Edición 635 - Desde el 23 de marzo al 4 de abril de 2007
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Televisión Nacional de Chile

La censura,
tumba de los libres

EL combate de La Concepción recreado para TVN.

La censura del documental Epopeya -que la tradición nacional del eufemismo ha llamado “postergación”- es una nueva y clara muestra de cómo los gobernantes están no sólo ahogados por el oscuro lastre de la historia, sino que impiden la emergencia de luces, ideas y nuevas miradas acerca de esa historia. Se niega el pensamiento, la creación, en suma, la inteligencia. La clase política gobernante, en un golpe de autoridad (que en este caso ha sido autoritarismo), ha prohibido la emisión de un documental histórico, o con mayor exactitud sobre la historia, echando mano a ese argumento que precisamente no resiste argumentaciones, la “razón de Estado”, con lo que reprime derechos básicos: el derecho a la creación y a la expresión; el derecho de la ciudadanía a informarse, a conocer lo que otros piensan.
El lamentable evento hasta bordea el ridículo. Televisión Nacional de Chile estuvo anunciando durante marzo la emisión del documental Epopeya para el miércoles 14 de ese mes. Un anuncio que vio todo el país y también determinadas personalidades políticas, como el ministro de Relaciones Exteriores, Alejandro Foxley, y el embajador de Perú, Hugo Otero, quien llamó a Lima para informar de la emisión del programa, etc. Sin conocer los contenidos del documental, desde Lima telefonearon a Foxley, quien entre el 10 y 11 llamó a Francisco Vidal, presidente del directorio de TVN, para que evaluara la llamada de Lima. Vidal a su vez le pasó el lío al directorio, que resolvió su “postergación”. Un alambicado proceso que permitió diluir las responsabilidades del acto de censura. Nadie hizo lobbying o ejerció presiones, menos censura, dijo Foxley, aun cuando a las pocas horas de su llamada a Vidal el programa salía de la parrilla de TVN.
Otra versión, muy similar, extiende un poco estos plazos. El embajador Otero habría llamado durante la semana a Vidal, pero el directorio de TVN habría votado a favor de emitir el documental. Ante esta circunstancia, Otero habría llamado a Lima para conducir el proceso desde su Cancillería. En esta versión fue el canciller peruano, José Antonio García Belaúnde, quien alertó a la Cancillería chilena. Foxley, con el argumento de razones de Estado, logró convocar de forma extraordinaria al directorio de TVN y consiguió suspender el programa.
Las variaciones a este episodio no parecen alterar el hecho. Tampoco lo que sucedió en el directorio de TVN, que está formado por distintas “sensibilidades” políticas, aunque con un mayor peso de la Concertación. Pese a los votos a favor de José Zalaquett y de la historiadora conservadora Lucía Santa Cruz, la vicepresidenta, la mayoría oficialista optó por “postergar” la emisión. El directorio, que durante la semana había decidido emi-tir Epopeya, esta vez fue funcional a Francisco Vidal (PPD), y Vidal fue funcional tal vez más a su sentido de supervivencia política, a la “razón de Estado”, que a los principios elementales que rigen a un medio de comunicación.
Ni lobbying, ni presiones. ¿De qué se trataba? ¿Por qué se bloquea la emisión de un documental ya previamente aprobado por todas las instancias y organismos competentes sin siquiera haberlo visto? Foxley no lo ha dicho, ya que se ha escudado en la “razón de Estado”, pero los motivos en este caso no han sido tan graves como el acto mismo. El canciller actuó como si TVN fuera el órgano de difusión del gobierno, una estación cuya misión es servir los intereses del Ejecutivo. Así lo fue durante un tiempo, recordamos bien, y por ello su actual estatuto de televisión pública, que no es la TV del gobierno ni tampoco de los partidos políticos. Si se justificaba recurrir a la razón de Estado, expresión que hace temblar a la ciudadanía, pero también a la presión y al lobbying, es algo que merece todas las imaginables sospechas. La situación, aunque no es tan grave como para invocar el secreto de Estado, sí da para desconfiar de todo cuanto diga la Cancillería. Las relaciones con Perú son mucho menos claras y tranquilas que como las relata el ministro Foxley.

El ROL DE VIDAL

La periodista Faride Zerán, ex miembro del directorio de TVN, hizo circular por Internet un artículo titulado “A qué le temen los poderes” en que se pregunta, tras esta “evidente censura”, acerca del rol que le cabe al presidente del directorio de TVN, nombrado por el presidente o presidenta de la República. Este debiera, responde Zerán, promover “al interior de la estación televisiva, precisamente ‘por razones de Estado’, el acceso a la información, el pluralismo y la libertad de expresión consagrados al menos en la letra en nuestro país”.
Zerán no cuestiona tanto el actuar de Foxley, a quien no parece interesarle en nada la libertad de expresión, o que por lo menos demuestra que no es un asunto que pueda compararse con la política exterior del Estado. Pero a quien le debiera interesar, dice Zerán, es a Vidal. Esa es, al menos, el área de su competencia. “¿O acaso el ex ministro está allí -se pregunta- para disputar los minutos informativos  en que aparece el gobierno versus la oposición? ¿O para asegurar las cifras azules porque el canal debe autofinanciarse, apoyando entonces la desaparición de la parrilla de programas culturales o de debate?”.
De una manera similar reaccionó también el Colegio de Periodistas. A diferencia de la ex miembro del directorio, que responsabilizó de censura a Vidal, esta asociación responsabilizó a Foxley por realizar “presiones indebidas” ante un medio de comunicación. “Resulta muy preocupante que una autoridad del Poder Ejecutivo, argumentando ‘razones de Estado’, presione a un medio de comunicación con el objetivo de impedir la difusión de un trabajo profesional que realizó durante varios meses y que contó con la colaboración de instituciones de Perú, Bolivia y Chile, entre ellas museos, ejércitos y autoridades políticas”.
Foxley abusó de su poder. Realizó evidentes presiones hacia un medio de comunicación que no es del gobierno, sino de la ciudadanía. Usó toda su influencia y poder para atropellar los derechos de otros. ¿Qué hubiera hecho Foxley si la emisión hubiese estado programada en Mega o en Chilevisión? ¿O es que no podía explicarle a su colega peruano que TVN no es el canal de la Concertación?

NACIONALISMOS
SOBRE LA DIPLOMACIA

El Colegio de Periodistas apuntó a una zona muy sensible para el gobierno. Pese a que Foxley ha querido asumir toda la responsabilidad -incluso las distintas versiones del episodio inscriben su actuar como autónoma del equipo de La Moneda, el que se enteró de la operación a través de los diarios- la verdadera causa ha sido derivada a Lima. El criterio del ministro, que se puede leer en sus declaraciones y también entre líneas, fue acceder a la demanda peruana para no entorpecer las relaciones bilaterales, que no son ni han sido óptimas ni con el actual ni con pasados gobiernos.
Es el gobierno de Alan García, asumido en 2006 en segunda vuelta con un diferencial muy bajo de votos, el que tuvo la reacción inicial ante la inminente emisión del documental. En la política interna peruana hay sectores nacionalistas opositores a García que han colocado el tema fronterizo con Chile en lugar destacado de la agenda. Un vistazo a los diarios limeños comprueba esta afirmación: los asuntos bilaterales con Chile, reducidos casi a un asunto de fronteras, es tema diario.
Por otra parte, están los errores de la Cancillería chilena hacia los países fronterizos. Descartando los tratados de libre comercio y otros convenios comerciales con países de todo el planeta, la política exterior chilena orientada a la región no sólo no tuvo un eje, una línea, sino que fue prácticamente ignorada. Hoy, tras el cambio radical que han tenido los gobiernos de la región, esta carencia cobra su factura.
Las relaciones con Perú no son buenas y ha quedado demostrado durante el año. Hacia finales de enero, el gobierno tuvo que subsanar, a raíz del proyecto de ley que crea la región de Arica y Parinacota, los abiertos reclamos de Lima por un cambio en las líneas de frontera. El reciente suceso, que no contiene ningún error, tiene elementos similares: reclamos desde Perú, nerviosismo en Chile y posterior satisfacción del gobierno peruano.
La drástica maniobra de Foxley, pese a haber sido rechazada por algunos grupos intelectuales y el gremio de periodistas, no tuvo una reacción similar en la clase política. Desde la derecha, que tuvo una buena oportunidad para ejercer todo tipo de críticas al gobierno, hubo, salvo muy escasas y aisladas declaraciones, silencio. No por sentirse invalidados para atacar al gobierno en esta área -casi como una ironía podrían entenderse los reclamos del diputado Alberto Cardemil, ex subsecretario general de Gobierno durante la dictadura-, sino más bien por su condición de oligarcas o representantes de esa oligarquía profundamente nacionalista.
Entre los pocos que elevaron un comentario o protesta estuvo el presidente del Partido Socialista, Camilo Escalona, y el presidente del Senado, Eduardo Frei Ruiz-Tagle, correligionario de Foxley. Pero cabe recordar que fue Frei quien durante su gobierno esgrimió también razones de Estado para que no se investigara las operaciones financieras delictivas realizados por el hijo mayor de Pinochet. Frei invocaba a un oculto e innombrable aspecto del Estado, pero en lo concreto inhibía la posibilidad de hacer justicia.

LOS SORPRENDIDOS PRODUCTORES DE “EPOPEYA”

El documental, que fue aprobado por el Consejo Nacional de Televisión -que sí lo ha visto-, lo realizó la productora Nuevo Espacio, externa a TVN, a la que la decisión del directorio tomó por sorpresa. Incluso, cuando el fin de semana del 10 y 11 de marzo los periodistas llamaron para consultarles por la determinación de TVN, ni el productor, Patricio Polanco, ni el guionista, Gilberto Villarroel, sabían de qué se trataba.
Una de las virtudes de Epopeya es dar una nueva mirada a la historia, una mirada crítica al historicismo nacionalista, registrada en la opinión de historiadores de los tres países. En Chile, como una manera de empujar esa reconsideración de los relatos nacionalistas, los historiadores entrevistados fueron Alfredo Jocelyn-Holt, Sergio Villalobos y Gabriel Salazar. Es una revisión de los mitos, y es también la intención de poner en la televisión lo que piensan “los otros”. Nada se sabe en Perú y Bolivia acerca de la mirada chilena hacia estos hechos, lo mismo que en Chile no se conoce la visión de nuestros vecinos. Desde la educación básica, a través de los libros de texto de historia, se ha modelado y cristalizado una forma poco amistosa de vernos. Ante este evidente peso histórico, los documentalistas conversaron y grabaron a escolares de los tres países, observaron los libros de texto, entrevistaron a historiadores, hablaron con gente en la calle, destacaron a las distintas figuras nacionales, héroes para unos, desconocidos para otros. ¿Quién es Eduardo Abaroa, el héroe boliviano, para los niños chilenos? ¿Quién es Arturo Prat para los niños bolivianos? Demasiado desconocidos para estar tan cerca.
Claudio Fuentes, cientista político de Flacso, durante un análisis del incidente citó el caso de las relaciones entre Chile y Argentina. Aun cuando no ha habido una traumática guerra que cruce la historia de ambos países, es un bondadoso ejemplo. Las malas relaciones que se extendieron durante largas décadas hasta llegar a una inminente guerra en 1978, durante las dictaduras de Pinochet en Chile y Videla en Argentina, han derivado en muy pocos años, como efecto de una voluntad política de los gobernantes de ambas naciones, a un rápido y profundo cambio. Es tal la proximidad entre las dos naciones, conseguida a partir de los gobiernos democráticos, que ninguno de los problemas comerciales -que no son pocos- ha logrado alterar el reencuentro. Este acercamiento no ha sido sólo de los gobernantes, sino de los ciudadanos. Un cambio en los nuevos textos de historia de la educación básica en ambos países, en poco tiempo ha conseguido suavizar las relaciones.
Con el incremento de las comunicaciones, del comercio -Chile y Perú firmaron un TLC en 2006, y las inversiones chilenas en Perú son de unos cinco mil millones de dólares- y de la inmigración -los peruanos residentes en Chile bordean los cien mil pero la tasa de crecimiento inmigratorio en los últimos diez años ha sido de 700 por ciento- es difícil comprender la actitud rígida, esclerosada, de los ministros de Perú y Chile. Una actitud que no ha sido compartida por el tercer gran actor de la tragedia, Bolivia. Su cónsul en Santiago, Roberto Finot, hizo declaraciones que lamentaba la postergación de la emisión. Nada peor que no hablar, no mirarse, mantenernos de espaldas.
“Nosotros no ponemos reparo respecto a la difusión de un trabajo documental y periodístico de esa naturaleza. Obviamente -comentó a la prensa- en un tema delicado y sensible para la relación de nuestros países, respetamos que puedan salir a flote estas susceptibilidades, pero nosotros no hemos tenido ni tenemos reparo para que se difunda. Todas las iniciativas que puedan surgir y darse para debatir un tema totalmente vigente y que es de indudable interés para los tres países, es positivo”, comentó.
Se teme hablar, mirarnos. Incluso, como hemos visto, se ha preferido cerrar los ojos, censurar antes de conocer los contenidos. Un temor atávico, que las clases políticas presionadas por sus respectivas oligarquías ultranacionalistas han preferido una vez más mantener

PAUL WALDER
(Publicado en Punto Final Nº 635, 23 de marzo, 2007)

 

 

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