Documento sin título
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¡Ay, Piñera, tú otra vez!
Autor: Patricio Araya G.
Tras ser querellado a principios de noviembre por un ex detective -que según tú, elaboró un documento “falso” dando cuenta de tu estéril captura hace veintisiete años-, y de haberte reunido en los días siguientes con ex uniformados para asegurarles una vida sin juicios ni condenas por sus violaciones a los derechos humanos -todo un contrasentido, como verás-, habías pasado piola. Bueno, no tanto. También te vimos en un par de debates televisivos. Complicado. Como siempre.
Días antes nos habías dejado atónitos. ¡Qué confesión te mandaste, Sebastián! Gracias a la entrevista de Iván Núñez en “Usted no me conoce” (Chilevisión), nos enteramos de tus travesuras en la casona familiar de La Serena. Sin arrugarte siquiera confesaste que los hermanitos Piñera Echenique (Pepe, Polo, el Negro y tú) espiaban a sus primas Chadwick, entre las cuales se hallaba María Teresa, la hoy esposa del ministro Viera-Gallo.
Para blanquear la anécdota explicaste que para entonces sólo tenías cinco añitos, los mismos que la señora del ministro. Pero, ¿sabes?, no te creo. Primero, a los cinco años uno podrá dormir con las primas, mearlas inclusive, pelear con ellas por los juguetes, tirarles el pelo, morderlas, empujarlas, jugar al papá y la mamá, pero, en ningún caso, espiarlas mientras se quitan el corpiño. A esa tierna edad las primas no tienen senos ni pelitos en el pubis, y tampoco uno tiene ni la más prostituta idea del sexo. Con suerte utiliza sus genitales para orinar. Y con ayuda de la madre.
¿Sabes, Sebastián? Creo que te equivocaste de edad. Con toda seguridad eras más grandecito. Uno recién les echa el ojo a las primas como a los trece. ¿Es malo o degenerado el que lo hace? No. Es una curiosidad sana, prospectiva. Lo malo, Sebastián, es contar las cosas a la medida de nuestra conveniencia. O sea, te pareció fuerte confesar que “sapeabas” a las Chadwick en la pubertad. Y, desde esa misma óptica, decidiste rebajarte la edad en que habías cometido ese pecadillo. ¿Por qué? Porque entendiste que una “cochinada” así de picante podría complicar tu performance moral. ¿Qué dirían tus socios de la UDI? Pero, la embarraste.
En el mismo programa de tu canal, Cecilia, tu bella esposa, te lanzó un salvavidas de plomo. Claro que ella fue un poco más cauta que tú. “No sé si contar esto”, dijo. Aunque igual te fregó. Por ella nos enteramos de tus fechorías nocturnas por Viña del Mar. Cecilia narró frente a la cámara un hecho delictivo de tu juventud. ¡Qué fuerte! Entre risas nerviosas, y ataviada de un innegable sentido del pudor (cuestión que se agradece y que la ennoblece), Cecilia explicó que, cansado de los robos que había sufrido tu Fiat 600 setentero, decidiste “pagar con la misma moneda”. En efecto, narra Cecilia, que junto a unos amigos de juventud te lanzaste enfurecido a las calles viñamarinas, donde desvalijaron el primer Fito que se les cruzó, con tal de recuperar el carburador que le habían robado al tuyo. “Ojo por ojo, diente por diente”. Risas de Cecilia. Pudor.
¿Acaso las calles del Viña del Mar de la Unidad Popular fueron mudas testigo de la génesis de tu primera ley? ¡Qué susto! Sólo imaginarte en La Moneda adoptando ese tipo de represalias ya me aterra. ¿Debo entender que si llegas a palacio iremos por la Patagonia juntando esos témpanos de hielo que alguna vez nos birlaron los argentinos? Mira, lo de las hermanitas Chadwick te lo aguanto. Pase. Convengamos que fue una pendejada. Pero, eso de aplicar la ley del talión en medio de la impunidad de la noche, es otra cosa. Eso es muy grave. A mí me han cagado mil veces, pero jamás se me ha ocurrido ir por el ojo o el diente de alguno que se me cruzara en el camino.
Y, como si fuera poco, te mandaste el numerito en el aeropuerto, saltándote la fila en plena huelga de los trabajadores de la Dirección de Aeronáutica. Pienso en la pobre funcionaria que te flanqueó el paso. ¡Pobre de ella! Debe haber actuado movida por el pánico de saber que un pez gordo estaba en la fila a punto de ser devorado por la muchedumbre. De no haber hecho nada por ti, hoy estaría en la calle. Despedida por ineficiente. ¿Cómo no hacer nada teniendo al frente a uno de los dueños del hangar?
¡Ay, Piñera, sólo me generas incertidumbre! Pienso en ti como presidente, y me dan ganas de echar la casa en la maleta y huir a cualquier parte del mundo. En todo caso, no es mucho lo que tengo que llevar. Contigo no logro imaginar a Chile de otra forma que no sea como un gran mall, donde todos nos movamos como piezas de Lego, con nuestras tarjetitas de crédito en la mano, a expensas de la usura de los intereses bancarios y de la indiferencia del nuevo sistema, acorralados como aquellos toros de San Fermín, yendo a ninguna parte, pero a una sola: a la debacle; a nuestro fin.
¡Ay, Piñera! ¿Por qué no te mudas cerca de Teresa Chadwick, o te enchulas un Fito y te pierdes por Lo Curro, o por qué no haces la fila en el aeropuerto para un gran viaje de placer con tu hermosa mujer? Así te queremos.
(Publicado en “Punto Final”, edición Nº 699, 27 de noviembre, 2009. Suscríbase a PF. punto@interaccess.cl) |