Edición 650 - Desde el 26 de octubre al 8 noviembre de 2007
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Contra la ortodoxia

 

Demoramos veinte años en descubrir al Che, y no podemos olvidar aquel reclamo dramático de Fidel -en su discurso conmemorativo, en octubre de 1987, del vigésimo aniversario de su caída-, cuando pedía que se le estudiara al menos, que se le conociera. El lo conoció como nadie. Lo conoció desde México -“en casa de María Antonia”- y se dio cuenta desde el primer encuentro que andarían juntos para siempre. Juntos incluso después que cayera en combate en defensa de una certeza que compartían: la revolución cubana no podría ver plenamente realizados sus objetivos sin un cambio radical, a escala continental, que rompiera con la sujeción a la dominación imperialista.
Washington no sólo nos dejó sumidos en un bloqueo implacable, sino que extremó sus estrategias y empeñó su poder en impedir que el resto del continente se liberara de los lazos de dependencia neocolonial. Aquella máquina infernal también arrancó la vida al Che.
El legado del Che lo tuvimos que asimilar por etapas. Después de su muerte, y de inmediato, el legado ético fue incorporado en términos prácticos: en el ejemplo de su entrega en la lucha, de su conducta de vida y en los valores que defendió. “Seremos como el Che”, enseñamos a proclamar a nuestros pioneros, para que no olvidaran cómo debemos ser, más que como un vaticinio. Incluso, a partir de los setenta, en la adopción inevitable de las fórmulas económicas que él había criticado nos aferramos a aquellos valores, y ellos contribuyeron también a mantener latente la diferencia del proyecto socialista cubano. Su huella se hizo indeleble.
Pero fue a los veinte años de su muerte que comenzamos en realidad a recuperar su legado teórico. Las críticas que había formulado al sistema soviético se hicieron evidentes, por las debilidades que le condujeron a la desintegración. Los debates publicados en 1963 y 1964 contienen sobre todo la parte expositiva de su propuesta de sistema frente al modelo soviético, basado en el cálculo económico. Pero su mirada remontaba la discusión de las fórmulas, como le aclaró al periodista francés Jean Daniel, en 1963: “El socialismo económico sin la moral comunista no me interesa. Luchamos contra la miseria pero al mismo tiempo luchamos contra la alienación”. En El socialismo y el hombre en Cuba se sintetiza claramente esta perspectiva crítica, humanista, antidogmática, que advierte que se puede salir hacia el comunismo y no llegar. “La tarea de la construcción del socialismo en Cuba debe encararse huyendo del mecanicismo como de la peste”, nos alertó.
Sólo ahora han podido aparecer los Apuntes críticos a la economía política, que recopilan sus críticas al Manual de economía política de la Academia de Ciencias de la Unión Soviética, actas del Ministerio de Industrias y comentarios de lecturas. Permiten una mejor aproximación a la lucidez herética que le objetaban sus adversarios ortodoxos. El Che pudo constatar la inexistencia de una economía política del socialismo en la banalidad misma de su planteo. Criticó las incongruencias forzadas en la evaluación de un “capitalismo agonizante” que no agoniza, una “vía no capitalista de desarrollo” que no se puede precisar, una “clase obrera dirigente del movimiento de liberación nacional” donde prácticamente no existe clase obrera, y otras similares.
Y vio con claridad que el futuro ansiado sería irrealizable si no se cambia radicalmente también la visión del poder en la nueva sociedad: “Las masas deben tener la posibilidad de dirigir sus destinos, resolver cuánto va para la acumulación y cuánto al consumo, la técnica económica debe operar con estas cifras y la conciencia de las masas asegurar su cumplimiento”. Subyace en estas líneas el debate del socialismo a reinventar. La parte de su legado que sólo hemos sabido interiorizar a partir del derrumbe que predijo. Y lo que esencialmente faltó a aquella construcción lamentablemente fracasada.
Otra parte del legado del Che la hemos comenzado a confirmar a partir de este siglo, y tiene que ver con la armazón de un orden internacional diferente. La encontramos, sobre todo, en sus discursos de 1961 en Punta del Este, 1964 en Ginebra y 1965 en Argel. Aquí se encuentran las propuestas y reflexiones que sustentan el proyecto de integración que ha comenzado a materializarse en América Latina plasmado en el Alba. Se percibe en la coincidencia de las 29 propuestas formuladas en Punta del Este en 1961 contra la Alianza para el Progreso introducida por Estados Unidos, y en juicios de tanto alcance como el que expresó en Ginebra en 1964: “Si todos los pueblos que viven en condiciones económicas precarias, dependientes de potencias extranjeras en algunas fases vitales de su economía y de su estructura política y social, son capaces de resistir las tentaciones y ofrecimientos hechos fríamente, pero al calor de las circunstancias, e imponen aquí un nuevo tipo de relaciones, la humanidad habrá dado un paso adelante”. La humanidad ha movido ya un pie.
La humanidad ha comenzado a luchar también por la democracia, en los iluminados términos que el Che nos ayudó a despejar en Guerra de guerrillas: un método, cuando advertía: “No debemos admitir que la palabra democracia, utilizada en forma apologética para representar la dictadura de las clases explotadoras, pierda su profundidad de concepto y adquiera el de ciertas libertades más o menos óptimas dadas al ciudadano. Luchar solamente por conseguir la restauración de cierta legalidad burguesa sin plantearse, en cambio, el problema del poder revolucionario, es luchar por retornar a cierto orden dictatorial preestablecido por las clases sociales dominantes: es, en todo caso, luchar por el establecimiento de unos grilletes que tengan en su punta una bola menos pesada para el presidiario”.
No en balde, subrayaba Fidel hace veinte años en el discurso que cité al inicio, “los escritos del Che, el pensamiento político y revolucionario del Che, tendrán un valor permanente en el proceso revolucionario cubano y en el proceso revolucionario de América Latina”. Hoy podemos confirmarlo, a plenitud. Y el futuro seguramente nos llevará a descubrir ángulos que no se nos revelan aún

AURELIO ALONSO
En La Habana

(Publicado en “Punto Final Nº 650, 26 de octubre, 2007)

 

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