Tomé
Pueblo en pena
Autor:: Arnaldo Pérez Guerra
LOS tiempos de gloria de Paños Bellavista Tomé a comienzos del siglo XX
La industria Bellavista Oveja Tomé ocupaba un siete por ciento de la fuerza laboral de esa comuna de 52 mil habitantes ubicada a 520 kilómetros al sur de Santiago. La empresa textil -que exportaba el ochenta por ciento de su producción- sucumbió bajo el peso de los tratados de libre comercio que ha suscrito el país. Su quiebra significa el fin de Tomé, pues la actividad de la ciudad gira en torno a la fábrica. Una cesantía sin alternativas amenaza a los tomecinos, que se verán obligados a emigrar en busca de trabajo.
Tomé ya es una de las tres comunas con mayor desempleo en el país. La cesantía, que bordeaba el 13,1 por ciento, se elevará por sobre el 20 por ciento, tras el cierre de Bellavista. La indigencia, según la encuesta Casen 2006, alcanzaba un 8,3 por ciento, la cifra más alta de la provincia, superando a Lota, que soporta un amargo 5,5 por ciento. Durante décadas, Tomé se enorgulleció de su prosperidad, pero hoy sus habitantes no obtienen ingresos suficientes para cubrir necesidades mínimas. “Tomé morirá”, dicen los desempleados.
Los cesantes siguen instalados en la puerta de la industria paralizada, haciendo turnos para impedir que se lleven los telares y otras maquinarias. Quieren que el síndico de quiebras dé continuidad al giro del negocio, porque Bellavista era el único motor de desarrollo en la comuna. Su actividad representaba ingresos para la comuna por unos 3.500 millones de pesos y era prácticamente la única generadora de empleos. “Quedar sin empleo en Tomé es muy difícil, porque no hay otras empresas. La reconversión no funcionará: la comuna está saturada de gásfiters, taxistas y peluqueros. Toda la cuenca del Bío Bío está muriendo: Coronel, Lota, Penco, Lirquén, Tomé, sufren una terrible cesantía”, dice Sealthiel Matamala, presidente del Sindicato Nº1, que representa a 446 socios.
El futuro de Bellavista lo definirá el síndico Enrique Ortiz D’Amico. Zarko Luksic, subsecretario del Trabajo, anunció un plan de reconversión: 300 cupos para capacitación, con un salario de 180 mil pesos mensuales. La mayoría de los trabajadores se opone. “Tomé vive gracias a la industria textil. Incluso los jóvenes egresan de los colegios como técnicos textiles”, dice David Landaur, secretario del Sindicato Nº2 y dirigente de la Confederación Textil.
Según los dirigentes sindicales, la facturación de Bellavista, en octubre, fue de dos millones 400 mil dólares por 220 mil metros de paño. “En noviembre, trabajamos menos de la mitad del mes anterior y la facturación fue de un millón 970 mil dólares por cien mil metros exportados. Cualquiera sabe que la empresa es viable,, y eso quedó comprobado en las reuniones con el ministro de Economía y el equipo asesor de la presidenta Bachelet”, agrega Landaur.
¿DE QUÉ VIVIREMOS?
Luis González, mecánico de telares, expresa una tristeza inmensa: “Morirá todo un pueblo. Nos dicen que la empresa no es viable: para los trabajadores es una mentira. Facturaron millones de dólares. Los dueños no han dado ninguna solución. El gobierno se comprometió a ayudar para pagarnos sueldos y finiquitos. En mi casa somos ocho: mi señora, cuatro hijos y dos nietos. Vivimos sólo con mi sueldo. Hay compañeros con 45 y 50 años de trabajo. ¿Qué harán ahora?”.
Otro obrero textil, Pedro Garrido, dice: “No encontraremos trabajo. A nuestra edad se hace muy difícil. Los jóvenes que tienen un oficio tendrán que empezar de nuevo, ¿pero dónde?”. “Dejaron morir el carbón y ahora le toca morir a la industria textil”, agrega Luis González.
Tomé es un ejemplo del proceso de desindustrialización iniciado por la dictadura militar. Ir a buscar trabajo a Concepción o Lirquén significa, en el mejor de los casos, un salario mínimo pues no sólo desaparecen las industrias en la zona, también se precariza el empleo. Los pescadores artesanales están en peligro de desaparecer. En 2003, se instaló la textil Crossville (EE.UU.), que invirtió unos 13 millones de dólares con apoyo de Corfo y del gobierno regional, creando 150 empleos. Crossville sigue hilando y tendrá asegurada mano de obra barata y calificada.
“La quiebra de Bellavista Oveja arrastrará a toda la comuna de Tomé al vacío”, advierte Mario Sanhueza, presidente del Sindicato Nº 2, que agrupa 205 trabajadores. Mecánico de mantención, Sanhueza trabajó 11 años en la empresa. “En tres meses más la cesantía en Tomé llegará al 25 por ciento. Necesitamos una ley especial para salvar Bellavista. Sería un ejemplo de apoyo a la empresa nacional. Si esta empresa muere, muere un pueblo. Pasaríamos a ser un pueblo fantasma. No dejen que Bellavista muera. Crossville y la pesquera Camanchaca todavía dan empleo, pero con contratos de dos, seis y hasta once meses. Unos seis mil tomecinos trabajan en Concepción. No tienen vida de hogar. Salen de madrugada y regresan de noche”.
¡NOS ENGAÑARON!
En 2005-2006, Bellavista intentó reducir en 17,4% sus costos operacionales, castigando los ingresos de los trabajadores.
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 655 de “Punto Final”, 11 de enero, 2008. ¡¡Suscríbase a PF¡¡)
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