Edición 711 - desde 11 al 24 de junio de 2010
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El retorno de la Concertación

Autor: Ricardo Candia Cares

Ni las privatizaciones que se anuncian, ni el alza de esa estafa llamada Transantiago, ni los atrasos en la reconstrucción, ni la tragedia de las deudas de la mayoría de los chilenos, están en el interés de los partidos de la Concertación. Ni el estado de la salud pública, ni de la educación. Lo de ellos es ganar las próximas elecciones, buscando para el efecto aglutinar a todo aquel que la falta de poder le genera ansiedad, palpitaciones y síndromes variados.
El ejercicio de la política, entendida como arreglines hechos entre los mismos de hace veinte años, toma un nuevo aire. Los ingenieros de chanchullos para engrupir al gilerío que mira desconcertado, adoptan nuevas medidas de cara a las próximas elecciones municipales. Los nombres para 2014 salen a relucir entre codazos, divorcios, pisotones y escupitajos. El poder, entendido como el uso arbitrario e impune de los medios y herramientas del Estado para fines propios, tiene la virtud de ser adictivo. Una especie de pasta base sociológica: la pruebas una vez y quedas dependiendo de la pipa.
En estos ejercicios, propios de quienes se mueven entre la farándula y la mafia, desde Locos por el Baile a Los Soprano, la gente que mira tras los visillos a la espera de nada, no cuenta. Los estudiantes que intentan a duras penas llamar la atención sobre la educación y su futuro inmisericorde mediante la toma de sus liceos, no está en la agenda de estos señores tan ocupados. El futuro endeble de las universidades, tampoco y, para resumir, casi nada que importe a la gente en su vida cotidiana. Lo que les importa es cómo resuelven su problema cardinal: retornar en gloria y majestad y al costo que sea a los salones en los cuales se desenvuelven desplegando todas sus plumas prepotentes, olvidadizas y chamullentas. Para el efecto valen sus armas predilectas: descalificaciones, codazos, zancadillas, traiciones, desprecios y malabares.
Y desde su óptica, tienen mucha razón. De seguir las cosas tal como lo prevé el pesimismo fecundo, el gobierno del mal encachado y torpe presidente chileno terminará con aquello que la Concertación no se atrevió a hacer por pura timidez. De ahí emergen los sueños de rescatar el gobierno con la tarea hecha, como la tercera etapa de una posta en la que la derecha tiene un papel intermedio y necesario.
La parálisis incubada en esos largos años de Concertación dejó a la gente en un estado de shock del cual no sale. Parece que en este país no pasara nada y que lo que importa se transmite en horarios prime de la televisión. De vez en cuando, tímidos pataleos de algunos estudiantes y trabajadores son disueltos por la filosofía del palo y el guanaco, posicionada por la Concertación y sus subsecretarios del Interior y continuada por los nuevos sheriff.
Da la impresión que el país fuera gobernado por un grupo de filántropos inofensivos.
De la Izquierda, otrora aguerrida enemiga de la derecha más derecha, no se tiene noticias, salvo las que dicen relación con el reacomodo concertacionista.
Hay una sensación de abandono confirmada por las noticias no desmentidas de pactos y alianzas entre comunistas, humanistas y concertacionistas. Se discute esta ingeniería utilitaria entre cuatro paredes y un cielo raso, mientras abajo, la gente se encarga de aumentar su ya sobrecargada capacidad de aguante, pagando pasajes de estafa en la locomoción, a merced de los tramposos de siempre en el comercio grande, y viendo cómo la salud y la educación se convierten, con cada día que pasa, en remedos de lo que debieran ser.
La autodenominada CUT, desapareció después del bochorno del primero de mayo. ¿Se habrán exiliado sus dirigentes? Con timidez inicial, los dirigentes universitarios comienzan a decir esta boca es mía en el silencio del resto de las organizaciones sociales, mientras en el Congreso, se ultiman los detalles para la sepultación de lo que alguna vez fue orgullo nacional: la educación pública.
Hace algunos años los estudiantes de la enseñanza media recordaron a la presidenta-reina que en su gobierno no había más de tres palabras relacionadas con educación. En mala hora. Arrancando hacia adelante, Bachelet retorció los orígenes de esa movilización, mintió con descaro y, con la promesa de un avance impresionante en materia educacional, hizo una voltereta mayúscula y le dio la extremaunción a la educación pública. La derecha encontró el mejor de los escenarios: todo hecho.
Aun así, por estos días los partidos de la Concertación afilan sus tácticas electorales internas. Unos con artilugios propios del gitano Melquíades, otros a punta de prepotencia. Intentan hacerse de las directivas de esas máquinas del acomodo y la voltereta. Otros miran con no poca simpatía la posibilidad de tomar el camino corto y, simplemente, acceder al gobierno por alguna ventana abierta dejada por el presidente Piñera, que por estos días gobierna como si fuera otra ala de la Concertación, si se mira de cerca y también de lejos.

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 711, 11 de junio, 2010)
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