El
cine de Fernando “Pino” Solanas
“MEMORIA
del saqueo”
Autor: STELLA CALLONI
En Buenos Aires
Su paso como diputado del Frente Grande -que ya no existe-
durante el gobierno del ex presidente Carlos Menem, dejó
su huella. Un certero disparo en una pierna, como sucede cuando
alguien se enfrenta con las mafias, demostró que Fernando
“Pino” Solanas era tan peligroso para el sistema
en su papel de político, como en el de cineasta.
A “Pino” le gusta desafiar al sistema desde siempre.
Desde su inolvidable documental La hora de los hornos (1968)
-con guión escrito con Octavio Getino, que marcó
a varias generaciones de cineastas- y sus largometrajes Sur
y El exilio de Gardel, entre otros, que cautivaron al mundo.
Durante el menemismo, al que se enfrentó a los pocos
meses del arribo de Menem al poder, en su soledad como diputado
siempre polémico, incomprendido por muchos de sus colegas,
Solanas se dedicó a denunciar la corrupción
reinante y fue -y es- uno de los más agudos investigadores
sobre el caso de la binacional hidroeléctrica de Yaciretá,
que el ex mandatario intentó negociar con empresas
ligadas a George Bush padre.
Llevando una cámara ligera que nunca abandona, porque
en cualquier momento la realidad lo sorprende y esos “relámpagos
necesitan quedar como parte de la memoria infinita”,
habla de su última película, Memoria del saqueo.
Para la realización de este filme, que ha obtenido
diversos premios, trabajó mucho tiempo investigando
con la ayuda de la socióloga Alcira Argumedo.
“Mirando un día las fábricas desiertas
en el sur, andando por el país, me pregunté:
¿Cómo fue posible que la Argentina se convirtiera
en una especie de desierto? Millones pasan hambre, en un país
tan rico en recursos que puede alimentar con lo que produce
a 300 millones de personas en el mundo. Ese día, supe
que tenía que contar esta historia. La historia de
una gran estafa contra el pueblo argentino durante los últimos
quince años, porque el modelo que fue utilizado para
esto, quería ser impuesto a todos los pueblos del mundo”.
Premiado este año en Berlín con el Oso de Oro,
por el conjunto de su obra fílmica, Solanas mantiene
una fuerte actividad política con compañeros
de ruta de diversos sectores que, como él, han decidido
luchar para recuperar el país perdido, devolver al
Estado y al pueblo lo que se le ha robado con las escandalosas
y corruptas privatizaciones de los años 90. “Nunca
dejé de filmar, desde aquellos ya más de treinta
años en que hicimos La hora de los hornos; jamás
dejé de hacerlo. Ahora estoy filmando constantemente.
Llevo mi cámara al hombro y registro todo aquello que
conmueve o ilumina. Así filmé aquellas horas
del 20 de diciembre de 2001, cuando se produjo el increíble
estallido social, que fue, finalmente, el aliento para buscar
las memorias del saqueo a nuestro país. Recuerdo que
el 19 de diciembre acababa de llegar de Europa. Ya en el amanecer
uno sabía que el país había dado un giro
impresionante, escuchando aquel sonido del cacerolazo, viendo
las manifestaciones cercando la lujosa casa de Domingo Cavallo
(ex ministro de Economía) obligándolo a renunciar.
Y luego veo que reprimen a jóvenes, periodistas, manifestantes
y a las Madres de Plaza de Mayo. Entonces, cargué la
cámara y me fui a filmar con mis hijos. Filmé
todo lo que pude, la gente, los rostros increíbles
de aquellas horas, la rebelión imparable. A veces no
se podía filmar por el humo de los gases, pero fui
recogiendo todo. Y también había jóvenes
haciendo lo mismo. Eso me impactó, y mucho material
de aquellos días fue generosamente cedido para lograr
Memoria del saqueo. Y también filmamos la represión,
la muerte y luego las asambleas, los piqueteros, todo aquello
que mostraba la reacción popular, lo contenido. Así,
poco tiempo después, nació la idea de hacer
algo con ese material, porque me preguntaba, ¿cómo
puede explicarse este suceso al mundo? Mis hijos también
lo preguntaban. Entonces sentí que para responder tenía
que recurrir a la memoria, que estaba todo allí y que
esa era una forma de luchar contra el olvido, contra las nuevas
impunidades”.
CATASTROFE ANUNCIADA
De alguna manera, se había convertido en el cronista
de una historia que conmovió al mundo en su momento.
“Había algo más. Yo, durante doce o trece
años, decía a quien quería escucharme
lo que pensaba que iba a pasar. En lo único que me
equivoqué fue en la dimensión de la catástrofe.
Nunca creí que se iba a ir tan lejos, ni que finalmente
hasta los bancos iban a robar los ahorros a la gente. Pero
que la Argentina sería vaciada, saqueada, lo dije muchas
veces, y también me sentí muy solo algunas veces.
Entonces, cuando sucedió, yo salí a filmar y
seguí filmando las semanas que siguieron. Pero sabía
que debía ir más lejos. Eso no explicaba cómo
se había llegado a aquel momento. Era una secuencia
muy fuerte y entonces se necesitaba la reflexión. Era
como una continuidad de La hora de los hornos, en otro tiempo,
otros acontecimientos, otro lenguaje más elaborado,
en este caso”.
También habían pasado más de treinta
años entre lo uno y lo otro, y Fernando Solanas había
hecho un largo trayecto cinematográfico y político.
“Sí, estaba todo eso. Y la tragedia sobre la
tragedia que había significado la impunidad. Memorias
y aprendizajes del exilio. Había mucho para reflexionar.
Estábamos viviendo el resquebrajamiento nada menos
que del modelo neoliberal, se astillaba el enorme jarrón.
Allí estaban los excluidos, los inmensamente pobres,
los ahorristas, estaban los que habían creído
en el modelo, los que no habían creído, todos
juntos. En esos (...)
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