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Asesinatos en el
Regimiento Tucapel
FLORENTINO
Molina Ruiz,
secretario regional del
Partido Comunista, Cautín.
Una constante en la formación de los militares
chilenos ha sido el anticomunismo. Eso los ha llevado a alinearse muchas
veces con posiciones antipopulares. En contadas ocasiones los militares
han apoyado a gobiernos progresistas.
De la prédica anticomunista -y antizquierdista, en general- se
ha pasado a los hechos, como lo demuestran las masacres en que a lo largo
de la historia han participado y, sobre todo, las algo más recientes
actuaciones durante la dictadura de Pinochet.
Entregamos dos ejemplos, uno referido a palabras y otro a hechos. Elemento
de continuidad entre ambos es la pertenencia de los uniformados -el que
habla y los que actúan- al Regimiento Tucapel, de Temuco, porque
los dos episodios están separados por cincuenta años.
En la edición de septiembre de 1923 La Bandera, revista mensual
del ejército dirigida a la suboficialidad y tropa, publicó
un artículo de Olivero Segundo Muñoz, suboficial del Regimiento
Tucapel. Su título, “El ejército y el comunismo”.
Se afirmaba: “Los comunistas, aquellos hombres que no conocen patria
ni fronteras, no desperdician oportunidad para enlodar con su baba inmunda
la reputación de los hombres de uniforme que, por muchos conceptos,
están muy por encima de ellos, falsos apóstoles, verdaderos
parias de la humanidad”.
Agregaba: “El ejército es indispensable para velar por la
integridad del territorio, mantener el orden interno y asegurar el respeto
a las leyes del gobierno, sea cual fuere su constitución”.
Y más adelante sostenía: “El ejército constituye
la única institución imparcial capaz de mantener el orden
y el respeto a la autoridad, conforme a sus honrosas tradiciones”.
JUAN
Antonio Chávez Rivas,
secretario regional de las
Juventudes Comunistas en Cautín.
Con toda seguridad el suboficial Muñoz al hablar
de “sus honrosas tradiciones” no se refería a las 17
masacres perpetradas por efectivos del ejército contra los trabajadores
chilenos entre 1903 y 1923.
Tampoco pudo saber que justamente 50 años después de la
publicación de su artículo, el ejército -junto a
las otras ramas de la defensa nacional- llevarían a cabo una peculiar
forma de mantener “el orden y el respeto a la autoridad”,
derrocando al gobierno de Salvador Allende.
Vamos ahora a las acciones.
En el regimiento del suboficial Muñoz, el Tucapel, de Temuco, tuvo
lugar uno de los tantos falsos enfrentamientos montados por efectivos
de esa “institución imparcial”, el ejército.
Ocurrió en la noche del 10 de noviembre de 1973. En ese operativo
fueron asesinados siete comunistas: Florentino Alberto Molina Ruiz, 44
años de edad, obrero, miembro del comité central y secretario
regional del PC de Cautín, y Carlos Aillañir Huenchal, obrero
agrícola de 57 años.
Los otros cinco eran jóvenes comunistas: Juan Antonio Chávez
Rivas, 29 años, del comité central de las JJ.CC. y secretario
regional de esa entidad; Juan Carlos Ruiz Mancilla, de 21 años;
Amador Montero Mosquera y Pedro Juan Mardones Jofré. Los cuatro
eran estudiantes de la Universidad Técnica del Estado, sede Temuco.
El quinto muchacho, Víctor Hugo Valenzuela Velázquez, de
22 años, trabajaba como empleado público.
Junto a estos siete fueron detenidos otros dos militantes. El profesor
Raúl Buholzer Matamala y el estudiante universitario Herman Carrasco
Paul. Los nueve fueron torturados por el capitán Nelson Ubilla
Toledo; los tenientes Manuel Vásquez Chaguán y Jaime García
Covarrubias; Raimundo García Covarrubias; un oficial de apellido
Espinoza, un sargento de apellido Moreno y el conscripto Juan Carrillo.
Estas sesiones de tortura fueron presenciadas por el comandante del Regimiento
Tucapel, teniente coronel Pablo Iturriaga Marchesse.
Al atardecer del 10 de noviembre de 1973, Herman Carrasco y Raúl
Buholzer fueron trasladados a la cárcel de Temuco. Eso les salvó
la vida.
VICTOR
Hugo Valenzuela Velázquez,
de 22 años, empleado público.
Herman Carrasco se transformó en un activo e
incansable luchador, dando a conocer la verdad de lo ocurrido en ese regimiento
para que se haga justicia.
Tanto el Diario Austral, de Temuco, como El Mercurio y el resto de los
medios de comunicación difundieron la versión del ejército:
“Siete terroristas que intentaron volar el polvorín del Regimiento
Tucapel, de Temuco, fueron dados de baja en el mismo lugar de los hechos,
durante una escaramuza con militares de dicha unidad. Un grupo calculado
en veinte extremistas se acercó al paradero Prat, en Temuco, disparando
contra la guardia que protegía el polvorín. También,
según informes de testigos, pretendieron en ese momento lanzar
al interior del regimiento bombas incendiarias y cócteles molotov,
mientras otro grupo protegía su accionar con armas automáticas.
El suceso conmovió a Temuco porque sucedió en el horario
de toque de queda”.
Saltan las preguntas: ¿Es posible que en horas de toque de queda
puedan trasladarse por las calles veinte personas portando armas automáticas
y bombas? ¿Es posible que en ese horario pueda haber testigos en
las calles y, sobre todo, en los alrededores de un regimiento?
La Comisión de Verdad y Reconciliación rechazó la
versión oficial. En el Informe Rettig se sostiene: “Esta
Comisión no puede estimar verosímil la versión oficial”.
Da razones para ello: no puede haber enfrentamiento sin haberse producido
bajas ni heridos entre los efectivos militares; hay claras evidencias
de haberse torturado a las víctimas, pues en tres certificados
de defunción se señala como causa de muerte “atrición
cráneo-encefálica”, o sea, aplastamiento del cráneo.
El Informe Rettig subraya: “Lo más concluyente para esta
Comisión es que múltiples testigos y antecedentes reunidos
acreditan que las víctimas se encontraban desde hacía varios
días en el Regimiento Tucapel. Ello hace imposible que hubieran
intentado penetrar premunidas de explosivos por la parte posterior del
regimiento, como se indicó en la versión oficial.
Por todos los antecedentes expuestos, la Comisión llega a la convicción
que las siete personas que se han individualizado fueron ejecutadas por
agentes del Estado, en violación de sus derechos humanos”.
El 10 de noviembre se han cumplido 30 años de ese crimen perpetrado
por miembros del ejército.
Entre los responsables podemos mencionar además de Pinochet, al
general Hernán Ramírez Ramírez, intendente de la
provincia de Cautín; a Pablo Iturriaga Marchesse, comandante del
Regimiento Tucapel; al mayor Luis Cofré, fiscal militar; a Alfonso
Podlech Michaud, abogado asesor de la Fiscalía Militar; al capitán
Nelson Ubilla Toledo, jefe del Servicio de Inteligencia Militar; al teniente
Jaime García Covarrubias y al sargento Orlando Moreno
IVAN LJUBETIC VARGAS
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