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Editorial 877

¡Chao, Michelle!

 

La presidenta Bachelet está llegando morosamente al final de su segundo mandato. Sin duda tiene asegurado un lugar en la historia de Chile. Es la primera mujer que fue elegida dos veces presidenta de la República. No es poco, pero ¿hay algo más? Ella y sus partidarios destacan el inicio de algunas reformas que el modelo hacía necesarias y que ni siquiera han rayado la pintura del neoliberalismo. Aun así, el empresariado -que contribuyó generosamente al financiamiento de su campaña electoral- no se tragó completo el sapo reformista y lo redujo a su mínima expresión.
Quizás la joven Michelle, aquella de los años de lucha contra la dictadura, soñó algo distinto. No imaginaba que algún día podría materializar sus ideales de joven socialista.
Pero no fue así: el mundo, Chile, su partido y ella misma cambiaron. El viento político sopló en otra dirección. La veleta enloquecida de los partidos socialdemócratas y comunistas fue atrapada por un torbellino que barrió con principios e ideales.
Lo que ayer se abominaba, hoy se alaba. Lo que ayer se elogiaba, hoy se difama. El socialismo se cubrió de las telarañas del desuso. El capitalismo volvió a adueñarse del mundo y el saqueo de recursos naturales prosiguió en América Latina. No fue culpa de Michelle ni de su partido, fue la vida simplemente la que trastocó todo y a todos... o a casi todos.
Quedará para la historia desentrañar porqué la hermosa enlace de la dirección clandestina del Partido Socialista y más tarde colaboradora del Frente Patriótico Manuel Rodríguez, no alcanzó como presidenta de la República las cimas revolucionarias de su juventud. Su historia como mandataria es opaca, deslucida, ajena a la épica que podía esperarse de ella. Las reformas de su gobierno no han cambiado un ápice la realidad de un país que continúa siendo paradigma de la injusticia social. Su segundo gobierno nació herido de muerte por la abstención electoral. Y además, pronto se desencadenaron las denuncias de corrupción que alcanzaron a su propia familia y que tienen en vilo la institucionalidad del país, la política, los partidos, la Iglesia, las empresas, los cuerpos armados, etc., etc.
Ha quedado al descubierto una crisis que sólo podrá superar la movilización del pueblo y su voluntad en una Asamblea Constituyente que abra paso a la plena democracia.
La revolucionaria de ayer, la presidenta de hoy, no hizo amago de liderar un cambio de verdad utilizando la suma de ventajas y poderes de su cargo y su mayoría parlamentaria.
Su liderazgo de alfeñique, fruto del marketing, se hizo azúcar y agua. Es probable que ella no tuviera conciencia de la realidad. Lo sugiere su afirmación de que su gobierno dejó atrás al neoliberalismo. En sus palabras aflora el ideal de la muchacha que arriesgó su vida en la clandestinidad pero que no tiene asidero en la brutal desigualdad social que vive el país. Una nación que el periodista Ricarte Soto definiera como “la Corea del Norte del capitalismo”. Un país donde la gente se muere esperando atención médica; una república donde hay clínicas de lujo para seres humanos y mascotas, fortunas de 14 mil millones de dólares y salarios de 305 mil pesos mensuales.
Aún más sorprendentes que el espejismo en que vive Michelle, son las definiciones de la bancada parlamentaria del Partido Comunista -y en particular del honorable Daniel Núñez-. Calificaron de “contundente” e “histórica” la cuenta pública del pasado 1º de junio. Núñez -de sólida formación marxista según dicen- afirma que Michelle “pasará a la historia como la mandataria que lideró, superando el permanente boicot de la derecha, el proceso para dejar atrás el neoliberalismo y avanzar con reformas que han beneficiado directamente a miles de familias vulnerables y de sectores medios”.
La economía, sin embargo, delata a quienes han sido favorecidos por las políticas públicas. A pesar del estancamiento general por el que atraviesa la economía, el gran capital nacional y extranjero sigue obteniendo enormes ganancias. El año pasado las empresas más grandes registraron ganancias por 12.1 billones de pesos, según la Superintendencia de Valores y Seguros (SVS). La renta de la inversión extranjera directa fue de 6.5 billones de pesos, según informa el Banco Central en la balanza de pagos. O sea, Chile sigue siendo la Jauja del neoliberalismo.
Michelle no solo ha decepcionado a los que votaron por ella. Ocurre lo mismo en el plano internacional donde se creía que el suyo era un gobierno de Izquierda, recordando su primera administración cercana a Chávez, Kirchner y Lula. Su segundo gobierno ha alineado a Chile con la escoria que acaudilla Washington en su intento de derrocar al gobierno legítimo de Venezuela, tal como sucedió en Chile en 1973. Algo parecido puede decirse de la política de la Cancillería chilena respecto a la hermana república de Bolivia. En vez de abrir negociaciones para permitir una salida soberana al mar, que es lo que debe hacer un gobierno democrático y latinoamericanista, la Cancillería sigue aplicando añejas políticas de raigambre belicista, como si administrara un botín de guerra. Esas políticas le han costado el aislamiento a Chile. La mayoría de América Latina y del mundo simpatiza con la justa demanda boliviana.
En lo político interno, el resultado de esta deplorable administración del Estado será que por segunda vez, según parece, Michelle Bachelet entregará el mando a la derecha. Lo cual tampoco es para cortarse las venas: nada cambiará en la línea de los gobiernos neoliberales que han prolongado la dictadura hasta nuestros días.

PF

Editorial de “Punto Final”, edición Nº 877, 9 de junio 2017.

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