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HORST Paulmann: cerrando filas con Piñera

Uno de los mayores exponentes del éxito empresarial de los últimos años ha sido el dueño de Cencosud, el ciudadano de origen alemán Horst Paulmann Kemna, quien, además, comparte los primeros lugares de la concentración del comercio y de los créditos de consumo en el país. El principal símbolo de su poder es el inconcluso edificio Costanera Center, que pretende ser el más alto del continente y cuyas obras permanecen paralizadas desde comienzos de este año, como consecuencia, según se dijo, de la crisis económica.
Hoy, todos esperan el reinicio de las faenas, gesto que será enarbolado como la muestra más evidente del término de la crisis. La construcción del gigante arquitectónico está en manos de la empresa SalfaCorp, uno de cuyos accionistas principales es el candidato presidencial de la derecha, Sebastián Piñera.
Paulmann es uno de los controladores del negocio del retail a través de Almacenes Paris y de Easy. En el rubro de los supermercados posee las cadenas Jumbo, Santa Isabel, Montecarlo y Las Brisas, entre otras. Está presente en el ámbito de los malls, con parte de la propiedad del Alto Las Condes, y en el rubro bancario con Banco Paris, dedicado a créditos de consumo
Jorge Errázuriz Grez, socio principal de Celfin, fondo de inversiones donde Sebastián Piñera depositó como fideicomiso ciego parte considerable de su patrimonio, es uno de los grandes admiradores de Paulmann, a quien considera el mejor ejemplo de los nuevos tiempos.
“Se acabó eso de que lo políticamente correcto es ser austero, como los Matte”, ha manifestado. “Estamos saliendo del patrón antiguo, donde se valoraba la austeridad y el éxito era mal visto”, declara Errázuriz. “A diferencia de Eliodoro Matte, Paulmann no tiene ninguna traba, ni cultural ni social. Es más libre, es capaz de emprender en Argentina y ser como argentino; en Perú, con los supermercados Wong, está entrando sin ningún complejo. Paulmann, Sebastián Piñera, Andrés Navarro son modelos a seguir”.

Los más poderosos

En 1994, cuando Eduardo Frei Ruiz-Tagle ganó la Presidencia de la República con el 58,01% de los votos, muy por sobre el 24,39% de Arturo Alessandri Besa, el entonces candidato de la derecha, las cuatro cadenas de supermercados más grandes del país se repartían el 37% de las ventas. Quince años después, sólo Cencosud y D&S (WalMart) comparten casi el 70% de ellas.
En 2005 ambas cadenas controlaban a nivel nacional el 72% de la venta de alimentos, el 68% de los artículos de aseo, el 52% de los perfumes, el 50% de los confites y el 35% de las bebidas alcohólicas. En sus locales también habían concentrado una tajada considerable del mercado del vestuario, muebles y electrodomésticos.
Los proveedores principales de Cencosud y D&S son grandes empresas locales y transnacionales: Nestlé, Unilever, Agrosuper, Comercial Santa Elena, Watt’s, CMPC Tissue, Carozzi, Procter and Gamble y Embotelladora Andina; todas ellas, además, son figuras protagónicas de la publicidad en televisión y en los diarios de las cadenas El Mercurio y Copesa, donde los fines de semana los insertos comerciales pesan más que las noticias.
Paulmann se encaramó en los últimos años en el ranking de los principales grupos económicos chilenos. En 2008, la Universidad del Desarrollo, estrechamente vinculada a la Unión Demócrata Independiente, UDI, difundió una investigación donde enlistó a los principales conglomerados empresariales criollos con una aproximación a sus respectivos patrimonios. En primer lugar figuró el grupo Luksic, con US$11.260 millones, seguido por los siguientes: 2) Falabella (US$10.200 millones), 3) Matte (US$10.000), 4) Angelini (US$9.169), 5) Paulmann (US$5.300), 6) Ponce Lerou (US$4.300), 7) Ibáñez (US$2.143), 8) Yarur (US$1.900), 9) Piñera (US$1.414) y 10) Claro (US$1.210).
Muy por encima del resto, el rubro principal de los negocios de estos grupos es el comercio concentrado en el retail, los supermercados y los malls, fuentes de trabajo de aproximadamente 400 mil chilenos. A continuación se ubican la energía y los combustibles.
Los retailers chilenos, sin embargo, se diferencian de sus congéneres de otros países porque ofrecen créditos de consumo a través de tarjetas. Según la Superintendencia de Bancos e Instituciones Financieras, a 2008 existían 5.388.189 tarjetas de crédito bancarias y 20.710.891 de las casas comerciales, que sumaban 26.099.080 tarjetas. Es decir, si la población activa del país es de 6,5 millones, cada persona tiene en promedio cuatro tarjetas de crédito.
Del total de tarjetas, 8.100.000 no estaban operativas el año pasado, la mayoría por encontrarse en mora y sometidas a cobranza. La Superintendencia de Bancos cuantificó en marzo de 2008 que la deuda total adquirida por tarjetas de crédito era de US$9.385 millones, de los cuales US$6.530 millones correspondían a casas comerciales y US$2.855 millones a instituciones bancarias. Alrededor de 25 por ciento ya estaba en mora y sumaba US$2.180 millones. De esa cifra, US$1.885 millones correspondían a casas comerciales (86,5 por ciento) y US$295 millones a bancos (13,5 por ciento). La oferta indiscriminada de tarjetas de crédito a jóvenes universitarios, denunciada por el Instituto de la Juventud, indica que más de un millón 200 mil jóvenes, de entre 15 y 29 años, están endeudados.
Finn R. Samsing, economista de la Universidad de Chile, MBA de la Universidad de Stanford y director de la Corporación Nacional de Consumidores y Usuarios de Chile (Conadecus) ha llamado la atención sobre la ausencia, como tema, de este endeudamiento en la prensa, que sí publica encuestas sobre la inseguridad pública, la salud y la educación como los principales problemas de la población. “Si los ingresos más importantes de los medios de comunicación son de aquellos anunciadores involucrados en el negocio de las tarjetas de crédito, es de toda lógica pensar cuál es la razón por la que los medios no se refieren a este flagelo que afecta a gran parte de la población chilena”, afirma Samsing.
En febrero de 2008 la consultora IGT hizo público un estudio donde se informó que el negocio de las tarjetas de crédito movía unos US$1.200 millones al mes y que el mercado de estos plásticos, en el ámbito de las casas comerciales, era controlado casi en su totalidad por cinco grupos económicos dedicados al retail: Falabella (51%), Ripley (17%), Paulmann (14%), D&S (9%) y otros (9%).
Una encuesta Casen efectuada en 2008 señaló, por otro lado, que los integrantes del quintil más pobre de la población destinaba el 60% de sus ingresos a pagar deudas, casi todas contraídas a través de tarjetas emitidas por casas comerciales.

Todo se concentra

Las grandes empresas sin embargo pese a estar conscientes de este peligroso nivel de endeudamiento, prosiguen sin mesura sus políticas de enriquecimiento, redoblando los esfuerzos para disminuir sus costos y aumentar las ganancias en desmedro de sus trabajadores, a los cuales disgregan a través de múltiples filiales y razones sociales para impedir que se organicen y planteen sus demandas, además de evadir controles tributarios. El desaparecido Observatorio Laboral de la CUT dio cuenta parcialmente, en 2005, de esta tendencia empresarial. En aquel año Cencosud mantenía 48 filiales o razones sociales diferentes; Ripley, 49; CMPC, 30; SQM, 12; Celulosa Arauco, 16; Besalco, 40; Lan, 21; Endesa, 10; Pizarreño, 13; Telefónica CTC, 13 y así sucesivamente.
La concentración económica ha sido ardorosamente defendida como palanca de progreso por varios de los principales representantes de los grupos económicos, con Horst Paulmann como abanderado.
El negocio farmacéutico está en manos de tres grandes cadenas que controlan el 93% del mercado; los US$45.000 millones que captan las AFPs los manejan sólo seis de las 22 compañías que lo hacían en los años 80; Iansa controla más del 75% del mercado del azúcar; Telefónica CTC Chile capta el 75% del mercado de telefonía fija; Endesa y Colbún tienen el control de casi el 70% de la generación eléctrica; Lever domina el 75% del mercado de los detergentes; CCU, el 89% del negocio de las cervezas; Lan, el 88,2% del tráfico aéreo de carga y el 70% de pasajeros; Chiletabacos, el 98% del mercado de los cigarrillos y así suma y sigue.
El investigador Marko Kremerman afirma que sólo 27 empresas concentran el 50% del valor total de las exportaciones. De éstas, diez concentran el 35,3%, siendo la mayoría del sector minero y dos del sector forestal. Además, sólo 16 grupos económicos producen el 80% del PIB. Todo esto sin contabilizar el daño que han ocasionado al pequeño y mediano comercio establecido y a las pymes, además de las barreras infranqueables que ponen para evitar que ingresen otras empresas al mercado.

El sector minero
 
El economista Marcel Claude, en su libro El retorno de Fausto: Ricardo Lagos y la concentración del poder económico, sostiene que en ese gobierno la inequidad se profundizó: el 5% más rico de la población obtuvo ingresos 209 veces más altos que el 5% más pobre (en 1990 era de 130 veces). Mientras los ingresos del segmento de menores recursos se incrementaron en 1%, los del vigésimo más rico aumentaron 62%.
Claude agrega que el sector minero es fiel reflejo de la realidad en otras áreas productivas. El 68,4% de la producción de cobre está en manos privadas y el 31,6% restante corresponde a Codelco. El resultado de la empresa estatal, en 2005 antes de impuestos, fue superior a US$4.071 millones y aportó al Estado US$2.295 millones de dólares de impuesto a la renta; 1.800 millones como aporte directo y 826 millones para las Fuerzas Armadas, a través de la Ley Reservada del Cobre.
Ese mismo año, según datos de Cochilco, los excedentes de la minería privada alcanzaron US$6.300 millones, con un aporte al Fisco de sólo US$1.960 millones por concepto de impuesto a la renta. Al enfocar el análisis en el grupo Luksic, considerando sus dos principales holdings, Quiñenco y Antofagasta PLC, sus ventas representan el 3% del Producto Interno Bruto (PIB) chileno y su aporte tributario y al empleo apenas alcanza un 0,1% y un 0,4%, respectivamente. En consecuencia, sus ventas son 2.900% mayores que su contribución en términos tributarios y superan en un 650% el aporte del grupo al empleo nacional. Según Claude, la misma lógica rapaz se reproduce en los demás sectores productivos asociados a la explotación y exportación de recursos naturales.
Otros investigadores han señalado que, según los precios del cobre vigentes antes de la última crisis, extraer cobre en Chile resultaba gratis, puesto que los subproductos del mineral pagaban los costos. Las empresas mineras extranjeras se embolsaron íntegramente el valor de sus exportaciones, ganancias que sumaron más de US$40.000 millones en 2006 y 2007. Esa cifra es el doble del total invertido por las mineras privadas en Chile desde 1974 a 2006, y equivale a dos tercios del presupuesto del Estado en cada uno de los años indicados.
Cuando aún no termina la actual crisis internacional y en Chile aún no se efectúa el balance de la gestión económica de la presidenta Michelle Bachelet, cada vez más expertos creen que hay que poner coto a la concentración económica, factor que empeora la distribución del ingreso y entraba toda posibilidad de innovación y crecimiento a mediano y largo plazo. Se requieren, insisten, más y mejores controles y un Estado al que no le tiemble la mano para desconcentrar la economía.
Esos cambios necesarios, cambios verdaderos, reales y concretos, son lo que a cualquier precio desean evitar los integrantes de la barra brava empresarial que apoya a Sebastián Piñera.

MANUEL SALAZAR SALVO

 

(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 699, 27 de noviembre, 2009. Suscríbase a PF. punto@interaccess.cl)