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Los horrores de la dictadura militar

El magnicidio de
Frei Montalva

 

La decisión del ministro de la Corte de Apelaciones de Santiago, Alejandro Madrid Croharé, de procesar a seis personas por el asesinato del ex presidente de la República Eduardo Frei Montalva en enero de 1982, mientras se recuperaba de una segunda intervención quirúrgica en la Clínica Santa María, reabrió la puerta de los horrorosos crímenes cometidos por la dictadura del general Augusto Pinochet.
El juez Madrid acusó a cuatro médicos, al chofer del ex mandatario y a un agente de los servicios de inteligencia de la dictadura -Dina, Dine y CNI- como autores, cómplices y encubridores de la conspiración para eliminar a Frei, envenenándolo con repetidas dosis de gas mostaza y talio.
El magistrado llegó a la conclusión de que el ex jefe de Estado, que a la época del asesinato encabezaba la oposición a la dictadura, fue inoculado con esos elementos patógenos, burlando los controles establecidos por la clínica, la familia y amigos del ex mandatario que intentaron protegerlo.
Como autores del homicidio fueron detenidos el doctor Patricio Silva Garín, coronel (r) de Sanidad del ejército, actual jefe del Departamento de Contraloría del Hospital Militar; Luis Alberto Becerra Arancibia, ex chofer de Frei; y Raúl Lillo Gutiérrez, ex agente acusado también por el asesinato del químico Eugenio Berríos, asesinado en Uruguay. Becerra era informante de Lillo, el agente que la Dine había destinado a espiar los movimientos del ex presidente.
En calidad de cómplice fue procesado el doctor Pedro Samuel Valdivia Soto, ex médico de la Dina y de la Clínica Santa María; como encubridores fueron sindicados los médicos Helmar Rosenberg y Sergio González, patólogos de la Universidad Católica, quienes hicieron la autopsia del ex gobernante opositor a Pinochet.
Una diligencia clave en la investigación la efectuó el juez Alejandro Madrid el 28 de noviembre. En la Clínica Santa María reconstituyó los momentos previos a la muerte de Frei Montalva el 22 de enero de 1982, y la misteriosa autopsia realizada en la misma habitación donde falleció, cuyos resultaron permanecieron ocultos por más de veinte años en el Departamento de Anatomía Patológica de la Facultad de Medicina de la Universidad Católica.
Diversas pericias a las osamentas de Frei, exhumadas en el Cementerio General, constataron que fue envenenado con talio y gas mostaza.

El enemigo en casa

El momento propicio para el crimen, según la investigación judicial, fue facilitado por el chofer Luis Alberto Becerra al agente Raúl Lillo, miembro de una brigada de la Dine que intervino los teléfonos de Frei Montalva y que mantenía estricto control sobre todos sus movimientos.
El juez Madrid reveló que a las sustancias tóxicas mencionadas, se agregó “la aplicación de un producto farmacológico no autorizado denominado Transfer Factor y por la ocurrencia de diversas situaciones anómalas que pudieron ser disimuladas como inadvertencias o negligencias que paulatinamente deterioraron su sistema inmunológico y facilitaron la aparición de bacterias oportunistas tales como las denominadas bruteo pyulgalis y candida altas”.
Estas “resultaron ser la causa final de su muerte y dieron la apariencia que su deceso ocurrió por complicaciones derivadas de las intervenciones quirúrgicas a que fue sometido haciendo imperceptible la intervención de terceros en su fallecimiento”, dice la resolución del magistrado.
Frei Montalva ingresó a la Clínica Santa María el 18 de noviembre de 1981 para operarse de una hernia en el esófago. Los reflujos de los ácidos estomacales no le permitían llevar una vida normal. Tenía que hacer dieta, dormir semi sentado y consumir antiácidos. Después de consultar sobre los riesgos de una intervención, decidió operarse. Sus médicos de cabecera, Alejandro Goic y Patricio Silva Garín, le dijeron que no era necesario hacerlo en el extranjero. La intervención la realizó el doctor Augusto Larraín Orrego, uno de los mejores especialistas del país. La recuperación fue normal y a los pocos días lo dieron de alta. Pero a los diez días empezó a sentirse mal; padecía una rebelde estitiquez. Goic y Silva concluyeron que tenía una obstrucción intestinal y que había que operar otra vez. Así lo hicieron el 6 de diciembre de 1981. Operó Silva con Goic presente. Parecía algo simple pero encontraron adherencias de gran tamaño y fue necesario cortar un trozo de intestino.

Drama en la
Clínica Santa María

El mayor peligro era que microbios del tubo intestinal pasaran a la cavidad peritoneal y dieran inicio a una infección. El equipo médico hizo una prolija limpieza y cerró la herida. El postoperatorio pareció favorable.
Dos días después la enfermera María Victoria Larraechea, hermana de la esposa de Eduardo Frei Ruiz-Tagle, y el médico Juan Luis González, visitaron a Frei Montalva y lo encontraron con un catéter abierto y sangrando profusamente. Su herida estaba infectada. Presentaba una peritonitis aguda, insuficiencia respiratoria y renal aguda y una agresiva diarrea que lo deshidrataba.
Médicos de la clínica mencionaron en el proceso judicial al doctor Pedro Valdivia como presente en diversos momentos en la habitación del ex presidente, situación que nunca pudo explicar el aludido, quien ha dicho que en esos días estaba de vacaciones. Valdivia también está procesado por el juez Madrid en el crimen del cabo Manuel Leyton, asesinado con gas sarín en marzo de 1977 en la Clínica London, de la Dina, donde Valdivia prestaba servicios.
El abogado de la familia Frei, Alvaro Varela, ha expresado que en algún momento ingresó a la habitación de Frei Montalva el químico de la Dina, Eugenio Berríos, probablemente autor material de la inoculación de veneno en el paciente.
El doctor Goic recibió un llamado urgente de la clínica. La presión arterial de Frei había caído a cerca de 0 y la fiebre se disparaba: sufría un shock séptico ocasionado por una infección.
Se llamó de inmediato al doctor Sergio Valdés, especialista en infecciones, y al enfermo se le suministraron antibióticos y se le conectó a un ventilador mecánico. Como no respondía se optó por una tercera intervención, esto fue el martes 8 de diciembre, para efectuar un aseo quirúrgico completo. Al salir del quirófano el paciente respondió bien: disminuyó la temperatura y se estabilizó la presión. Sin embargo, en las horas siguientes presentó nuevas complicaciones. Los médicos optaron por someterlo a una hemodiálisis para aliviar el funcionamiento de los riñones, muy complicados por el exceso de antibióticos. Frei siguió con drenajes y conectado a ventilación mecánica.

Asesinos de bata blanca

El 17 de diciembre fue sometido a una cuarta operación para limpiar la cavidad peritoneal, invadida por sustancias purulentas producidas por una infección que se hacía incontrolable. En la clínica se reunió un selecto grupo de médicos los doctores Vicente Contreras, Juan Luis González, Gonzalo Sepúlveda, Ramón Valdivieso, Juan Pablo Beca, Mauricio Parada, Carlos Zabala y Juan Reyes, para decidir el curso de acción.
Alguien cercano a la familia recibió un llamado telefónico afirmando que un paramédico de apellido González estaba envenenando al ex mandatario. Pero no había nadie con ese apellido y hoy se presume que pudo ser la falsa identidad del químico Berríos.
Los esfuerzos médicos fueron inútiles. Frei Montalva sufrió progresivas fallas que culminaron con su muerte a las 17:00 del viernes 22 de enero de 1982, cinco días después de cumplir 71 años. Minutos después de su fallecimiento llegaron a la Clínica Santa María los médicos patólogos de la Universidad Católica, Helmar Rosenberg Gómez y Sergio González Bombardiere, y el auxiliar Humberto Gallardo, para embalsamar el cadáver y efectuar una autopsia. El equipo había sido enviado por el doctor Hernán Barahona, aparentemente a petición de los médicos de la familia Frei, Patricio Rojas y Patricio Silva. Rosenberg aseguró al juez Madrid que ellos sacaron muestras del hígado, riñones y pulmones de Frei, tarea que concluyeron cerca de las 21 horas. Más tarde, en el Hospital Clínico de la UC, fotografiaron las vísceras y prepararon muestras para someterlas más tarde a microscopía electrónica. Agregó que, a mediados de marzo de 1982, tras concluir las pruebas de laboratorio, escribió un protocolo manuscrito que entregó al doctor Hernán Barahona. Después, se reunió con Rojas y Silva para darles a conocer los antecedentes recogidos, sin que ellos pidieran otros análisis.
La autopsia de Frei permaneció extraviada durante casi 20 años, hasta que en enero del 2003 fue encontrada en un archivo de la UC, rotulada como NN.
El juez Madrid concluyó que los médicos Rosenberg y González fueron claves en el encubrimiento del homicidio, tras destruir los órganos que extrajeron al cuerpo durante la autopsia.
El juez Alejandro Madrid señala acusador: “la desprotección de la seguridad del ex mandatario por parte de la autoridad gubernamental y policial” que permitió al régimen militar controlar sus actividades y la “infiltración en su círculo más cercano de personas que obedecían a los citados organismos de seguridad del régimen militar y otros que formaban parte activa del ejército de Chile”. La referencia alude sobre todo al doctor Patricio Silva Garín que fue subsecretario de Salud en el gobierno de Frei Montalva y que era su amigo personal. Asimismo, el magistrado recuerda los asesinatos del ex comandante en jefe del ejército, general Carlos Prats González, y de su esposa, Sofía Cuthbert, del ex canciller Orlando Letelier del Solar y su ayudante, Ronny Mofit, y el atentado al ex vicepresidente Bernardo Leighton Guzmán y su esposa, Anita Fresno, perpetrados en Buenos Aires, Washington y Roma, respectivamente. Habían provocado tal conmoción internacional que a la dictadura se le hacía imposible usar explosivos o armas de fuego contra Frei. Por eso, señala el magistrado, la dictadura optó por un procedimiento “que significaba que el hecho punible resultara imperceptible para todos, con exclusión de los que participaron en él, aprovechando las circunstancias de indefensión en que se encontraba la víctima producto de su enfermedad y prolongada estadía en un establecimiento hospitalario”.

MANUEL SALAZAR SALVO

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 700, del 11 al 24 de diciembre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl
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