Dramaturgo Juan Radrigán
“La verdad ya no
sirve para nada”
Juan Radrigán
Ateo y libertario, el muchacho septuagenario que es Juan Radrigán viene a Valparaíso con frecuencia a dictar clases de dramaturgia. Sin quejarse de malestares del cuerpo, el autor teatral sube y baja escaleras como lo haría un cabro de 15.
El creador gruñe a causa del “poder bellaco”. Se siente aborrecido por todos los regímenes que le ha tocado vivir, porque siempre hay algo que le molesta. Critica a los gobiernos de la Concertación, porque “se han ido al chancho”. No vota porque “bota a todos los políticos”. Aún más, reafirma su vocación de autodidacta, asegurando que no es necesario estudiar, menos ahora que las universidades “tienen la maldita costumbre de cobrar”, además que, como dice el refrán: “Lo que Natura non da…Salamanca non presta”
KAREN HERMOSILLA
¿Usted es autodidacta?
“Sí, porque no hay nada que aprender. Leer no más, eso hay que hacerlo, y harto. En este país se leen muchas portadas y solapas. Conozco libreros expertos en solapas, los huevones. Y claro, hablan, pero si uno les pregunta de la obra, no saben qué decir; se saben lo de la solapa para vender. No más”.
¿Fue obrero textil?
“Sí, ¿y qué tiene eso? No es aval para nada. Entre mil debe haber 800 huevones que fueron obreros y que hicieron de todo en su vida. Eso no significa absolutamente nada para escribir”.
¿Y no da experiencia la fábrica?
“Bueno…¡y la vida también! La fábrica no te da nada, pura rabia no más. Te da huelgas y esas cosas, pero nada que no te dé la calle. La explotación no es cosa de ahora, viene desde muy atrás y va a seguir. Yo opino sobre la explotación y la bellaquería exactamente lo mismo que opinaba hace 40 años. Es un delito sufrir, y adivina quiénes tienen que pagar… No es Dios en todo caso”.
¿Y cree en ese hombre gigante que nos predestina?
“No, ya no”.
¿Y cual fue el quiebre?
“Ninguno. Soy descreído desde los dos años. Es imposible creer en un ser superior que nos está vigilando”.
No hay un ser dominante, un Dios, pero si hay muchos dioses que nos dominan...
“Claro, el poder económico al que siempre hemos estado subyugados. Y hoy el Estado y la empresa privada son socios, lo que suena a bellaquería”.
¿A usted ya no le gusta hablar de la marginalidad?
“No. ¿Pero qué es la marginalidad? Hay marginados, no marginalidad. Seres humanos que no tienen derecho a nada. Los que miran en las vitrinas y no pueden entrar a comprar. Son los que andan por todas partes pero no pueden hacer nada. Pero son iguales a todos nosotros. Una vez en Concepción hicieron un video muy bueno. Tomaron a ocho mujeres, las siguieron durante un día: en la casa, saliendo a comprar, cuidando a los cabros, todo lo cotidiano de una mujer, y el video terminaba a las siete de la tarde, con ellas ocho pintándose porque eran prostitutas. No había diferencias. Son seres humanos iguales a nosotros, no pertenecen a otra casta”.
¿El coraje es propio de los que están al margen?
“No es privativo de nadie. Lo que pasa es que el que está amparado por la institucionalidad también lo tiene, pero no lo usa”.
¿Qué le parecen las estadísticas que sitúan a un 13 por ciento de la población bajo la línea de pobreza?
“Hay que ser estúpido para creer que es sólo un 13%. Por eso te digo que tienes que caminar y darte cuenta que es mucho más, hay una cantidad enorme de gente durmiendo en la calle, duermen en filita como en la calle Portugal… ¿Entonces, de qué 13% hablan? ¿De dónde sacan eso?”.
En su obra “Hechos consumados”, Aurelio, gracias a su locura, podía revelar una verdad con bastante más lucidez que un tipo estando cuerdo...
“¿Quién es Aurelio?… Eso pasó hace 30 años. En este país pasa algo muy terrible con la verdad. La verdad ya no sirve, y si no sirve la verdad, ¿en qué nos vamos a sustentar?
Ves mucha gente honesta que hace investigaciones exhaustivas acerca de la dictadura, y dan datos verificables y eso lo publican, y no significa nada. Nadie va preso, a nadie lo escupen en la calle. Y eso ocurre con muchos temas. Sacaron un reportaje respecto a las inmobiliarias, los huevones achican los muebles en el departamento piloto para que se vea más amplio. Pero no pasa nada. A lo más unos pobres alegatos que terminan dos días después.
Han demostrado todos los fraudes al Fisco, Chiledeportes, Ferrocarriles del Estado, y la terrible impunidad que existe. Presumo que debe haber unos tres porteros presos. Porque meten preso a un portero. Dicen: ‘A este huevón le echamos la culpa’. Se corta el hilo por lo más fino, como siempre.
Este gobierno es corrupto porque es incapaz de sancionar a los responsables de robos que suman millones de dólares. La Concertación se ha ido al chancho. Por eso digo que la verdad no sirve en este país, ya no significa nada”.
¿Qué implicancias tendría para el arte y la cultura un gobierno de la derecha?
“No lo sabemos. En este gobierno están tratando de quitarnos el 10% a los autores, ¿y quiénes salen en nuestra defensa? Chadwick y Coloma, dos recalcitrantes derechistas, que han atentado contra la cultura”.
¿Será populismo?
“Aprovechamiento, un ojo avizor”.
El programa de la Unidad Popular decía: “la cultura no se crea con una ley sino que surge de la lucha constante por la fraternidad en contra del individualismo”. ¿Qué le parece?
“Quedó en el papel. Una vez se unieron todas las artes y fue cuando se luchó para derrocar a la dictadura. Ese fue un gran movimiento, uno solo, pero desapareció Pinochet y volvimos a ser islas, encerrados en las casas, y no es que nos falte otro Pinochet ¡ni por nada!”.
¿Qué piensa de la institucionalidad cultural?
“¿Cuál? Hay instancias que son muy importantes porque son lo único que hay, como Fondart, aunque a todos les pese y lo odien. Pero no hay otra instancia a la que puedas adscribir con cierta tranquilidad. Acá no están aseguradas para el creador un par de comidas diarias, como en otros países. ¿Y escribir muerto de hambre?... Es peor”.
¿Usted pasó hambre tratando de hacer su obra?
“Como todos. Yo no soy distinto, no soy de otro planeta, ni hijo de la luna, ni del ornitorrinco. Vengo de la pareja humana y me pasa lo mismo que a todos”.
Volviendo a Aurelio, su personaje de “Hechos consumados”. Tiene una frase: “Tanta espera y nunca hacer mañana”, una negación del futuro, algo que tanto preocupa a los candidatos, por ejemplo.
“Claro, niega el futuro, porque al estar tan ligado a la pobreza, a las injusticias, es imposible pensar en un mañana. El futuro para nosotros significa nunca. Decir nunca y decir mañana es lo mismo, porque nada cambia, nada ha cambiado”.
Hubo una huelga de hambre en una salmonera, los trabajadores pedían un aumento equivalente a un kilo y medio de pan pero sólo consiguieron un reajuste similar al precio de dos panes...
“La huelga de hambre es lo más estúpido que se puede hacer. Nadie lucha suicidándose. Los huevones saben que al cabo de treinta días les ponen un par de inyecciones para que no mueran. Si para protestar me pusiera a pegarme cabezazos en la muralla hasta morir, ¿a quién le va a importar? Sería un alivio para ellos, ‘uno menos’, dirían”.
¿Cuál es la responsabilidad social de los actores, sobre todo ahora que las telenovelas son capaces de pautar la agenda nacional?
“Son otros sobrevivientes en esta lucha. Les ha ido bien, mejor que a los dramaturgos. Porque el dramaturgo tiene opinión. Si no es un disconforme, ¿qué va a escribir? Por eso es aborrecido por todos los regímenes, porque siempre dice algo que molesta”.
¿Qué obra necesitamos montar los chilenos?
“Una que declare que aceptamos las condiciones de los poderosos. Aceptar que somos borregos. Un sinceramiento. El ideal sería revertirlo: ‘no aceptamos ni una cuestión’, pero va a tomar un color político y la idea es que estemos todos juntos, sin partido ninguno. Si se lograra hacer esta inmensa obra podríamos decidirnos a aceptar de una vez por todas que agachamos el moño o que optamos por nuestra dignidad. ¿Y qué pasaría si optamos por no ser borregos? Ya probó Allende que no es posible por la vía pacífica. La posibilidad siempre es la lucha armada”.
¿Y que hay del terrorismo?
“No hay terrorismo, hay gente que lucha por lo que cree. Imagínate que ahora les dicen terroristas a los mapuches. Es una imbecilidad, no existe el terrorismo, uno lucha por lo que cree no más”.
Se dice que el Estado es el único individualizado y que la sociedad es un mar de diversidades.
“Eso es una realidad. Un alumno me dijo ‘me voy a suicidar a la chilena’. ¿Y cómo es eso? Yo pensé en un tipo vestido de huaso tirándose al Mapocho. Pero no, las espuelas no son chilenas y el vestuario tampoco. Te vas a suicidar comiendo porotos o papas. ¡Tampoco! Entonces, ¿qué mierda es ser chileno, cómo uno se va a suicidar a la chilena? ¿Colgándose con un cochayuyo? Llegamos a la conclusión de que en Chile nada es chileno, salvo el charquicán… ¿o no?”.
¿Será tener que pagar servicios? Porque siento que ser chilena es tener que pagar por salud, educación, vivienda, etc.
“Y tratar de respirar debajo de una montaña de tarjetas de crédito. Pero ya hay una consecuencia de esto. A las grandes tiendas les deben un montón de plata. La gente ya no tiene cómo pagar, hay una crisis enorme. Falabella, Ripley, La Polar, si no inventan otra cosa para engancharnos, van a sonar”.
¿Sigue abierta la grieta de la dictadura en los procesos creativos?
“En las obras de teatro toca muy tangencialmente, muy por el lado. Yo no sé si se ha puesto muy bellaco el tiempo pero al publico ya no le interesa una obra así. Pero esto depende sobre todo de la dramaturgia y de la actuación, porque es imposible que mueran esos temas. Sería falta de talento. Hay que reformular el mensaje”.
En el presente siguen sucediendo cosas...
“Somos todos iguales ante la ley, pero no delante de los encargados de administrarla. Ese es el asunto. Nunca vamos a ser iguales ante ellos. Cuando los jueces confiesen sus culpas, ahí vamos a salir en libertad. Porque los huevones tienen muchas culpas. No me refiero a la Corte Suprema ‘sin dios ni ley’ que tenemos, sino a todos los inquisidores sin jinetes y con jinetas, lo que es peor. En lo que debería hincarse el diente profundamente es en la aparente inutilidad de la verdad; esto es muy grave: que la verdad ya no sirva para nada”.
¿El señor de la Querencia: fue una apuesta realista en TV?
“Claro, pero se separa en el tiempo, logra hacer creer que eso ya no sucede en Chile. Es otra forma de enmascarar la verdad, porque es una inutilidad decirla. Para qué, si el país funciona a punta de mentiras. ¿Cuánto han dicho del Transantiago? Es imposible llegar a los culpables. Todos saben que es una aberración, que la gente sufre esperando micro, que los choferes de ahora son tan sádicos como los de las micros amarillas, que no paran los huevones. Yo lo sufro, tomo el Transantiago y no me paran. Muestran en la TV a la gente que no paga para decir que son iguales de corruptos que los poderosos que hicieron esta aberración del Transantiago. ¡Buscan el empate!”.
¿Usted vota?
“No. Yo boto a todos los políticos. Nunca he estado inscrito”.
(Publicado en “Punto Final” edición Nº 673, 24 de octubre de 2008)
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