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Fracaso de la municipalización
Educación
en crisis
JORGE Toro Beretta, rector del Instituto Nacional
La crisis educacional se agudiza. Este año, más de dos millones de niños cursaron la enseñanza básica. Menos de un millón irá a colegios municipalizados, que atienden a los sectores más desprotegidos. A las deficiencias de la educación básica en los sectores pobres, en que un alto porcentaje de niños no sabe leer o escribir ni las operaciones aritméticas básicas en tercero o cuarto año, se suman los resultados de las pruebas Simce y los puntajes de la PSU, en que se refleja la ampliación de la brecha entre colegios privados y colegios municipalizados y subvencionados. Aquellos con alumnos de sectores de bajos ingresos obtienen en promedio puntajes mucho más bajos en las pruebas de lenguaje y matemática que los que obtienen los alumnos provenientes de los sectores de ingresos altos educados en colegios particulares.
La crisis de la enseñanza municipal lleva a miles de padres a sacar a sus hijos de esos establecimientos para matricularlos en colegios particulares. La educación pública está en un proceso de jibarización. Con todo, la crisis se extiende al conjunto del sistema, regido por criterios individualistas y de lucro que acentúan la discriminación social.
El 92% de los estudiantes de básica y media asiste a establecimientos municipales o particulares subvencionados. El 8% restante es alumno de la educación particular privada, de la cual sale la mayoría de los integrantes de la elite de los sectores dominantes. Hay estudios que indican que el 65% de la elite chilena tiene padres de origen socio económico alto y sólo el 3% proviene del grupo socio económico bajo, y el 64% de sus hijos asiste a colegios particulares pagados.
Un investigador, Rodrigo Cornejo, del Observatorio de Políticas Educativas, ha comparado al sistema educacional chileno con el apartheid imperante en Sudáfrica durante los regímenes racistas. Distingue cinco sistemas cerrados y excluyentes de administración, que corresponden a realidades diferentes: el particular pagado; el particular subvencionado con financiamiento compartido (los padres pagan una cuota mensual); el particular subvencionado sin financiamiento compartido; el municipal de comunas ricas y, el municipal de comunas pobres. Precisa Cornejo que los niños pobres reciben una subvención estatal de 30 mil pesos.
PF entrevistó el profesor Jorge Toro Beretta, rector del Instituto Nacional, referente obligado de la educación pública como ejemplo de excelencia educativa y logros relevantes desde su fundación, hace cerca de doscientos años. Profesor de química, el rector Toro tiene una larga trayectoria profesional y directiva. Se define como “hijo de la educación fiscal”, formado en el Liceo Barros Borgoño. Antes de llegar a la rectoría del Instituto Nacional, era rector del Liceo Miguel Luis Amunátegui, otro liceo emblemático de Santiago. También ha sido destacado dirigente gremial del magisterio
¿Cuál es su opinión sobre la crisis de la educación?
“En primer lugar, hay que decir que la crisis existe y que ha tocado fondo. Comenzó en los años 80, cuando el gobierno de Pinochet abandonó el principio del Estado docente reemplazándolo por el Estado subsidiario. Lo hizo dentro de su política general de privatizaciones y predominio absoluto del mercado. Se ha dicho, con razón a mi juicio, que la única verdadera revolución que hubo en el siglo pasado fue el cambio en la educación, que interrumpió la tradición educacional chilena que tenía más de ciento cincuenta años. A estas alturas, y en realidad desde hace ya bastante tiempo, es evidente que la municipalización no fue la solución. El alcalde no es la autoridad adecuada para encabezar la educación en su comuna. La educación es un proceso de largo plazo y los alcaldes enfrentan problemas que requieren soluciones rápidas. Por otra parte, la mayor parte de las más de trescientas municipalidades que hay en Chile sufren una crónica falta de recursos. Desde el momento de establecerse el sistema, de manera repentina y sin discusión, comenzaron a producirse problemas. Yo trabajaba entonces en la educación particular, y en esos colegios las cosas -las clases, las orientaciones, los contenidos, en fin- siguieron haciéndose como antes. En cambio, en los establecimientos fiscales la situación fue confusa, una especie de laissez faire, sin orientaciones claras, con abandono de las funciones pedagógicas, con indisciplina, etc., derivada en buena medida del cambio de autoridades y métodos de administración y control, que provocaban inquietud. Ese deterioro dejó huellas.
Pienso que el Estado nunca debió abandonar su responsabilidad sobre la educación pública y su papel como actor principal. Cuando yo era estudiante, la abrumadora mayoría de los colegios eran fiscales. Muy pocos eran los colegios privados. Actualmente, los establecimientos fiscales -que ahora son municipales- se equiparan en número a los privados, y en algunas ciudades son menos. Todo el proceso de privatización y municipalización tiene un ingrediente fundamental perverso: la subvención por alumno de acuerdo a su asistencia. Me parece que solamente hay otros dos países en el mundo que tienen un sistema como el chileno, Gales y Namibia, y entiendo que eso está en revisión. Aun más, la creación de este modelo educacional correspondió a las ideas economicistas más radicales de Milton Friedman. Eso fue lo que se puso en práctica. Incluso José Piñera quería que se entregara el voucher a los apoderados. Si al apoderado no le gustaba el colegio, se iba con su voucher a otro colegio. Pero, ¿cómo puede elegir el apoderado pobre, con poca educación, engañado por la propaganda, por los ofertones y por cualquiera otra manipulación de los sostenedores o los empresarios de la educación?”.
Pero ese ordenamiento en función del lucro no ha cambiado con la última Ley de Educación...
“No ha cambiado, desgraciadamente. Nos hemos acostumbrado al empate político que hay en el Parlamento. Hay temas que no se pueden tocar y este es uno. Sin ser estatista, yo creo que la educación, como la salud, debe ser una función permanente del Estado que debe asegurar educación pública de calidad, buscando los mecanismos centralizados o descentralizados más eficientes para ponerla en práctica. Ese es el núcleo del problema. La educación se convirtió en objeto de lucro sometido a las leyes del mercado. Un ejemplo aclara: los colegios privados empezaron a llevarse a los mejores profesores y a los mejores alumnos y obtuvieron, como era de esperar, buenos resultados y consiguieron más alumnos, que pudieron seleccionar, y sus resultados siguieron siendo buenos o mejores. Y así sucesivamente. Por eso, yo digo que el Instituto Nacional no se puede comparar con el Liceo Amunátegui, del cual fui rector antes de llegar aquí. En el Nacional seleccionamos a los alumnos, el Amunátegui no lo hace. Y es bueno que eso suceda, porque los colegios deben estar abiertos a todos, salvo excepciones justificadas como es nuestro caso, por razones históricas y porque el Estado debe tener algunos colegios de excelencia.
La pregunta es, ¿qué hay que hacer? Curiosamente, casi todas las respuestas coinciden, pero no se llevan a la práctica. El Estado debe asegurar educación de excelencia especialmente a los sectores de bajos ingresos, para lo cual debe destinar muchos más recursos a la educación. El colegio debe suplir las carencias de los más desprotegidos con buenas bibliotecas, buenos laboratorios, apoyo informático, gimnasios y canchas deportivas, atención médica, etc. Son fundamentales los buenos profesores, que deben ser incentivados para que entreguen una enseñanza de alta calidad y exigirles que lo hagan. Hay que despertar la mística por el estudio, por la responsabilidad y la importancia de los logros. Esa mística existe en el Instituto y es una de las razones de sus triunfos. No es mérito mío haberla despertado, venía de mucho antes y es una de sus grandes virtudes.
Las universidades deben ponerse a la altura de la responsabilidad que significa la formación de buenos profesores. Y esos profesores, como dije, merecen una atención prioritaria en términos de consideración social, posibilidades de desarrollo personal y profesional, y, por cierto, remuneraciones elevadas. Así ocurre en países como Finlandia, los otros países nórdicos y en los países asiáticos que se han convertido en avanzados. En esos países llegan a ser profesores los mejores estudiantes, que tienen las mejores posibilidades de formación y cuentan con todo el apoyo que necesitan. Tienen, a cambio, la obligación de responder a las expectativas depositadas en ellos.
Todos, con algunos matices, dicen que coinciden en los planteamientos anteriores, pero finalmente eso no se refleja en las leyes que a menudo son incoherentes, producto de negociaciones o acuerdos de pasillo. La educación debe ser una política de Estado que abarque desde la educación preescolar hasta la educación superior y técnica. Creo que hasta el momento no ha habido voluntad. Solamente se han hecho maquillajes.
Y hasta algunos, que debieran haber enfrentado el problema, se han entusiasmado y han entrado al negocio. En vez de una legislación coherente y de Estado, hay un engendro que no es de derecha ni de Izquierda. Los resultados están a la vista y son pésimos.
El éxodo de alumnos de la educación municipalizada aumenta. Como se paga por alumno, disminuyen los ingresos de los municipios, que no pueden despedir a los profesores ni pagarles porque han disminuido los ingresos. Los gastos operativos se mantienen igual y disminuyen los ingresos. Si no se les paga, los profesores paran: con razón. Los paros provocan nuevos éxodos de alumnos porque los padres no pueden aceptar la situación. Eso va al despeñadero. Algunos dicen que parece que alguien hubiera inventado este escenario para acabar de una vez con la educación pública, que se extinguiría por falta de alumnos”
HERNAN SOTO
(Publicado en Punto Final, edición Nº 704, 5 de marzo, 2010)
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