Edición 648 - Desde el desde el 28 de septiembre al 11 de octubre de 2007
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ETNOCIDIO
en el Chaco

Con muerte terminó 2006 y 2007 comenzó de la misma manera en el Chaco argentino. El 23 de diciembre fue una niña de 4 meses: la mató la extrema pobreza en Fortín Lavalle, paraje del Departamento Güemes a 15 kms. del centro urbano más cercano, Villa Río Bermejito, donde sólo viven familias tobas. De enero a abril seis niños menores de dos años murieron, según el Centro de Estudios Nelson Mandela. Las causas: desnutrición u otras enfermedades relacionadas con la emergencia sanitaria y alimentaria que viven las comunidades de los pueblos toba, mocoví y wichí, en la provincia de Chaco, en el noreste argentino.
En abril del año pasado los tobas se movilizaron en Villa Río Bermejito para denunciar que el intendente no distribuía los alimentos, ropa, mantas y colchones recibidos del gobierno a raíz de las inundaciones. Acamparon frente a la sede municipal. Al no recibir respuesta, cortaron las rutas en toda la provincia. Se plegaron los pueblos wichí y mocoví. Más tarde la manifestación fue frente a la gobernación, en Resistencia, capital de la provincia. Por último, hicieron una huelga de hambre de 33 días en el edificio gubernamental.
Tras décadas de silencio, el “levantamiento” -como lo llaman con orgullo- puso de relieve la extrema pobreza y discriminación en que están sumidos los aproximadamente sesenta mil indígenas del Chaco. Salieron del silencio pero los acuerdos firmados con el gobierno no se cumplieron y el diálogo cesó en diciembre.
El Instituto del Aborigen Chaqueño (Idach), declaró emergencia sanitaria y alimentaria mientras que el Centro Mandela denunció un “genocidio silencioso”. Pero no hubo reacciones en los estamentos del Estado. Entre el 11 de julio y la primer semana de agosto una ola de frío azotó Argentina. En el Chaco once personas murieron, minadas por la desnutrición, tuberculosis y mal de Chagas.

RUMBO AL IMPENETRABLE

Resistencia, distante mil kms. al noreste de Buenos Aires, se levanta como un centro administrativo y comercial a orillas del río Paraná. El puerto dejó de funcionar y el empleo público es el que provee el mayor número de trabajos. A 350 kms. al noroeste se encuentra Villa Río Bermejito, donde empezó el “levantamiento”. Su intendente -Lorenzo Heffner- fue denunciado por racismo, pero la causa duerme en los tribunales. Aproximadamente el ochenta por ciento de la población es toba, pero una minoría blanca administra el poder. Villa Río Bermejito está en el corazón del Impenetrable, una región de monte que a fuerza de excava-doras y quemazones cambió su fisonomía y sólo conserva el nom-bre. Allí la desnutrición, tu-berculosis y Chagas avanzan sin obstáculos.
“Desde ha-ce mucho tiempo los indígenas siempre discriminados”, recalca el joven toba Gregorio Duarte.
La ocupación definitiva del Chaco por el Estado argentino se terminó en el siglo XX, con el temor latente a las rebeliones. En 1924, un movimiento reivindicativo toba fue ahogado en sangre en Colonia Napalpí. Tal vez a eso se refiera Duarte en su desmemoria. Sus ancianos padres viven a 30 kms. de Villa Río Bermejito, no reciben ningún tipo de ayuda estatal. La madre, Seledonia Laureano, ciega, con tuberculosis, demora dos días en confeccionar un sombrero con hojas de palma que vende por ínfimos $2 ($330 chilenos). Si continúan las quemazones, Seledonia tampoco tendrá esos magros ingresos porque sucumbirán las palmas.
Miriam Segundo, que vive en el casco urbano de Villa Río Bermejito y es la guía e intérprete en el recorrido por las comunidades, dice: “Nos prohiben tirar un mayón (red), nos prohiben tirar una flecha. Por eso, que nos reconozcan la libertad de seguir consumiendo nuestros medicamentos caseros, nuestras comidas tradicionales. Muchos hermanos están con tu-berculosis porque ya no comen sus comidas tradicionales. Por ejemplo, la carne de carpincho (roedor de gran tamaño) es ideal, pero nos prohiben matar animales silvestres”, enfatiza.
“La concentración de la tierra es un fenómeno de extraordinarias proporciones en la provincia del Chaco. El 7 por ciento de los propietarios concentra el 70 por ciento de la superficie. Se han formado grandes latifundios, productivos e improductivos”, denunció el Centro Mandela en mayo de 2006. “En los últimos diez años, la superficie cultivada con algodón pasó de 700 mil a 100 mil hectáreas, y las posibilidades que tenían los indígenas de emplearse mermaron en la misma proporción. Los cultivos de soya, que avanzan des-de el sudoeste, no representan una esperanza, es una producción mecanizada que sólo requiere tierras, para aumentar utilidades; en ese punto se tornan una amenaza para lo que resta de monte”.
“Por su parte, en el sur del Cha-co el pueblo mocoví tiene en promedio lotes de tierra de veinte por diez metros por familia. Así como está la situación, está condenado a un etnocidio”, afirma categórico el abogado Julio García. Peor, sos-tiene, es el panorama para los wichí, en los límites con Salta y Formosa, ya que su territorio es blanco del sector forestal y de capitales extranjeros que impulsan el boom de la soya”.
Destaca Rolando Núñez, coordinador del Centro Mandela, “fueron arrinconados en espacios muy reducidos, con montes que están agotados”. La ampliación de la frontera agropecuaria, de la frontera ganadera y el aprove-chamiento forestal irracional sin control del Estado, apuntan fundamentalmente a las maderas preciosas, como el algarrobo, el quebracho, el lapacho, el itín. “El algarrobo simboliza casi todo, porque de ahí obtenían proteínas las comunidades indígenas. La algarroba (su fruto) era el eje de la dieta proteica. Al ir desapareciendo hoy se mantienen con grasa, harina, a veces un poco de fideos, arroz, cada vez menos; y carne, casi nunca. Esa dieta condujo a la desnutrición, la hipertensión, la diabetes, a las enfermedades infecciosas, la tuberculosis, el Chagas”, subraya.
“El sistema socio-sanitario del Chaco mantiene la desnutrición en un punto determinado, deja pasar la tuberculosis, el Chagas y las restantes enfermedades”, apunta Núñez.

INCERTIDUMBRE

“El Chaco está sufriendo las consecuencias de un proceso de concentración del poder, de la riqueza, y de enorme exclusión”, sostiene el coordinador del Centro Mandela. “Chaco presenta los peores indicadores de Argentina. La mitad de su población está por debajo de la línea de pobreza, el 30 por ciento por debajo de la línea de indigencia”, añade.
Esos indicadores hablan de la situación general de la provincia, pero si se considera por separado a los pueblos indígenas, la brecha crece. “El 98 por ciento vive por debajo de la línea de la pobreza y el 96, por debajo de la línea de indigencia. Esta realidad, representa el desastre humanitario que encaran las comunidades. La prolongada emergencia sanitaria declarada por los sucesivos gobiernos explica las enfermedades y fallecimientos que se produjeron durante los últimos años”, sostiene el Centro Mandela.
Según la Encuesta Nacional de Nutrición y Salud, realizada por el Ministerio de Salud entre octubre de 2004 y enero de 2006, el quince por ciento de los niños de hasta cinco años padece desnutrición crónica, el cinco por ciento sufre desnutrición aguda y el dos por ciento son desnutridos graves. Pero la situación del Chaco no es única en el país.
“Estos son los costos humanos de los grandes desmontes y quemazones de bosques. Es una situación alarmante que desplaza a la gente a las grandes ciudades. Después, las grandes ciudades no van a tener cómo enfrentar esta situación. Ya en los años 50 comenzó la migración de los indígenas chaqueños, que se fue acrecentando no sólo hacia los centros urbanos de la provincia sino también hacia los suburbios de Buenos Aires, La Plata o Rosario, donde se calcula que la población toba ronda las 19 mil personas”, destaca David Zacarías, docente toba

HernAn Scandizzo
En Argentina

(Publicado en Punto Final Nº 648, 28 de septiembre, 2007)

 

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