Retornan los “viejos estandartes”
¿Un Gabinete para Alvear?
LA presidenta Bachelet y su flamante ministro del Interior, el empresarioy político Edmundo Pérez Yoma.
Tres de los cuatro principales habitantes de La Moneda -Michelle Bachelet, Edmundo Pérez Yoma y Francisco Vidal- se han desempeñado antes en el Ministerio de Defensa. En la práctica, el nuevo titular de Interior fue el jefe de la presidenta cuando ésta trabajaba allí como asesora en materias castrenses, a fines de los 90. Esa experiencia es un punto que los une. El ministro Secretario de la Presidencia, José Antonio Viera-Gallo, aunque no ha estado en Defensa, fue y ha sido desde su retorno del exilio un puente fundamental del PS en las relaciones con el mundo militar.
Pérez Yoma siempre aspiró a la jefatura del Gabinete. Su deseo era emular a su padre, que ocupó esa cartera bajo el gobierno de Eduardo Frei Montalva. En 1998, desde Defensa, y aliado con el entonces canciller José Miguel Insulza, enfrentó duramente a los ministros de La Moneda -Carlos Figueroa, José Joaquín Brunner y Juan Villarzú- , acusándolos de fomentar intrigas palaciegas.
De carácter fuerte, informal y a veces áspero, Pérez Yoma trató de mantenerse al margen de todas las instancias de encuentro, como el comité político y otras reuniones de análisis y evaluación de la marcha del gobierno del ex presidente Frei Ruiz-Tagle. Eso, hasta que abandonó el gobierno en marzo de 1998 para asumir como embajador en Buenos Aires.
Hoy, casi diez años después, cumple su sueño y retorna a La Moneda como jefe del Gabinete a petición de la senadora Soledad Alvear, presidenta de la DC, y de los principales dirigentes de los partidos de la Concertación. No se sabe si su carácter duro se ha moderado; en las próximas semanas se verá cómo se relaciona con Francisco Vidal, otro hombre de temperamento y, lo principal, con la presidenta Bachelet, quien hasta ahora no se ha mostrado muy dispuesta a entregar las cuotas de poder que requiere el cargo de ministro del Interior.
El periodista Ascanio Cavallo, en su libro La historia oculta de la transición (Grijalbo, 1998), describe los recelos que José Joaquín Brunner tenía sobre Pérez Yoma en 1996. Dice: “(Brunner) cree ver en su estilo amenazas más profundas. Por ejemplo, la inclinación hacia un ‘modelo coreano’, una entente cordiale entre altos funcionarios del Estado, jefes militares y grandes grupos empresariales, embarcados todos en una democracia de cúpulas, con jalones autoritarios que no confía en las libertades públicas sino como una mascarada y que no cree en el mercado sino en la selección deliberada, por parte de la alianza fáctica, de sectores estratégicos para hacer frente a la competitividad del mundo”.
La decisión de Bachelet llevó también al Gabinete a Marigen Hornkohl, una amiga íntima de Soledad Alvear, quien asumió en Agricultura; y a Hugo Lavados Montes, también muy cercano al matrimonio Martínez-Alvear, a cargo de Economía. La última sorpresa fue la designación de Sergio Bitar, presidente del PPD, al frente de Obras Públicas, una instancia “estratégica” para los próximos dos años por los cuantiosos recursos que maneja.
Los jugadores para el “segundo tiempo” de la administración Bachelet salen a la cancha cargados a la derecha, con la instrucción de “tocar por bajo”, sin correr riesgos, tratando de entenderse en el medio campo para conseguir al menos un empate.
LOS DIAS PREVIOS
Pocas veces en los gobiernos de la Concertación se había visto tanto desorden e incertidumbre en La Moneda. Nunca antes se rompieron tan abruptamente los códigos implícitos en las relaciones políticas entre los principales habitantes del palacio de Toesca. En ello coinciden dirigentes partidarios, académicos, editorialistas, columnistas, analistas, opinólogos y observadores del acontecer público.
Todo el país lo vio, leyó y escuchó.
La renuncia indeclinable del ex ministro del Interior, Belisario Velasco, y el conocimiento de algunos pormenores que motivaron su decisión, hizo evidente la existencia de problemas graves en la conducción del país. Y, más precisamente, en las relaciones que mantiene la Presidencia con los otros habitantes de la sede del Poder Ejecutivo.
Belisario Velasco nunca supo que llegaba Francisco Vidal como ministro Secretario General de Gobierno; no fue invitado a la comida de fin de año con la prensa; no fue convocado a opinar sobre la fórmula para financiar al Transantiago; no fue consultado sobre el cambio de intendentes y no pudo comunicarse, ni siquiera por teléfono, con la mandataria durante casi dos semanas.
Parece incomprensible que esto haya ocurrido. Revela que las decisiones en La Moneda se manejan con la torpeza de inexpertos. Probablemente el más lúcido analista del campo socialista, el sociólogo Antonio Cortés Terzi, se atrevió a formular una explicación en su columna dominical en el diario La Nación: “Lo desaprensivo en la personalidad de la presidenta ha posibilitado el despliegue de un poder palaciego y ministerial de dudosa calidad y legitimidad política y que, no obstante, merced a la informalidad o fragilidad de los sistemas de toma de decisiones estatuidos, se ha ido concentrando en un pequeño grupo que ha hecho de la política una conspiración versallesca, pero a la manera de los sans culottes”. Y agregó Cortés Terzi: “En momentos, la presidenta es víctima de ese grupo de poder. Pero es ella, a su vez, la responsable de su existencia”.
¿A quién se refiere el analista? ¿Quiénes integran ese grupo de poder? ¿Por qué los califica de sans culottes?, aquellos radicales de la pequeña burguesía pobre -“sin calzones”- que fueron determinantes en la condena a muerte de Luis XVI?
EL GESTO DE BELISARIO VELASCO
Habituado a la política sin estridencias, estilo aprendido desde fines de los 70 en el trabajo semiclandestino, Belisario Velasco no actuó bajo los efectos de su ego herido ni menos sacudido por una pataleta pasajera. Lo que hizo fue un llamado de atención, un batir de tambores, para advertir los graves riesgos que corre la Concertación en las próximas elecciones si no se enmienda el rumbo que ha tomado La Moneda.
La doctora Michelle Bachelet saltó a la primera magistratura sin codearse con la “alta política”, sólo con la experiencia de haber sido ministra de Salud y Defensa. Dos de sus biógrafos, los periodistas Andrea Insunza y Javier Ortega, que trabajaron junto al cientista político Patricio Navia en la Universidad Diego Portales, describieron ciertos rasgos de la entonces candidata en el libro Bachelet. La historia no oficial (Debate, Random House Mondadori, 2005), que entrega algunas luces para entender lo que ocurre: “Su estilo de mando ha incluido altos grados de compartimentación (…) Una de las características más arraigadas de su carácter es su desconfianza, la cual se ha acentuado como candidata (…) Cada vez que alguien se le acerca para ofrecerle su colaboración, surge en ella la duda sobre si es por conveniencia o genuinos deseos de ayudarla. Este recelo crece cuando debe relacionarse con mundos que no domina (…) Su desconfianza redunda a ratos en un hermetismo que le ha acarreado costos (…) Saber con quiénes habla a diario y sobre qué temas se ha vuelto muy difícil para su entorno. Algunos allegados han resuelto no preguntar, salvo sobre temas que están a su cargo (…) A la abanderada le irrita que la muestren como una inexperta, cuyas decisiones son manejadas por terceros (…) Simples detalles que pongan en duda su autonomía, le cargan”. Y para entender lo ocurrido con Belisario Velasco: “A diferencia de Ricardo Lagos, cuando descubre en falta a un colaborador no suele confrontarlo. Bachelet prefiere ponerlo a un lado…”. Eso, en 2005, antes de ceñirse la banda presidencial, según Insunza y Ortega.
Michelle Bachelet fue convencida para ser candidata por tres dirigentes del Partido Socialista: Camilo Escalona, Ricardo Ñúñez y Ricardo Solari. Ellos levantaron su postulación como alternativa a un entonces indeciso José Miguel Insulza. Luego recibió el apoyo de Gonzalo Martner y Carlos Ominami. Nunca tuvo, salvo en los tratos interministeriales y en la campaña presidencial, mayores vínculos con las dirigencias del PDC, PPD y PR, lo que al llegar al poder dificultó notoriamente la elección de sus equipos, confiando sólo en un pequeño grupo de amigas y amigos personales, a los que se refiere Antonio Cortés Terzi.
Fue principalmente con ellos y no con sus camaradas de partido, ni menos con los dirigentes de las tiendas políticas aliadas, con quienes diseño un plan para intentar un proceso refundacional de la Concertación, tratando de distanciarse de lo que habían sido los gobiernos de Patricio Aylwin, Eduardo Frei y Ricardo Lagos. Se optó entonces por consignas como “gobierno ciudadano”, “equiparidad de género” o “nadie se repetirá el plato”. No obstante el entusiasmo inicial, a los pocos meses de gobierno, al surgir el movimiento estudiantil de los “pingüinos”, algunos de los principales operadores de los gobiernos anteriores tuvieron que acudir presurosos a apagar los primeros focos de incendio en el palacio presidencial.
LA CRISIS EN EL PDC
La inédita renuncia de Belisario Velasco, casi simultánea a la remoción de seis intendentes, golpeó duro a las dirigencias del oficialismo, muy inquietas con la crisis que se vive en la Democracia Cristiana. Los trascendidos de prensa, efectuados con incomprensibles intenciones, se estrellaron con las declaraciones oficiales, aumentando la confusión a niveles pocas veces vistos en los últimos veinte años.
El ministro Francisco Vidal se vio menos sereno, levantó el tono, arqueó más las cejas y habló demasiado. Es verdad que algo de autoridad se echaba de menos en palacio, pero nunca tanta como para recordar aquellos tiempos que todos quieren olvidar.
A la expulsión de Adolfo Zaldívar de la DC y a la renuncia a ese partido de los cinco diputados “colorines”, se sumaron declaraciones del ex senador y actual embajador en Italia, Gabriel Valdés Subercaseaux, quien aludió a una “cosa nostra” en el PDC. Mientras, el presidente del Senado, Eduardo Frei, declinó la petición de Michelle Bachelet para que la representara en el cambio de mando presidencial en Guatemala. El ex mandatario argumentó que tiene mucho trabajo legislativo y una visita a la IV Región.
Frei y otros veinte dirigentes del PDC, incluidos Belisario Velasco y Andrés Zaldívar, entregaron a la directiva del partido una carta donde solicitan una mesa de consenso para aquietar los ánimos. Todo indica que si el matrimonio Martínez-Alvear no acepta, los denominados “cascos azules” levantarán una lista para las elecciones del 6 de abril, cuyo resultado podría complicar no sólo el futuro de Soledad Alvear sino que también el nuevo diseño de gabinete implementado por la presidenta.
En el Partido Socialista también habrá elecciones de directiva y en el PPD debe designarse al reemplazante de Sergio Bitar, ex ministro de Allende y de Lagos, ahora ministro de Bachelet. Todas estas decisiones podrían cambiar el panorama político oficialista.
Junto a ello, el peso de los renunciados diputados “colorines”, agrupados en una bancada independiente, será determinante en el programa legislativo que el gobierno propondrá a la Cámara de Diputados, complicación que se repite en el Senado, donde también la bancada independiente será determinante.
LAS PROXIMAS SEMANAS
El conflicto mapuche, las penurias del Transantiago y las movilizaciones de los subcontratados son los problemas más urgentes con los que deberá lidiar La Moneda en las próximas semanas, a los que en marzo podrían sumarse protestas universitarias y los efectos de la inflación, además de nuevas alzas en los precios de los granos, leche, frutas y verduras, el pan, agua, luz y combustibles. Ello, sumado a la pérdida de competitividad de la economía y a su bajo crecimiento.
Pese a sus empeños, lo más probable es que Ricardo Lagos siga cayendo en las encuestas presidenciales y se deterioren definitivamente sus propósitos de buscar la reelección. Su eventual campaña, lo comentan cada vez más observadores, sería un plebiscito sobre su gobierno, una definición sobre el pasado, y nadie en esas condiciones puede exponer proyectos de futuro que conquisten al electorado.
El ministro Francisco Vidal, si es que se controla, tendrá tiempo para concentrarse en su función de difundir las obras del gobierno, tema que los medios oficialista olvidan a diario. Estas son la reforma previsional, nuevas leyes antidelincuencia, reformas a la educación, ampliación del Auge, mayor protección para madres y niños, reducción de la pobreza y jubilación para las dueñas de casa, entre otras, que la población debe conocer.
En tanto, en Washington, en las oficinas de la OEA, un hombre gordo, calvo y afable, reflexiona una decisión que podría ser la más importante de su vida. Esto, mientras el PS espera un gesto que indique algo para competir con el alegado “derecho” del PDC a representar esta vez a la Concertación en las presidenciales
MANUEL SALAZAR SALVO
(Publicado en “Punto Final” Nº 655, 11 de enero, 2008)
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