Edición 648 - Desde el desde el 28 de septiembre al 11 de octubre de 2007
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La huella
en Bolivia

Monumento al Che en La Higuera, a pocos metros de la escuelita donde el Guerrillero Heroico fue asesinado el 9 de octubre de 1967.

 

El 7 de octubre de 1967 el comandante Ernesto Che Guevara hizo la última anotación en su diario de campaña en Bolivia: “Se cumplieron 11 meses de nuestra inauguración guerrillera sin complicación, bucólicamente; hasta las 12.30, hora en que una vieja pastoreando sus chivas entró en el cañón en que habíamos acampado y hubo que apresarla. La mujer no ha dado ninguna noticia fidedigna sobre los soldados, contestando a todo que no sabe, que hace tiempo que no va por allí. Sólo dio información sobre los caminos; de resultado del informe de la vieja se desprende que estamos aproximadamente a una legua de Higueras y otra de Jagüey y unas 2 de Pucará…”.
El destacamento guerrillero estaba reducido a 17 hombres que caminaban siguiendo el curso del río Grande; algunos -entre ellos el Che- marchaban en muy malas condiciones y no podían hacerlo sin ayuda. Reiniciaron la marcha al anochecer -escribe el Che- “con una luna muy pequeña y la marcha fue muy fatigosa y dejando mucho rastro por el cañón donde estábamos… A las 2 paramos a descansar pues ya era inútil seguir avanzando…”.
Estaban ocultos en la Quebrada del Yuro (o del Churo) pero su presencia ya había sido detectada. A mediodía del 8 de octubre, el ejército cerró el cerco e inició el ataque.
“Se ha podido precisar -escribe Fidel Castro en el prólogo del Diario- que el Che estuvo combatiendo herido, hasta que el cañón de su fusil M-2 fue destruido por un disparo, inutilizándolo totalmente. La pistola que portaba estaba sin ‘magazine’. Estas increíbles circunstancias explican que lo hubiesen podido capturar vivo. Las heridas de las piernas le impedían caminar sin ayuda, pero no eran mortales. Trasladado al pueblo de Higueras permaneció con vida alrededor de 24 horas. Se negó a discutir una sola palabra con sus captores, y un oficial embriagado que intentó vejarlo recibió una bofetada en pleno rostro”.
Algunos guerrilleros que defendían una posición a varios cientos de metros del Che, entre ellos el boliviano Inti Peredo, resistieron el ataque hasta el oscurecer en que lograron -escribe Fidel Castro-“despegarse del enemigo y dirigirse hacia el punto previamente acordado de concentración”. Hasta el día 12 se registraron combates en la zona. Un grupo muy reducido logró romper el cerco y ocultarse en Cochabamba y La Paz.
El Che y sus camaradas estuvieron el 26 de septiembre en La Higuera, en cuya escuelita el comandante guerrillero sería asesinado el 9 de octubre. En su Diario anota que en el caserío de La Higuera “habían desaparecido los hombres y sólo una que otra mujer habla”. Entre ellas Ninfa Arteaga, esposa del telegrafista del poblado, y su hija, Elida, maestra de la escuelita. En la mañana del 9 de octubre ambas volvieron a ver al Che, prisionero y herido, al que llevaron un plato de sopa de maní.
Han transcurrido 40 años y La Higuera sigue siendo un miserable caserío. Pero es famoso y centenares de personas de todo el mundo llegan a visitar el lugar donde mataron al Che. También el lavadero del hospital Señor de Malta, de Vallegrande, donde los militares expusieron su cadáver, y la pista de aterrizaje donde estuvieron las tumbas secretas del Che y 6 compañeros, entre ellos Tania, que hoy descansan en el mausoleo de Santa Clara, en Cuba

(Las fotos de estas páginas son del recorrido que el año pasado hicieron por esos lugares dos jóvenes chilenos, estudiantes de Economía de la Universidad de Santiago (Usach), Felipe Flores Quiroz y Sebastián Zarricueta Cabieses).

(Publicado en Punto Final Nº 648, 28 de septiembre, 2007)

 

 

 

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