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El futuro de
la presidenta
Autor: MANUEL SALAZAR SALVO
La campaña presidencial se está quedando en el ámbito de las apariencias y los detalles; en el color y el nudo de las corbatas, en los planos y contraplanos de las cámaras de televisión y en una reyerta oratoria de escaso vuelo, cooptada por la necesidad de figurar a como dé lugar en los medios de comunicación.
Las ideas de fondo para abordar los problemas del país y las eventuales plataformas futuras de su desarrollo han sido postergadas por los asesores de los candidatos en un evidente afán de subsumir los conflictos reales y de calcular, con las encuestas en mano, el eventual resultado de la elección de diciembre. En este escenario resulta evidente, entonces, que la campaña sólo entusiasma a los comandos de cada candidato, a las dirigencias partidarias que los secundan y a los profesionales en las técnicas del marketing, la publicidad y las comunicaciones.
En las calles, en los barrios, en los campos, la gente sigue su rutina observando desde lejos las evoluciones de una casta política cada vez más distante. Asiste, a través de las pantallas, al espectáculo de la política, mediatizado por las tandas comerciales de los bancos, las multitiendas y los grandes avisadores de la televisión. Es notorio el desaliento y la desesperanza de la mayoría de los electores para los cuales no hay grandes diferencias entre quienes les solicitan sus votos. Cunde la sensación de que da lo mismo por quién se sufraga, o si se acude o no a las urnas en diciembre.
Los cuatro candidatos que quedan -Sebastián Piñera, Eduardo Frei, Marco Enríquez-Ominami y Jorge Arrate- se mantienen pegados en los guarismos que entregan las encuestas, muy por debajo de la aceptación que exhibe la presidenta Michelle Bachelet. Ello ocurre, sin duda, porque la ciudadanía percibe a la doctora Bachelet como una persona más cercana a la gente común y, en especial, a las mujeres. El patrimonio político de la presidenta puede resultar determinante en los próximos comicios, siempre que ella decida traspasarlo. En las últimas semanas algunos de los más entusiastas partidarios de la presidenta Bachelet iniciaron reservadas consultas para tantear las posibilidades de que ella se transforme, ante un eventual gobierno de Piñera, en el factor que agrupe a la oposición en una especie de frente amplio ciudadano que no sólo reúna a los partidos de centro y de Izquierda, sino que también incorpore a organizaciones sociales de variados orígenes.
Desde hace algunos meses, Bachelet ha ido asumiendo un rol cada vez más protagónico en los foros internacionales, especialmente en América Latina, en un intento por conseguir mayor liderazgo continental que potencie su futuro político cercano.
La especulación financiera
En el III Foro de Competitividad de las Américas, efectuado en Santiago, la presidenta expuso algunos conceptos que fueron sólo parcialmente reproducidos por la prensa y que entregan indicios sobre sus posiciones sobre el futuro del país y de la región.
“(…) quisiera reiterar algunas cosas que he estado planteando en todos los foros internacionales, respecto de cuáles son las enseñanzas que nos deja la crisis (económica).
La primera es que hemos dicho que más allá de que aquí hubo un colapso financiero, un impacto en la economía real, la verdad es que también, a nuestro juicio, hay de fondo una crisis de la política, una crisis de liderazgo, una falta de voluntad política de hacerse cargo o de cómo enfrentar un conjunto de problemas globales, sea en el ámbito de la crisis económica, la necesidad de reformar estructuras, de generar regulaciones que se hagan cargo de las necesidades, de evitar abusos, de evitar situaciones de riesgo excesivo, que terminan impactando a terceros”, sostuvo.
Y agregó: “Creo que la primera lección es que no hay espacio para supersticiones respecto del funcionamiento del mercado. Porque no existe ninguna mano invisible que esté poniendo orden en la actividad económica. La especulación financiera puede provocar una dinámica destructiva, cuyos efectos terminan, finalmente, afectando al conjunto de la población.
Y para que la libre competencia sea posible y sea real, hay que poner coto a los abusos. Implica normas claras y reglas legales claras. La falta de regulación se paga muy caro, y lo hemos vivido”, acotó.
La presidenta en su discurso ante casi mil delegados de todo el continente, insistió en que los planes de estímulo fiscal fueron clave a la hora de impulsar la reactivación, así como la decisión de no reducir el gasto social. Y enfatizó que “de no existir una ecuación entre crecimiento económico y mayor igualdad de oportunidades, se puede generar una crisis política de dimensiones insospechadas”.
Bachelet informó que en la esfera del desarrollo científico, América Latina, en total, tiene 245 mil investigadores. Estados Unidos, en cambio, cuenta con 1,5 millones, cifra similar a la de China; Japón un poco más de 700 mil y Alemania 248 mil. En el ámbito del trabajo, en tanto, los trabajadores del continente son tres veces menos productivos que en las naciones desarrolladas. “Y eso no es culpa de los trabajadores, es culpa también de que los Estados y las empresas no hemos sabido provocar las sinergias indispensables para apoyarlos y elevar su productividad”, añadió la mandataria.
Planes a largo plazo
La presidenta Bachelet, particularmente en el último año, ha ido dando forma a un proyecto de desarrollo nacional para el mediano y largo plazo, asentado en cuatro grandes pilares: protección social, reformas educacionales, desarrollo tecnológico y científico y mayor cooperación entre el Estado y los privados.
Reiteradamente ha dicho que los gobiernos de cuatro años no permiten abordar con tiempo suficiente los cambios que se requieren para modernizar al país. También ha percibido que se requieren transformaciones profundas y grandes proyectos que conciten el entusiasmo de todos los sectores de la ciudadanía. Países como Irlanda, España, India, Nueva Zelandia, entre otros, han iniciado inversiones de envergadura para enfrentar los desafíos que representan las necesidades energéticas, la alimentación, la investigación científica, la capacitación laboral, la innovación tecnológica y el desarrollo de nuevas industrias.
La doctora Bachelet ha percibido -y así lo ha manifestado-, que los políticos actuales son reacios a poner en marcha planes y programas mirando al futuro y que prefieren pequeñas reformas y maquillaje de corto plazo, que les reporten beneficios inmediatos. Y ésa parece ser la tónica de la campaña presidencial.
El asistencialismo social puesto en práctica por el gobierno en los últimos cuatro años como un intento por paliar la enorme diferencia de oportunidades que existen entre los beneficiados por el modelo económico y los que no lo han sido, visto incluso con renuencia por las dirigencias de la Concertación y de la Alianza, hoy se ha transformado en la principal bandera de campaña de Piñera, Frei y Enríquez-Ominami. Estos tres candidatos, sin embargo, no han sabido (o no han querido) proponer y explicar sus fórmulas para profundizarlo. Se remiten, en la mayoría de los casos, a prometer que lo mantendrán.
Existe un enorme consenso ciudadano en la necesidad de transformar desde su raíz las estructuras educacionales en todos sus niveles, pero no se conocen las soluciones que ofrecen los candidatos. Lo mismo ocurre con salud, trabajo, justicia, energía, las pymes, el agro, los recursos naturales y etc., etc.
La información detallada de los programas de gobierno y la discusión pública de éstos entre los candidatos ha sido dejada de lado, ignorada, despreciada incluso, (…)
(Este artículo se publicó completo en PUNTO FINAL, edición Nº 695, viernes 2 de octubre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)
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