Edición 579 - Desde el 29 de Octubre al 11 de Noviembre de 2004
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Un país ambiguo

Chile
ES Y NO ES


El historiador Alfredo Jocelyn-Holt acaba de lanzar el segundo tomo de su Historia general de Chile, subtitulado: Los césares perdidos (Ed. Sudamericana). En él abarca el siglo XVII, pero según explica “este libro hay que entenderlo como una crítica al momento actual”. Sobre su particular visión de la historia y política contingente, PF conversó con él.
Al abrir un libro de historia suele encontrarse una lista de sucesos, períodos presidenciales, pequeñas biografías de personajes ligados al poder y, especialmente, acontecimientos militares. Su historia es distinta, más bien un ensayo entre filosófico y poético.
“Evidentemente los libros de historia convencional contienen todas las fechas; eso ya lo hicieron Barros Arana, Encina, y una cantidad enorme de monografías. Por lo tanto, los datos ya están. Lo que se requiere es reinterpretarlos a la luz de la historia actual. Uno no tiene que volver atrás a contar la misma historia. La historia no es objetiva, es una interpretación, es hermenéutica, y la razón que la motiva, normalmente, es una visión retrospectiva de temas usualmente trillados. Mi historia depende de nuevas preguntas; éstas son las que cambian. Pertenezco a una generación de historiadores que vivieron el proceso revolucionario que se inicia en la década del sesenta y el golpe de 1973; que han vivido la proyección de la dictadura en la Concertación. Todo eso requiere nuevas preguntas, una visión crítica, revisionista, y en algunos casos ecléctica. Es lo que intento hacer. Para esto no me detengo en una línea en particular. No me interesan únicamente la economía o los gobiernos, o la política. Me interesa más bien una visión general: el fuerte está en lo cultural. Me baso en la literatura, porque me interesa el arte. Me impresionan los espacios físicos, los motivos por qué llegan a Chile los conquistadores. Me fascina el vínculo europeo con América, y con Chile en particular, a través de las ideas”.

CHILE RENACE

Hay una afirmación que llama la atención: Chile nace y renace de sus contradicciones mucho más que de sus afirmaciones. Chile es y no es. ¿Es nuestro país una especie de frustración?
“Chile siempre ha sido una frustración. ¡Qué más frustrante que nuestro presente! Se votó contra Pinochet en 1988, y la Concertación salvó a Pinochet y lo rescata permanentemente. Diego de Almagro pensaba que aquí habría abundancia de oro y sin embargo, no había tal. Y así hay muchos ejemplos. Este país siempre es y no es. Es un país ambiguo, equívoco.
Pensemos en esas grandes mayorías que en su momento apoyaron a Eduardo Frei Montalva y luego a Salvador Allende, si le sumamos los votos democratacristianos a los de Allende; las candidaturas de Allende y Tomic, en 1970, representaban las grandes transformaciones. Esas grandes mayorías apoyaron después a la dictadura. De otra manera no se explica cómo Pinochet llega al plebiscito con un 44%, a pesar del desgaste. Este país es democratacristiano, allendista, pinochetista, concertacionista-udi-binominal, a la vez. Es y no es, porque son más o menos las mismas mayorías”.
Usted es derechista, cercano a los antiguos liberales. También se declara enemigo de la dictadura militar. ¿Qué opina de la Constitución de 1980 y por qué aún se mantiene?
“Sí, soy de derecha, pero no fascista. Siempre fui enemigo de la dictadura. Y una de las razones por las cuales no me inscribí para votar en el plebiscito de 1988 fue que consideraba que era ratificar la Constitución del 80. Y pensaba que ésta era la consolidación, en términos constitucionales, de la dictadura militar. Desde luego, establecía un binomio cívico-militar, en que estos últimos eran los garantes de la institucionalidad. Con el tiempo he ido modificando esa opinión, sin perjuicio de que sigo siendo contrario a la Constitución del 80, y también rechazo la Constitución de 1925. Es más, estimo que la del 80 es una reforma de la del 25, comparten un sesgo presidencialista. Las dos formulan un régimen cívico-militar. Donde he ido modificando mi opinión es en que creo que la Constitución de 1980 terminó con la dictadura militar, en el sentido de que hasta ese momento (entre 1973 y 1980) gobernaban solamente los militares. Con la Constitución del 80 se revierte a un régimen cívico-militar, que es el que imperaba desde 1924-1925, desde el acuerdo entre Arturo Alessandri y los militares. Esto de la Constitución es interesante, porque en un futuro gobierno de la UDI por ejemplo, quizá se haga necesario cambiar esta Constitución. Y quizá la derecha sea la única que puede cambiarla, pues tiene más flexibilidad que la Concertación, por ser su autora. De no reformarla, el gobierno de Lavín se transformaría en la cuarta administración de la Concertación, y no en el primer gobierno de la UDI.
Yo no soy fascista, no soy corporativista. La derecha actual tiene orígenes corporativistas, pero no pierdo las esperanzas de tener una derecha decente. Y la derecha decente no hay que inventarla. Sostengo que la derecha indecente que tenemos se puede ir cambiando y modificando, en buena medida porque gobernar no es fácil. Por último, prefiero los acomodos de un gobierno de la UDI que los de la Concertación”.

POLITICA Y RECONCILIACION

¿Cree que hoy no existe una definición clara de los partidos políticos? Se lo pregunto porque muchas veces la Izquierda toma decisiones de derecha.
“A mí me parece que el único partido serio es la UDI -a pesar de que no le tengo ninguna simpatía-. Es un partido disciplinado y sabe lo que quiere. Tiene además mucha paciencia. Tácticamente es notable. Mientras, los otros sectores, dentro de un cierto consensualismo y autocomplacencia, se confunden”.
Respecto a nuestra actualidad política usted ha dicho que Ricardo Lagos no puede darse el lujo de fracasar...
“Pienso que el fracaso puede estar dictado por el hecho que le tenga que entregar la banda a Lavín. Eso sería un gran fracaso. Es un fracaso también no haber hecho los cambios que la Concertación necesitaba, y que le daban legitimidad histórica. No olvidemos que lo que se propone la Concertación desde 1988 en adelante es, fundamentalmente, cambiar la Constitución y modificar el régimen neoliberal. Y la persona que más se acercaba a esa propuesta era Ricardo Lagos, pero no ha hecho nada de lo que muchas veces dijo que haría. Por lo tanto, me parece que hace mucho rato que Lagos fracasó. Como cuando le preguntaron a Marco Enríquez cómo pasaría Lagos a la historia y contestó muy hábilmente: no pasó. Tengo la impresión de que hace rato que el presidente no gobierna. Corta cintas, aparece con los empresarios, le encantaría ser secretario general de Naciones Unidas..., está en otra. El que gobierna desde hace tiempo es Insulza. Uno no llega a la presidencia de la República para no gobernar y cortar cintas”.
Desde su punto de vista, ¿cree posible la reconciliación?
“No creo en reconciliaciones. Soy tataranieto de José Manuel Balmaceda y no me he reconciliado con los enemigos que lo derrocaron. Podría sentarme a negociar con ellos, a conversar. Incluso he tenido alumnos que son descendientes de ellos -son Walker- y les he puesto un siete porque son habilosos, pero realmente no me caen bien. Y, francamente, no entro a reconciliarme con ellos. El concepto de reconciliación es un concepto cristiano, católico, más bien teológico. Esto es política, y la política es secularizada desde hace mucho tiempo. Podemos negociar, se puede negociar casi todo. También se puede negociar la maldad, pero reconciliarse no. Eso es una ilusión”

ALEJANDRO LAVQUEN

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