Edición 564 - Desde el 02 15 de abril de 2004
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Vuestros valientes soldados…

Ejecución de mujeres
por “orden superior”

OFELIA Villarroel Latin, asesinada por un oficial de ejército en la industria Sumar. La joven era dirigente del sindicato.

Dos balazos directos a la cabeza le disparó a Ofelia Villarroel Latin uno de los militares que ocupaba la industria Sumar. Los proyectiles, certeros, le destrozaron el rostro y acabaron con los sueños y proyectos de la joven dirigente sindical el 23 de septiembre de 1973. Hernán Ovalle Hidalgo era el oficial al mando.
La voz de Juan Alarcón se vuelve trémula hasta terminar en un leve susurro, mientras su barbilla tiembla cuando recuerda a la joven sindicalista. Juan Alarcón era el presidente del sindicato Sumar Algodón: “No sé por qué estos desgraciados la mataron; ella ni siquiera era atrevida, porque tenía educación y nunca fue prepotente”, afirma, y su rostro se endurece.
“Ofelia era una joven alegre, llena de ilusiones, con proyectos para el futuro. Ella quería superarse. Por eso vino a Santiago. Primero trabajó en peluquería y luego, con su propio esfuerzo pudo estudiar secretariado. En Sumar fue donde consiguió su primer trabajo”, recuerda su hermana, Adela Villarroel.
En un lapso de pocas horas, ese esfuerzo, ese anhelo de superación, su alegría juvenil, sus ilusiones fueron truncadas brutalmente. Ofelia sólo tenía 29 años cuando la ejecutaron, el 23 de septiembre.
El informe de autopsia señala que su cuerpo fue encontrado en la Carretera General San Martín. Casi veinte años más tarde, en 1991, cuando exhumaron a las víctimas del Patio 29 del Cementerio General, sus restos aparecieron en un ataúd en el cual yacían los cuerpos de otras dos personas. “Estaba con dos varones. Los tres desnudos y el cajón de madera sin tapa. Les tiraron la tierra así nomás, sin derecho a una sepultura digna”, afirma Adela. Su rostro y voz expresan desconsuelo.
Hernán Reinaldo Ricardo Ovalle Hidalgo, oficial a cargo del contingente que ocupó la textil Sumar, único militar identificado hasta la fecha, se encuentra procesado en calidad de autor del homicidio calificado de Ofelia Villarroel.

Secretaria combativa

Los padres de Ofelia vivían en Nogales, en la V Región. Aún quedan parientes allí. La familia fue numerosa, eran nueve hermanos. Ahora quedan siete.
Adela Villarroel relata que otra de sus hermanas vino antes a trabajar en Santiago. La siguió Ofelia, quien con voluntad, disciplina y esfuerzo sacó sus dos títulos, peluquera y secretaria. En Sumar consiguió su primer trabajo como secretaria. Un documento indica que fue contratada en enero de 1970.
Ana Jaime Villarroel, su sobrina, recuerda que era muy cariñosa y preocupada por la familia. Cuando iba a Nogales se hacía tiempo para visitarlos a todos. Su alegría era contagiosa, le gustaban las fiestas, le gustaba bailar. Ana era su regalona y los paseos a Valparaíso con la tía, son para ella un recuerdo imborrable. Añade que para Navidad, Ofelia llegaba como “viejo pascuero”, con regalos para todos. Decía que desde mediados de año empezaba a juntar regalos.
“Ofelia me iba a traer a Santiago con mi hija y mi hermano menor, quería que ellos pudieran estudiar aquí. Me decía que aquí había mucho donde trabajar. Siempre trataba de ayudarnos, a mi papá, a una hermana inválida, a todos”, cuenta Adela.
“Por las cartas que tengo de sus compañeras, mi tía era una persona que siempre estaba atenta a las necesidades de los otros”, asegura Ana. Dice que Ofelia se preocupaba por sus compañeros, porque trabajaran en mejores condiciones. Tal vez esa sensibilidad social la había heredado de su abuelo paterno, un ferroviario jubilado que vivía en La Calera y visitaba a menudo a sus nietos. “El era comunista y fue perseguido, casi se lo llevaron a Pisagua. Luego ayudó a traer a los relegados”, comenta Ana.
“Tuve poco contacto con Ofelia, pero la ubicaba. Era una joven morena, bien simpática”, recuerda Juan Alarcón. “Participaba poco con ella porque nuestro sindicato era industrial y el de ella de profesionales, ya que trabajaba en gerencia. Pero cuando hacíamos reuniones ampliadas sus intervenciones y proposiciones eran buenas, precisas y positivas”, afirma.
Recuerda la primera asamblea después que la empresa fue intervenida. Los empleados querían reunirse con el sindicato para conversar sobre la situación. “En ese tiempo tampoco la teníamos muy clara, todo era aprendizaje a puño y fuerza”, dice.
Cuenta que en la reunión había de todo, gente de confianza de los patrones, empleados de producción más cercanos al sindicato, empleados de gerencia, técnicos e ingenieros, jefes de sección, etc. “El momento era muy difícil. Tras explicar por qué estábamos junto al gobierno popular, Ofelia intervino y sus palabras fueron de apoyo. Valorizó mucho el informe que habíamos entregado, afirmó que ella lo entendía en gran parte como una aspiración legítima de los trabajadores y de muchos empleados también, y que había que empujar ese carro. Su apoyo al informe que estábamos entregando fue lo que más me impresionó. Me di cuenta que era de los nuestros”, afirma el dirigente.

Tras el rastro
de la hija

“Después del golpe vinimos a Santiago y mi papá le dijo que se fuera con nosotros”, recuerda Adela. “Se puede poner más malo aquí”, argumentó Santiago Villarroel. “No papá. Voy a presentarme nomás”, respondió Ofelia. La hermana dice que en aquellos días estaban llamando a los trabajadores a presentarse, que fueran tranquilos, que nada les pasaría.
Asegura que ni Ofelia ni ellos imaginaron que la situación podría llegar a tornarse grave. De todos modos, le rogaron hasta el último momento que viajara con ellos. “Ella se presentó a su trabajo y de ahí no salió viva, la sacaron hecho un cadáver”, solloza Adela con desaliento.
Del 4 al 17 de octubre padre e hija anduvieron buscándola incansablemente, como tantos otros en su peregrinar tras los desaparecidos. “En el Ministerio de Defensa subí en medio de metralletas no recuerdo a qué piso”, relata la hermana. Allí dijeron que si Ofelia se había presentado a Sumar, los encargados de la industria tenían que responder. “Cuando fui a Sumar, estaba rodeada de militares. Pasé entre los cañones y me revisaron entera. Los milicos, por hacer sufrir a mi papá, le dijeron: ‘No debió entrar su hija, capaz que no vuelva más’. Cuando llegué lo encontré llorando”. Adela asegura que el jefe de personal de Sumar sabía que a su hermana la habían matado, pero nada les mencionó cuando hablaron con él. Tras varios viajes a la empresa, les dijeron que no regresaran más. Posteriormente, otro familiar les avisó de su ejecución.
Don Santiago falleció en 1985 abrumado por la pena; su esposa, la señora Delicia, había muerto antes, en 1976, sólo tres años después del asesinato de Ofelia.
Los restos de la dirigente sindical de Sumar regresaron al Cementerio General ya no anónimos, como estuvieron casi dos décadas en el patio 29. Desde el 11 de agosto del año pasado se encuentran en el Memorial de las víctimas de la dictadura.
Adela Villarroel interpuso una querella, en diciembre de 2002. Señala que desde hace mucho tiempo tenía intención de hacerlo: “Quiero justicia para mi hermanita, no quiero que parezca que nadie reclamó y nadie hará nada por ella. Mi hermana estaba con los ojos vendados y los brazos amarrados con alambre, así estaba en el Instituto Médico Legal. Por eso uno tiene que seguir hasta donde se pueda”, afirma con lágrimas en los ojos, pero decidida a continuar hasta que se esclarezca la verdad y haya justicia.

El martirio
de Ofelia

Los compañeros de la joven recuerdan los momentos históricos compartidos y los vertiginosos acontecimientos que se sucedieron en Sumar, en los días posteriores al golpe militar.
Ofelia entró a trabajar a la industria textil en una etapa de cambios políticos y sociales. Estaba en desarrollo la campaña presidencial que finalmente entregaría el triunfo al presidente Allende.
Una compañera de la joven señala: “Comenzamos a darnos cuenta que teníamos ideas progresistas... si nos comparábamos con el sector femenino de la oficina: las otras eran más tímidas y tradicionales. La campaña presidencial por Allende comenzó a tomar forma y nosotras a comprometernos políticamente; el ambiente social en el que nos movíamos en la oficina era todo de gente escogida, adepta en cuerpo y alma a los señores Sumar (esta industria semejaba un feudo). Todos con mentalidad vendida, sin dignidad.
Nosotras comenzamos a salirnos del rebaño y empezaron a mirarnos con desconfianza, eso no nos importó. Sabíamos lo que queríamos, asistíamos a las concentraciones y cumplíamos con nuestro trabajo. Llegó el momento de la victoria, y cuando esto sucedió, nos dimos cuenta que nuestras vidas comenzaban a cambiar”.
En el programa del gobierno popular figuraba la estatización de las grandes industrias, y Sumar era un complejo textil compuesto por cuatro fábricas: Algodón, Poliester, Sedas y Nylon. En la planta había 4.500 trabajadores, entre profesionales, técnicos, administrativos y trabajadores de la producción. Luego del triunfo del presidente Allende, los trabajadores empezaron a perder el miedo y por primera vez, se constituyó un sindicato de empleados.
Esta decisión de los trabajadores produjo gran revuelo y se formó un grupo a favor y otro en contra de la nueva organización. En este último grupo estaban los profesionales, técnicos y mandos medios que pronto iniciaron el sabotaje a la producción.
Cuando se requisó la industria, señala la funcionaria “fue otra sorpresa, incluso para nosotros. Durante la noche los obreros se tomaron la industria. Al llegar esa mañana, nos encontramos con una nueva administración, un interventor general y cuatro jefes de planta...”. Más adelante, para impedir el boicot a la producción se produjo el despido de los mandos medios, que se reorganizaron fuera de la industria e hicieron declaraciones en el diario El Mercurio. Tras el golpe, ellos tuvieron un rol importante en la confección de las listas que conducirían a la cárcel o a la muerte a los trabajadores textiles.
Ofelia, por su parte, asumió importantes responsabilidades en el nuevo sindicato al hacerse cargo de la sección femenina. Tenía agallas y las mujeres la seguían, se comentaba en la industria.
Al comenzar la mañana del golpe las actividades se desarrollaron con normalidad, relata la trabajadora, hasta que a las 9.30 de la mañana las radios empezaron a transmitir marchas militares. El sindicato llamó a todos los trabajadores a reunión general, informándoles que se había producido un golpe de Estado, que Santiago se encontraba en poder de las fuerzas armadas y que tenían que retirarse a sus casas en forma tranquila.
Alrededor de las 13 horas, Ofelia llegó muy agitada a casa de una compañera de trabajo que vivía a un par de cuadras del complejo textil. Tuvo que quedarse donde esa amiga, explica su hermana Adela, porque no alcanzaba a llegar a su casa a causa del toque de queda. Vivía lejos, en el centro, en Cumming con Catedral. Además se había iniciado un tiroteo en los alrededores de la fábrica y más tarde se cortó la electricidad y la comunicación telefónica.
Junto a la dueña de casa y sus familiares permaneció durante tres inquietantes días, imposibilitada de moverse del lugar a raíz del toque de queda. Se les acabaron los alimentos y se alumbraban sólo con una vela. En el exterior, al caer la noche, desde los helicópteros lanzaban bengalas que iluminaban los sectores de La Legua y Vicuña Mackenna, transformando el lugar en un escenario de guerra. Finalmente, un familiar de la dueña de casa la pudo rescatar.
“Nos quedamos en la empresa unos 300 trabajadores el 11 de septiembre”, señala Juan Alarcón. “El número se fue agrandando a medida que no podían pasar por Santa Rosa. Le dije a la gente que el propósito era quedarse y esperar los acontecimientos. Permanecimos ahí además, porque la primera información interna del Partido Comunista era que nos quedáramos. Pinochet también decía que los trabajadores se quedaran en las empresas, había que cuidarlas porque las estaban saboteando. Y tampoco sabíamos en qué iba a quedar todo esto”. En la madrugada del 12 de septiembre, el ejército entró con tanquetas a Sumar. “En el allanamiento los milicos coparon toda la planta en disposición de guerra”, recuerda el dirigente.
De ese difícil período, la compañera de Ofelia apunta: “Cuando salí libre, a través de conocidos supe lo que había pasado en Sumar después de mi detención y he ido reconstruyendo el rompecabezas. Dicen que el 20 de septiembre se presentó la mayoría de los trabajadores, los reunieron en el patio y tenían listas de todos los allendistas. Los dividieron en dos grupos, los peligrosos y los menos peligrosos. A estos últimos los llevaron al Estadio Nacional y otros lugares de reclusión. A los “más malos” los liquidaron dentro de Sumar. Dicen que con Ofelia fueron especialmente crueles, la insultaban y hacían mofa de ella”.
Añade que vio a Ofelia por última vez el 17 de septiembre: se veía alterada y no se percató de su presencia.
“El 17 de septiembre la empresa llamó a los trabajadores a presentarse y le dio a cada uno 10 mil escudos, señala Alarcón. El 20 los llamaron nuevamente. Entonces hicieron la división entre los buenos y los malos. En ese tiempo, subraya, yo no estaba porque me detuvieron el 12 de septiembre, todo lo que pasó después me lo contaron. En esa oportunidad detuvieron a Ofelia, a un boliviano y a un compañero del MIR, Adrián Sepúlveda, al que le decíamos El Bigote”.
Al presidente del sindicato le contaron que a Ofelia le hicieron tanto daño que se rebeló. Pidió que hicieran lo que quisieran con ella. Añade que “cuando ella se encontraba en tensión se reía, es posible que eso los haya indignado. A Ofelia la mataron dentro de la empresa y la tiraron en el camino. Un testigo vio que la sacaron en una camioneta y reconoció sus zapatos”, sostiene

SONIA CANO


La búsqueda del oficial asesino

Alejandra Arriaza, abogada del Codepu y a cargo de la causa, habla de los pormenores de la investigación y el estado actual del proceso. “Ha sido importante. A través de esta querella se inició un proceso de investigación a cargo de un departamento especializado de la Policía de Investigaciones, en el cual los profesionales han desarrollado un trabajo sorprendente. Han logrado identificar al autor de los homicidios calificados en las personas de Ofelia Villarroel, Donato Quispe y Adrián Sepúlveda”.
¿Cómo se llegó a la identificación de Hernán Ovalle Hidalgo?
“Fue una ardua tarea donde destacó el trabajo que hizo el Departamento V de Investigaciones. Ellos identificaron a los compañeros de trabajo de Ofelia Villarroel en Sumar. A continuación ubicaron el domicilio actual de cada uno, los entrevistaron y les tomaron declaración. Posteriormente, en la Biblioteca Nacional revisaron minuciosamente los anuarios de egresados de la Escuela Militar, para identificar a quienes podrían haber formado parte del escuadrón que estuvo en la fábrica Sumar. A continuación, a cada uno de los ex trabajadores de la textil, hoy todos jubilados, se les mostraron fotografías que permitieron llegar a la identificación concreta del oficial Hernán Ovalle”.
¿Estaba a cargo del grupo?
“Efectivamente, estaba a cargo del destacamento que ocupó la empresa”.
¿En qué situación está ahora?
“Está procesado, en libertad bajo fianza. El auto de procesamiento fue confirmado por la Octava Sala de la Corte de Apelaciones de Santiago, y continúa el proceso de investigación”.
¿Por qué inicialmente la querella fue contra Pinochet?
“Porque a la fecha de presentación de la querella no teníamos ningún dato, ningún nombre de alguna persona que pudiese tener participación directa en el homicidio. Pero Augusto Pinochet Ugarte, por el cargo que ocupaba a la fecha, obviamente es responsable de todos los crímenes que se cometieron por agentes del Estado bajo sus ordenes directas”.
¿Los familiares de los otros dos ejecutados que fueron inhumados en el mismo ataúd en que se encontraba Ofelia Villarroel, también presentaron querellas?
“No presentaron querellas porque uno era un ciudadano boliviano, Donato Quispe Choque y me parece que no lograron identificar familiares acá en Chile. Respecto de la otra persona, Adrián del Carmen Sepúlveda Farías, sus familiares son personas muy humildes, con miedo aún, que han decidido no presentar querella. Sin embargo, fueron citados a declarar, dieron su testimonio, pero no se hicieron parte en el proceso. Es mucha la gente que aún siente temor. A través del trabajo que está haciendo Codepu en el tema de los sobrevivientes de la tortura podemos confirmar muchos delitos que han permanecido en la impunidad, pero la gente sigue con temor a denunciar”.
¿Se dio a conocer el caso de Ofelia Villarroel en la prensa?
“Apareció a raíz de la exhumación que se hizo en el patio 29 del Cementerio General en 1991. En esa oportunidad se encontraron, en un solo ataúd, los restos de tres personas: Ofelia Villarroel, Donato Quispe y Adrián Sepúlveda. La prensa de la época consultó al general Pinochet la causa de tal situación. En forma muy burlesca él señaló que era importante que hubiese economías en el país”.
¿Cuáles serán las etapas siguientes de este caso?
“Tratar de identificar al resto de los militares que participaron en estos crímenes y continuar adelante con el proceso en contra del oficial (r) Hernán Ovalle Hidalgo, con el objeto de que exista una sentencia que lo condene por los tres homicidios calificados que cometió”
S.C.

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