Edición 692 - Desde el 21 de agosto al 3 de septiembrel de 2009
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La dignidad de las trabajadoras sexuales

ELIANA Dentone: directora de la Fundación Margen.

Eliana Dentone está consciente que es una transgresora. No por lo que hace, sino porque reconoce públicamente lo que hace, y más encima lo dice a cara descubierta. Ella se inició en el comercio sexual a los 29 años, después de una abrupta y dolorosa ruptura matrimonial. Hoy, a los 62 años, sigue siendo una trabajadora sexual activa. Eso sí, en el tiempo libre que le dejan sus múltiples actividades como dirigenta social.
En 1993, cuando Chile recién retomaba el camino democrático, Eliana Dentone y un grupo de compañeras de oficio empezaron a organizarse en defensa de sus derechos y de su dignidad. Crearon la Asociación de Trabajadoras Sexuales “Angela Lina” y ella fue elegida presidenta. Al comienzo trataron de hacer oír sus voces manteniéndose en el anonimato, para no comprometer a sus familiares ni arriesgarse a más discriminación de la que ya tenían que soportar. Pero llegó un momento en que hubo que dar la cara. Y ella lo hizo en representación de sus compañeras. La asociación se transformó en el Sindicato Nacional de Trabajadoras Sexuales “Angela Lina”, afiliado a la CUT, presidido por Eliana hasta hace dos años. En la actualidad dirige la Fundación Margen, en el área de las trabajadoras sexuales. “Mientras sea activa, seguiré haciendo cosas por mis pares”, afirma.
En más de una década de trabajo, Eliana y sus compañeras han recorrido casi todo el país organizando a sus pares, conociendo diferentes realidades y problemas, capacitándose y capacitando en prevención del VIH-sida y enfermedades de transmisión sexual, organizando talleres de crecimiento personal, desarrollando iniciativas solidarias para apoyar a quienes lo necesiten. “La mayoría de las trabajadoras sexuales viene de sectores muy humildes. Cuando mueren, algunas ni siquiera tienen para el funeral y hay familias que no quieren saber nada de ellas. Muchas vienen de familias donde fueron violadas”, dice Eliana Dentone.
Con trabajo y decisión se han ganado el respeto, la colaboración y apoyo de diferentes instancias de los ministerios de Salud y del Trabajo, de parlamentarios y alcaldes, de instituciones y organizaciones de dentro y fuera del país. Supieron abrirse camino para llegar a las jefaturas policiales a exigir que se terminaran los maltratos y detenciones arbitrarias. En esto ha habido avances y retrocesos, es una lucha permanente. Como también lograr cambios culturales que permitan echar abajo mitos y prejuicios.

“Me gusta el sexo”

Precisamente “como una manera de mostrarle a la sociedad chilena que hay tanto mito dando vuelta sobre nosotras”, Eliana se decidió a contar su vida en el libro Nunca me confieso, editado por LOM. Es su biografía como trabajadora sexual y dirigenta social, escrita por Irene Escribano Donoso, quien además de escritora es licenciada en filosofía de la Universidad de Concepción, magíster en Salud Pública de la Universidad de Chile y educadora para la salud con una vasta experiencia en la Comisión Nacional del Sida (Conasida).
En el libro -un viejo sueño de Eliana- cuenta con naturalidad su infancia de hija única regaloneada por padres, tíos y abuelos en una familia italiana del barrio Recoleta. Su experiencia en el internado de monjas, donde egresó al completar la enseñanza media, la pasión con que vivió su noviazgo y matrimonio, el nacimiento de sus dos hijos varones, la separación y el regreso a la casa materna.
Cuando decidió dejar el trabajo de secretaria en una consulta médica para ejercer el comercio sexual, tuvo como centro una “disco” de calle Emiliano Figueroa. Allí, guiada por su intuición, aprendió no sólo a dejarse elegir por los clientes, sino también a elegir ella. “Me gusta el sexo. Pero no me gustan los tipos con trago, con drogas o sucios. Me dan asco”, precisa. Con algunos comparte una amistad que dura hasta hoy. Su trabajo le permitió incluso ayudar a costear los estudios universitarios de sus hijos, criados por los abuelos paternos y de los cuales siempre estuvo cerca. Su conciencia está tranquila. “Creo que todo ha sido lindo en mi vida”, dice Eliana.

Es difícil imaginar que sus hijos y su familia no hayan reprobado en algún momento su trabajo…
“Es que vengo de una familia italiana con mentalidad bien amplia. Siempre hemos hablado de estas cosas. Al comienzo yo decía que trabajaba como camarera, con horarios de día y de noche. Pero cuando aparecí en la prensa ya no podía seguir ocultándolo. Además, no tenía por qué esconderme, no había asesinado a nadie. Para mí tampoco era algo feo, ni cochino, ni frívolo. Salí en muchos programas y en muchos periódicos, porque era una noticia que las trabajadoras sexuales se organizaran. Mis hijos me vieron en la televisión, se asombraron, pero después nos reunimos y les dije las cosas como eran. Ellos fueron a conocer la pequeña oficina que teníamos, hablaron con mis compañeras y me sentí muy feliz de que vieran lo que hacíamos. Mis hijos nunca me han visto con otro hombre, ni menos borracha ni con drogas. Me reconocen más como dirigenta social, y ahora son adultos de 32 y 33 años. El mayor se recibe este año de abogado, y el otro trabaja en computación empresarial. En mi familia no me juzgan, porque conocen como soy”.
¿Qué la impulsó al comercio sexual?
“Creo que llegué al trabajo sexual por mi desilusión amorosa. Además, también me quedó gustando. Muchas de las cosas que he hecho con los clientes las hice antes con mi marido, el padre de mis hijos. Me gusta el sexo. Tal vez por no ver con prejuicios el tema del sexo las cosas se me han dado más fáciles. Soy una transgresora porque hablo sin tapujos”.
¿Cómo se fue gestando la organización social?
“Fue muy lindo. Cuando iba a control de salud sexual encontré un letrero que anunciaba cursos de peluquería y modas. La matrona que me revisaba, con la que somos amigas, me informó que era un proyecto especial de capacitación para trabajadoras del comercio sexual que se daba en la parroquia Sagrado Corazón de Jesús. Me inscribí en peluquería, porque siempre me han gustado la belleza, lo natural, la sanación que está conectada con el poder que hay dentro de una. En la iglesia me encontré con el padre Alfonso Baeza Donoso y la socióloga Teresa Lastra. En la peluquería le arreglábamos el pelo a mucha gente pobre que andaba en la calle y no se cobraba nada. A veces nos juntábamos veinte mujeres o más, y conversábamos de la violencia de la policía y de problemas que nos eran comunes. Veníamos saliendo de una dictadura militar, de una época en que a las mujeres las llevaban presas por cualquier cosa. Comenzamos a organizarnos, y de la parroquia salí como dirigenta. Había gente que creía en nosotras y otros que decían que estábamos locas. A veces nos trataban mal. Hubo puertas que se nos abrían y otras se cerraban. Cada puerta que se abría era importante para nosotras. Nuestra organización se llamó ‘Angela Lina’, el nombre de una compañera que mataron unos clientes en una noche de farra. Botaron su cuerpo desde un auto, en una carretera”.

La dignidad de
miles de mujeres

Haciendo un balance, ¿qué avances han logrado?
“Ahora tenemos un sindicato y este espacio en la Fundación Margen. Hay más respeto. Incluso hay condiciones para que al menos algunas trabajadoras sexuales tengan contrato de trabajo. La policía es menos represiva, y uno puede hablar con los niveles más altos. Ya no nos entendemos con los cabos. Ahora vamos al Ministerio de Defensa. Con Conasida trabajaremos en un reglamento y vamos a mover un proyecto de ley para las trabajadoras sexuales que está durmiendo hace cinco años en el Parlamento. Queremos que todo quede escrito en el papel. Hemos participado en muchas mesas de trabajo, llegamos a acuerdo, pero después cambian las autoridades y hay que volver a comenzar.
También se avanzó mucho en prevención, ahora las trabajadoras sexuales usan preservativos. Conasida nos da condones gratis y tenemos un carnet nacional de control de salud que también es gratis. En este momento nos preocupan las trabajadoras extranjeras que han llegado a Chile, porque no sabemos si vienen controladas de sus países. Por eso haremos un proyecto con las inmigrantes, en conjunto con el Ministerio de Salud”.
¿Cuántas mujeres ejercen el comercio sexual en el país?
“En 2005 se hizo un estudio estadístico que consignó 15.700 trabajadoras sexuales a nivel nacional. Pero ahora han llegado tantas mujeres que se dice que puede haber más de 60 mil. No lo sabemos. Habría que hacer una estadística para saber cuántas mujeres se están atendiendo en los 38 centros de control de salud sexual que hay en el país. Hay un estudio, pero no es público. Si se esconde esa información es como si nosotras fuéramos tierra de nadie, y eso fomenta la violencia sexual contra nuestra”.
¿De dónde viene principalmente esa violencia?
“De la policía. Hay violencia verbal y forcejeos cuando las mujeres se resisten a una detención. El comercio sexual no está prohibido en Chile, pero pueden llevarnos detenidas por ‘falta a la moral y a las buenas costumbres’, como orinar o tener sexo en la calle. Pero muchas veces basta estar en la calle, o conversando con un cliente. Hay un estigma por ser trabajadora sexual. También hay violencia de parte de los fiscalizadores de las municipalidades que buscan drogas. Las fiscalizaciones en la comuna de Santiago con el alcalde Pablo Zalaquett han sido muy represivas, como si se partiera de la base que todas las trabajadoras sexuales son delincuentes, ladronas y que les gusta la droga.
Y otro riesgo son los clientes, es peligroso cuando andan volados. Algunos son malintencionados y gritan barbaridades. Ahora se han visto muchos femicidios”.
¿Los temas que les preocupan están en el programa de alguno de los candidatos presidenciales?
“En ninguno. Estamos invitando a Jorge Arrate a que salga a terreno con nosotras para que conozca nuestra realidad. Y también nos gustaría que viniera Marco Enríquez-Ominami”.
¿Van a invitar a Eduardo Frei?
“Es que Frei ya fue presidente de Chile. ¿Hace cuánto tiempo se está peleando la ‘píldora del día después’ y por qué ahora hace campaña con eso? ¿Por qué no lo hizo cuando estuvo en el gobierno? No me gusta la gente mentirosa. Hay que buscar políticos con mentalidad moderna, que conozcan las organizaciones de base y se interesen en los temas de las mayorías, de los postergados. La gente está aburrida de las mentiras, yo misma estoy cansada. Mi política es ayudar a las personas para que salgan adelante, con educación, vivienda y salud. Es lo mínimo que puede hacer un país”

PATRICIA BRAVO

(Publicado en  “Punto Final”, edición Nº 692, 21 de agosto, 2009, Suscríbase a PF, punto@interaccess.cl)