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Puñaladas
a traición en la DC
¿Tú también, Genaro?
Pese a que algunos analistas le han conferido a las elecciones
municipales una carga excesivamente dramática, todos los indicios
apuntan a que las dos grandes fuerzas en pugna -Alianza y Concertación-
mantendrán en lo sustancial sus votaciones, esperándose
que la diferencia a favor del oficialismo se sostenga en alrededor de
10 puntos.
Donde sí los escrutinios producirán dosis mayores de adrenalina
es en los partidos que integran el conglomerado gobiernista, pues los
guarismos que entreguen las urnas marcarán las tendencias de sus
electores de cara a los comicios presidenciales y parlamentarios del próximo
año.
El Partido Demócrata Cristiano es el que más fichas pone
esta vez en las mesas escrutadoras. Su presidente, el senador Adolfo Zaldívar,
ha desarrollado una esforzada tarea para ordenar y revitalizar las huestes
falangistas, duramente golpeadas en las últimas elecciones por
una reiterada y vertiginosa caída en las preferencias.
Las directivas que encabezaron Alejandro Foxley, Ricardo Hormazábal
y Enrique Krauss condujeron al PDC a su peor momento en cuarenta años,
siendo desplazado del primer lugar de los partidos por la poderosa maquinaria
electoral de la Unión Demócrata Independiente. Los gremialistas
cumplieron así su pública promesa de socavar los cimientos
de las bases poblacionales demócratacristianas.
Los detractores de Adolfo Zaldívar temen que la caída se
profundice. Argumentan que el partido perdió el voto de los jóvenes
y de muchas mujeres; que el PDC sigue mirándose el ombligo con
los mismos militantes; que no refleja la diversidad de la sociedad chilena
actual y que tampoco ha logrado identificar a los grupos sociales a los
cuales quiere dirigirse.
Estos críticos, que recordaban con rabia y pesar las elecciones
de 1997, cuando la dirigencia creyó que los electores se comportan
como los consumidores y evitaron poner en sus afiches y lienzos cualquier
mención al PDC y a su flecha roja, vieron una vez más con
estupor cómo los candidatos de su partido sólo sonreían
en los afiches callejeros, manteniendo distancia de su tienda política.
La DC enfrenta, además, una creciente fuga de votos hacia el PPD
y el Partido Socialista, referentes que agrupan a las tendencias más
progresistas del oficialismo, y que hoy levantan a una reina de corazón
-la ex ministra Michelle Bachelet- como carta decisiva para inclinar al
electorado en su favor.
Un nuevo traspié de la DC le hará cuesta arriba el camino
para poner a uno de los suyos en la ruta a La Moneda. Y provocará
también un inquietante escalofrío en los senadores y diputados
que desean repostularse en diciembre de 2005.
EL CIRCULO
DE LA TRAICION
Como si no bastaran estas preocupaciones, los devaneos
preelectorales del PDC quedaron cubiertos en las últimas semanas
por un penetrante perfume de traición.
Eduardo Frei Ruiz-Tagle, el ex mandatario aspirante a la reelección,
fue víctima de una oscura trama conspirativa para sacarlo de la
carrera presidencial. Cuatro de sus más cercanos amigos y colaboradores
-Edmundo Pérez Yoma, Raúl Troncoso, Genaro Arriagada y Carlos
Figueroa, el denominado “círculo de hierro”- declararon
anónimamente a El Mercurio que convencerían al ex gobernante
para que rescindiera sus aspiraciones y entregara su adhesión a
la ex ministra Soledad Alvear.
Pese a que los cuatro ex ministros desmintieron en sendas cartas haber
sido las fuentes ocultas del artículo en el diario de Agustín
Edwards, en los medios de prensa y corrillos políticos sus nombres
fueron mencionados una y otra vez como autores de la secreta operación.
Lo más violento, sin embargo, quizás sea que las principales
motivaciones que aparentemente los inspiraron tengan domicilio conocido
en los barrios de la ambición.
Superada la perplejidad inicial, Frei Ruiz-Tagle, su familia y partidarios,
creyeron ver las huellas de Gutenberg Martínez, esposo de Soledad
Alvear, en el diseño y entramado de la maniobra. El “Gute”
habría estado en una reunión en las oficinas del diario
La Tercera, junto a Cristián Bofill, Jovino Novoa, Andrés
Allamand y Edmundo Pérez Yoma. Allí, días antes de
la publicación en El Mercurio, Martínez habría afirmado
que Frei se bajaría, según aseguró la periodista
Paula Guerra en la nota de portada de La Nación Domingo.
En los ámbitos políticos se cuentan casi como leyendas las
múltiples operaciones políticas realizadas por Gutenberg
Martínez en los últimos treinta años y su habitual
tendencia a efectuarlas a través de la prensa. Desde hace un tiempo,
optó por sumergirse en actividades académicas y especialmente
en la conducción de la Organización Demócrata Cristiana
de América (ODCA), de gravitante papel en Centroamérica
y en el Caribe, donde hace una férrea oposición a los gobiernos
de Fidel Castro y de Hugo Chávez, en Cuba y Venezuela.
Por su parte, Frei recorrió más de 130 comunas para conseguir
el apoyo de las bases de su partido y espera llegar con ese respaldo a
la Junta Nacional del PDC, programada para mediados de noviembre. Allí
deberá medirse con Soledad Alvear, Adolfo Zaldívar y Marcelo
Trivelli, para decidir quién será el candidato presidencial
del falangismo.
LOS OTROS PRESIDENCIABLES
Los socialistas parecen ordenados detrás de la
postulación de Michelle Bachelet, y si logran aumentar su votación
en las municipales quedarán en inmejorable posición para
alcanzar esa meta. En el PPD, mientras, confían en el triunfo de
Jorge Schaulsohn en Santiago y en convencer al senador Fernando Flores
para que decline su postulación y apoye a la ex ministra de Defensa.
Ese partido tiene fijado su consejo general para el 13 de noviembre.
Aucán Huilcamán, dirigente del Consejo de Todas las Tierras,
proclamó en Temuco su candidatura presidencial, que probablemente
le entregará indicios claros sobre sus posibilidades reales de
llegar a ser diputado. El díscolo senador Nelson Avila, en tanto,
lanzó formalmente su postulación en la muy popular “Piojera”,
entre jarros de pipeño, chicha y chancho. Lo más probable
es que llegada la hora de las decisiones se sume a la plataforma electoral
de Michelle Bachelet.
Otro interesado es el senador demócrata cristiano Jorge Lavandero.
Hasta ahora ha recibido el apoyo de La SurDa y de la Corporación
Representa, que dirige el economista y ecologista Marcel Claude. Su eventual
candidatura podría adquirir patente si se concreta el apoyo del
Partido Comunista, que ha dejado entrever su simpatía por el fundador
del Proyecto de Desarrollo Nacional (Proden), en los años 80, los
más duros de la dictadura militar. Sus aliados, en todo caso, le
exigen a Lavandero que renuncie al PDC antes de proclamarlo.
EL FUTURO DE LA ALIANZA
Renovación Nacional (RN) pretende seguir siendo
la principal fuerza de la derecha en los comicios municipales y amagar
dos plazas fuertes de la Concertación: Antofagasta y Valparaíso.
En la primera, cuenta con la división de los candidatos concertacionistas;
y en el puerto, con el fuerte trabajo desplegado por Sebastián
Piñera para apoyar la candidatura del ingeniero comercial Joaquín
Godoy, hijo de la diputada Carmen Ibáñez.
Piñera, a un paso de transformarse en nuevo dueño de Chilevisión,
pretende ser candidato a senador por Santiago y recuperar el terreno que
la UDI le ha quitado a su partido.
Si la Alianza por Chile llegase a perder comunas emblemáticas como
Santiago, La Florida, Concepción, Estación Central y Recoleta,
la candidatura de Joaquín Lavín podría tambalear
y, una vez más, Piñera surgiría de entre las cenizas
para encabezar a la coalición opositora.
El exitoso empresario ha reiterado que la Alianza es mucho más
que los samurais de Lavín y que el gremialismo. Debe ampliarse
y crecer en la diversidad, revertir la endémica costumbre a la
dispersión y el hábito de fagocitarse a sí misma.
Su discurso respira en la nuca de Lavín, con argumentos tan crudos
como cuando sostiene: “Yo no estoy en la política para enriquecerme.
Ya soy rico”.
La UDI sabe que si la Alianza no disminuye la brecha de casi 12 puntos
que la separa de la Concertación, las posibilidades de su abanderado
caerán en forma significativa. Ello, porque querría decir
que la popularidad de Lavín topó techo en las presidenciales
de enero del 2000 y que la diferencia sería irremontable con él
como candidato.
También los empresarios miran cada vez con mayor simpatía
los éxitos macroeconómicos del gobierno y los indicadores
en alza. Este decorado, tranquilo y luminoso para los estratos medios
y altos, podría verse convulsionado con una campaña presidencial
y parlamentaria beligerante. Y ello, obviamente, a ninguno de esos sectores
le conviene.
LOS NO INSCRITOS
La Alianza aspira a un virtual empate en las urnas y
a retener las principales comunas que están bajo su conducción.
Ello le permitiría sostener que la Concertación está
en franca decadencia y abordar la campaña presidencial con un ánimo
triunfalista, asegurando que la llegada a La Moneda es cuestión
de meses.
En ese paisaje, sin embargo, adquirirán un renovado valor los sufragios
nulos y blancos y, particularmente, la masa de más de un millón
y medio de no inscritos, en su mayoría menores de 35 años.
Sabiendo que allí se ubica la diferencia necesaria para ganar,
la Alianza volcará su propaganda hacia los jóvenes, con
un discurso orientado hacia la educación, el trabajo y el respeto
a la diversidad, las tres grandes demandas de ese grupo.
Ya no sólo se verá a Lavín intercambiando besos con
transexuales y manoseado por las muchachas de los “cafés
con piernas”. Probablemente se le observará pintando graffitis
en poblaciones y visitando uno que otro club nocturno para parejas del
mismo sexo.
En el otro lado de la vereda, tal como ocurrió después de
la primera vuelta presidencial de diciembre de 1999, muchos se pondrán
a trabajar en serio para no perder sus prebendas y pitutos. Prometerán
abrir nuevos cauces de participación, se mostrarán dispuestos
a renovar sus anquilosadas dirigencias y llamarán a un urgente
debate de ideas para superar la perniciosa liviandad de la farándula.
Saldrán a los barrios y poblaciones a golpear puertas, implorarán
ayuda a ese mismo pueblo que nunca escuchan para “detener al fascismo
y la reacción”, se distanciarán de las páginas
de El Mercurio y de las revistas de papel couché, se sacarán
las corbatas de seda y los Cartier, volverán a los pantalones de
mezclilla y a los mocasines made in Chile. Dejarán los pies en
las calles polvorientas. Se esforzarán mucho, es cierto, por recuperar
los apoyos perdidos.
Pero quizás ya sea demasiado tarde. Y muchos piensan lo mismo que
el periodista Alejandro Guillier, al que las encuestas señalan
como el periodista más creíble de Chile, quien dijo en el
programa Tolerancia Cero: “Yo ya no creo en esta democracia. Prefiero
buscar otras formas de participación que le den mayores posibilidades
a la gente”
MANUEL SALAZAR
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