Edición 651 - Desde el 9 al 22 noviembre de 2007
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La Cumbre
Iberoamericana

 

EL pensamiento de Bolívar renace en América Latina

La Cumbre Iberoamericana de Jefes de Estado y de Gobierno que se realiza en Santiago ofrece características especiales. Más allá del oropel mediático y el acostumbrado intercambio de frases convencionales, se advierten en el continente fenómenos profundos que se consolidan y signos de un desarrollo progresista del acontecer político-social de la región. En esta oportunidad se suman a los representantes de Cuba, Venezuela y Bolivia -Carlos Lage, Hugo Chávez y Evo Morales-, los presidentes de Ecuador, Rafael Correa y de Nicaragua, Daniel Ortega. Asisten también el presidente de Uruguay, Tabaré Vazquez, la presidenta electa de Argentina, Cristina Fernández de Kirchner, y el presidente Lula, de Brasil, que más allá de las limitaciones de su gobierno, mantiene un rumbo positivo en la corriente integracionista latinoamericana.
En estos mismos días aparecen nuevos fenómenos, como el triunfo en Guatemala del candidato socialdemócrata Alvaro Colom, que anuncia especial preocupación por el pueblo maya; la fuerte votación opositora en Colombia, que triunfó en las principales ciudades; las auspiciosas expectativas de avance en Paraguay y la fortaleza de la oposición, el PRD, en México.
Por otra parte las actividades por la Amistad e Integración de los Pueblos Iberoamericanos, organizadas por diversas universidades, movimientos sociales y sectores de Izquierda, han sido exitosas convocando a miles de personas. Discusiones, debates y manifestaciones públicas han dado carácter popular a la coyuntura, con participación de importantes delegaciones extranjeras.
Todo ello evidencia, como lo ha constatado el Foro de Sao Paulo reunido en Santiago, que en América Latina se está produciendo un viraje hacia la Izquierda. Lo provoca el fracaso del neoliberalismo en distintos países y la rearticulación de importantes sectores sociales que superan los traumas derivados de las dictaduras militares y se orientan a nuevos modelos inspirados en el socialismo del siglo XXI, democrático, pluralista y basado en el respeto a los derechos humanos.
La cercanía del bicentenario de la independencia hace más relevantes estos procesos. Especialmente aquellos que tienen que ver con la irrupción en el escenario político y social de los pueblos indígenas -que en el continente suman decenas de millones- y de los negros y mestizos pobres, tradicionalmente los sectores más explotados y desprotegidos. Para ellos, en muchos aspectos, la situación secular de opresión, abusos y discriminación ha cambiado poco. Igualmente se ha reafirmado la convicción de que los países de América Latina no son verdaderamente independientes, sometidos como están a los designios de la política exterior norteamericana y a la explotación de las transnacionales y consorcios privados locales que colaboran con ellas. Nuevamente se reivindica la recuperación de las riquezas básicas y la conquista de la plena independencia. Así, en algunos países sectores militares buscan acercamientos con las expresiones y organizaciones populares y en otros, como Venezuela, se consolidan los lazos pueblo-fuerzas armadas.
Para Chile es importante esta nueva situación regional. Debería obligar al gobierno a repensar la política exterior, que en lo fundamental ha conservado la dañina política de la dictadura de distanciamiento respecto de los países latinoamericanos. Se ha preferido estrechar lazos con Estados Unidos, Europa, Japón, Corea y China abandonando el “barrio”, que no estaría a nuestra altura.
Los gobiernos de Izquierda en el continente -ya Cuba no está sola- dan un nuevo aire al pensamiento latinoamericano, heredado de Bolívar y los libertadores. Por primera vez, desde la revolución cubana, aparece un proyecto de alcance continental para la transformación estructural y la justicia social que se aparta del capitalismo transnacional globalizado. El Banco del Sur, los proyectos de integración sin Estados Unidos, las políticas continentales de cooperación energética aparecen como salidas viables para un desarrollo independiente e integrado. Es en el plano de la energía en el que aparecen las mejores posibilidades, en función especialmente de la riqueza petrolera y gasífera de Venezuela, Ecuador, Perú y Bolivia, país con el cual Chile debería buscar entendimientos amplios, que contemplen una salida soberana al mar. Los planes de integración diseñan un panorama grandioso y estimulante para nuestros pueblos, especialmente para la juventud. Obras gigantescas como una red de oleoductos y gasoductos, líneas eléctricas, caminos e hidrovías abrirían perspectivas insospechadas, alimentadas también por la estrecha colaboración en materia científica y tecnológica y en otras áreas del conocimiento.
Los riesgos y amenazas a este proceso, todavía débil, son enormes y no deben subestimarse. Estados Unidos está decidido a mantener su dominación y seguirá conspirando y comprando conciencias como lo hizo en Chile. Hoy lo intenta en Venezuela, Bolivia y Ecuador. La importancia geopolítica de América Latina como reserva de combustibles, materias primas, mano de obra, profesionales calificados, productos agrícolas, agua dulce y biodiversidad, es crucial para permitirle a Estados Unidos mantener su condición de superpotencia imperial. Sin embargo, el imperio norteamericano no es invencible, ni siquiera en el terreno militar, ya que su poderío no logra derrotar confrontaciones asimétricas como la de Iraq y Afganistán.
La Cumbre Iberoamericana de Santiago marca un momento que puede ser de inflexión hacia nuevos desarrollos y potencialidades. Si eso no ocurre, no se afectará la marcha de los pueblos originarios, de los pobres, de los negros y mestizos hacia su liberación. Es ya una necesidad objetiva la reconquista de la dignidad, el cambio social y la recuperación de la soberanía plena que soñaron Bolívar y los libertadores
PF

(Publicado en “Punto Final” Nº 651, 9 de noviembre, 2007)

 

 

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