Edición 648 - Desde el desde el 28 de septiembre al 11 de octubre de 2007
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SANTIAGO LA ULTRAJADA

La casa de Tatiana Alamos, en el barrio El Golf, ha quedado literalmente rodeada de edificios de departamentos. Los nuevos vecinos miran hacia abajo un jardín muy hondo, el jardín de Tatiana. Allí crece una antigua patagua y muchos otros árboles que comparten armoniosamente el espacio con los rehues, tótems, e infinidad de objetos con que la artista puebla su mundo privado. Los recién llegados propietarios escuchan asombrados rumores de que allá abajo, en la casa del jardín boscoso, vive una idólatra.
Que los antiguos barrios estén desapareciendo, y con ellos la vida a escala humana, es algo que muchos ven como el precio del “progreso”. En Chile estamos habituados a ver desaparecer las ciudades. Somos un pueblo “terremoteado”, y de alguna manera en nuestro actuar colectivo estamos imitando las condiciones telúricas de nuestra tierra, que cada cierto tiempo nos sacude y borra parte de nuestra arquitectura.
También tenemos la cordillera inmutable, pero de ella en lugar de lo permanente, hemos potenciado la sombra. Aquella potente sombra de los Andes que retrasa cada día nuestro contacto con el Sol parece proyectarse a lo más profundo de nuestra psiquis, ensombreciéndonos. Somos, entonces, un pueblo terremoteado y ensombrecido, que necesita de una farmacia en cada esquina para drogarse y en cuyos quioscos se venden las leyes como pan caliente. Quizá es por eso que vemos como normal, sin protestar siquiera, que las grandes inmobiliarias lucren con la destrucción del entorno urbano, creando moradas de pacotilla donde antes hubo barrios con poesía.
Pero Santiago es ultrajada no sólo cuando arrasan sus barrios, sino también cuando el vandalismo edilicio manda a blanquear el mural de Gregorio de la Fuente en el Parque Juan XXIII, en Ñuñoa, o cuando policroman la escultura de granito de Lorenzo Domínguez en el Parque Baquedano, o cuando pintan verde el caballo de Botero, detrás del MAC.
A la entrada de la calle Lastarria hay un letrero que dice “Barrio histórico cultural” y media cuadra más allá, se demolió un conjunto de casas antiguas para construir departamentos. En Recoleta, cuyo slogan publicitario es “Ponte bella”, han convertido el barrio Bellavista en una especie de barrio La Boca, pintando sus casas de colores estridentes, en un afán “decorativo” turístico. Los alcaldes decoradores del paisaje urbano son casi tan peligrosos como las inmobiliarias.
Para ejercer el derecho a protestar por estas y otras muchas situaciones -aunque sólo sea por desahogo- un grupo de importantes artistas visuales se reunió, hasta fines de septiembre, en la exposición “El ultraje a los sentidos y a la razón”, en El Observatorio de Lastarria (Villavicencio 395). Allí está Tatiana Alamos con una instalación en que representa su casa como una isla rodeada de ojos inquisidores; también están Hugo Marín, con una obra que denuncia la destrucción del patrimonio en Valparaíso; Francisco Brugnoli, con una instalación que trae al interior de la sala las demoliciones del barrio “histórico y cultural” de Lastarria; Jorge Zambrano, con una imagen de la Virgen del Cerro San Cristóbal que literalmente llora smog. Virginia Errázuriz, Andrés Vío, Francisco de la Puente, Lise Moller y Edith de Ginestet son algunos de los muchos otros artistas que se han unido para reflexionar visualmente acerca de la ciudad que estamos construyendo, y también acerca de nuestra sociedad fracturada, manejada por gobernantes sordos y voraces fuerzas económicas.
GUILLERMO CARRASCO NOTARIO
(Publicado en Punto Final Nº 648, 28 de septiembre, 2007)


 

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