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El voto y las pelotitas de trapo
No se ha sabido utilizar la energía adquirida en las duras batallas que han instalado temas relevantes: crisis de la educación, inhumano sistema de pensiones, crisis ambiental y de salud. Tarde o temprano esas movilizaciones llegan a un punto en el cual se pierde toda orientación para, al final, dejar que esa energía y sus aguerridas consignas se diluyan. O, peor aún, caigan en otras manos.
Hay una cierta fijación por las marchas. Algunos creen que son el fin. De modo que cuando ya no hay marchas, parece que se acaba la causa. Se pierde de vista que esa es una herramienta que se supone inserta en una estrategia que contempla muchas otras. Como deberían ser el voto y las elecciones, sin ir más lejos.
Es cierto que una cosa siniestra ha calado en mucha gente: que el voto es una herramienta de dominación, una rémora que impone el enemigo, un instrumento de los dominadores, una tara burguesa. Pero más que una consigna afiebrada, esos conceptos parecen parte de una operación de los que saben lo peligroso que puede llegar a ser para el sistema que millones de votos se dispusieran a elegir a gente decente.
Algunos olvidan que el voto universal es un logro del pueblo luego de decenios de lucha. Visto desde el punto de vista de los poderosos, es un instrumento que no debería ser. Y desde el punto de vista de la contrainteligencia, un objetivo a bloquear por medio de infiltrados disfrazados de izquierdistas duros, que aseguran que votar es hacerle el juego a la derecha y que no queda otra que incendiar el país por medio de la protesta infinita, la sublevación nacional, el alzamiento armado…
Las mayores y más legitimadas demostraciones de descontento popular que han alcanzado novedosos niveles de aceptación en la desconfiada población han decaído, precisamente al no saber qué hacer en los procesos eleccionarios.
Hoy se yergue el Movimiento No+AFP como el más sólido, legítimo, necesario y convocante. Y ha desplazado a la CUT, desfondada por el peso de la corrupción y el fraude. No+AFP apunta al corazón de un problema de incalculables repercusiones: cómo se sobrevive luego de la vida laboral. Y cuenta con dirigentes legítimos y honestos que se han granjeado la simpatía y el reconocimiento de los trabajadores que hasta ahora, no habían salido a escena.
El sistema de AFP es la venganza diaria que cobran los poderosos para eternizar el castigo a los trabajadores. Resulta una trágica ironía que sean estos los que financien a quienes los han arrasado mediante las balas, la desaparición, la tortura, el exilio y la persecución. Y la explotación cotidiana.
La experiencia demuestra que las movilizaciones cumplen un ciclo: toman vuelo, imponen sus temas, convencen a muchos, alcanzan una meseta y comienzan a declinar. A partir de ese momento los temas que el movimiento puso en el tapete con durísimos costos represivos, son secuestrados por la casta de políticos corruptos que luego harán lo que les dé la gana. Fue el caso del potentísimo e histórico movimiento estudiantil: después de un fulgurante apogeo, el sistema les ofreció la pelotita de trapo de la gratuidad. Jueguen, entreténganse, diviértanse, ocúpense. Y de ahí no han salido. Parece que la cosa va por otro lado.
Mientras no se entienda que la política es un espacio de lucha legítimo y necesario, seguiremos golpeándonos con el cielo raso. Mientras no se entienda que el actual orden no entregará nada por su propia voluntad, seguiremos esperando que buenamente los malos ofrezcan mejoras. Mientras la mayoría del país castigado insista en no llevar la pelea hasta donde aún no llega -a ese espacio donde se hacen las leyes que van a hacer sufrir a millones, en el cual sinvergüenzas de todos los colores cobran mes a mes una fortuna para engañar-, el mundo seguirá andando tal y como ellos lo deciden.
Las elecciones son una anomalía del sistema. Es un riesgo que cada cierto tiempo asumen los poderosos para disfrazar el sistema de democrático, obligados a pasar por el temor de perder la poltrona, los millones y el poder. Miedo que superan con la gentil ayuda de aquellos rebeldes que dicen que las elecciones son un juego que se le hace a la derecha.
Sería bueno preguntarse cuántos muertos hubo para lograr que la gente tuviera ese derecho que hoy se regala gentilmente a los herederos de sus asesinos. Mientras tanto, las marchas y las pelotitas de trapo seguirán haciendo lo suyo.
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 877, 9 de junio 2017).
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