumbrista, no conservadora, y asumo las cosas de frente y con el corazón limpio. La obra que estrenamos refleja eso: cómo las estaciones surgen del amor, de las emociones”

LEOPOLDO PULGAR IBARRA

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 700, del 11 al 24 de diciembre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl
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