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Osvaldo Andrade, candidato a presidir el partido
PS emprende
el retorno a
la Izquierda
Autor: HUGO GUZMAN R.
Osvaldo Andrade Lara acaba de ganar un cupo como diputado al obtener 30% de los votos en el distrito de Puente Alto. Ahora se trazó el reto de ganar la presidencia del Partido Socialista. También está preocupado de encarar un proceso de nueva configuración de la Concertación y de relacionamiento con sectores sociales, lo que incluye una mirada cuestionadora del conglomerado y la derrota presidencial.
Cuando Michelle Bachelet ya era presidenta electa, lo llamó y le dijo: “Osvaldo, ya no me vas a poder decir Rucia”. Fue la frase que le anunció que sería ministro del Trabajo. En ese puesto jugó un rol polémico, sobre todo ante el sector empresarial, que provocaría incluso roces al interior del gobierno.
Quizá pesó en Osvaldo Andrade Lara (57) su historia de antiguo militante socialista. Se inició en 1969 cuando ingresó a la Federación Juvenil Socialista y tuvo un momento intenso durante el gobierno de la Unidad Popular. Estuvo preso varias veces, entre 1973 y 1978; se incorporó a la clandestinidad, en que asumió cargos de dirección. Renunció a la cartera del Trabajo para convertirse en parlamentario por el distrito donde nació y se crió.
Lleva años en la corriente Nueva Izquierda del PS, que lidera Camilo Escalona. Desde ese sector aspira a convertirse en presidente de su partido
¿Dónde sitúa factores básicos de la derrota de la Concertación?
“La oferta de cambio es finalmente lo central del desenlace. Las personas, cuando visualizan una oferta de gobierno, piensan en qué se ofrece. La reelección de los gobiernos de la Concertación tenía que ver con que se hacían cargo de su historia, de sus aciertos y errores, y ofrecían una nueva perspectiva, desde la matriz de vincular desarrollo con igualdad, crecimiento con equidad. Era una oferta que tenía continuidad y cambio. Pero en esta ocasión, la derecha tuvo el acierto de capturar el concepto de cambio. Sin embargo, el resultado fue estrecho porque si bien sedujo lo del cambio, la derecha no tenía pergaminos para ser coherente con eso”.
¿Había un déficit de la oferta de la Concertación hacia la gente?
“Sin duda. La Concertación careció de propuestas sustantivas que sedujeran a la ciudadanía. Nos confiamos mucho en que la gente nos creería por lo que hemos hecho. Pero, al mismo tiempo, teníamos que proponer cosas nuevas. Las sociedades cambian, las perspectivas son otras. En lo que ofrecemos, la matriz no ha variado. Esta sigue siendo una sociedad desigual, pero en lo que ofrecemos para enfrentar ese desafío, no tuvimos sintonía suficiente. Una parte de la sociedad dijo: ‘No les creemos que ustedes estén dispuestos a seguir haciendo cambios’”.
Hay una crítica de que no abandonaron el modelo liberal y no asumieron temas laborales, reformas democratizadoras, reforma de la educación. Jugarse por cambios sociales y económicos.
“A eso me refiero. En las cosas que son más relevantes para la sociedad, no tuvimos una oferta categórica. Cuando presentábamos una propuesta, la gente nos preguntaba por qué no lo hicimos antes. Había una crítica de sentido común. No me cabe duda que la oferta tenía que ver con profundizaciones y tenía que ver con credibilidad. La ciudadanía nos pasó la cuenta de falta de credibilidad y voluntad de profundización”.
En el Festival de Viña del Mar, Coco Legrand dijo “devuelvan la plata” y hubo aplauso cerrado. Se ha instalado lo de la corrupción y el apitutamiento en la Concertación.
“Claro, por eso digo que las causas de la derrota son amplias. El clientelismo y la corrupción han jugado un papel importante. La corrupción es un fenómeno relativamente nuevo y que impacta en la sociedad. No hemos tenido capacidad de pedir disculpas y de ser inflexibles en el combate a la corrupción. Respecto al clientelismo, la gente resiente mucho el ‘apitutamiento’. Eso influye sobre todo cuando la competencia electoral es estrecha”.
¿Hubo retraso en abordar el cambio de liderazgos, en renovar la conducción política?
“Siento que la elección la perdimos por los contenidos, más que por las figuras o liderazgos. No me parece razonable en política darle pasto, circo y sangre a la ciudadanía sobre tal o cual personaje o sobre el comando que no hizo esto o lo otro. Las cosas tienen que ver más con un problema de contenido, de oferta a la ciudadanía”.
¿Enfrentar las transformaciones no pasaba porque la Concertación adoptara una política de Izquierda o un progresismo más explícito?
“El país aspira a cambios en materia social. Eso implica que hay que retomar un contrato nítido entre el centro y la Izquierda. La Izquierda de hoy es distinta, es plural, es más amplia, donde hay paradojas como que el Partido Comunista es ilegal pero tiene tres diputados. Nuestra coalición perdió esa característica fundacional de un acuerdo entre centro e Izquierda. Se desdibujó esa característica. Hoy está esa cosa rara de la ‘centroizquierda’, que es todo y nada. La sociedad aspira a cambios y eso tiene que ver mucho con la posibilidad de progreso, de mayor desarrollo e inclusión, de participar en lo bien que le va a Chile”.
¿Y los retos de ahora?
“Tenemos tres grandes retos. El primero, ser oposición; la ciudadanía no nos dijo que tenemos que ser cogobierno. Esto significa cautelar las cosas buenas que hizo la Concertación y que pudieran verse afectadas, porque este es un gobierno de derecha: cómo ofrecemos al país una alternativa y ganamos legitimidad para concursar en cuatro años más. El segundo reto es la prefiguración del acuerdo o contrato entre el centro y la Izquierda. Creo que hoy esto se puede facilitar. Mi impresión es que en la Democracia Cristiana se instaló una lógica más de centro. Tenemos una Izquierda que reconstruir, donde los socialistas podemos ser un eje articulador. Ahora hay un PC que tiene parlamentarios, hay un mundo de las Izquierdas. El tercer reto, que creo es también una de las causas de la derrota, es un nuevo contrato de los partidos de la Concertación y la Izquierda con la ciudadanía, con el pueblo, con el mundo popular, que aspiramos a representar pero con el cual hemos perdido relación. No es casual que la derecha se haya metido en las poblaciones, que gente del mundo popular vote por la derecha. Ese es un fenómeno del que hay que hacerse cargo. Aquella virtud de los partidos de Izquierda de tener relaciones intensas con el mundo popular y sus organizaciones, la hemos perdido. Un reto central es retomar esa relación positiva con el mundo popular”.
¿Sigue la Concertación como está?
“No. La fórmula no es plantearnos una orgánica que solucione los problemas, eso es lo de menos. Lo que hay que reconstruir es el contenido, la oferta de transformaciones. El formato que tenga lo dirá la acción política, no creo en una solución burocrática. Tengo claro que tiene que haber un recontrato entre el centro y la Izquierda y entre el mundo popular y la Izquierda. La necesidad nos dirá qué formato se necesita. Hay una vieja deformación en discutir primero la estructura y después el contenido. Ahora la preservación del acuerdo del centro y la Izquierda es central. La relación del PS con la DC tendrá un rol fundamental”.
¿Incluye al PC y la Izquierda no concertacionista?
“Por supuesto”.
Pero ellos están en otro proyecto...
“Por eso no creo que el formato tenga que ser desde una estructura preestablecida. La discusión no puede empezar desde el esqueleto. Empieza desde la política y sus necesidades, y después veamos cómo articulamos esto. Ahí se verá si es una Concertación ampliada, si se establecen relaciones con un mundo no concertacionista. A lo mejor habrá acuerdos programáticos y no es necesaria una estructura”.
Usted es candidato a la presidencia del PS y ya planteó que quiere un PS de Izquierda, no progresista. ¿Qué significa eso?
“Siento que parte del desdibujamiento de la Concertación ha sido esta necesidad de construir ciertos conceptos que carecen de contenido. Cuando uno elabora un concepto carente de contenido, es fácil que entre mucha gente, es fácil aglutinar. Pero a la política le falta claridad. El PS es, ha sido y será un partido de Izquierda. El PS pone el acento en la democracia y en la justicia social. Ser progresista, (….)
(Este artículo se publicó completo en Punto Final, edición Nº 704, 5 de marzo, 2010)
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