Benedetti en el recuerdo
Usted no me
va a creer
MARIO Benedetti y su secretario, Ariel Silva, autor de este artículo.
El pasado 17 de agosto se cumplieron tres meses de la muerte de Mario Benedetti.Con ese motivo, solicitamos a quien fue su secretario y amigo, Ariel Silva Colomer, que escribiera algunos de sus recuerdos sobre el gran poeta y literato uruguayo.
Ariel Silva (montevideano, 50 años, casado, dos hijos, autor de un libro de cuentos), acompañó a Benedetti en sus últimos tres años de vida. En la actualidad sigue vinculado a su obra, trabajando en la Fundación Mario Benedetti, depositaria de la biblioteca, el archivo y la correspondencia personal del poeta. Parte de su biblioteca en Madrid -donde vivía la mitad del año- fue donada al Centro de Estudios Iberoamericanos Mario Benedetti, de la Universidad de Alicante. Al morir su esposa, Luz López, en abril de 2006, Benedetti fijó su residencia en el barrio Centro de Montevideo. En ese departamento trabajó hasta sus últimos días corrigiendo un libro que quedó inédito, Biografía para encontrarme.
Ariel Silva, que comenzó a trabajar con Benedetti a principios de mayo de 2006, relata para Punto Final una experiencia que fue, por sobre todo, una sólida amistad con un gran hombre de estos tiempos
PF
“Usted no me va a creer”… le decía la gente, y allí comenzaba una historia que tenía que ver con la vida y su poesía. Le contó un hombre, decidido a suicidarse, que luego de leer Inventario I prefirió no hacerlo; le contó una pareja que leyendo sus poemas se enamoraron y casaron, y luego, al tiempo, se divorciaron y al reencontrarse en un recital suyo, lo volvieron a leer y se volvieron a juntar; y tantas otras historias… Y Mario les creyó. Cómo no iba a hacerlo si justamente tenía la capacidad de tomar de lo cotidiano, de la gente común, esos trozos de vida y devolverlos en verso, universalizándolos.
Dijo una vez el escritor mexicano José Emilio Pacheco: “Mario ha escrito lo que muchos sentíamos que necesitaba ser escrito”. Esa identificación del lector era permanente, y se correspondía sin duda con su condición de agudo observador de la realidad, con su síntesis de forma y contenido en la denuncia y su compromiso en la trasformación.
Lejos del discurso hegemónico, interpelando al lector, arrimando a la poesía a un público impensado para este género, Mario se fue haciendo nuestro referente, pero sin alejarse de nuestro lado: era nuestro “próximo-prójimo” como le gustaba decir. Como ha expresado su querido amigo Eduardo Galeano: “Mario ha hecho una literatura que es huella digital de todos nosotros…, y lo ha hecho a partir de un principio de honestidad que es el que también rige cada uno de los actos grandes y pequeños de su vida”.
En los almuerzos, en la calle, en todas partes, la gente lo felicitaba, lo saludaba y lo elogiaba. Contestaba ante el halago un poco ruborizado: “Bueno, bueno, no será para tanto”. No importaba que se le enfriara la comida, sólo se disculpaba amablemente si tenía programado otro compromiso, pues era muy riguroso con la puntualidad. Demostraba un sincero interés por la opinión de sus lectores y cuando alguien le contaba un problema, siempre escuchaba atentamente y preguntaba: “¿En qué te puedo ayudar?”.
Táctica y estrategia
Mi táctica es
mirarte
aprender como sos
quererte como sos
mi táctica es
hablarte
y escucharte
construir con palabras
un puente indestructible
mi táctica es
quedarme en tu recuerdo
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
pero quedarme en vos
mi táctica es
ser franco
y saber que sos franca
y que no nos vendamos
simulacros
para que entre los dos
no haya telón
ni abismos
mi estrategia es
en cambio
más profunda y más
simple
mi estrategia es
que un día cualquiera
no sé cómo ni sé
con qué pretexto
por fin me necesites
Mario trató los grandes temas de la humanidad, por lo que sus texto son requeridos desde los lugares más insospechados. Se han solicitado, por ejemplo, para la tapa de un libro de matemáticas, para el Plan de Alfabetización en escuelas de todo el mundo, y desde muchísimos lugares más. En una oportunidad, recibimos un llamado de profesionales especializados que trabajan con adolescentes marginados adictos a la droga. Al comienzo nos asombramos, pero resultó que entre sus actividades estaba la lectura de poesía. Los recibió en su casa y una de las sicólogas nos sorprendió con su comentario. Encontró en el poema Táctica y estrategia, la perfecta síntesis del trabajo que venía desarrollando con los jóvenes. Mario se emocionó profundamente. Se puso a las órdenes y les regaló los tres tomos de Inventario para que integraran su biblioteca.
Regularmente recibíamos pedidos para entrevistarlo de medios de todas partes del mundo; pero también de jóvenes autores que mandaban sus manuscritos o de escolares que, conociendo algo de su obra a través de sus maestros, sentían la inquietud de preguntar. No dejaba de cumplir con ninguno y casi siempre daba prioridad a los niños y jóvenes. Con esa ingenuidad infantil que nos da la capacidad de asombro, Mario examinaba con rigurosidad los textos o las preguntas y siempre exponía sus comentarios en forma sencilla pero profunda, buscando dar una opinión alentadora en algún punto, esperanzadora en el contenido. Y siempre, siempre, recomendaba leer a otros, sobre todo a los clásicos.
Etica y estética
Dice su entrañable amigo el músico Daniel Viglietti, con quien nos reuníamos a menudo, que en Mario está verdaderamente incluida la ética en la estética, y ha dicho también la escritora Sylvia Lago (actual presidenta de la Fundación Mario Benedetti) que Mario saca el texto del propio contexto. Verdaderamente, se lo veía natural en su actividad creativa. Aparecía un tema de su contacto cotidiano con la realidad, y eso le ofrecía un hallazgo, que tenía la capacidad de expresar con certeza y novedad, con una autenticidad que barría de un plumazo con la falsa retórica. ¿Cuántas veces acudimos a sus palabras para decir algo acabado y comprensible, con eficacia?
Mucha gente dice hoy que tiene pena de no haberlo conocido en persona, y yo contesto: lean su obra, Mario está en ella como pocos. En su vida, defendió sus principios hasta en los mínimos detalles. Su honestidad se manifestaba también en cada actitud. Cuando recién comencé a trabajar con él descubrí éstas y otras características de un hombre con un gran gusto por el diálogo, una cálida sencillez y un inteligente sentido del humor. Al comienzo, estábamos más tiempo planificando qué hacer -y conversando de literatura y actualidad- que realizando una tarea concreta. Mario atendía el teléfono, responsabilidad que luego me fue delegando de a poco. A pesar de tener un contestador, no dejaba correr la cinta para saber quién era. En uno de esos días le llamaron y contestó. Se trataba de una agencia internacional de noticias, pues la nombró. Ante el requerimiento del periodista (que no puedo imaginar) Mario respondió con serenidad: “Le pido disculpas, pero de ese tema no estoy bien informado. Si usted desea puede dejarme la inquietud, yo lo estudio, me llama en unos días y veré si tengo opinión formada”. Su humildad y su honestidad intelectual eran primordiales para él. Nunca le pregunté sobre qué tema quería indagar el periodista, pero seguramente éste habrá quedado sorprendido, ya que hoy, para muchas personas públicas, parece más importante el opinar que la propia opinión.
Su sentido del humor era siempre un guiño cómplice, y ayudaba a sobrellevar el reconocimiento de la cruel verdad que se esconde debajo de la realidad. Uno de sus famosos aforismos es: “El optimista es un pesimista mal informado”. En su literatura el humor sirve como un destello que ilumina los sentimientos más oscuros, “un catalizador”, lo calificaba el crítico Angel Rama.
Somos militantes de la vida
Por qué cantamos
M. Benedetti y A. Favero
Si cada hora vino con su muerte,
si el tiempo era una cueva de ladrones,
los aires ya no son tan buenos aires,
la vida nada más que un blanco móvil
y usted preguntará por qué cantamos...
Si los nuestros quedaron sin abrazo,
la patria casi muerta de tristeza,
y el corazón del hombre se hizo añicos
antes de que estallara la vergüenza
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque el río está sonando,
y cuando el río suena suena el río.
Cantamos porque el cruel no tiene nombre
y en cambio tiene nombre su destino.
Cantamos porque el niño y porque todo
y porque algún futuro y porque el pueblo.
Cantamos porque los sobrevivientes
y nuestros muertos quieren que cantemos.
Si fuimos lejos como un horizonte,
si aquí quedaron árboles y cielo,
si cada noche siempre era una ausencia
y cada despertar un desencuentro
Usted preguntará por qué cantamos...
Cantamos porque llueve sobre el surco
y somos militantes de la Vida
y porque no podemos, ni queremos
dejar que la canción se haga cenizas.
Cantamos porque el grito no es bastante
y no es bastante el llanto, ni la bronca.
Cantamos porque creemos en la gente
y porque venceremos la derrota.
Cantamos porque el Sol nos reconoce
y porque el campo huele a primavera
y porque en este tallo, en aquel fruto
cada pregunta tiene su respuesta...
(“Canciones del desexilio”, 1983).
Cuando teníamos que realizar algún trámite en la maraña burocrática del Estado -que tanto criticó en Poemas de la oficina, Cuentos montevideanos y otros textos- y la gente lo veía sentado con un número en la mano aguardando ser atendido, merodeaban cuestionándose: “¿Será, no será?” Finalmente, alguien se acercaba y le preguntaba. Entonces se iban amontonando, hasta que todo concluía con un aplauso cerrado. Algunos no entendían que no tuviera o pidiera un tratamiento especial y se sorprendían de verlo allí, y otros sabiendo que nunca lo haría movían su cabeza afirmando y exponían su mejor sonrisa, con un signo de aprobación y reconocimiento.
Cuando vino a Uruguay el ex presidente de Estados Unidos, G. W. Bush, se organizó una marcha por la avenida principal en contra suya y sus políticas intervencionistas y genocidas en el mundo. Mario, a pesar de sus años y las dolencias que padecía, no podía realizar la marcha pero igualmente quiso participar y fuimos. Recuerdo que estaba también nuestra amiga Louise Popkin, importante luchadora norteamericana que, estando en ese momento en Montevideo, vino especialmente a sumarse a la protesta. Nos apostamos en la esquina del domicilio de Mario, por donde pasaba la columna de gente marchando. No tardaron en reconocerlo, allí parado, aplaudiendo, y comenzaron a acercarse. En pocos minutos aparecieron personas con sus celulares a fotografiarse junto a él, jóvenes corriendo con libros que adquirían rápidamente en las librerías de la zona, para solicitarle su firma. Con su amabilidad característica se fue disculpando y retirando mientras comentaba: “Vamos, vamos, que lo último que quiero es distraer la marcha”.
Estar junto a Mario fue recibir enseñanza y ejemplo, al ver de cerca su compromiso por lo humano. Practicó un lema que le trajo muchos dolores de cabeza: “Predicar con el ejemplo”. No solamente no cedió ante el más cruel autoritarismo, sino que en las pequeñas cosas se mantuvo igualmente respetuoso, modesto, generoso. Si el diez por ciento de los que lo lloramos siguiéramos su ejemplo, el mundo seguramente sería mejor.
Están en algún sitio
Mario fue uno de los escritores de habla hispana más galardonados, pero no le gustaban los grandes agasajos. Mantenía su bajo perfil y alzaba su voz desde las letras. Contribuyó calladamente con entidades vinculadas a los derechos humanos, y mientras vivió no quiso que se supiera este hecho. Ahora, en un homenaje póstumo Madres y Familiares de Detenidos Desaparecidos en Uruguay, cuentan sobre su desinteresada colaboración. Así se supo de su aporte a la lucha contra la Ley de Caducidad (que mantiene impunes a los homicidas y torturadores en nuestro país), y a las investigaciones de desapariciones. Su postura es conocida también por sus artículos de opinión y la denuncia permanente de las aberraciones cometidas por las dictaduras en América Latina.
Recuerdo su opinión ante la muerte de Pinochet: “Pinochet fue un dictador que no sólo organizó el derrocamiento y el asesinato de un presidente democráticamente electo, como Salvador Allende, sino que además fue muy cruel con una parte muy importante de su pueblo. Además, en este tema como en tantos otros, le abrió las puertas a la CIA. Pinochet afrontaba un proceso inconcluso por asesinatos y violaciones a los derechos humanos durante su régimen. Ese juicio no pudo concluirse, porque la muerte le ganó a la justicia, pero ya la historia lo había juzgado y lo había condenado”.
Contra los olvidadores
“La palabra es probablemente la mayor dificultad con que se enfrentan los olvidadores profesionales, porque la vocación congénita de la palabra no es omitir, sino nombrar, así como la justicia está para juzgar. El ser humano es el protagonista de lo dicho, la palabra su instrumento. La persona decide decir o no decir”. Mario decidió decir, y en sus escritos tuvo la palabra certera, la que hoy no encontramos para nombrarlo como él lo haría con alguien como él. Sus versos nos conmovieron con una mirada humana puesta en sus homenajeados: Ernesto Che Guevara, Salvador Allende, Raúl Sendic, Zelmar Michelini, Soledad Barrett , Roque Dalton, José Artigas, entre otros. Hoy nos hace falta un Mario que nos haga un poema sobre la falta que Mario nos hace.
Pasatiempo
En el hall del Palacio Legislativo, al pie del ataúd, la gente fue dejando flores, poemas, lapiceras, fotografías, sentidos homenajes de un pueblo que desfiló delante del poeta durante todo el día. Se formó una larga fila para ingresar y pasar visiblemente consternados, como si no pudieran creer. Al día siguiente, al paso del cortejo, a paso de hombre, como se merecía, lo fuimos llorando de nuevo hasta el Cementerio Central. Las calles repletas, la gente salía de sus casas, de los talleres, de los negocios, de las escuelas a verlo pasar, a aplaudir con manos callosas, con manos de rezar, con manitos de niño, con manos de hacer, y todos esperamos la llegada de otro verso, el más triste.
ARIEL SILVA COLOMER
En Montevideo
(Publicado en Punto Final, edición Nº 693, del 4 al 17 de septiembre de 2009. Suscríbase a PF.
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