|
Un país ambiguo
Chile
ES Y NO ES
El
historiador Alfredo Jocelyn-Holt acaba de lanzar el segundo tomo de su
Historia general de Chile, subtitulado: Los césares perdidos (Ed.
Sudamericana). En él abarca el siglo XVII, pero según explica
“este libro hay que entenderlo como una crítica al momento
actual”. Sobre su particular visión de la historia y política
contingente, PF conversó con él.
Al abrir un libro de historia suele encontrarse una lista de sucesos,
períodos presidenciales, pequeñas biografías de personajes
ligados al poder y, especialmente, acontecimientos militares. Su historia
es distinta, más bien un ensayo entre filosófico y poético.
“Evidentemente los libros de historia convencional contienen todas
las fechas; eso ya lo hicieron Barros Arana, Encina, y una cantidad enorme
de monografías. Por lo tanto, los datos ya están. Lo que
se requiere es reinterpretarlos a la luz de la historia actual. Uno no
tiene que volver atrás a contar la misma historia. La historia
no es objetiva, es una interpretación, es hermenéutica,
y la razón que la motiva, normalmente, es una visión retrospectiva
de temas usualmente trillados. Mi historia depende de nuevas preguntas;
éstas son las que cambian. Pertenezco a una generación de
historiadores que vivieron el proceso revolucionario que se inicia en
la década del sesenta y el golpe de 1973; que han vivido la proyección
de la dictadura en la Concertación. Todo eso requiere nuevas preguntas,
una visión crítica, revisionista, y en algunos casos ecléctica.
Es lo que intento hacer. Para esto no me detengo en una línea en
particular. No me interesan únicamente la economía o los
gobiernos, o la política. Me interesa más bien una visión
general: el fuerte está en lo cultural. Me baso en la literatura,
porque me interesa el arte. Me impresionan los espacios físicos,
los motivos por qué llegan a Chile los conquistadores. Me fascina
el vínculo europeo con América, y con Chile en particular,
a través de las ideas”.
CHILE RENACE
Hay una afirmación que llama la atención:
Chile nace y renace de sus contradicciones mucho más que de sus
afirmaciones. Chile es y no es. ¿Es nuestro país una especie
de frustración?
“Chile siempre ha sido una frustración. ¡Qué
más frustrante que nuestro presente! Se votó contra Pinochet
en 1988, y la Concertación salvó a Pinochet y lo rescata
permanentemente. Diego de Almagro pensaba que aquí habría
abundancia de oro y sin embargo, no había tal. Y así hay
muchos ejemplos. Este país siempre es y no es. Es un país
ambiguo, equívoco.
Pensemos en esas grandes mayorías que en su momento apoyaron a
Eduardo Frei Montalva y luego a Salvador Allende, si le sumamos los votos
democratacristianos a los de Allende; las candidaturas de Allende y Tomic,
en 1970, representaban las grandes transformaciones. Esas grandes mayorías
apoyaron después a la dictadura. De otra manera no se explica cómo
Pinochet llega al plebiscito con un 44%, a pesar del desgaste. Este país
es democratacristiano, allendista, pinochetista, concertacionista-udi-binominal,
a la vez. Es y no es, porque son más o menos las mismas mayorías”.
Usted es derechista, cercano a los antiguos liberales. También
se declara enemigo de la dictadura militar. ¿Qué opina de
la Constitución de 1980 y por qué aún se mantiene?
“Sí, soy de derecha, pero no fascista. Siempre fui enemigo
de la dictadura. Y una de las razones por las cuales no me inscribí
para votar en el plebiscito de 1988 fue que consideraba que era ratificar
la Constitución del 80. Y pensaba que ésta era la consolidación,
en términos constitucionales, de la dictadura militar. Desde luego,
establecía un binomio cívico-militar, en que estos últimos
eran los garantes de la institucionalidad. Con el tiempo he ido modificando
esa opinión, sin perjuicio de que sigo siendo contrario a la Constitución
del 80, y también rechazo la Constitución de 1925. Es más,
estimo que la del 80 es una reforma de la del 25, comparten un sesgo presidencialista.
Las dos formulan un régimen cívico-militar. Donde he ido
modificando mi opinión es en que creo que la Constitución
de 1980 terminó con la dictadura militar, en el sentido de que
hasta ese momento (entre 1973 y 1980) gobernaban solamente los militares.
Con la Constitución del 80 se revierte a un régimen cívico-militar,
que es el que imperaba desde 1924-1925, desde el acuerdo entre Arturo
Alessandri y los militares. Esto de la Constitución es interesante,
porque en un futuro gobierno de la UDI por ejemplo, quizá se haga
necesario cambiar esta Constitución. Y quizá la derecha
sea la única que puede cambiarla, pues tiene más flexibilidad
que la Concertación, por ser su autora. De no reformarla, el gobierno
de Lavín se transformaría en la cuarta administración
de la Concertación, y no en el primer gobierno de la UDI.
Yo no soy fascista, no soy corporativista. La derecha actual tiene orígenes
corporativistas, pero no pierdo las esperanzas de tener una derecha decente.
Y la derecha decente no hay que inventarla. Sostengo que la derecha indecente
que tenemos se puede ir cambiando y modificando, en buena medida porque
gobernar no es fácil. Por último, prefiero los acomodos
de un gobierno de la UDI que los de la Concertación”.
POLITICA Y RECONCILIACION
¿Cree que hoy no existe una definición
clara de los partidos políticos? Se lo pregunto porque muchas veces
la Izquierda toma decisiones de derecha.
“A mí me parece que el único partido serio es la UDI
-a pesar de que no le tengo ninguna simpatía-. Es un partido disciplinado
y sabe lo que quiere. Tiene además mucha paciencia. Tácticamente
es notable. Mientras, los otros sectores, dentro de un cierto consensualismo
y autocomplacencia, se confunden”.
Respecto a nuestra actualidad política usted ha dicho que Ricardo
Lagos no puede darse el lujo de fracasar...
“Pienso que el fracaso puede estar dictado por el hecho que le tenga
que entregar la banda a Lavín. Eso sería un gran fracaso.
Es un fracaso también no haber hecho los cambios que la Concertación
necesitaba, y que le daban legitimidad histórica. No olvidemos
que lo que se propone la Concertación desde 1988 en adelante es,
fundamentalmente, cambiar la Constitución y modificar el régimen
neoliberal. Y la persona que más se acercaba a esa propuesta era
Ricardo Lagos, pero no ha hecho nada de lo que muchas veces dijo que haría.
Por lo tanto, me parece que hace mucho rato que Lagos fracasó.
Como cuando le preguntaron a Marco Enríquez cómo pasaría
Lagos a la historia y contestó muy hábilmente: no pasó.
Tengo la impresión de que hace rato que el presidente no gobierna.
Corta cintas, aparece con los empresarios, le encantaría ser secretario
general de Naciones Unidas..., está en otra. El que gobierna desde
hace tiempo es Insulza. Uno no llega a la presidencia de la República
para no gobernar y cortar cintas”.
Desde su punto de vista, ¿cree posible la reconciliación?
“No creo en reconciliaciones. Soy tataranieto de José Manuel
Balmaceda y no me he reconciliado con los enemigos que lo derrocaron.
Podría sentarme a negociar con ellos, a conversar. Incluso he tenido
alumnos que son descendientes de ellos -son Walker- y les he puesto un
siete porque son habilosos, pero realmente no me caen bien. Y, francamente,
no entro a reconciliarme con ellos. El concepto de reconciliación
es un concepto cristiano, católico, más bien teológico.
Esto es política, y la política es secularizada desde hace
mucho tiempo. Podemos negociar, se puede negociar casi todo. También
se puede negociar la maldad, pero reconciliarse no. Eso es una ilusión”
ALEJANDRO LAVQUEN
Volver | Imprimir
| Enviar
por email |