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La Moneda ya eligió:
Michelle Bachelet
MICHELLE
Bachelet con el secretario de Defensa de los EE.UU., Donald Rumsfeld.
La doctora Michelle Bachelet Jeria, actual ministra de Defensa y ex ministra
de Salud, será la candidata presidencial que la Concertación
de Partidos por la Democracia presentará en su intento por ganar
un cuarto período de gobierno. La resolución ya fue tomada
por la cúpula de poder que orienta a la coalición gobernante
y cuya dirección ejerce el presidente de la República, Ricardo
Lagos. El mandatario terminó por convencerse -después de
muchas cavilaciones- que Michelle Bachelet tiene la mejor opción
entre todos los presidenciables de la Concertación -que no son
pocos-. El mandatario dio su autorización para que se inicie el
sigiloso proceso de consultas, sondeos, preparativos y negociaciones que
debería culminar con la proclamación de Michelle Bachelet
a comienzos del 2005. Los operadores políticos se han puesto en
marcha -cuidando formas y procedimientos- para asegurar que se alcance
ese objetivo. La prohibición de hablar públicamente de candidaturas
presidenciales se respetará por los protagonistas del acontecer
político hasta las próximas elecciones municipales. Pero
antes que se rompan los fuegos, según esperan quienes participan
en esta operación, ya los actores principales se habrán
puesto de acuerdo en el nombre de Bachelet.
Las encuestas y su manipulación mediática, por supuesto,
han contribuido a apresurar la decisión del grupo de poder de la
Concertación que encabeza el presidente Lagos. En menos de una
semana, al finalizar el mes de marzo, las empresas Ipsos-Search Marketing
y Gemines divulgaron en forma separada nuevas encuestas que confirman
el rápido ascenso de Michelle Bachelet en las preferencias electorales.
La primera señala que si las elecciones fuesen en este momento,
Bachelet obtendría el 54% y derrotaría a Lavín que
sólo recibiría el 35,4% de las preferencias. Por su parte
la encuesta de la consultora Gemines -publicada en el “Diario Financiero”,
órgano de información de hombres de negocios- señala
que Bachelet tendría el 57% de apoyo frente a 35% de Lavín.
Aunque la ministra de Relaciones Exteriores, Soledad Alvear, también
aventaja en ambas encuestas al alcalde de Santiago (46% contra 42,8% en
la primera y 53% contra 38% en la segunda), es notoria la diferencia que
favorece a la ministra de Defensa.
Aunque el deterioro de la candidatura de Lavín es apreciable, las
disminuidas fuerzas del alcalde de Santiago todavía le permitirían
derrotar al ex presidente Eduardo Frei Ruiz-Tagle y al actual ministro
del Interior, José Miguel Insulza, si uno de ellos fuese el candidato
de la Concertación. Las conclusiones a que llegan las encuestas
son parecidas: Lavín recibiría el 50% de los votos mientras
Frei obtendría apenas el 32% e Insulza, sólo 33%.
La decisión de La Moneda de jugarse por Michelle Bachelet, en todo
caso, no fue determinada por estas encuestas. Se apoya en anteriores sondeos
de opinión, incluyendo los que hacen organismos de seguridad del
Estado, que fueron mostrando el dinámico crecimiento de la opción
Bachelet y la tendencia decreciente de Lavín. Esas señales
avivaron el optimismo en el cerrado círculo de poder de la Concertación.
Hace unos meses, la moral de los dirigentes de la coalición gobiernista
se encontraba en el suelo, debido a los escándalos que condujeron
al desafuero de parlamentarios y a la detención del ex ministro
Carlos Cruz y otros altos funcionarios de Obras Públicas. Se temía
-y aún se teme- que la investigación judicial alcanzara
al propio presidente de la República, implicándolo en los
manejos que se hicieron a través del MOP para desviar fondos hacia
la caja electoral de la Concertación. Pero la basura que arrojaron
los escándalos de Inverlink, MOP-Gate, etc., pasaron a segundo
plano al reventar el “caso Spiniak” que enlodó de manera
brutal a la UDI y que casi hizo enloquecer al jefe de esa facción
de extrema derecha. El tardío golpe de autoridad de Lavín
-con ayuda de Allamand- para imponer orden en sus filas mediante la destitución
de Longueira y Piñera, resultó una monumental chapucería
política. Dejó en evidencia la extrema torpeza, falta de
ética y sordidez de los procedimientos del líder de la derecha
y de sus “samurais”. Por esto las encuestas muestran que el
ocaso de Lavín se acentuó después de la defenestración
de Sebastián Piñera. Su ya debilitado liderazgo -lejano
aquel 48% que obtuvo frente a Lagos-, no resistiría una confrontación
presidencial con Bachelet o Alvear. En el mejor de los casos su desempeño
dejaría a la derecha en su tradicional nicho de un tercio electoral
y condenada, otra vez, a sufrir el tormento de Sísifo en su empeño
por llegar al gobierno.
A pesar de la creciente popularidad de Michelle Bachelet, la operación
para imponerla como candidata presidencial no carece de inconvenientes.
Proceden, sobre todo, de la Democracia Cristiana. Además de la
canciller Soledad Alvear, allí están la obsesiva aspiración
de Frei por volver a La Moneda y las pretensiones de candidatos menores,
como el ministro de la Vivienda Jaime Ravinet. La DC se ve así
en la obligación de disputar, aunque sea formalmente, la candidatura
presidencial del 2005. Sin embargo, a favor de Bachelet juegan las contradicciones
internas en la Democracia Cristiana. Su actual presidente, el senador
Adolfo Zaldívar Larraín, se enfrenta a las corrientes internas
minoritarias que apoyan a Alvear y Frei. El marido de Alvear, Gutenberg
Martínez, debió hacerse cargo personalmente de defender
los derechos de su esposa. Pero sucede que el propio Adolfo Zaldívar
quiere ser candidato presidencial. Sin embargo, está consciente
que su turno no ha llegado y que debe esperar a otro período presidencial...
siempre y cuando esta vez ceda el paso, después de oponer “fiera
resistencia”, a una candidatura del sector “progresista”
de la Concertación. En esa perspectiva el presidente de la DC necesita
demostrar que su conducción ha logrado detener la decadencia de
su partido. La prueba de fuego para Zaldívar y su corriente “colorina”
son las elecciones municipales de octubre. Los constructores de la candidatura
presidencial de Michelle Bachelet están dispuestos a entregarle
a Zaldívar una baza importante: la candidatura a la alcaldía
de Santiago. Será asignada al actual intendente Marcelo Trivelli
Oyarzún, demócrata cristiano, que también encabeza
las encuestas de popularidad electoral. La postulación del PPD
Jorge Schaulsohn, es resistida en el Partido Socialista e incluso en sectores
de su propio partido, por su asociación con Andrés Allamand
en el proyecto de una “centro derecha liberal”, y por sus
estrechos vínculos con la política e intereses norteamericanos.
En otros ámbitos, los vientos soplan favorables para Bachelet.
Aunque sectores del empresariado preferirían a Eduardo Frei -como
lo ha expresado Fernando Léniz- la candidatura de Bachelet no los
asusta. Los dueños de Chile saben perfectamente que continuarán
invariables las políticas neoliberales de la Concertación.
El gran empresariado jamás había ganado tanto dinero como
en estos años, sobre todo bajo el gobierno del “socialista”
Ricardo Lagos. Las sociedades anónimas, por ejemplo, acaban de
dar a conocer sus balances a la Superintendencia de Valores y Seguros.
Confiesan utilidades del 83% en el 2003 y avizoran un panorama todavía
mejor para el 2004. A la cabeza de los monarcas de la economía
marchan las empresas forestales y mineras. La reina de todas es Copec,
del grupo Angelini, que ganó nada menos que 332 mil 889 millones
de pesos en el año.
En cuanto a las FF.AA., la ministra Bachelet ha vuelto a ser considerada
parte de la “familia militar”. Su desempeño en la cartera
de Defensa terminó por borrar cualquier suspicacia que ese decisivo
factor de poder pudiera tener acerca de la militante socialista e hija
del general de la Fach Alberto Bachelet, que murió en la cárcel
a consecuencia de las torturas que le infligieron sus propios camaradas
de armas.
En el cuadro que presentarían las elecciones presidenciales del
2005, con Michelle Bachelet por la Concertación y Joaquín
Lavín por la derecha, falta sin embargo un factor que podría
alcanzar mucha importancia: la eventual candidatura que levante una alternativa
democratizadora y de justicia social, surgida de las organizaciones sociales
y políticas que sostienen una línea antineoliberal y que
hoy están en lento proceso de reagrupamiento. Desde luego, sería
imposible pretender que una postulación alternativa derrote en
un primer intento al enorme poder económico y mediático
que la Concertación y la derecha aplicarán a la próxima
campaña electoral. Pero una postulación representativa del
pluralismo ideológico y de la autonomía del movimiento social,
ajena a las complicidades con los poderes fácticos que entumecen
las capacidades de la Concertación, podría acumular un significativo
porcentaje de votación popular, sobre todo del segmento juvenil.
Aun más, si en torno a esa alternativa se construye un movimiento
político-social de largo aliento, que no se desarme una vez concluida
la coyuntura electoral, es posible avizorar el verdadero cambio que cientos
de miles de ciudadanos anhelan. Una candidatura presidencial alternativa,
apoyada por un amplio arco de organizaciones sociales y grupos políticos,
constituiría un desafío atractivo para vastos sectores populares
que rehusan apoyar el programa del continuismo neoliberal que, salvo matices,
está representado tanto por la Concertación como por la
derecha
PF
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