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Los incontrolables “apetitos políticos”
Uno de los fenómenos que más afecta el ejercicio de la soberanía popular es la desinformación de la gran mayoría de los chilenos, cuando solo prefieren o pueden enterarse de la realidad a través de los medios de comunicación. Es cuestión de observar los noticiarios de televisión para comprobar lo acotados que están a la información policial, las calamidades y la farándula internacional o futbolística. Es notorio que la política, la cultura, el deporte, la economía y otros temas de gravitación personal y familiar prácticamente se mantienen ausentes de los grandes medios, salvo algunas honrosas excepciones. En los últimos meses, lo relacionado con candidatos y purgas partidarias, o los reiterados escándalos de nuestras clases dirigentes, tienen considerable atención en los espacios informativos, pero no existe mayor preocupación por las ideologías, programas y propuestas de los actores de nuestra vida pública. Lo más visto son candidatos con escasa habilidad para expresarse y asumir compromisos. La opinión generalizada es que hasta aquí se trata de postulantes muy improvisados, sin mayor trayectoria política, al grado que a un personaje tan desacreditado por sus jocosos desaciertos lingüísticos hoy se le otorga alta posibilidad de volver a gobernar el país.
Debemos reconocer que desde el mundo de la Izquierda ha sido evidente el menosprecio a los líderes gremiales y sindicales, a los de más larga data en las luchas políticas y sociales. Especialmente de parte de aquellos jóvenes “iluminados” de reciente irrupción. Ya sabemos cómo la arrogancia nubla las posibilidades de algunos personajes, si consideramos, por ejemplo, lo sucedido a un Ricardo Lagos Escobar, que en algún momento se sintió tan seguro de que los partidos y la población iban a imponer su reelección presidencial. Lamentable nos parece, en este sentido, que líderes del mundo social, que han demostrado su capacidad de convocar a cientos de miles de chilenos, hayan también sufrido el menosprecio de estas nuevas agrupaciones políticas. Tal como ha acontecido con Luis Mesina, máximo vocero de NO+AFP, quien emergiera con altas posibilidades de posicionarse como un buen postulante presidencial de la sociedad civil.
El afán electoralista y la avidez por los cargos ha dejado muy poco espacio a la confrontación de ideas, a la posibilidad de que los ciudadanos puedan percibir diferencias entre los que aspiran a representar al pueblo. Ni siquiera en asuntos de tan alta gravitación pública (como los referidos a la previsión, salud, educación y otros), la mayoría de los candidatos no explicitan intenciones, como si todos temieran una polémica que los haga perder votos.
Botón de muestra es lo sucedido con temas referidos a la violencia en La Araucanía, a nuestras relaciones con Bolivia y a otros tópicos de la contingencia internacional, en que los candidatos han demostrado tanta insolvencia como la de quienes son pauteados por El Mercurio y los canales de la televisión sensacionalistas. Ello estriba en el desconcierto que reina entre socialistas, democratacristianos y otros que, históricamente, mostraron más fortaleza ideológica que los partidos de la derecha.
Lo peor es que, de acuerdo a la Ley Electoral, candidatos y partidos van a recibir fondos públicos para encarar sus candidaturas; con lo cual lo que se va a imponer es el marketing electoral, los photoshop, los mensajes vacuos y las sonrisas impostadas para atraer el voto ignorante e irreflexivo.
Ya ha quedado claro que los chilenos más informados y conscientes demuestran con mayor resolución su voluntad de abstenerse o concurrir a votar a las parlamentarias y a las presidenciales por el postulante “menos malo”. Ausentes están las mayorías de esa mística y fervor que se manifestaran en las contiendas electorales del pasado. No deja de ser extraño, en este sentido, la voluntad de algunos de sufragar en las primarias de la derecha por los candidatos alternativos a Piñera (Ossandón y Kast) a fin de derribar la candidatura del expresidente. A sabiendas que, en ningún caso, llegarían a votar, después, por alguno de los tres.
Algo parecido acontece en el abanico de opciones de Izquierda. De concurrir a estas elecciones primarias, posiblemente muchos voten sin la voluntad de apoyar con posterioridad al que se instale en la papeleta electoral. A la fecha tenemos, al menos, otros cuatro postulantes del vanguardismo que insistirán en ser candidatos, colaborando así a la dispersión de votos y al triunfo de los antiguos referentes.
Lamentable situación política vivimos cuando lo electoral se superpone a lo ideológico y a la genuina vocación de servicio público. Cuando los resultados y no los valores han pasado a constituirse en la máxima preocupación de los operadores políticos, cuya estabilidad en la administración pública o su acceso a ella depende de quién gane, sin importarles mayormente qué se propongan. Porque los apetitos se muestran incontrolables.
Juan Pablo Cárdenas S.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 877, 9 de junio 2017).
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