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Vuestros valientes
soldados…
Ejecución de mujeres
por “orden superior”
OFELIA
Villarroel Latin, asesinada por un oficial de ejército en la industria
Sumar. La joven era dirigente del sindicato.
Dos balazos directos a la cabeza le disparó a Ofelia Villarroel
Latin uno de los militares que ocupaba la industria Sumar. Los proyectiles,
certeros, le destrozaron el rostro y acabaron con los sueños y
proyectos de la joven dirigente sindical el 23 de septiembre de 1973.
Hernán Ovalle Hidalgo era el oficial al mando.
La voz de Juan Alarcón se vuelve trémula hasta terminar
en un leve susurro, mientras su barbilla tiembla cuando recuerda a la
joven sindicalista. Juan Alarcón era el presidente del sindicato
Sumar Algodón: “No sé por qué estos desgraciados
la mataron; ella ni siquiera era atrevida, porque tenía educación
y nunca fue prepotente”, afirma, y su rostro se endurece.
“Ofelia era una joven alegre, llena de ilusiones, con proyectos
para el futuro. Ella quería superarse. Por eso vino a Santiago.
Primero trabajó en peluquería y luego, con su propio esfuerzo
pudo estudiar secretariado. En Sumar fue donde consiguió su primer
trabajo”, recuerda su hermana, Adela Villarroel.
En un lapso de pocas horas, ese esfuerzo, ese anhelo de superación,
su alegría juvenil, sus ilusiones fueron truncadas brutalmente.
Ofelia sólo tenía 29 años cuando la ejecutaron, el
23 de septiembre.
El informe de autopsia señala que su cuerpo fue encontrado en la
Carretera General San Martín. Casi veinte años más
tarde, en 1991, cuando exhumaron a las víctimas del Patio 29 del
Cementerio General, sus restos aparecieron en un ataúd en el cual
yacían los cuerpos de otras dos personas. “Estaba con dos
varones. Los tres desnudos y el cajón de madera sin tapa. Les tiraron
la tierra así nomás, sin derecho a una sepultura digna”,
afirma Adela. Su rostro y voz expresan desconsuelo.
Hernán Reinaldo Ricardo Ovalle Hidalgo, oficial a cargo del contingente
que ocupó la textil Sumar, único militar identificado hasta
la fecha, se encuentra procesado en calidad de autor del homicidio calificado
de Ofelia Villarroel.
Secretaria combativa
Los padres de Ofelia vivían en Nogales, en la V Región.
Aún quedan parientes allí. La familia fue numerosa, eran
nueve hermanos. Ahora quedan siete.
Adela Villarroel relata que otra de sus hermanas vino antes a trabajar
en Santiago. La siguió Ofelia, quien con voluntad, disciplina y
esfuerzo sacó sus dos títulos, peluquera y secretaria. En
Sumar consiguió su primer trabajo como secretaria. Un documento
indica que fue contratada en enero de 1970.
Ana Jaime Villarroel, su sobrina, recuerda que era muy cariñosa
y preocupada por la familia. Cuando iba a Nogales se hacía tiempo
para visitarlos a todos. Su alegría era contagiosa, le gustaban
las fiestas, le gustaba bailar. Ana era su regalona y los paseos a Valparaíso
con la tía, son para ella un recuerdo imborrable. Añade
que para Navidad, Ofelia llegaba como “viejo pascuero”, con
regalos para todos. Decía que desde mediados de año empezaba
a juntar regalos.
“Ofelia me iba a traer a Santiago con mi hija y mi hermano menor,
quería que ellos pudieran estudiar aquí. Me decía
que aquí había mucho donde trabajar. Siempre trataba de
ayudarnos, a mi papá, a una hermana inválida, a todos”,
cuenta Adela.
“Por las cartas que tengo de sus compañeras, mi tía
era una persona que siempre estaba atenta a las necesidades de los otros”,
asegura Ana. Dice que Ofelia se preocupaba por sus compañeros,
porque trabajaran en mejores condiciones. Tal vez esa sensibilidad social
la había heredado de su abuelo paterno, un ferroviario jubilado
que vivía en La Calera y visitaba a menudo a sus nietos. “El
era comunista y fue perseguido, casi se lo llevaron a Pisagua. Luego ayudó
a traer a los relegados”, comenta Ana.
“Tuve poco contacto con Ofelia, pero la ubicaba. Era una joven morena,
bien simpática”, recuerda Juan Alarcón. “Participaba
poco con ella porque nuestro sindicato era industrial y el de ella de
profesionales, ya que trabajaba en gerencia. Pero cuando hacíamos
reuniones ampliadas sus intervenciones y proposiciones eran buenas, precisas
y positivas”, afirma.
Recuerda la primera asamblea después que la empresa fue intervenida.
Los empleados querían reunirse con el sindicato para conversar
sobre la situación. “En ese tiempo tampoco la teníamos
muy clara, todo era aprendizaje a puño y fuerza”, dice.
Cuenta que en la reunión había de todo, gente de confianza
de los patrones, empleados de producción más cercanos al
sindicato, empleados de gerencia, técnicos e ingenieros, jefes
de sección, etc. “El momento era muy difícil. Tras
explicar por qué estábamos junto al gobierno popular, Ofelia
intervino y sus palabras fueron de apoyo. Valorizó mucho el informe
que habíamos entregado, afirmó que ella lo entendía
en gran parte como una aspiración legítima de los trabajadores
y de muchos empleados también, y que había que empujar ese
carro. Su apoyo al informe que estábamos entregando fue lo que
más me impresionó. Me di cuenta que era de los nuestros”,
afirma el dirigente.
Tras el rastro
de la hija
“Después del golpe vinimos a Santiago y mi papá le
dijo que se fuera con nosotros”, recuerda Adela. “Se puede
poner más malo aquí”, argumentó Santiago Villarroel.
“No papá. Voy a presentarme nomás”, respondió
Ofelia. La hermana dice que en aquellos días estaban llamando a
los trabajadores a presentarse, que fueran tranquilos, que nada les pasaría.
Asegura que ni Ofelia ni ellos imaginaron que la situación podría
llegar a tornarse grave. De todos modos, le rogaron hasta el último
momento que viajara con ellos. “Ella se presentó a su trabajo
y de ahí no salió viva, la sacaron hecho un cadáver”,
solloza Adela con desaliento.
Del 4 al 17 de octubre padre e hija anduvieron buscándola incansablemente,
como tantos otros en su peregrinar tras los desaparecidos. “En el
Ministerio de Defensa subí en medio de metralletas no recuerdo
a qué piso”, relata la hermana. Allí dijeron que si
Ofelia se había presentado a Sumar, los encargados de la industria
tenían que responder. “Cuando fui a Sumar, estaba rodeada
de militares. Pasé entre los cañones y me revisaron entera.
Los milicos, por hacer sufrir a mi papá, le dijeron: ‘No
debió entrar su hija, capaz que no vuelva más’. Cuando
llegué lo encontré llorando”. Adela asegura que el
jefe de personal de Sumar sabía que a su hermana la habían
matado, pero nada les mencionó cuando hablaron con él. Tras
varios viajes a la empresa, les dijeron que no regresaran más.
Posteriormente, otro familiar les avisó de su ejecución.
Don Santiago falleció en 1985 abrumado por la pena; su esposa,
la señora Delicia, había muerto antes, en 1976, sólo
tres años después del asesinato de Ofelia.
Los restos de la dirigente sindical de Sumar regresaron al Cementerio
General ya no anónimos, como estuvieron casi dos décadas
en el patio 29. Desde el 11 de agosto del año pasado se encuentran
en el Memorial de las víctimas de la dictadura.
Adela Villarroel interpuso una querella, en diciembre de 2002. Señala
que desde hace mucho tiempo tenía intención de hacerlo:
“Quiero justicia para mi hermanita, no quiero que parezca que nadie
reclamó y nadie hará nada por ella. Mi hermana estaba con
los ojos vendados y los brazos amarrados con alambre, así estaba
en el Instituto Médico Legal. Por eso uno tiene que seguir hasta
donde se pueda”, afirma con lágrimas en los ojos, pero decidida
a continuar hasta que se esclarezca la verdad y haya justicia.
El martirio
de Ofelia
Los compañeros de la joven recuerdan los momentos históricos
compartidos y los vertiginosos acontecimientos que se sucedieron en Sumar,
en los días posteriores al golpe militar.
Ofelia entró a trabajar a la industria textil en una etapa de cambios
políticos y sociales. Estaba en desarrollo la campaña presidencial
que finalmente entregaría el triunfo al presidente Allende.
Una compañera de la joven señala: “Comenzamos a darnos
cuenta que teníamos ideas progresistas... si nos comparábamos
con el sector femenino de la oficina: las otras eran más tímidas
y tradicionales. La campaña presidencial por Allende comenzó
a tomar forma y nosotras a comprometernos políticamente; el ambiente
social en el que nos movíamos en la oficina era todo de gente escogida,
adepta en cuerpo y alma a los señores Sumar (esta industria semejaba
un feudo). Todos con mentalidad vendida, sin dignidad.
Nosotras comenzamos a salirnos del rebaño y empezaron a mirarnos
con desconfianza, eso no nos importó. Sabíamos lo que queríamos,
asistíamos a las concentraciones y cumplíamos con nuestro
trabajo. Llegó el momento de la victoria, y cuando esto sucedió,
nos dimos cuenta que nuestras vidas comenzaban a cambiar”.
En el programa del gobierno popular figuraba la estatización de
las grandes industrias, y Sumar era un complejo textil compuesto por cuatro
fábricas: Algodón, Poliester, Sedas y Nylon. En la planta
había 4.500 trabajadores, entre profesionales, técnicos,
administrativos y trabajadores de la producción. Luego del triunfo
del presidente Allende, los trabajadores empezaron a perder el miedo y
por primera vez, se constituyó un sindicato de empleados.
Esta decisión de los trabajadores produjo gran revuelo y se formó
un grupo a favor y otro en contra de la nueva organización. En
este último grupo estaban los profesionales, técnicos y
mandos medios que pronto iniciaron el sabotaje a la producción.
Cuando se requisó la industria, señala la funcionaria “fue
otra sorpresa, incluso para nosotros. Durante la noche los obreros se
tomaron la industria. Al llegar esa mañana, nos encontramos con
una nueva administración, un interventor general y cuatro jefes
de planta...”. Más adelante, para impedir el boicot a la
producción se produjo el despido de los mandos medios, que se reorganizaron
fuera de la industria e hicieron declaraciones en el diario El Mercurio.
Tras el golpe, ellos tuvieron un rol importante en la confección
de las listas que conducirían a la cárcel o a la muerte
a los trabajadores textiles.
Ofelia, por su parte, asumió importantes responsabilidades en el
nuevo sindicato al hacerse cargo de la sección femenina. Tenía
agallas y las mujeres la seguían, se comentaba en la industria.
Al comenzar la mañana del golpe las actividades se desarrollaron
con normalidad, relata la trabajadora, hasta que a las 9.30 de la mañana
las radios empezaron a transmitir marchas militares. El sindicato llamó
a todos los trabajadores a reunión general, informándoles
que se había producido un golpe de Estado, que Santiago se encontraba
en poder de las fuerzas armadas y que tenían que retirarse a sus
casas en forma tranquila.
Alrededor de las 13 horas, Ofelia llegó muy agitada a casa de una
compañera de trabajo que vivía a un par de cuadras del complejo
textil. Tuvo que quedarse donde esa amiga, explica su hermana Adela, porque
no alcanzaba a llegar a su casa a causa del toque de queda. Vivía
lejos, en el centro, en Cumming con Catedral. Además se había
iniciado un tiroteo en los alrededores de la fábrica y más
tarde se cortó la electricidad y la comunicación telefónica.
Junto a la dueña de casa y sus familiares permaneció durante
tres inquietantes días, imposibilitada de moverse del lugar a raíz
del toque de queda. Se les acabaron los alimentos y se alumbraban sólo
con una vela. En el exterior, al caer la noche, desde los helicópteros
lanzaban bengalas que iluminaban los sectores de La Legua y Vicuña
Mackenna, transformando el lugar en un escenario de guerra. Finalmente,
un familiar de la dueña de casa la pudo rescatar.
“Nos quedamos en la empresa unos 300 trabajadores el 11 de septiembre”,
señala Juan Alarcón. “El número se fue agrandando
a medida que no podían pasar por Santa Rosa. Le dije a la gente
que el propósito era quedarse y esperar los acontecimientos. Permanecimos
ahí además, porque la primera información interna
del Partido Comunista era que nos quedáramos. Pinochet también
decía que los trabajadores se quedaran en las empresas, había
que cuidarlas porque las estaban saboteando. Y tampoco sabíamos
en qué iba a quedar todo esto”. En la madrugada del 12 de
septiembre, el ejército entró con tanquetas a Sumar. “En
el allanamiento los milicos coparon toda la planta en disposición
de guerra”, recuerda el dirigente.
De ese difícil período, la compañera de Ofelia apunta:
“Cuando salí libre, a través de conocidos supe lo
que había pasado en Sumar después de mi detención
y he ido reconstruyendo el rompecabezas. Dicen que el 20 de septiembre
se presentó la mayoría de los trabajadores, los reunieron
en el patio y tenían listas de todos los allendistas. Los dividieron
en dos grupos, los peligrosos y los menos peligrosos. A estos últimos
los llevaron al Estadio Nacional y otros lugares de reclusión.
A los “más malos” los liquidaron dentro de Sumar. Dicen
que con Ofelia fueron especialmente crueles, la insultaban y hacían
mofa de ella”.
Añade que vio a Ofelia por última vez el 17 de septiembre:
se veía alterada y no se percató de su presencia.
“El 17 de septiembre la empresa llamó a los trabajadores
a presentarse y le dio a cada uno 10 mil escudos, señala Alarcón.
El 20 los llamaron nuevamente. Entonces hicieron la división entre
los buenos y los malos. En ese tiempo, subraya, yo no estaba porque me
detuvieron el 12 de septiembre, todo lo que pasó después
me lo contaron. En esa oportunidad detuvieron a Ofelia, a un boliviano
y a un compañero del MIR, Adrián Sepúlveda, al que
le decíamos El Bigote”.
Al presidente del sindicato le contaron que a Ofelia le hicieron tanto
daño que se rebeló. Pidió que hicieran lo que quisieran
con ella. Añade que “cuando ella se encontraba en tensión
se reía, es posible que eso los haya indignado. A Ofelia la mataron
dentro de la empresa y la tiraron en el camino. Un testigo vio que la
sacaron en una camioneta y reconoció sus zapatos”, sostiene
SONIA CANO
La búsqueda del oficial asesino
Alejandra Arriaza, abogada del Codepu y a cargo de la causa, habla de
los pormenores de la investigación y el estado actual del proceso.
“Ha sido importante. A través de esta querella se inició
un proceso de investigación a cargo de un departamento especializado
de la Policía de Investigaciones, en el cual los profesionales
han desarrollado un trabajo sorprendente. Han logrado identificar al autor
de los homicidios calificados en las personas de Ofelia Villarroel, Donato
Quispe y Adrián Sepúlveda”.
¿Cómo se llegó a la identificación de Hernán
Ovalle Hidalgo?
“Fue una ardua tarea donde destacó el trabajo que hizo el
Departamento V de Investigaciones. Ellos identificaron a los compañeros
de trabajo de Ofelia Villarroel en Sumar. A continuación ubicaron
el domicilio actual de cada uno, los entrevistaron y les tomaron declaración.
Posteriormente, en la Biblioteca Nacional revisaron minuciosamente los
anuarios de egresados de la Escuela Militar, para identificar a quienes
podrían haber formado parte del escuadrón que estuvo en
la fábrica Sumar. A continuación, a cada uno de los ex trabajadores
de la textil, hoy todos jubilados, se les mostraron fotografías
que permitieron llegar a la identificación concreta del oficial
Hernán Ovalle”.
¿Estaba a cargo del grupo?
“Efectivamente, estaba a cargo del destacamento que ocupó
la empresa”.
¿En qué situación está ahora?
“Está procesado, en libertad bajo fianza. El auto de procesamiento
fue confirmado por la Octava Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago,
y continúa el proceso de investigación”.
¿Por qué inicialmente la querella fue contra Pinochet?
“Porque a la fecha de presentación de la querella no teníamos
ningún dato, ningún nombre de alguna persona que pudiese
tener participación directa en el homicidio. Pero Augusto Pinochet
Ugarte, por el cargo que ocupaba a la fecha, obviamente es responsable
de todos los crímenes que se cometieron por agentes del Estado
bajo sus ordenes directas”.
¿Los familiares de los otros dos ejecutados que fueron inhumados
en el mismo ataúd en que se encontraba Ofelia Villarroel, también
presentaron querellas?
“No presentaron querellas porque uno era un ciudadano boliviano,
Donato Quispe Choque y me parece que no lograron identificar familiares
acá en Chile. Respecto de la otra persona, Adrián del Carmen
Sepúlveda Farías, sus familiares son personas muy humildes,
con miedo aún, que han decidido no presentar querella. Sin embargo,
fueron citados a declarar, dieron su testimonio, pero no se hicieron parte
en el proceso. Es mucha la gente que aún siente temor. A través
del trabajo que está haciendo Codepu en el tema de los sobrevivientes
de la tortura podemos confirmar muchos delitos que han permanecido en
la impunidad, pero la gente sigue con temor a denunciar”.
¿Se dio a conocer el caso de Ofelia Villarroel en la prensa?
“Apareció a raíz de la exhumación que se hizo
en el patio 29 del Cementerio General en 1991. En esa oportunidad se encontraron,
en un solo ataúd, los restos de tres personas: Ofelia Villarroel,
Donato Quispe y Adrián Sepúlveda. La prensa de la época
consultó al general Pinochet la causa de tal situación.
En forma muy burlesca él señaló que era importante
que hubiese economías en el país”.
¿Cuáles serán las etapas siguientes de este caso?
“Tratar de identificar al resto de los militares que participaron
en estos crímenes y continuar adelante con el proceso en contra
del oficial (r) Hernán Ovalle Hidalgo, con el objeto de que exista
una sentencia que lo condene por los tres homicidios calificados que cometió”
S.C.
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