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Preparando
el escenario
Eliades Acosta
Ya nos sabemos la historia. Los dramaturgos imperiales, a fuerza de repetirse, han hecho tediosa la política internacional. Durante la guerra fría pusieron a punto una maquinaria, perfecta y discreta, para producir problemas y desafíos en serie, destinados a frenar a la URSS y erosionar la influencia del comunismo y de las revoluciones de cualquier signo. Hoy, de aquel novedoso ingenio no queda más que un asmático artilugio, una antigualla no sólo obsoleta, sino aburrida a fuerza de previsible.
En nuestros días, como consecuencia del arte del remake y de la inercia mental que padecen, han dejado de ser invisibles, se han corporizado hasta la impudicia. Causa risa, pero también cólera, el verlos desplegar con afán el atrezzo de su escenografía política, intentando representar los mismo libretos de las mismas obras teatrales de hace más de 60 años: como si el mundo no hubiese cambiado, como si no existiese Internet, como si ya no hubiesen sido revelados, exhaustivamente, sus métodos y estilos de trabajo.
De pronto, se otorga el Premio Milton Friedman, con la jugosa tajada añadida de medio millón de dólares, a un fantasmal “periodista disidente iraní”, como se premió antes a Solzhenitzin con un Nobel, pero con la pequeña diferencia de que el primero es un estafador y el segundo fue un escritor incomprendido y brillante.
En el Paraguay del presidente Lugo se alza en armas un puñado de guerrilleros por no se sabe qué agravios, lo que hubiese sido comprensible durante la larga noche que fue el gobierno de Stroessner, cuando tal alzamiento no ocurrió. Nada nuevo bajo el sol: en los últimos meses del gobierno de Batista, en Cuba, y primeros de la Revolución, la CIA intentó crear un frente “guerrillero”, una tercera fuerza dirigida por Eloy Gutiérrez Menoyo y Willliam Morgan para tener listo el plan B.
No más Evo Morales comienza en Bolivia los cambios que han devuelto la dignidad y la soberanía a la nación, especialmente a los indígenas, en algunos departamentos del país estalla un extraño sentimiento secesionista, que lo obliga a distraer fuerzas y perder tiempo.
Y para colmo, en La Habana, unas mujeres vestidas lujosamente de blanco y cargadas en oro intentan la versión light y proyanqui de las Madres y Abuelas de la Plaza de Mayo, esta vez sin desaparecidos ni torturados, pero con mucho acompañamiento de diplomáticos occidentales y corresponsales extranjeros.
Pero aún fané y descangallada, la maquinaria de los problemas y los desafíos sigue funcionando, y la contrarrevolución global sigue siendo incubada en los invernaderos de las agencias de inteligencia y los “tanques pensantes” del imperio. Hoy los aprendices de brujo, al igual que en los viejos buenos tiempos, siguen echando mano a todo avance tecnológico y a toda idea potencialmente útil. Un día son las redes sociales, como Twitter o Facebook, monitoreadas hasta la saciedad, repasadas y cribadas en busca de palabras claves “peligrosas”, que van desde “ islamismo”, “FARC” y “cambio climático”, hasta “ Fidel Castro” “maoísmo” o “Hugo Chávez”, y también usadas para “apoyar” a los enemigos de la Revolución iraní o alentar a los golpistas hondureños. Otro, son la emergencia de movimientos sociales artificiales, como el Tea Party Movement, mezcla de nostalgias confederadas, amor por los rifles, anticomunismo y odio a Obama, que enarbola carteles ante la Casa Blanca donde proclaman que sólo por esta vez han venido desarmados a hacerse oír. Y aún entre bufidos y espasmos, la saga continúa.
No puedo dejar de pensar en ello cuando escucho sobre el pueril intento de atentado terrorista en Times Square, Nueva York, que sólo ha dejado dividendos a quienes acusan implacablemente al gobierno de Obama de debilidades y retrocesos en la lucha contra el terrorismo global y “por poner en peligro” la seguridad nacional de la nación más poderosa del planeta. Y, ¡qué casualidad!, cuando se debate sobre la reforma impostergable de Wall Street.
(Publicado en Punto Final, edición Nº 709, 14 de mayo, 2010)
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