Edición 557 - Desde el 21 de Noviembre al 4 de Diciembre de 2003
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Firmas y balas intentan
derrocar a Hugo Chávez

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.VENEZUELA
La oposición no descansa en sus propósitos

Firmas y balas intentan
derrocar a Hugo Chávez

El año pasado a los dirigentes de la oposición venezolana les dio por secuestrar la Navidad. Pidieron como rescate por devolver a San Nicolás (“Santa”, como le llaman en este país) que se fuera el presidente Hugo Chávez. Aquel sabotaje petrolero disfrazado de lockout patronal y huelga sindical, de diciembre y enero pasados, al país le costó más de diez mil millones de dólares, pero al fin “Santa” fue rescatado para el pueblo y sus más caras tradiciones.
Mientras entramos en un noviembre nervioso, con recolección de firmas para impulsar referendos revocatorios, incluido el del mandato del Presidente, hay quienes quieren repetir la “hazaña”.
Antes, impulsaron un golpe de Estado, el 11 de abril de 2002, que apenas duró 47 horas, tras lo cual una sublevación popular reinstaló en el poder al presidente constitucional.
En lugar de censurar los planes terroristas de la CIA (sí, terroristas, sin miedo a la palabra que tanto usa George W. Bush) en Venezuela, parte de la oposición prefiere defender la injerencia extranjera, con un afán apátrida sorprendente. Lo cierto es que no se puede (ni se debe) descartar los intentos desestabilizadores de quienes saben que no tienen futuro en las urnas ni en democracia. Hoy son los partidos, que resurgen de su anestesia golpista, los que piensan en un mañana de confrontación política, de ideas, de planes, de proyecto-país.
Dicen que con la paciencia del venezolano no se juega. La inmensa mayoría de los venezolanos quiere paz y tranquilidad y esa es la apuesta. La única. Como dice en su portada el mensuario Question: “Señores de la CIA: con las hallacas de mi mamá no se juega”. (Las hallacas, una especie de tamal mexicano, es el plato típico de Navidad en Venezuela).
En un año, las fuerzas derrotadas electoralmente desde diciembre de 1998 y que habían fracasado en un golpe militar y perdido el control de la estatal petrolera Pdvsa, debieron asumir que el único camino posible para sacar al presidente es el constitucional, el del referendo revocatorio. Y debieron comenzar a retransitar una vía que habían abandonado detrás de la quimera del golpe.
Y el año que comenzó con un sabotaje petrolero termina, aparentemente, en el mejor clima democrático. Primero, el oficialismo intentará juntar firmas para revocar el mandato de legisladores opositores. Luego, la oposición hará lo mismo pero con un proyecto mayor: sacar a Chávez del palacio de Miraflores a través de un referendo revocatorio. A firmazo limpio. ¿Sólo a firmazo limpio?

CONSPIRACION
EN MARCHA

Semanas atrás, legisladores oficialistas mostraron a la prensa filmaciones y grabaciones hechas en reuniones secretas donde se planificaron acciones violentas para las próximas semanas; y exhibieron videos con declaraciones de varios detenidos, implicados en la colocación de bombas en distintos lugares de Caracas y en la muerte de dos militares sospechosos de querer abandonar las filas de los ex oficiales golpistas.
Las cosas por su nombre. No es “pura paja”, como quiso desacreditar a estas denuncias el embajador estadounidense Charles Shapiro. Son intentos de terroristas, algunos de ellos extranjeros, para crear caos y desestabilización en Venezuela. No es la primera vez que hablamos de injerencia ni de terrorismo: estos hechos se vienen repitiendo desde antes del golpe frustrado del 11 de abril de 2002.
Uno de los videos fue grabado en una empresa de seguridad (Wachkenhut) que -según denunciaron- sirve de fachada para operaciones encubiertas de la CIA. En él puede verse y escucharse a los allí reunidos discutiendo planes y procedimientos para ejecutar atentados terroristas.
El segundo video muestra la llegada de una presunta aeronave de la CIA proveniente de Atlanta (Estados Unidos) y una llamada telefónica entre dirigentes de la Confederación de Trabajadores de Venezuela (CTV), Carlos Ortega (fugado a Costa Rica) y Manuel Cova. Ambos hechos evidencian un plan desestabilizador, parecido al del 11 de abril de 2002, para causar muertos y heridos durante los días en que se lleve a cabo la recolección de firmas para llamar a un referendo revocatorio del mandato del presidente Hugo Chávez, y activar un nuevo paro económico que conduzca a otro golpe de Estado.
En la aeronave perteneciente a la CIA, que aterrizó en julio último sin protocolo de migración según la denuncia de tres diputados oficialistas no desmentida por Washington, venían personas fuertemente armadas, que sostendrían una reunión con personeros de la empresa de seguridad Wachkenhut, que trabaja con la CIA. Entre ellos, Terrin Martin Evans, quien dictó el curso de adiestramiento terrorista mostrado en el primer video.
En la otra evidencia, una conversación telefónica entre Ortega, ahora en autoexilio, y Manuel Cova, se manifiesta la intención de una nueva rebelión civil, con presunta participación de organismos internacionales, la cúpula empresarial y algunos partidos políticos: “Hablé con Alvis Muñoz, (presidenta de la central empresarial Fedecámaras) y dijo que estaba de acuerdo”, señala Ortega. “Todos los medios tienen copia de eso, así me han dicho (...) Necesitaremos diez, doce o quince años de dictadura para poder rescatar esa vaina. Yo no tengo problema”, agrega el ex dirigente sindical. El resto de los venezolanos sí tienen problema.
Esta singular forma de denuncia, por capítulos, seguramente seguirá. Al igual que los intentos -hasta ahora frustrados- de desestabilización, magnicidio y masacre del pueblo. Claro, no es solo en Venezuela donde se tratan de imponer, sino en otros países andinos también, sobre todo después del fracaso estrepitoso del “modelo colombiano” de Alvaro Uribe.

UN POCO DE HISTORIA RECIENTE

El 29 de enero de 2003, el The Wall Street Journal, publicó un editorial revelando la existencia de campos de entrenamiento terrorista en Florida. Rodolfo Frómeta, un cubano, y el desertor capitán del ejercito venezolano Luis Eduardo García son mencionados en el artículo como líderes de la coalición paramilitar formada por los Comandos F-4 y la Junta Patriótica Venezolana. Los campos de entrenamiento en Everglades, Florida, parecen haber escapado del alcance del Departamento de Seguridad del Territorio Nacional, creado por el presidente Bush como una forma de proteger a Estados Unidos contra los ataques terroristas. La coalición entre los F-4 y la Junta de Venezuela parece creada para entrenar fuerzas paramilitares contra Venezuela.
La información facilitada por el gobierno venezolano al de Washington no recibió respuesta. Sólo cuando fueron descubiertos planes para asesinar al presidente Chávez, durante su anunciada visita Nueva York, en septiembre, salió a la luz el complot y la existencia de grupos terroristas entrenados libremente en Florida. Lo mismo ocurrió con el video de agentes de la CIA dando clases a venezolanos sobre vigilancia y seguridad, incluyendo el levantamiento de los principales puentes de Caracas (eventualmente para volarlos y producir el caos en la ciudad).
La prensa internacional recogió el reportaje y desafió al gobierno de Estados Unidos a que presente una explicación por su doble discurso sobre terrorismo. El 30 de septiembre, Shapiro declaró: “Esto no es necesariamente un crimen… pero estamos en un proceso de recolección de información y debemos seguir todos los procedimientos legales… si hay alguien a quien culpar, nuestro gobierno sabrá qué hacer”. Mostrando cierto desdén e incluso molestia, también admitió que “algunos venezolanos han estado recibiendo entrenamiento militar en Estados Unidos” y recordó que la información también fue publicada hace un año en un periódico de Miami.
El académico estadounidense Dozthor Zurlent señaló -en Yellow Times- que Estados Unidos se inclinó por la táctica usual e hizo acusaciones sin fundamento contra el gobierno de Caracas, diciendo que son los venezolanos quienes apoyan y financian el terrorismo. Para esta tarea escogieron a Linda Robinson, una redactora del U.S. News and World Report. El artículo de Robinson, del 6 de octubre, es un ejemplo de periodismo de propaganda, donde se sostiene -sin prueba alguna- que la administración de Chávez está importando extranjeros en masa y dotándolos de pasaportes venezolanos y que ha estado apoyando a la organización guerrillera colombiana Farc. Las afirmaciones de Robinson a finales de octubre fueron desmentidas por la alta oficialidad de seguridad e inteligencia colombiana.
El 8 de agosto el semanario colombiano El Espectador publicó un artículo en el que Moisés Roberto Boyer afirmaba haber sido piloto del vicepresidente venezolano José Vicente Rangel y que había ayudado a trasladar comandantes de las Fuerzas Armadas Revolucionarias de Colombia dentro y fuera de Colombia, según órdenes de Rangel. Las falsas declaraciones de Boyer aparecieron en los periódicos de todo el mundo, pero el desmentido hecho posteriormente por el medio colombiano fue obviado.

REFERENDO
REVOCATORIO

¿Servirá la Constitución Bolivariana de 1999 para defenestrar a su propulsor, Hugo Chávez?
Es vox populi en Caracas: las fuerzas golpistas preparan acciones desesperadas. Entre los días 28 de noviembre y 1º de diciembre tendrá lugar la recolección de firmas para convocar a un referendo, mediante el cual la ciudadanía podría decidir si desea la salida del presidente Chávez.
Antes de analizar este plan desestabilizador es conveniente recordar algunos datos estadísticos del Consejo Nacional Electoral: la población electoral actualizada es de poco más de doce millones, y la abstención histórica (1958-2000) del 33%.
La campaña de la oposición a través de los medios de comunicación nacionales e internacionales -con el apoyo de encuestadoras- señala que Chávez sería revocado por el 70% de la población, ya que más de cinco millones y medio de venezolanos acudirían al “refirmazo”. El 70% de los electores es 8,4 millones y si se aplica la abstención histórica, se trabajaría con una base de 5.633.000 electores firmantes del revocatorio presidencial.
Si tomamos en consideración que la oposición utilizará 2.700 centros de recolección de firmas, es fácil deducir que en cada uno debería recogerse un promedio de 523 firmas por día para que al final del cuarto día se cumpla con 5.650.000 firmantes, lo que equivale a decir 1.412.500 por día. Esta cifra representa mucho más que lo exigido constitucionalmente para revocar a Chávez (3.757.773 votos, en la elección de julio 2000) y como consecuencia, su mandato quedaría supuestamente deslegitimado afectando gravemente la gobernabilidad.
La previsible estrategia de la oposición sería “demostrar” -mucho antes que las autoridades validen las firmas- que no es necesario el proceso revocatorio y que Chávez debería renunciar en las próximas horas, o de lo contrario, el “pueblo” lo sacaría del poder a través de una gran manifestación y marcha hacia el palacio de Miraflores. En este punto crítico entrarían en juego los demás agentes de la conspiración: Carlos Ortega con su justificación de la rebelión civil; el ex presidente de Fedecámaras, Carlos Fernández, y su conversación con el asesor Mario Tepedino sobre el lote de armas y municiones incautadas en los últimos días; las declaraciones del ex presidente Carlos Andrés Pérez; las declaraciones de algunos voceros de la Coordinadora Democrática y de los militares golpistas…
Según los analistas oficialistas, todo lo anterior ayudaría a ordenar el crucigrama de la desestabilización planificado por la oposición, teniendo como excusa el llamado “refirmazo”.

“LA CARTA DEL GOLPE”

La oposición entiende que no se debe dar ninguna oportunidad a que el Consejo Nacional Electoral inicie el proceso de revisión de firmas, por lo que debiera actuar al término del cuarto día, ya que de lo contrario, el fraude materializado por el número de personas que aparecerían firmando varias veces sería automáticamente detectado y rechazado por el sistema.
Incluso si se considera la hipótesis de que logren sumar los 2,6 millones de firmas, el paso siguiente es convocar a elecciones, donde para sacar a Chávez deben alcanzar al menos 3.757.774 votos, uno más que los que obtuvo el mandatario para ser elegido tres años atrás.
Aun cuando a instancias de mediadores estadounidenses la oposición logró conformar un Grupo de los Cinco (principales precandidatos presidenciales) para tratar de encauzar a las fuerzas antichavistas, éstas siguen fragmentadas, de modo que ni siquiera pueden alentar la ilusión de que Chávez, quien los derrotó siete veces en las urnas entre 1998 y 2001, pierda esta vez. La pregunta sigue siendo la misma, ¿después de Chávez, qué?
Para hacer más dramática la situación de los líderes golpistas, las fuerzas bolivarianas lograrán revocar mandatos de parlamentarios de la oposición y conquistarlos en los primeros meses de 2004, a fin de reforzar su hoy exigua mayoría legislativa.
A pocos días de una vital jornada cívica, un recalcitrante autodenominado Bloque Democrático publicó un aviso en el diario El Nacional, donde insta explícitamente al golpe de Estado.
Allí se convoca a que “la Fuerza Armada Nacional cumpla con su deber y restablezca el hilo constitucional”. La inconsistencia de la argumentación traduce a la vez desprecio por la inteligencia del lector y pánico descontrolado. Y agrega: “Si el firmazo se realiza normalmente, se recogerán más de 3.800.000 firmas-votos; en cuyo caso no es necesario esperar los resultados oficiales del Consejo Nacional Electoral para declarar el triunfo del plebiscito y comenzar la desobediencia civil democrática, generalizada y activa, la cual concluirá con la salida constitucional del régimen”.
Es una nueva provocación de los medios para que, una vez que perdieron credibilidad, lectores, audiencia, rating y publicidad, sean clausurados por el gobierno por alentar hechos sangrientos. Mientras, corresponsales extranjeros manejan información sobre posibles acciones armadas de fuerzas mercenarias (se habla de 200 salvadoreños) entrenadas en Miami y zonas limítrofes con Colombia. Pero hasta el momento, el gobierno no ha caído en la provocación

ARAM AHARONIAN
En Caracas

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