Edición 695 - Desde el 2 al 15 de octubre de 2009
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El pueblo se alza contra los gorilas

Ráfagas de ametralladoras, columnas de soldados y policías, allanamientos masivos, detenciones indiscriminadas, golpizas, gritos, gases lacrimógenos en los barrios de Tegucigalpa… Son las 3 de la mañana y las sirenas no cesan, las llamadas a una emisora local con voces desesperadas advierten de contingentes represivos movilizándose hacia las calles tomadas por los miembros de la Resistencia. Son incontables los barrios sublevados y decenas de miles los que gritan: “¡Zelaya aguanta que el pueblo se levanta!”. Los gritos crecen en la oscuridad de los barrios pobres y se prolongan hacia las cotidianas marchas que desde hace más de tres meses desafían, fuera de todo pronóstico, la locura golpista, y que anuncian la insurrección de la “chusma”. Esa masa irreverente que pone a prueba los paradigmas y sofismas de la sociología neoliberal.
Antes de la aparición del presidente Manuel Zelaya el lunes 21 de septiembre, la jugada de la dictadura estaba clara: llevar a cabo las elecciones del 29 de noviembre, a pesar del rechazo y condena internacional, y legitimar esas elecciones y al régimen de facto a través del reconocimiento de algunos gobiernos afines, fundamentalmente Estados Unidos. Pero las categóricas palabras de Roberto Micheletti, “las elecciones no las para nadie”, se desvanecieron en cuestión de horas. Zelaya reaparecía en la escena nacional, ya no como espectro político en el exilio, sino como actor fundamental, capaz de moldear el rumbo de la coyuntura socio-política hondureña.
Era evidente la desazón de los sectores golpistas; la apuesta electoral se había bloqueado. Manuel Zelaya tomaba la iniciativa y llamaba a los sectores populares a la insurrección pacífica para restituir el orden constitucional. Al tiempo que convocaba a la oligarquía y al gobierno de facto al diálogo para terminar con la crisis interna.
La respuesta de la dictadura al llamado al diálogo fue brutal: un violento desalojo a los miembros de la Resistencia Popular que se encontraban en las afueras de la embajada brasileña, con el saldo de una estudiante universitaria muerta por asfixia con bombas lacrimógenas, centenares de encarcelados, golpeados y hasta un estadio de beisbol convertido en campo de concentración. Después de la orgía represiva, la primera en acercarse a Zelaya fue la jerarquía de la Iglesia Católica, a través del obispo Juan José Pineda, destacado defensor del golpe. Le siguieron los candidatos de los cuatro partidos que están comprometidos con el régimen: Elvin Santos (Partido Liberal), Porfirio Lobo (Partido Nacional), Felicito Avila (Democracia Cristiana) y Bernard Martínez (Partido de Innovación y Unidad). Todos a una sola voz defendieron un supuesto diálogo, no así la restitución de Zelaya al poder.
La nueva apuesta dictatorial estaba clara: convencer a Zelaya de que no intervenga en el desarrollo de las elecciones “por el bien del país” y mostrar al mundo una posición de flexibilidad frente a la crisis, que no suponga dejar el poder. Pero Zelaya y su audaz llegada al país ha dejado el proceso electoral en punto muerto, ha logrado elevar la moral de lucha del pueblo en resistencia con una cada vez mayor convocatoria, obligando al régimen a masificar la represión hacia los barrios y comunidades rurales. Esto le ha valido el socavamiento de su ya menguada credibilidad en ciertos sectores empresariales, iglesias y en las mismas bases de los partidos políticos que han apoyado el golpe. Pero además ha logrado que la comunidad internacional ponga nuevamente los ojos en la crisis hondureña, con toda la presión que eso implica para el gobierno de facto.

Del desalojo a la insurrección de la “chusma”
 
Mientras Roberto Micheletti negaba rotundamente la llegada de Manuel Zelaya al país, vociferando acerca de la capacidad profesional de la inteligencia militar para “detectar cualquier movimiento sospechoso”, miles de humildes hondureños se apostaban frente a la embajada de Brasil para proteger a Zelaya: “El presidente nos ha hecho el llamado de rodear la embajada, tenemos que proteger su vida”, decía con una sonrisa nerviosa María Soledad, vendedora de chicles que avanzaba presurosa con la carga de dulces en su cabeza. El llamado al pueblo hondureño era contundente: “Hay que movilizarse a Tegucigalpa para proteger la embajada de Brasil donde se encuentra nuestro legítimo presidente”, advertía Rafael Alegría, líder del Frente Nacional Contra el Golpe de Estado, al tiempo que alertaba que había que prepararse para “resistir en la capital el tiempo que sea necesario y hasta que el orden constitucional sea restituido en el país”.
En horas de la tarde ya eran decenas de miles los hondureños que rodeaban la sede diplomática. Los bailes y cantos inundaban las calles aledañas; la alegría de saber que Zelaya se encontraba de vuelta en Honduras levantaba las esperanzas de una salida a la crisis con la caída de los sectores golpistas. Por su parte, la Policía Nacional y el ejército, acuartelados a nivel nacional, esperaban instrucciones. Entrada la noche, la estrategia represiva ya estaba en marcha: toque de queda, desalojos, golpear, encarcelar o torturar, y si era necesario, matar.
El repliegue popular por la represión se dio hacia las colonias (barrios pobres) de Tegucigalpa. Allí comenzaron las tomas de calles y el levantamiento de barricadas. La resistencia se propagó rápidamente hacia otras colonias, incluso algunas consideradas de clase media. Lo que inicialmente parecían acciones aisladas, se fue configurando como una situación pre insurreccional. Miles de pobladores, la “chusma” como le dicen los golpistas, se sumaban espontáneamente a defender sus barrios de la represión militar.
La multiplicación de la represión trajo la multiplicación de la resistencia y la indignación de la gente. Algunos barrios fueron liberados de la presencia policial. Otros barrios anunciaban la organización y el pacto entre la Resistencia Popular y las maras (pandillas) para defender el territorio de la acción represiva. Otros pobladores destacaban que ni la policía ni el ejército habían podido entrar a su sector. En el barrio El Reparto, que colinda con la Colonia Canaán, al oriente de la ciudad, un dirigente barrial señalaba con muestras de satisfacción: “Logramos detener la represión militar y nuestra lucha se está consolidando territorialmente; no pudieron entrar, los mantuvimos fuera del sector; habíamos un cachimbazo (montón) de gente defendiendo la toma, como mil 500, toda la noche. Todo fue pacífico, es la orden del presidente y la Resistencia. Pero estamos alertas a las nuevas instrucciones”.
Estas acciones insurreccionales no sólo se dieron en la capital sino también en otras ciudades importantes y en algunas aldeas y pueblos de la zona rural, donde incluso se llegó a desarmar a los cuerpos de seguridad y declarar liberadas las comunidades por unas cuantas horas, como asegura Berta Cáceres, líder de la Resistencia: “Hubo una quema de una posta policial en Tegucigalpa, tomas de estaciones policiales en la ciudad de Catacamas, Olancho, donde los policías fueron desarmados por el pueblo y se les puso condiciones; hubo otras manifestaciones en diferentes partes, y esto va a seguir porque el pueblo se ve en el necesidad de defenderse”. Para esta reconocida dirigente popular, Honduras se encuentra en una “situación prerrevolucionaria e insurreccional que se demuestra cuando el pueblo desobedece y desafía los toques de queda en las calles, a pesar de la represión del ejército y los escuadrones de la muerte”, y es enfática al señalar que “el pueblo resiste, hace barricadas y se organiza de una manera increíble, atendiendo el derecho a la insurrección, contenido en el artículo 3 de la Constitución, contra un gobierno usurpador”.
 Para esta líder hondureña “el pueblo ha rebasado cualquier instancia, cualquier estructura regional o nacional y es el mismo pueblo el que está dictando sus normas, lo que indudablemente plantea desafíos enormes para la conducción del Frente Nacional de Resistencia Popular”. Esta opinión es apoyada por el líder obrero Juan Barahona, quien ha señalado que “en la medida que crece la represión y se cierran los espacios de protesta pacífica, el pueblo busca sus propios medios para hacer frente a la dictadura”, por lo que hay que estar dispuestos a “asumir el desafío de cambiar las formas de lucha para alcanzar los cambios que demandan el pueblo hondureño y la patria”.
Así, el balance de las manifestaciones sigue siendo incierto para organismos como el Comité para la Defensa de los Derechos Humanos, Codeh, y el Comité de Familiares de Detenidos Desaparecidos, Cofaded. Estos hablan de varios muertos sin poder confirmarlos, detenciones y allanamientos masivos, golpizas, persecuciones, amenazas, robos, saqueos por parte de la policía y el ejército. Pero el balance, en palabras de Berta Cáceres, “es de un extraordinario crecimiento para el pueblo, de creatividad en la lucha territorial”. Para esta líder popular “el pueblo está dando lecciones de heroísmo y conducción de la situación política” que podrían incluso rebasar la dirección del mismo Frente de Resistencia Popular Contra el Golpe de Estado, lo que supone para la Coordinación Nacional de la Resistencia “dar saltos cualitativos que estén a la altura de las demandas y de las formas de luchas planteadas por el pueblo”.

La desesperación del régimen

El régimen de facto ha ordenado permanentes toques de queda a nivel nacional y ha suspendido por decreto las garantías constitucionales, imponiendo la anulación del derecho a reunión e información. Asimismo ha tomado por asalto las instalaciones de Radio Globo y Canal 36, clausurando sus transmisiones. De igual manera, ha aumentado la represión hacia los sectores populares, entregando atribuciones policiales a las FF.AA. para que vigilen, detengan o allanen las viviendas de los miembros de la Resistencia Popular. Se ha dado el lujo, además, de desafiar a la comunidad internacional, expulsando a un grupo de avanzada de la OEA y dando un ultimátum a Brasil para que defina el estatus en que se encuentra Zelaya en su embajada en Tegucigalpa. Todo parece indicar que una vez bloqueado el circo electoral, con el cual se trataba de legitimar el golpe de Estado, el régimen está buscando las vías para cercar y anular políticamente a Zelaya, aunque esto signifique convertir la embajada de Brasil en una cárcel. Sin estatus diplomático, la sede se convertiría automáticamente en una prisión controlada por el ejército que impediría la comunicación del presidente con el pueblo y el mundo.
Lo que no puede ni ha podido controlar el gobierno de facto son las acciones de resistencia del pueblo a nivel nacional, que le hacen tomar medidas desesperadas de represión que estarían afectando incluso a ciertos sectores empresariales y alejando a grupos políticos afines a la dictadura. Fundamentalmente, porque un estado de sitio permanente con anulación de las garantías constitucionales (por 45 días), restringe sustancialmente el desarrollo del proceso electoral al cual apuestan la oligarquía, los partidos políticos tradicionales e incluso, las jerarquías de las iglesias.
Por eso ya se escuchan voces de arrepentimiento y un “urgente llamado” a aceptar el Acuerdo de San José por parte de algunos sectores golpistas. Incluso se dice que como medida extrema, el régimen estaría dispuesto a suspender las elecciones de noviembre, para “normalizar la situación interna” y convocar después, no se sabe en cuánto tiempo, a un proceso electoral en mejores condiciones, es decir, con una derecha fortalecida, un Zelaya enjuiciado y encarcelado y una resistencia popular desarticulada y duramente golpeada.
Para el Frente Nacional de Resistencia Popular la ruta ya está definida, y así lo dejaron claro en su última asamblea: “Restitución incondicional del orden constitucional, vuelta al poder de Manuel Zelaya para que termine su mandato presidencial, un llamado a una Asamblea Nacional Constituyente de carácter popular y democrática y castigo a los responsables de la represión”. Así, las condiciones están dadas para que en Honduras cualquier cosa pueda pasar, incluso, como dijo Zelaya, para que se abran las puertas de una real y definitiva independencia. En esto, el pueblo tiene la palabra .

ROVERTO BARRA
En Tegucigalpa
rovertobarra@gmail.com

(Publicado en PUNTO FINAL, edición Nº 695, viernes 2 de octubre, 2009. Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)