Edición 704 - del 5 al 18 de marzo de 2010
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Metamorfosis

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Metamorfosis


Autor: Ricardo Candia Cares

 

Lo de Gregorio Samsa dista de lo sucedido a la Concertación. En el caso del personaje de Kafka, su drama estuvo en despertar un buen día transformado en cucaracha. Para la coalición que se apresta a entregar el gobierno, el caso es más grave. Se durmió transformándose en algo parecido a la derecha. Peor que una cucaracha.
Los primeros indicios de mutaciones extrañas y no tanto, estuvieron en los cómputos. Centenares de miles de votantes de la Concertación decidieron votar por la derecha. Luego, personajes de la administración saliente no dudaron en afirmar que un gobierno de derecha no sería tan malo después de todo. Entre medio, izquierdistas de toda la vida encontraron que el binominal, si se le mira de cerca, tiene su parte buena, si se suman, al final de la jornada, unos cuantos diputados.
Ni tonta ni perezosa, la derecha que accede innecesariamente al gobierno, intenta fichar personalidades concertacionistas, conociendo que en esas filas hay figuras con tendencias incontrolables a las vueltas de chaqueta. Tal invitación tiene resultados positivos en el caso de ese adelantando a su tiempo, el visionario democratacristiano Jaime Ravinet y, hasta ahora, en un tal Sapag, militante del PPD.
Asumiendo el Ministerio de Defensa entre abrazos y besitos de Francisco Vidal, su comprensivo amigo, Ravinet recibe sus mejores deseos. Para no quedarse atrás y dar una mala impresión, Marcelo Schilling, diputado PS, encuentra en Lavín un estupendo ministro de Educación. La actual ministra lo recibe con los ojos húmedos de emoción. José Miguel Insulza, otrora furibundo y esbelto revolucionario, rodilla en tierra le hace cariño y quizás qué a Piñera con tal de mantenerse en la OEA, así sea para enterrarla.
La reacción de los dirigentes de la Concertación es comprensible. La DC suspende de su militancia a Ravinet, quien no se entera de la medida preocupado en descolgarse un pendrive del cuello, y el PPD hace lo imposible para que el tal Sapag recule.
Se puede especular, sobre la base de estos arrumacos propios de los bueyes, que la cosa seguirá en los buenos términos en que ha venido siendo desde hace veinte años. A pesar de las elegantes muestras de desazón concertacionista por la ocupación de mano de obra ajena por parte del nuevo gobierno.
La Concertación deja la casa ordenada. Nada queda al azar y los esfuerzos por una entrega de mando impecable obsesiona a los ministros a cargo de la ceremonia. Se esmeran en hacer un buen papel.
El sistema, ideado por quienes se aprestan a tomar el Poder Ejecutivo, tiene una envidiable capacidad de autoregeneración, no sólo para curar sus heridas, sino para prevenirlas. Un sentido muy sensible del equilibrio lo dota de la capacidad de prever cambios diferenciales que pueden derivar en desastrosas transformaciones. Cuando esto ocurre, varía su geometría e integra figuras que inicialmente no consideraba. Cambios, transformaciones, maquillajes, faramallas y trucos, logran hacer como que la cosa va para un lado cuando en realidad o está estancada, o va en sentido contrario. Con un ilusionismo que acholaría a David Blaine, estos constructores de realidades tienen la virtud de la transmutación inadvertida, que el gilerío compra fácilmente.
A menos que, alguno lo recordará, por razones misteriosas la chusma ponga en duda esas maromas y, en un claro e incomprendido afán rebelde, le dé por tomar sartenes y cacerolas por sus respectivos mangos. En esos casos, para el efecto pacificador requerido, el sistema usa su reserva de aviones, tanques y traidores.
Las vueltas de chaqueta no son nuevas en esta angosta faja de propiedad privada. El que haya nacido en ella, se habrá criado escuchando lo mismo. Mal vista desde los tiempos del monte Calvario, la traición y los traidores han criado una  fama que no les hace justicia. Más allá de los principios y la consecuencia, esta malparida gimnasia del alma cumple con la noble labor de las alzaprima en los tinglados endebles, evitando los derrumbes indeseados.
Falta mucho por ver. Los nombramientos de ministros y subsecretarios no clausuran los tiempos de seducción que el poder genera. Quedan aún direcciones de empresas estatales, jefaturas de servicio, gobernaciones, intendencias y embajadas. Y muchos, muchos negocios.
Y como la metamorfosis tiene designios inesperados, tras unos pases mágicos, Michelle Bachelet se transforma en la voz de Haití. Blindada por las secuelas del terremoto que azotó ese país, seguirá cultivando esa cara buena onda usada para ciertas ocasiones, a salvo de la artillería que las nuevas autoridades quisieran enviarle para pasarle la cuenta por estos últimos años. Y, de paso, evitarle las ganas de pensar en 2014.
Hay que tomar asiento en una buena ubicación. Se ha inaugurado el tiempo de los reacomodos, fenómeno que siempre es interesante. Alguna vez Jaime Ravinet será honrado como un adelantado a su tiempo, un explorador que abrió el camino, que enseñó la ruta. Cuando eso suceda, habrá muchos haciendo el mismo surco. Lo demás, será silencio.

(Publicado en Punto Final, edición Nº 704, 5 de marzo, 2010)
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