La batalla
de las ideas
“Según el punto de vista del proletariado, la hegemonía pertenece a quien lucha con mayor energía, al jefe ideológico de la democracia”.
(Me lo dijo alguien que leyó a Gramsci)
La Izquierda, a veces, se pone de acuerdo en proyectos políticos inspirados en nuestras buenas intenciones con la humanidad. En el caso chileno, la fascinante y dramática experiencia de la UP lo demuestra: un programa impulsado por un arco iris de idealistas y revolucionarios que fascinó al mundo, logró el reconocimiento y la solidaridad de las buenas personas del orbe, pero finalmente sucumbió tanto por la conspiración del imperio y sus empleados locales, como por la fragmentada base política con que contaba su líder, Salvador Allende.
Enfrentados a la competencia electoral, nuevamente parte de la Izquierda desempolva las ideas añejas de hace cuatro años y las deja sobre la mesa. La variante en esta oportunidad es la negociación que el PC ha llevado adelante con la Concertación en orden a terminar con la exclusión, que en palabras de los compañeros, se define como la ausencia de sus militantes en el Parlamento.
La unidad de la Izquierda, en este contexto, es entendida como la aceptación de un candidato presidencial, lista parlamentaria y programa, elegidos sin más participación que los que caben en una mesa. Y quienes afirman que esto es una falacia, son considerados como enemigos de la unidad.
Algunos sectores y personas creemos que le haría bien a la Izquierda, pensando en un Chile distinto, aprovechar la oportunidad y ejercitarse en el arduo camino de lo democrático, es decir, aquel sistema en donde las personas, todas ellas, valen. Como ejemplo: que los candidatos que van a estas elecciones sean elegidos por la gente. Ante esta cándida proposición, los administradores de las ideas han dicho que son muy caras y que para remedos de primarias, no hay plata.
Y hasta ahí han quedado las extravagantes ideas en orden a que la gente común ejerza su derecho a levantar el dedo.
Otra parte de la Izquierda ha tomado la higiénica resolución de hacer caso omiso a esta imposición unipolar. Hasta ahora daba la impresión que la Izquierda, ese amasijo de sueños, colores, mártires y porfiados, tenía dueño y pobrecito el que quisiera irse por la libre.
Esta inercia no ha dejado más que sueños despostados, letreros inútiles, sumas fraudulentas y muchos desalentados que se fueron para sus casas. La política electoral de la Izquierda extraparlamentaria, el PC, el PH, la IC y esa ficción llamada Juntos Podemos Más, ha resultado un fracaso.
En la naturaleza no existen los polos aislados. No hay norte sin sur, ni negativo sin positivo. La liberación de la energía eléctrica contenida en una batería es por la existencia de dos polos. Algo similar debiera ocurrir en la Izquierda. Le haría muy bien a este alicaído sector que se instalara otro polo que tenga la facultad de abrir el debate, que también es una forma de energía.
La batalla de las ideas debe ser un ejercicio democrático y de camaradería. Confundir la crítica con el ataque y al contrincante con el enemigo, sólo ha atrasado nuestros sueños. Las ideas se volvieron loquitas. Se pusieron diversas, coloridas, contradictorias, con más grises que blancos o negros, más dudas que certezas, más preguntas que respuestas, más desconfiados que cándidos, más observadores que militantes. Pretender que todos pensemos del mismo modo es un absurdo sólo comparable a mantener sobre esta insanía un silencio cobarde.
La nueva energía que irrumpe de modo caótico puede inaugurar un punto de partida para aventuras disparatadas: otro vértice de la Izquierda, sin mirar para el lado o para atrás.
Bienvenido el aire limpio de la batalla de las ideas.
La negativa del MAS, G80, NI, y otros, a la imposición de una Asamblea que elegirá finalmente candidato presidencial, lista parlamentaria y programa de gobierno, debe generar la oportunidad de levantar otras ideas, otros personajes, otros criterios. Pero sobre la base de que todos somos compañeros y que en la Izquierda no sobra nadie, que crítica no es ataque, que el enemigo es el que está al frente, que la ambición sea por un futuro bueno para todos, que el odio sea de propiedad exclusiva del enemigo, que lo que valga la pena se haga riendo, que el egoísmo sea desterrado y su lugar lo ocupe la solidaridad, que la felicidad sea obligatoria una vez al día y que se encuentre gratis en las esquinas y en el amor, que los mejores sueños son los que vivimos despiertos y que ya está bueno de morir por las buenas ideas: es tiempo de vivir por ellas
Ricardo Candia Cares
(Publicado en “Punto Final” Nº 681, 20 de marzo, 2009. Suscríbase a “Punto Final”)
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