Bush-Lula
Alianza para controlar los biocombustibles
Si alguien ha imaginado que el presidente George W. Bush ha visitado varios países de América Latina y especialmente Brasil (8 y 9 de marzo) inspirado en las alarmantes advertencias del reciente informe del Panel Intergubernamental sobre Cambios Climáticos (IPCC) acerca del irrefrenable calentamiento de la Tierra, está rotundamente equivocado. En este campo Bush es un analfabeto y su colega brasileño, Lula, es insensible.
Dos motivos han sido los principales impulsores de Bush: uno geopolítico y otro energético, derivado de la extraordinaria abundancia de biomasa en Latinoamérica y particularmente en la Amazonia.
En su primer mandato Bush no le otorgó importancia geopolítica a Latinoamérica. Pero en los últimos años los pueblos de la región han elegido gobiernos de centroizquierda o de Izquierda con fuerte preocupación social. El tema social, junto al del desarrollo, adquirió centralidad. Este hecho despertó viejos sueños adormecidos sobre la proyección de América Latina en el escenario mundial. El anhelo bolivariano de la Patria Grande o el de Nuestra América de José Martí, con fuerte acento antimperialista y antinorteamericano, vuelve hoy a ocupar el imaginario político de muchos ciudadanos. La fuerza carismática de Hugo Chávez, en buena parte, estriba en este ensueño continental.
El gobierno estadounidense, en principio, no se opone a la integración regional, pero quiere que se realice sin romper los lazos bilaterales tejidos durante decenios. Bush, eventualmente, puede aceptarla siempre que sea a la manera de Lula, no a la de Chávez, que no alimente sentimientos antiestadounidenses y no sea contraria a los intereses de Washington.
El segundo gran tema es que hay que descubrir alternativas al petróleo, que tiene los días contados entre 2030 y 2040. Es la sangre del sistema mundial. ¿Qué matriz energética lo sustituirá? En este plano Brasil es líder mundial. Gran parte de su energía es limpia, de origen hidroeléctrico, mientras 29 por ciento proviene de biomasa (que a escala mundial sólo representa 11 por ciento) que explota de una docena de leguminosas, especialmente en las regiones amazónica, pre-amazónica y nordeste.
Pero el gran experimento brasileño es el etanol extraído de la caña de azúcar. En 1975, después de la primera gran crisis del petróleo, se inició el llamado Programa Proalcohol con tecnología propia, para obtener combustible alternativo a la gasolina. Hubo períodos en que el alcohol de etanol movía el 80 por ciento de la flota automotriz nacional. Cuando cayó el precio del petróleo el proyecto se enfrió. Pero con las alzas de los últimos años se ha reforzado poderosamente.
Ahora Brasil produce 16.000 millones de litros, casi todos consumidos internamente. El auto flex fuel que funciona con gasolina o alcohol, es una marca registrada brasileña. En diez años harán falta otros 12.000 millones de litros anuales para alimentar la expansión de la flota de autos flex fuel, cuya tecnología ha sido exportada a países como Japón.
Brasil tiene alrededor de 90 millones de hectáreas cultivables y más 200 millones para el pastoreo de ganado. La agricultura ocupa sólo 62 millones de hectáreas de las que 6 millones están dedicadas a la caña de azúcar, una mitad para producir etanol y la otra para obtener azúcar. Existe el potencial para agregar algunos millones de hectáreas para (…)
(Este artículo se publicó completo en la edición Nº 635 de "Punto Final", 23 de marzo de 2007)
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