Edición 662 - Desde el 16 al 22 de mayo de 2008
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Las ideas de
Recabarren

 

PRIMERO de Mayo en la ciudad de Concepción

Hay una vuelta a los orígenes históricos en la búsqueda de la reconstrucción de la Izquierda. Se necesitan elementos para nuevas síntesis que vitalicen los aportes del marxismo en sus diversas expresiones, en un escenario globalizado en que, para usar palabras de Gramsci, la “guerra de posiciones” tiende a reemplazar a la “guerra de movimiento”. Además, en un momento en que es vital la articulación entre movimientos sociales y partidos revolucionarios. Hay, por lo mismo, un interés renovado por los fundadores. Uno de sus estudiosos, el historiador Jaime Massardo, publica una obra medular: La formación del imaginario político de Luis Emilio Recabarren (LOM Ediciones). Bien acotado en sus objetivos, el libro profundiza en las diversas “tradiciones” que confluyen en la obra política y social del organizador del movimiento obrero en Chile y del Partido Comunista chileno, muerto en 1924.
Massardo inició en 1975 sus estudios sobre Recabarren, al comienzo de su exilio en México. Diez años después, se trasladó a Francia y utilizó el resultado de sus investigaciones para el borrador de su tesis de doctorado en la Universidad de París III. Ha seguido estudiando y ahora publica una nueva versión de esa obra que, con todo, no asume como plenamente terminada. Le gusta considerarla como “un conjunto de conocimientos provisorios” que ha ido configurando “diversos pliegues que conducen a nuevos campos de indagación”. Y es natural. Nuevas perspectivas plantean nuevas preguntas y sugieren desarrollos inéditos.
Como elementos principales en la formación del imaginario de Luis Emilio Recabarren el autor distingue la tradición libertaria-cristiana, la democrático-republicana y el socialismo. Obviamente, con recíprocos entrecruzamientos e influencias.
No es extraño que Recabarren haya estado bajo influencia anarquista. A comienzos del siglo XX las ideas libertarias eran dominantes, ligadas a una suerte de subcultura, entre los obreros y artesanos. Recabarren las mezcla con los ideales democráticos y republicanos que inspiraban su militancia popular. Los principales dirigentes de huelgas y movilizaciones adherían al credo libertario, que los hacía muchas veces despreciar la organización y la participación en elecciones. Recabarren asimiló ideas del anarquismo y visualizó como alcanzable la utopía que sustentaban: una sociedad armoniosa, basada en el trabajo, el entendimiento y la comprensión; sin explotadores, liberada, abría posibilidades de desarrollo ilimitado al ser humano. Distinguía en los hechos la anarquía de los anarquistas, con los cuales tuvo relaciones difíciles.
Recabarren era un organizador metódico y disciplinado, un dirigente responsable, orgulloso de sus logros, que no descartaba la lucha política y electoral. Hay huellas interesantes de la tradición libertaria en su obra: la preferencia por las formas federativas, válidas tanto para el partido como para la organización de los trabajadores, fue una de ellas. Otra, la radicalidad del internacionalismo y del antimilitarismo, posición esta última que modificó después de su visita a la Rusia soviética, donde comprobó que el Ejército Rojo defendía la revolución.
Discutible es la influencia de la tradición cristiana, a menos que se asuma que ella es consustancial a la cultura occidental, formada en esa matriz religiosa. Es difícil aceptar una influencia directa conociendo los juicios explícitos de Recabarren contra la religión, la superstición y la influencia negativa del clero. Así como su admiración por Belén de Sárraga y otros críticos de la Iglesia. Sin olvidar que para él, la materia es “eterna e inteligente”, casi divinizada.
El líder obrero luchaba a favor de una verdadera democracia republicana que no excluyera a los trabajadores, como ocurría debido a la dominación oligárquica. Para él la posibilidad de realización política del individuo se resolvía en la lucha antioligárquica, que debía culminar con la victoria de los trabajadores por ser aplastante mayoría. La democracia era, por lo tanto, sinónimo de sociedad de trabajadores.
La tradición socialista llega a Recabarren por distintas vías. Una es su propio estudio y reflexión. Las otras tienen que ver con la experiencia. Al comienzo de su actividad política, considera que el Partido Demócrata, en el que milita, también aspira al socialismo. Pero no pasó mucho tiempo para que se diera cuenta que se había equivocado. Se convence de la necesidad de un partido socialista que haga la revolución con los trabajadores: ése será, en 1912, el Partido Obrero Socialista. Hay otras influencias. Una de ellas es el Partido Socialista argentino que Recabarren conoció por dentro, y que lo impresionó favorablemente. Tanto por las características humanas del militante argentino: sobrio, abstemio, que no va a la iglesia, que no es patriota ni militarista, según escribe. El socialismo argentino tenía fuerte influencia del socialismo español y de Pablo Iglesias, y también del socialismo francés, con la orientación de Izquierda de Jules Guesde.
La influencia de las ideas marxistas en Recabarren no parece haber sido determinante. Tampoco, según Massardo, parece haber sido un convencido de la importancia decisiva del partido revolucionario. Para él, la Federación Obrera tenía el rol principal. Así por lo menos pensaba en 1920. Sin embargo, ese sentimiento se habría debilitado dos años después cuando funda el Partido Comunista, cuya importancia se vio reforzada después de su viaje a la Rusia soviética. En todo caso, es ambigua la relación que Recabarren establece entre organización sindical, sindicato o federación y partido, lo que explica la crítica que años más tarde hace la Tercera Internacional a ese aspecto de su pensamiento.
El libro de Jaime Massardo se aleja de la imagen canonizada del líder popular. La reemplaza la de un hombre hijo de su tiempo, lleno de complejidades, contradictorio a veces, con un pensamiento que se va desarrollando en medio de la acción, y de una grandeza que trasciende la amplitud de mirada y la visión del porvenir.

HERNAN SOTO
(Publicado en Punto Final Nº 662, del 16 de mayo, 2008)