Plantea el profesor Carlos Pérez Soto
Tiempo de cambio para la Izquierda
Desde hace tiempo el profesor Carlos Pérez Soto realiza labores académicas en la Universidad Arcis. Originalmente profesor de física, se ha especializado en epistemología y filosofía, en marxismo, sicología y en la obra de W.F. Hegel. Entre sus libros destacan Sobre un conocimiento histórico de la ciencia; Para una crítica del poder burocrático. Comunistas otra vez; Desde Hegel para una crítica radical de las ciencias sociales (aparecido en México) y Proposiciones en torno a la historia de la danza. Con motivo de la publicación de su último libro, Proposición de un marxismo hegeliano (Editorial Arcis), PF entrevistó al profesor Carlos Pérez Soto.
¿Qué lo llevó a publicar este libro?
“Creo necesario darle fundamento a un marxismo revolucionario, que sea capaz de trascender el marxismo del siglo XX para abordar el siglo XXI. Que se sacuda de la teorización de los problemas del socialismo real y haga una fundamentación marxista que tenga que ver con el futuro. En Europa hay un retorno a Marx, y también en América Latina y otros continentes, ante el agotamiento de la perspectiva neoliberal. En América Latina se habla de socialismo del siglo XXI, que es más que una etiqueta de lo que se llamaba antimperialismo. Estamos sometidos a la ideología del poder, del polo hegemónico, que es coherente y completo. La respuesta debe ser del mismo tipo, debe estar a su altura. Por eso recurro a Marx y a Hegel, haciendo de este último una lectura marxista, apropiándome de su historicismo y de su actitud, que consideraba que sin pasión nada grande se ha hecho en la historia.
Existen formas de dominación muy distintas a las clásicas. En Chile es evidente una paradoja. El país que tiene el mayor desarrollo neoliberal y la mayor desigualdad en el ingreso es, al mismo tiempo, uno de los países más estables políticamente. ¿Cómo aclarar ese misterio? ¿Cómo explicar, por ejemplo, que no exista un proyecto nacional en Chile? El discurso neoliberal hegemoniza todo, incluyendo a la Concertación, y la idea misma de un proyecto nacional parece un arcaísmo sin sentido. Tampoco se valora la vinculación con América Latina”.
Crear un sujeto popular
¿A qué atribuye que se haya producido esta situación? ¿Sólo a la derrota?
“No, en absoluto. Es producto de la democracia, no de la dictadura. Pienso que con la dictadura la Izquierda se disculpa de su impotencia histórica. Parte de la estabilidad política se debe a que a una proporción muy importante de chilenos les ha ido mejor. Ha subido el estándar de vida, que actúa como estabilizador de la política. No se puede entender el fenómeno si se hace el análisis con lo peor del capitalismo: con la pobreza absoluta, con el 20% que está con la soga al cuello, con el otro 20% que apenas alcanza a comprar lo que necesita, si se pone el énfasis en el endeudamiento de la gente. Con ese criterio, no se entiende que a pesar de todo la conducta política sea conservadora. La abstención y la no inscripción no son explicaciones. Cuando disminuye la abstención aumenta la derecha; porque no se trata de gente de Izquierda desencantada. En su mayoría es un voto de derecha pasiva, que ante una emergencia es capaz de ir a votar. Creo que hay una dominación interactiva. Una capacidad de involucrar a los dominados en la lógica de la dominación. Y ante eso, no se trata de levantar o reconstruir un sujeto popular, sino de crearlo, porque ha sido destruido”.
¿Cuáles son los elementos principales de esa dominación: el consumismo, el manejo de los medios de comunicación, la tarjeta de crédito?
“Eso está bien articulado. Sin embargo, lo que me sorprende es que todo el mundo sabe cuáles son esos elementos menos, al parecer, la gente de Izquierda, que ha construido un discurso que es al mismo tiempo triunfalista y catastrofista. El capitalismo está a punto de derrumbarse, la revolución está a punto de triunfar. Y en eso se han equivocado monstruosamente, una y otra vez. Con esa actitud, el más mínimo movimiento social es el gran giro histórico que nos conduce a la revolución. La Izquierda es, a menudo, autocomplaciente en sus exigencias y omite los trasfondos sociales de su impotencia histórica. Allí reside también su dificultad para dialogar con los trabajadores, ya que se ha ido arrinconando junto a los pobres. ¿Y qué sucede? Los trabajadores no son los más pobres. Los más pobres son los que no tienen trabajo, los marginados. Si no hace una política enfocada a la pobreza, es perfectamente posible una salida socialdemócrata: medidas de redistribución, aumento de las oportunidades, etc.
Por mi parte, creo que hay que tratar de entender las contradicciones que tensionan a los trabajadores. La Izquierda no ha entendido lo que significa la cualificación del trabajo. Sostengo que Marx ya lo había descrito. En 1860 predice el aumento del salario real y que la fuerza de trabajo será más costosa por la combinación de factores como la competencia, la cualificación de los medios de producción y la presión del movimiento obrero. Tuvo razón. Los marxistas, sin embargo, cambiaron el sujeto revolucionario: de los obreros pasaron a los campesinos y de los campesinos a los pobres.
Siempre el sujeto han sido los ‘asalariados’. Es un falso problema identificar a los asalariados exclusivamente con los obreros industriales o los trabajadores de servicios. El problema reside en la producción de riqueza y en la extracción de plusvalía. Por lo tanto, desde un punto de vista marxista es un falso problema que haya un nuevo proletariado y un proletariado tradicional, porque no se trata de la ‘forma’ del trabajo, sino de la producción de riqueza y la producción de plusvalía. Todos los que producen riqueza constituyen el posible sujeto revolucionario. Hay, eso sí, un problema que complica al marxismo tradicional: hay asalariados que no producen riqueza sino que usufructúan -junto con la burguesía- del reparto de plusvalía. Hay, entonces, un salario burocrático y un estamento burocrático que debe ser considerado. Hay un bloque dominante en el que se produce el reparto de plusvalía -entre la burguesía y la burocracia- a costa de los productores inmediatos. Creo que se puede hablar de salario burocrático cuando se recibe un salario que excede el valor de la fuerza de trabajo, vale decir que no corresponde al costo de producción y reproducción de su fuerza de trabajo.
Este tema es actualmente muy contingente. En la crisis financiera, los grandes capitales son afectados y a menudo su responsabilidad es menor al lado de la que tienen los administradores. Quiebran los bancos y los administradores cobran millones y millones de dólares y se van a su casa. Las víctimas son los pequeños accionistas, que son capitalistas, y los trabajadores. Eso todos lo saben, pero el fenómeno de la apropiación burocrática de la plusvalía ha sido mejor tratado por los liberales que por los marxistas. Sirve más John Kenneth Galbraith que la crítica trotskista al stalinismo, que es más política que económico-social. Galbraith hace una crítica muy aguda, desde el punto de vista capitalista.
En ese contexto, el enemigo de clase no sólo es el capital, sino también el Estado, que se paga a sí mismo la mayor parte de los sueldos. Todos los estudios que se han hecho en Chile sobre el rendimiento real del gasto social muestran que la mayor parte de los recursos se gastan en repartir la plata. En Chile, el Estado consume el 25% del Producto Interno Bruto. Esos recursos sirven también para cooptar a los que se perfilan como potenciales líderes sociales, a los intelectuales, a los artistas, etc. Para nosotros, por lo mismo, el problema es ahora la democracia y no la dictadura. Por supuesto que uno no está en contra de la democracia, pero se trata de qué hacer con ella, cómo ponerla al servicio del pueblo”.
Por una nueva Constitución
¿Y cuáles serían las soluciones?
“Hay que armar una Izquierda extraparlamentaria que dé la pelea a nivel municipal. Allí está el campo de batalla. Es inútil tratar de reformar la ley electoral para tener 4 ó 5 diputados, porque se forja la ilusión de que empezamos a decidir algo. En el mejor de los casos se conservarán los equilibrios, porque junto con obtener un pequeño número de diputados aumentarán por el otro lado, para seguir controlando el Congreso entre la Concertación y la derecha.
Lo que es absolutamente indispensable es una Asamblea Constituyente y una nueva Constitución. Hay que desarrollar un movimiento que fuerce la convocatoria a un plebiscito para la Constituyente que deberá generar la nueva Constitución. Será necesario un programa mínimo, de clara radicalidad política, que se identifique con el movimiento popular. El sujeto popular puede surgir solo, pero necesitará organización, y el programa debe ayudar a potenciarlo en una interacción permanente.
En ese programa mínimo hay que considerar la nacionalización del cobre, sobre todo por una razón política. Apunta a la soberanía nacional y sustenta una política general de control de las riquezas básicas que tendrá que ver con los royalties y con medidas como la nacionalización del agua.
Solamente una nueva Constitución puede desarmar los amarres y garantías que han establecido los sectores dominantes.
En ese programa mínimo hay que considerar una drástica reducción de los intereses usurarios que gravan las deudas y que pesan fuertemente en los hogares. Sería una medida que ni siquiera tendría carácter revolucionario, pero sí radicalidad. Y deberían incluirse medidas de descentralización y disminución del poder del Estado, que deberá transferirse a los ciudadanos”.
Izquierda y Concertación
¿Cuál sería el papel de los partidos de Izquierda?
“Habrá que acostumbrarse a trabajar en red con partidos, movimientos y colectivos disímiles. Deberíamos pensar en una Izquierda formada por muchas Izquierdas, que necesitarán más que una sola línea un espíritu común. Los marxistas son una parte de esas Izquierdas: hay que contar con los ecologistas, anarquistas, humanistas, cristianos, etc. No hay que perder tiempo en discutir sobre las formas de organización. Hay que concentrarse en el programa y en las formas de lucha viables. Será, sin duda, una pelea larga, pero estamos en condiciones mucho mejores que las que tuvo que enfrentar Marx. Las ideas de Izquierda ya ‘no ofenden al sentido común’, aun cuando la hegemonía cultural de la derecha parezca avasalladora.
En todo caso, es claro que la política de las Izquierdas debe ir por fuera de la Concertación, ya que el papel de ésta es precisamente frenar las iniciativas populares. Es por eso que el imperialismo confía más en la Concertación que en la derecha”.
Problemas medioambientales
¿Qué queda de los socialismos reales?
“Para nuestros efectos, nada. Tendrían sentido si estuviéramos frente al modelo de acumulación capitalista. Ese modelo ya no existe, ya no estamos frente al capitalismo industrial ni frente al imperialismo simple, con lucha interpotencias, formas de dominación física, etc. Ahora estamos en otra. Los socialismos reales quedaron relegados a la historia. Cuando se piensa en el futuro no tiene sentido el pasado. En una derrota el pasado es para justificar lo que pasó”.
La actualidad y urgencia de los temas medioambientales cuestiona la sustentabilidad de una sociedad de hiperconsumo, depredadora de los recursos naturales y de los hidrocarburos. ¿Cuál es su opinión?
“Hay una cuestión básica: el capitalismo no se va a suicidar ni va a ser arrastrado a la catástrofe por ‘la ceguera de su codicia’. Esa es una exageración moralizante. Tal como la política de seguridad ciudadana mantiene atemorizados a los ciudadanos frente a los pobres, la ‘catástrofe global’ atemoriza a los ciudadanos ante la escasez y genera una suerte de histeria colectiva. Que Al Gore se preocupe del calentamiento global me parece sospechoso. Es evidente que el problema existe. Pero la Izquierda debe tener una actitud propia, independiente, crítica, y tener confianza en la capacidad de la humanidad para organizar sociedades sustentables respetando el medioambiente. Los capitalistas no son capaces de hacerlo y chocan con los burócratas, con lo que plantean un falso dilema de saltar de la sartén capitalista a las brasas de los administradores burocráticos. Los burócratas tienen razón cuando dicen que la culpa la tienen los capitalistas, pero que tengan razón no justifica que les prestemos nuestro apoyo.
Hasta un antimarxista comprende que la matriz energética basada en el petróleo no tiene sentido y hay que cambiarla. Pero no para industrializar menos. Hay que usar con alta intensidad la tecnología para hacer compatible la industrialización con el ambiente. Ya tenemos las tecnologías necesarias. Somos la única sociedad de la historia humana que tiene más soluciones que problemas. Nuestros problemas son perfectamente dominables, lo que en términos doctrinarios significa que están dadas las bases para el comunismo. No hace falta una revolución tecnológica, se trata de un problema político. Ya se producen alimentos suficientes para toda la humanidad: lo que pasa es que un tercio de la humanidad come tres veces más que el tercio postergado. Eso es lo que hay que cambiar”
HERNAN SOTO
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 676, 5 de diciembre, 2008)
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